lunes, 21 de diciembre de 2009

Eguberri on - Feliz Navidad


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domingo, 13 de diciembre de 2009

La Resurrección y su testimonio: El sepulcro abierto

En la sesión de hoy se ha expuesto el capítulo titulado “El sepulcro abierto” del libro: “La Resurrección de Jesús de Nazaret y su Cuerpo” del P. Juan Manuel Igartua S.J.

De forma resumida el P. Igartua en este capítulo deja constancia, en base a los testimonios de los evangelios, de que

a) Jesús de Nazaret murió en Jerusalén el 7 de abril del año 30 con muerte de cruz en el monte Calvario, tras haber sido flagelado y coronado de espinas.
b) Una vez certificada la muerte por el Centurión, Pilatos entregó el Cuerpo a José de Arimatea para que lo sepultara.
c) José de Arimatea lo enterró al modo judío, es decir, envolvió el cadáver en una Sábana, le puso el sudario en la cabeza y no pudo ser embalsamado el viernes santo por estar próximo el comienzo de la Pascua judía. Lo enterró en un huerto de su propiedad próximo al Calvario en una cueva cuya abertura fue cerrada con una losa
d) Los fariseos pidieron a Pilatos que pusiera guardia en el sepulcro hasta el domingo porque temían que los apóstoles robaran el cadáver y dijeran que había resucitado como había prometido. Y se puso la guardia e incluso de selló la piedra para garantizar que nadie pudiera entrar al sepulcro.
e) Las mujeres (María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, junto con otras mujeres) al alba del domingo se acercaron con perfumes y ungüentos para embalsamar el Cuerpo de Jesús de Nazaret. No sabían quién les podría mover la piedra (desconocían la presencia de la guardia)
f) Al aproximarse al sepulcro vieron que la piedra estaba desplazada. María Magdalena corrió al Cenáculo para comunicar lo que había visto y que no sabía dónde estaría el Cuerpo de Jesús.
g) Las otras mujeres se acercaron al sepulcro vieron que estaba vacío y el ángel les dijo:

«No temáis. Buscáis a Jesús el Nazareno, el Crucificado. Ha resucitado. No está aquí. Mirad el lugar en que le pusieron» (Mc 16,6; Mt 28,5-6; Lc 24,5-6)

h) Pedro y Juan después del aviso fueron corriendo y encontraron la piedra movida, el sepulcro con los lienzos, en su lugar, pero sin el cuerpo. Creyeron a la vista de lo que vieron ya que la única explicación de que la sábana estuviera sin cuerpo y el sudario en su lugar, es que había resucitado.

El esquema de la charla ha sido el siguiente:

1.- Muerte y sepultura de Jesús
2.- El sepulcro abierto
3.- Las mujeres en el sepulcro
4.- Los lienzos en el sepulcro
EL SEPULCRO ABIERTO

1.- Muerte y sepultura de Jesús

Fecha y lugar de la muerte de Jesús

El día 7 de abril del año 30 de la era cristiana, el día 14 del mes judío de Nisán, en la noche del 15, noche pascual para los judíos, en Jerusalén, sobre el montecillo del Gólgota (llamado así por su forma de calavera, Calvaría en latín), que era lugar habitual de crucifixiones para los romanos, y estaba situado en las afueras de la muralla de la ciudad, a poca distancia de la puerta de la Tentación, murió crucificado Jesús de Nazaret.

El lugar de la Crucifixión

Los cuatro evangelistas acordes notan que el lugar de la Crucifixión fue un altozano fuera de las puertas de la ciudad, el cual se llamaba en hebreo «Gólgota» (Mt 27,33; Mc 15,22; Jn 19,16)

Mt 27,33 – Llegados a un lugar que se llama Gólgota, esto es, “Calvario”
Mc 15,22 – Le conducen al lugar Gólgota que quiere decir “Calvario”
Jn 19,16 - El salió llevando su cruz hacia el lugar que se llama Calvario y en hebreo Gólgota

Durante casi tres años había sido el hombre más popular en Palestina, provincia judía sojuzgada por los romanos desde Pompeyo. Seguido por grandes multitudes por su admirable elocuen­cia y prodigiosos hechos milagrosos.

Después, fue crucificado entre dos bandidos comunes, por el poder de sus muchos enemigos del ámbito sacerdotal y de las sectas dominantes en Judea, saduceos y fariseos. También muchos escribas, intérpretes oficiales de la Ley, se contaban entre sus adversarios.

