domingo, 30 de noviembre de 2014

FIGURAS DEL TRIUNFO DE LA IGLESIA: EDADES DEL MUNDO

En esta sesión se ha seguido el libro de las Esperanzas de la Iglesia del P. Ramiére S.J. en su tercera parte, donde trata sobre las imágenes del triunfo de la Iglesia y de la regeneración del mundo.

Actitudes sobre el cumplimiento de las profecías mesiánicas.

Son cuatro las que han existido, sobre todo, en los primeros siglos.

Primera: cristianos que profesan la esperanza en el futuro cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento; aceptan como libro divina­mente inspirado el Apocalipsis, que reconocen ser obra del apóstol y evangelista Juan.
Segunda: cristianos que no comparten aquellas espe­ranzas. Entre ellos se dio la negación de la apostolicidad del Apocalipsis, que algunos atribuyeron al hereje Cerinto,; y también, a partir de Orígenes, una interpretación exclu­sivamente alegórica, excluyendo su significado literal
Tercera: El error herético, las gnosis. Todo un con­junto de sistemas con el rasgo común de despreciar y maldecir lo creado y al Dios creador y legislador del Antiguo Testamento.
Cuarta: El error judío, el ebionismo, que rechaza la unión de Dios con el hombre. El término milenarista quería denun­ciar el horizonte exclusivamente temporal de su modo de entender el Reino.

El planteamiento de la iglesia primitiva inicialmente predominó la primera actitud, a partir de San Agustín se hizo más generalizada la segunda actitud. Las dos últimas no son compatibles de ninguna manera con el cristianismo.

P. Ramière S.J. Tres figuras del triunfo de la Iglesia.

La creación, la existencia de la Sinagoga y la vida de Jesucristo.

Primera figura del triunfo de Jesucristo en la Iglesia: El descanso del séptimo día

     1.— Los divinos atributos en el orden de la naturaleza y de la gracia

Þ      El hombre, espíritu y cuerpo, ha sido el término de todas las obras de Dios en el orden de la naturaleza,
     Jesucristo, Hombre Dios, va a ser el término de todas las obras de Dios en el orden
     de la gracia.
Þ      El hombre será creado el sexto día de la creación y
     Jesucristo aparecerá en el sexto día del mundo.
Þ      Antes de crear al hombre, el Creador producirá: seres inorgánicos; después vegetales; después peces; aves; mamíferos; finalmente el hombre y la mujer.
     Jesucristo aparece después de seis períodos. Abel, el justo perseguido; Noé, el
     trabajo por salvar al hombre; Moisés, el legislador futuro: Rey y Pontífice; David,
     cualidades guerreras; Salomón las virtudes pacíficas; los profetas, rayos de saber;
     Jesucristo-la Iglesia.

      2. — Misterio del descanso de Dios después de crear al hombre

Þ      En el orden de la creación, Dios consagra el séptimo al descanso. El sábado de la tierra es el anticipo de ese sábado celestial.
     En el orden sobrenatural, el sabatismo de la Iglesia.

Segunda figura del triunfo de la Iglesia: La paz otorgada a la Sinagoga

Para mantener el criterio de las figuras, la promesa a la Iglesia de un magnífico triunfo después de todas sus luchas, ha de tener su figura en un triunfo similar en la historia de la Sinagoga, primer esbozo de la Iglesia.

El orden sobrenatural consiste propiamente en la deificación de la humanidad, la cual, preparada, anunciada y figurada por el antiguo pueblo durante cuatro mil años, se realiza en Jesucristo, se concluye por la Iglesia y se consuma en el esplendor de los cielos.
Mas su preparación, su cumplimiento y su término, es decir la Sinagoga, Jesucristo y la Iglesia, pasan por fases muy semejantes.

Sinagoga.

I. Apenas el antiguo pueblo había nacido de los doce patriarcas, hijos de Jacob, cae en un cruel cautiverio por los egipcios.
Imagen de las persecuciones que la Iglesia de parte de los emperadores romanos.