Entre sus numerosos seguidores, los había de todas las clases sociales, también nobles y príncipes del pueblo y aun escribas de recto corazón (Mc 12,28-34; José de Arimatea Mc 15,43; Nicodemo Jn 3,1). Los verdaderos israelitas, que esperaban ya próximo al Mesías, hom­bres y mujeres, le veneraban, y le siguieron fieles hasta la muerte.

Los Testimonios de la muerte de Cristo

El historiador clásico romano Cornelio Tácito, autor de los anales del imperio, ha dejado constancia ofi­cial de la muerte de Jesús, bajo su nombre de «el Cristo». Al dar cuenta de la existen­cia de los cristianos en Roma bajo el imperio de Nerón anota lapidariamente:

«Su fundador, llamado Cristo, fue condenado a muerte por el Procurador (de Judea) Pondo Pilato, imperando Tiberio» (Anal. 15,44)

Flavio Josefo, el célebre historiador judío filoromano, nos ha dado además el dato preciso del suplicio ejecutado:
«Pilato le condenó al suplicio de la cruz» (Antiquitates, XVIII 3,3).

Los cuatro evangelistas han descrito con múltiples detalles el proceso religioso y romano-civil ante Pilato de Jesús de Nazaret, desde su prendimiento en Getsemaní, pasando por el doble proceso y juicio: el religioso ante Caifas Sumo Sacerdote con el Sanedrín, y el político-civil ante Pilato, con comparecencia ante Herodes rey de Galilea, presente en Jerusalén, por voluntad de Pilato, pasando en fin a éste la decisión final de la ejecución.

Se dan los detalles de la crucifixión, añadiendo la flagelación legal, y la coronación de espinas, inventada por la soldadesca. Conocemos los diálogos de los procesos, y las palabras del condenado en lo alto de la Cruz ante el pueblo arremolinado.

Finalmente todos nos dicen, como Tácito, que el suplicio terminó con la muerte. Juan dice que dejó caer la cabeza sobre el pecho al expirar (Jn 19,30), y los otros tres que emitió una gran voz antes de su último aliento (Mt 27,50; Mc 15,37).

El Testimonio de los evangelistas sobre la muerte de Jesús

Jn 19,30 Cuando Jesús recibió el vinagre, dijo: -¡Consumado es! Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
Mt 27,50 Pero Jesús clamó otra vez a gran voz y entregó el espíritu
Mc 15,37 Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
(Lc 23,46) Esta voz parece ser la que expresa Lucas: «Clamando con voz grande dijo Jesús: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»

Resulta ridí­culo que alguien se haya atrevido a publicar noticias inventadas, según las cua­les Jesús habría salido vivo del sepulcro, gracias al frescor de la noche y hacerle vivir luego largos años en Cachemira. La historia verdadera no tiene nada que ver con tales invenciones.


La muerte de Jesús de Nazaret es indudable

Resulta inútil y ridículo, ante los relatos múltiples, y la constatación oficial romana y judía de la muerte de Jesús, que alguien quiera poner en duda la muerte real de Jesús de Nazaret aquel día en el Gólgota.

El testimonio de la Sábana Santa

En la Sábana Santa de Turín nos han quedado dos datos notables que sellan la muerte real de Jesús.

a) los ojos cerrados del cadáver con dos pequeñas monedas como peso de uso común para mantener cerrados los ojos del muerto, y que se puede comprobar literal­mente que son monedas acuñadas precisamente en el año 30 por Pilato,
b) en el costado derecho del cadáver, la abertura marcada por la lanza del soldado romano que abrió el costado del cadáver en la cruz (Jn 19,34), marcada en forma de óvalo abierto, y debajo de ella la sangre vertida en el derrame.

El óvalo de la herida es claramente un óvalo abierto y dilatado. Es éste un claro indicio de que la carne no era viva al recibir el golpe, y en la señal de la Sábana ha quedado, perdida toda elasticidad, marcando exactamente la apertura del hierro de la lanza y su tamaño.

El testimonio de Juan: La lanzada

Juan dice exactamente que el soldado «abrió», y no «hirió». Porque se hiere el cuerpo vivo, pero el cadáver se abre, hablando con rigurosa propiedad, aunque sole­mos acostumbrar fácilmente a decir: «la herida del costado», cuando se debería decir «la abertura del costado».

El testigo oficial de la ejecución: el Centurión

El Procuraro Pilato hizo llamar al testigo oficial de la muerte, el centurión romano, al saber por Arimatea que Jesús había muerto y se le pedía el derecho de poseer el cadáver, para que certificara de forma oficial la muerte de Jesús. (Mc 15,44-45; cf. Mt 27,58; Lc 23,52; Jn 1.9, 38).