II. En el momento en que el yugo impuesto a los hijos de Jacob llegó a ser más intolerable, Moisés recibió de Dios el encargo de quebrantarlo y de derribar el poderío del tirano. Da a la Sinagoga su existencia pública; promulga el primer código de leyes. Dios toma posesión de la realeza del pueblo que se ha escogido.
La liberación de la Iglesia en el siglo cuarto por Constantino.

III. Entre Moisés y Salomón luchas internas; la Sinagoga adquiere, bajo el cetro de David, un incomparable esplendor; mas esta magnificencia es oscurecida luego.
Tampoco la Iglesia goza, después de su liberación bajo Constantino, de paz muy duradera. La invasión de los bárbaros del Norte y después los mahometanos.

IV. Los siglos de la apostasía. Israel se separa de Judá; repudia el templo único que el Altísimo se ha escogido para comunicarle en él sus oráculos y se forja becerros de oro para adorarlos. Los profetas no son escuchados
Entre los siglos 15 y 19 tienen lugar el cisma funesto de Lutero, de Calvino, de Enrique VIII. Son períodos de cautividad para la Iglesia.

V. La cautividad de setenta años fruto de la idolatría. Entonces se cumplieron todas las promesas que habían sido hechas a los hijos de Judá por Isaías y por Ezequiel. Los Macabeos liberaron al pueblo de estas pruebas, el reino de Judá como norma. Desde Ciro hasta Jesucristo.
Así sucederá en la Iglesia. La ambición de los príncipes, nuevos Herodes, activará acaso la decadencia, y, cuando el Hijo del Hombre realice su segundo advenimiento, apenas hallará sobre la tierra más fe que la que encontró al venir por vez primera.

Tercera figura del triunfo de la Iglesia: El triunfo de Jesucristo resucitado

I. Jesucristo, como la Sinagoga y la Iglesia, apenas llegado al mundo, se ve expuesto a la persecución y padece también una especie de cautiverio de Egipto.

II. Después de venir de Egipto, comienza el período de formación. El niño crecía en sabiduría y en edad. Así sucede con la Iglesia desde el siglo quinto al catorce, reúne su dogma en un cuerpo de doctrina.

III. La vida pública del Salvador es una época de lucha. Jesucristo predica la nueva del Evangelio, pero se suscita la envida de los poderosos: los fariseos, saduceos y herodianos que concluye con el calvario. El siglo quince abre para la Iglesia una nueva era que será a un tiempo la era de su mayor expansión y de sus más terribles luchas. 

IV. Jesucristo resucitó de entre los muertos cuando los fariseos se congratulaban de haberle matado y eso se vio en todas las regiones que habían sido testigo de sus humillaciones y de la alegría de sus enemigos.

El Cuerpo Místico de Jesucristo tiene el derecho de recibir, y la justicia y la sabiduría de Dios parecen exigir que le sea concedida la gloria incomparable que su cuerpo natural recibió en la resurrección y disfrute en la tierra un tiempo considerable antes de subir a los cielos.

TEOLOGÍA DE LA HISTORIA DE SAN BUENAVENTURA. Cristiandad, jul. Ag. Sept 1983. Francisco Canals Vidal. Resumen

La teología de la historia de San Buenaventura se halla en las Colaciones sobre el Hexaemeron, en concreto en las Col. XIV a XVI.
En la Colación XIV, compara la obra de la salvación con la realidad de la naturaleza en un árbol: primero las raíces, después las ho­jas, y posteriormente las flores que hacen surgir los frutos; así la obra de la salvación sus raíces en los Patriarcas, sus hojas en la Ley, sus flores en los Pro­fetas, y su fruto definitivo es Cristo en el que es realizada la salvación

Sobre este esquema distingue San Buenaventura tres principales misterios en cada una de estas cuatro etapas.

LOS DOCE MISTERIOS PRINCIPALES


LOS PATRIARCAS (Promesa de la salvación): Creación de la naturaleza; Castigo de los crímenes: Vocación de los Patriarcas.

LA LEY (Figura de la salvación): Promulgación de la Ley; Victoria sobre los enemigos; Establecimiento de los Jueces.

LOS PROFETAS (Anuncio de  la salva­ción): Unción de los Reyes; Revelación de los Profetas; Restauración  de los príncipes y de los Sacerdotes.

CRISTO (Realización de la salvación): Redención de los hombres ; Difusión de los carismas; Revelación de las Escrituras en el Apocalipsis

En la Colación XV San Buenaventura considera las «teorías», investigaciones o especulaciones según las que resplandecen los dos Testamentos. Se inicia con el desarrollo del esquema de las seis edades de la historia, que corresponden a los seis días de la creación, más la séptima, que corresponde al sá­bado, al descanso del Señor, y a la que pertenece el descanso de las almas bienaventuradas en el cielo, según la interpretación de San Agustín en «La Ciudad de Dios».

A este esquema de las siete edades, en el que se entiende la séptima no como intrahistórica, sino como el descanso y felicidad de las almas hasta la resurrección final, permanece fiel San Buenaventura, subraya la coinciden­cia cronológica entre la «séptima edad», la de la Iglesia triunfante, con la «sexta edad», iniciada por la Redención y la fundación de la Iglesia mi­litante.

Esta doctrina, que comprende la «séptima edad» como constituida por la bienaventuranza celeste, es vista por San Buenaventura como doc­trina común: «la séptima edad corre, según to­dos, junto con la sexta» Col. XVI, núm. 2, p. 469.

San Buenaventura mues­tra no tener presente la tradición anterior, muy común en los cuatro primeros siglos de la Igle­sia, y que el propio San Agustín había utilizado en su sermón 259, sobre la octava de la fiesta de Pascua:

Presentamos paralela­mente «el esquema antiguo», el que todavía sigue San Agustín en el sermón mencionado, y el «es­quema común» en los siglos posteriores a San Agustín, y que él expuso en «La Ciudad de Dios».

De la confrontación de los dos esquemas re­sulta claramente el carácter intrahistórico, y pos­terior a la actual edad de la Iglesia, que tenía en el esquema antiguo el sábado de los Santos que acompaña al Reinado de Cristo en la tierra; mien­tras que en el esquema posterior a San Agustín, y comúnmente admitido en los siglos medievales, la séptima edad no es una época histórica que suceda cronológicamente a la sexta, sino que la «sexta edad» constituye la entera duración de la Iglesia militante, desde Cristo hasta el fin de los tiempos, mientras que la llamada séptima edad simboliza la realidad trascendente y suprahistórica de la Iglesia triunfante.

LAS SIETE EDADES DEL MUNDO

ESQUEMA ANTIGUO: 1 De Adán hasta Noé; 2 De Noé hasta Abraham; 3 De Abraham hasta David;  4 Desde David hasta la transmigración a  Babilonia; 5 Desde Babilonia hasta Cristo; 6 Desde Cristo hasta el «segundo advenimiento»; 7 El descanso futuro de los Santos en la Tierra, cuando rei­nará el Señor en la tierra con sus Santos

ESQUEMA COMUN DE LA EDAD MEDIA: 1 De Adán hasta Noé; 2 De Noé hasta Abraham; 3 De Abraham hasta David;  4 Desde David hasta la transmigración a  Babilonia; 5 Desde Babilonia hasta Cristo; 6 Comienza en Cristo y transcurre ahora y hasta el fin de los tiempos; 7 La bienaventuranza celeste de las almas hasta la resurrección

San Buenaventura va a sorprendernos con admirables perspectivas referentes a una esperan­za intrahistórica.

Se desarrollan éstas a partir de la Colación quince.

San Buenaventura pasa a establecer, al comparar según la dualidad am­bos Testamentos, la tesis de una futura época de la Iglesia:

«Hallamos en la vieja Alianza dos tiempos: el tiempo anterior a la Ley, y el tiempo en que el pueblo vive bajo la Ley; en la Nueva Alianza corresponde a éstos un doble tiempo: el tiem­po de la vocación de los gentiles, y el tiempo de la vocación de los judíos. Este tiempo to­davía no ha llegado, porque entonces se cum­plirá aquello de Isaías: No desenvainará la es­pada un pueblo contra otro, ni se adiestrarán más en el arte de la guerra; esto todavía no se ha cumplido, pues aún funcionan dos espadas, y todavía hay disputas y herejías. Por eso los judíos, por lo mismo que lo esperan, creen que aún no ha venido el Cristo.»