Marcos (Mc 15,44-45) Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto. Y llamando al centurión, le preguntó si ya había muerto. 45 Una vez informado por el centurión, concedió el cuerpo a José. 46 Comprando una sábana y bajándole de la cruz, José lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que había sido cavado en una peña. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.

Mateo (Mt 27,58) Este se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese.

Lucas (Lc 23,52) He aquí, había un hombre llamado José, el cual era miembro del concilio, y un hombre bueno y justo. 51 Este no había consentido con el consejo ni con los hechos de ellos. El era de Arimatea, ciudad de los judíos, y también esperaba el reino de Dios. 52 Este se acercó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.

Juan (Jn 19, 38) Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo permitió. Por tanto, él fue y llevó su cuerpo.

Por otro lado, los enemigos de Jesús, que vigilaban atentos la ejecución de la sentencia, en manera alguna hubiesen permitido la deposición del cadáver sin certeza de la muerte, y ellos mismos pidieron el golpe de gracia a los condenados para bajarlos de la cruz, por ser muy próximo el sábado solemne de la pascua (Jn 19,31), y cuidaron además de vigilar la misma sepultura (Mt 27,62-66).

El cadáver de Jesús fue sepultado

El cadáver de Jesús fue, comprobada su muerte, sepul­tado. Los cuatro evangelios refieren unánimes el rito de la sepultura, verificada con prisa por José de Arimatea, en su pro­pio sepulcro nuevo, que estaba cercano al lugar del calvario: «Lo envolvió en una sábana o síndone (lienzo grande), y lo puso en el sepulcro (mneméio = monumento memorial), y rodó la pie­dra sobre la puerta del sepulcro» (Mc 15,46).

Mateo (Mt 27,60) 59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña. Luego hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. 61 Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro

Lucas (Lc 23,53). 53 Después de bajarle de la cruz, le envolvió en una sábana de lino y le puso en un sepulcro cavado en una peña, en el cual nadie había sido puesto todavía. 54 Era el día de la Preparación, y estaba por comenzar el sábado

Juan (Jn 19,40). 39 También Nicodemo, que al principio había venido a Jesús de noche, fue llevando un compuesto de mirra y áloes, como cien libras. 40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con las especias, de acuerdo con la costumbre judía de sepultar. 41 En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto había un sepulcro nuevo, en el cual todavía no se había puesto a nadie. 42 Allí, pues, por causa del día de la Preparación de los judíos y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Marcos Mc 15, 42-47 42 Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, 43 vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. 44 Se extraño Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. 45 Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, 46 quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. 47 María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto.


La Sábana Santa parece mostrar que el cadáver fue envuelto directamente con la sábana de pies a cabeza, con los perfumes, sin que conste que se hiciesen algunas ligaduras exteriores para mayor fijeza, en cuello, manos (sobre el vientre), y pies (tobi­llos).

Pablo. Este sepulcro de Jesús es citado expresamente en su famoso kerigma apostólico: «Fue sepultado» (1 Cor 15,4). Tam­bién lo cita en su discurso ante los judíos de la sinagoga de Antioquía de Pisidia, en su primer viaje: «Le bajaron del made­ro, y le pusieron en el sepulcro» (Act 13,29).

Después de morir en la cruz, tras la gestión de Arimatea ante Pilato, fue sepultado en el sepulcro nuevo preparado por el pro­pio Arimatea para sí y su familia. El sepulcro del Mesías parece estar anunciado en Isaías de manera singular: «Se puso su sepultura entre los malvados, y entre los ricos su tumba» (Is 53,9). Donde la sepultura con los malvados es la que le corres­pondía como ajusticiado entre malhechores, pero Arimatea logró salvar su memoria en su propia sepultura, que era la de un rico. Es una profecía bien singular.

La sepultura de Jesús confirma su muerte

Dentro queda la sábana embalsamada, de cuatro metros de longitud doblada sobre la cabeza del cadáver, al que cubre por espalda y pecho hasta los pies. Debajo de la gran sábana el rostro ha quedado anudado por el sudario o pañuelo, que ata la mandíbula, y cuyo nudo está, al parecer obviamente sobre la nuca en la cabeza. Tal vez alguna ligadura sujeta la sábana al cuerpo, en cuello, cintura y tobillos, para mayor fijeza y seguridad.