«Pero que los judíos se convertirán es cier­to por Isaías y por el Apóstol, que aduce su autoridad... Isaías dice: Ea, subamos al mon­te del Señor y a la casa del Dios de Jacob, y sigue: No desenvainará la espada un pueblo contra otro, ni se adiestrarán más en el arte de la guerra. Contra esto dicen los judíos que todavía esto no se ha cumplido; pero el Profe­ta no se refiere a la primera venida o a la pri­mera vocación, sino a la última, cuando el día del Señor se manifestará para todos los sober­bios; ni se ha de entender que Dios abandone así aquellas ramas» Col. XV, núms. 24 y 25, pp. 463 a 465.

La comparación entre los dos Testamentos se­gún el número ternario parece confirmar esta im­presión. «Porque existe el tiempo de la sinagoga comenzada, adelantada y decadente, y en el Nue­vo Testamento existe el tiempo de la Iglesia co­menzada, dilatada y consumada.».

Pasemos ahora a la comparación según el nú­mero quinario:

«En el Antiguo Testamento, el primer tiem­po es el de la creación de las naturalezas; el segundo, el de la inspiración de los Patriarcas; el tercero, el de la institución de las cosas legales; el cuarto, el de la ilustración de los Profetas; el quinto, el de la restauración de las ruinas... En el Nuevo Testamento, el primer tiempo es el de la difusión de los carismas; el segundo, el de la vocación de los gentiles; el tercero, el de la institución de las Iglesias se­gún las leyes; el cuarto, el de la multiplicación de las religiones; el quinto, en el fin, será el de la restauración de los caídos, porque es ne­cesario que venga Elias que restituirá todas las cosas; con él vendrá también Henoc. Pero la bestia vencerá a aquellos dos testigos. De don­de es necesario que primero sean derribados, y venga la ruina, y luego la restauración; será tanta la tribulación que aún los escogidos si posible fuere caerían en error» Col. XV, núm. 28, pp. 465 y 467.

Tenemos aquí afirmado un quinto tiempo en que todas las cosas serán restablecidas, tiempo al que habrá precedido la gran tribulación y el triun­fo de la bestia sobre los testigos del Señor.

El pensamiento de San Buenaventura sobre este séptimo tiempo futuro se aclara todavía si advertimos lo que había dicho al tratar del «sexto tiempo», el de «la clara doctrina», que dice co­menzar con el Papa Adriano, contemporáneamente a los comienzos del imperio de Carlomagno; so­bre este tiempo y sobre su fin dice:

«¿Quién ha dicho cuánto durará? Es cierto que nos encontramos en este tiempo; cierto es también que durará hasta que sea arrojada la bestia que sube del abismo, cuando Babilonia será confundida y derribada, y después se dará la paz; pero primero es necesario que venga la tribulación» Col. XVI, núm. 19, p. 481.

SUCESIÓN DE TIEMPOS EN LA EDAD DE LA IGLESIA MILITANTE
(Sexta edad del mundo)

Dos tiempos: 1 Tiempo de la vocación de los gentiles; 2 Tiempo de la vocación de los judíos
Tres tiempos: 1 Iglesia comenzada; 2 Iglesia dilatada; 3 Iglesia consumada
Cinco tiempos: 1 Difusión   de   los   carismas; 2 Vocación de los gentiles; 3 Institución  de  las  Iglesias según las leyes; 4 Multiplicación  de  órdenes religiosas; 5 Restauración   de   todas las cosas
Siete tiempos: 1 La gracia conferida; 2 Bautismo por la sangre; 3 Norma católica; 4 Leyes de justicia; 5 Cátedra excelsa; 6 Clara doctrina; 7 Tiempo de la paz última.

El paralelismo entre estas series de tiempos muestra sin lugar a dudas la coincidencia en las características del último tiempo en cada una de las series. El tiempo de «la vocación última de los judíos», que todavía no ha llegado, y en el que se cumplirán las profecías de la paz mesiánica, en el que se manifestará que Dios no ha abandonado a las ramas del olivo de Israel, en el día del Señor manifestado contra todos los soberbios, coincide evidentemente con la Iglesia «consumada» o «final», en la que de nuevo «Raquel dará hijos suyos en la Iglesia»; es también el tiempo de la «restitución de todas las cosas», que seguirá a la ruina y a la gran tribulación en la que áun los escogidos caerían en error; es también el tiempo de «la última paz», en que se cumplirá la profecía de Ezequiel, se reedificará la ciudad como en el principio -alude evidentemente a Jerusalén-, nuevamente reconciliada con el Señor y cuando la Iglesia militante será, cuanto es posible en este mundo, conforme a la triunfante, cuando Babilonia haya sido derribada y haya sido «arrojada la bestia al abismo», sólo después de lo cual se dará la paz.

Concilio Vaticano II en su «Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cris­tianas»:

«La Iglesia, juntamente con los Profetas y el Apóstol, espera el día, sólo de Dios cono­cido, en que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz, y le servirán como un solo hombre». Escribe el resto de tu post aquí.

FIGURAS DEL TRIUNFO DE LA IGLESIA: LAS EDADES DE LA HISTORIA

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viernes, 21 de noviembre de 2014

“Las esperanzas de la Iglesia” - P. Ramière S.J.: Plan de la obra

Sesión 1.- El plan de la obra: leyes de la providencia; tendencias sociales;  y profecías y revelaciones privadas LAS ESPERANZAS DE LA IGLESIA

El plan de la obra.

Es una expresión del  anhelo que tenía el P. Ramière S.J. del reinado de Jesucristo no sólo en los individuos sino en las sociedades, y especialmente en la sociedad civil.

Según San Pablo el Señor quiere que todos los hombres se salven y que, para ello, vengan al conocimiento de la verdad, y el Señor mismo encarga a los apóstoles que prediquen, por sí y por sus sucesores, el Evangelio a toda criatura, claro que con el fin de que todos crean y por la fe sean salvos.

Las Esperanzas de la Iglesia son precisamente una manifestación del optimismo con que el P. Ramière S.J. miraba la consecución de este ideal.

Objeto y Fundamento de esas "esperanzas de la Iglesia".

a) El objeto de las esperanzas de la Iglesia es su triunfo en este mundo; una reconciliación de la sociedad civil con la Iglesia. Esto espera el P. Ramière S.J. después de fijarse en la expresión de esta esperanza por Pío IX tras la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

En cuanto al alcance y al tiempo en que esto sucederá, dice el P. Ramière S.J. que no estamos en disposición de resolver estas cuestiones con certeza"

El Padre Ramière no espera un período de milenarismo, ni material, ni meramente espiritual (o metafórico); sino simplemente una real manifestación de la verdad y santidad de la Iglesia en el mundo.

b} El fundamento de esas esperanzas consiste en las mismas leyes providenciales por las que Dios rige al mundo; en las tendencias e ideales de los espíritus y de las sociedades; y en las promesas explícitas de Dios, formuladas ya en el Antiguo ya en el Nuevo Testamento, y en otras hechas a los Santos y autorizadas por la Iglesia, que las ha examinado y aprobado.


1.ª Parte: Leyes Providenciales

Dios ha creado el mundo, lo conserva y lo gobierna para su propia gloria, que obtiene mediante la comunicación de su bien a todos los seres y, en concreto, al hombre, que consiste en su divinización, mediante la transformación de la gracia de Cristo, que comunica al hombre la vida del Señor Jesús, y florece al fin en la consumada, perfecta y dichosa vida de la patria eterna.

Por lo que a las sociedades como tales concierne, estima el Padre Ramière, y con razón, que también tienen como fin la divina glorificación.

Esta sólida y prudente teología de las sociedades, tan manifiesta en la Historia Sagrada, apoyada en las tres verdades indiscutibles:

Þ      que las naciones, como tales, tienen una finalidad señalada por Dios, que es la divina glorificación;
Þ      que esa divina glorificación se realiza en el tiempo, pues sólo en el tiempo existen las colectividades terrestres;
Þ      que la sanción correspondiente a la conducta colectiva no puede darse sino en este mundo; excluye el sueño de una pervivencia de la sociedad como tal en la existencia gloriosa de la patria eterna y en una vida colectiva ultraterrena.

Los pueblos como tales han de glorificar también a Jesucristo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan, reconociendo su realeza suprema y absoluta y sometiéndose amorosamente a sus santas y saludables leyes.

Ese reino de Jesucristo en cada individuo y en la sociedad se ha de establecer por medio de la Iglesia.

La consumación del reinado de Jesucristo en el mundo se alcanza cuando la Sociedad Civil se organiza cristianamente.

2.a Parte: Tendencias de los espíritus y de las sociedades.

En la segunda parte el Padre Ramière examina las tendencias o aspiraciones de los espíritus, de la sociedad civil de su tiempo y de la misma Iglesia. Cuanto a las primeras, las reduce a una fundamental, la de garantizar el respeto a la dignidad humana, y a varias otras que tienen por objeto las diversas libertades en que esa dignidad se concreta: de religión y de conciencia, de pensamiento, de acción política, de asociación, de expresión; y asimismo la igualdad y la fraternidad. Trío: libertad, igualdad y fraternidad, en cuyo nombre se hizo la gran revolución francesa.

3.a Parte: Las promesas divinas.

Profecías del Antiguo y Nuevo Testamento

En la tercera parte examina los más decisivos fundamentos de las esperanzas de la Iglesia: las promesas de Dios expresadas: unas, en los hechos del Antiguo y del Nuevo Testamento, otras en los oráculos de los profetas; otras, en las comunicaciones a los Santos de la ley nueva.

Esas profecías son la expresada en el Génesis, 3, 15, sobre la victoria contra la serpiente, las promesas hechas a los patriarcas sobre el nacimiento del Salvador del mundo y sobre las bendiciones que derramará sobre todas las naciones, explicadas por los salmos, por Isaías y otros profetas, por Daniel y por San Juan.

A la luz de aquel gran principio de hermenéutica: "las palabras de los Sagrados libros deben ser entendidas en su sentido obvio y natural, siempre que ese sentido no sea contrario a otra proposición más clara de las mismas Escrituras, a la tradición eclesiástica o al testimonio manifiesto de la razón".

Señales para esperar: profecías de santos, la devoción al Corazón de Jesús y la formulación de la esperanza en la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

a) las profecías de Santa Hildegarda que considera preludio de las bendiciones derivadas de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

b) Los tiempos actuales, desde el siglo XVIII en adelante, se caracterizan por la llamada del Espíritu Santo a la vida interior sobrenatural de incorporación a Jesucristo; y es precisamente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús el medio providencial sugerido por Él mismo y tan recomendado por la Santa Iglesia, para progresar en ese conocimiento de lo más íntimo y bello de Jesucristo y en el consiguiente amor.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, bien entendida, no es una práctica particular de devoción. Es la religión entera.

Las seguridades de redención que esta preciosa devoción nos ofrece, son un especial argumento en favor de las esperanzas de la Iglesia.

c) La definición del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María es para el Padre Ramière un decisivo argumento en favor de sus esperanzas. Lo es, en primer lugar, porque así lo proclama el Papa en la bula "Inneffabilis Deus".

Después, porque cree natural que la maternidad de María respecto del cuerpo místico de Jesucristo ha de traducirse en una especial eficacia santificadora de todos sus miembros.

Y finalmente porque estima que el dogma de la Inmaculada Concepción de María armoniza en el hombre moderno su aspiración a lo perfecto con la conciencia de su real miseria.

Pío IX "Nos esforzamos con certísima esperanza y firme confianza en creer que la beatísima Virgen... querrá lograr con su patrocinio que la Santa Madre Iglesia Católica, superadas todas las dificultades y disipados todos los errores, en todas partes y entre todas las gentes, de día en día más se robustezca, florezca y reine "de mar a mar, y desde el río hasta los confines del orbe", disfrute de plena paz, tranquilidad y libertad, a fin de que los reos obtengan perdón, los enfermos salud, los débiles fortaleza, los afligidos consolación, los necesitados auxilio, y todos los equivocados, desvanecidas las tinieblas de su mente, vuelvan al camino de la verdad y de la justicia, y se forme un solo redil bajo el único Pastor".

El Padre Ramière espera que pronto llegará la hora de esa divinización del mundo, hecha visible en el reinado social de Jesucristo..