La guardia y el sellado de la piedra

Ya en la primera mañana de la pascua, el sábado, un pequeño destacamento de guardas romanos, acompañados por sacerdotes, fariseos y escribas se acercan al sepulcro. Cumplen la orden del procurador Pilato: «Tenéis guardia, custodiadlo según la costum­bre» (Mt 27,65). La orden ha sido dada porque los sacerdotes han recordado que «aquel seductor dijo que resucitaría al tercer día. Y no sea que los discípulos roben el cuerpo, y digan que ha resucitado» (Mt 27,62-64). De la piedra redonda, que cierra la entrada rigurosamente, a la roca viva del monte en la puerta, son estiradas y adheridas varias cintas, y selladas con el sello ofi­cial del Sanedrín.

Es la garantía de intangibilidad del sepulcro, durante tres días, cercado por la guardia legionaria (Mt 27,66).

Mateo (Mt 27, 62-66) 62 Al día siguiente, esto es, después de la Preparación, los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato, 63 diciendo:
-Señor, nos acordamos que mientras aún vivía, aquel engañador dijo: "Después de tres días resucitaré." 64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que sus discípulos vengan y roben el cadáver, y digan al pueblo: "Ha resucitado de los muertos." Y el último fraude será peor que el primero.
65 Pilato les dijo:
-Tenéis tropas de guardia. Id y aseguradlo como sabéis hacerlo.
66 Ellos fueron, y habiendo sellado la piedra, aseguraron el sepulcro con la guardia.

El sepulcro, su testimonio histórico

Descripción del lugar que se visita hoy día en Jerusalén

La existencia del sepulcro de Jesús en Jerusalén resulta hoy indudable. El que hoy es venerado tiene la garantía de ser el mismo sepulcro, la misma losa sepulcral. Está en el centro del ábside de la gran Basílica Constantiniana de Jerusa­lén.

Y puede penetrarse en su interior, y encontrar, pasada la puerta una pequeña cámara o vestíbulo en cuyo interior se puede apreciar algo de la piedra natural cubierta por los adornos. En el centro de esta cámara se halla una repisa o soporte de piedra, levantado para conservar un fragmento de la antigua piedra ostiaria, sobre la que se sentó el ángel (Mt 28,2), que las mujeres pensaban cómo podrían quitar, conforme al relato de todos los evangelios acordes (Mc 16,3-4; par.).

En la segunda cámara interior del sepulcro, que es propiamente la de la tumba, hay un altar de lápidas de mármol, extendido longitudinalmente desde la entrada, que es pequeña y estrecha para el paso de una persona. Al fondo hay un cuadro de plata en relieve de la Virgen.

¿Se puede saber con certeza que es el sepulcro de Jesús?

Después de la destrucción de la Ciudad y el Templo rebrotó todavía la rebelión judía en el imperio de Adriano, el año 135. Tras la victoria, la decisión de Adriano decidió borrar todos los recuerdos judíos, y juntamente con ellos los cris­tianos, levantando templos a los grandes dioses del paganismo romano sobre los mismos lugares.

Una estatua y templo de Venus se alzó sobre el Calvario redentor, borrando el recuerdo del gran sufrimiento con la diosa del Placer. Una gran estatua de Júpiter, el padre de los dioses, ocupó el lugar cubierto de tierra y escombros del mismo Sepul­cro, lugar de veneración cristiana. El Templo había sido arrasa­do, quedando sólo la impresionante explanada, en cuyo centro se alza la cúpula preciosa de Omar. En Belén, lugar del nacimiento de Jesús, una estatua de Adonis marcaba el lugar de la sagrada gruta del nacimiento de Jesús, venerado por los cristianos.

Cuando se convirtió el emperador Constantino, su madre santa Helena, movida de su piedad reli­giosa, fue a investigar los sagrados lugares. Y se hallaban pre­cisamente señalados por aquellas grandes estatuas de los dioses paganos, que instaurara Adriano. Lo que había de servir para borrar la memoria, sirvió providencialmente para conservarla. Bastó con derribar las estatuas y excavar bajo ellas para que apa­reciesen de nuevo los sagrados lugares cristianos.

Por esto no hay duda alguna histórica sobre el enclave determinado de los lugares sacros. Y una sola Basílica encierra en Jerusalén, a diverso nivel, den­tro del mismo recinto basilical, el lugar de la crucifixión y el sepulcro, que no estaba lejos (Jn 19.42). Es pues éste, con certeza histórica, el sepulcro de Jesús, junto al lugar mismo de la crucifixión.

Santa Helena, en un lugar muy cercano halló tres cruces, según el relato histórico de Sócrates histo­riador, y de san Cirilo, obispo de Jerusalén a mediados del siglo IV.

Tenemos así el testimonio arqueológico, además del literal histórico de los evangelios, de la muerte por crucifixión de Jesús y de su consiguiente sepultura, en lugares venerados desde el principio y permanentemente por los cristianos.


2.- El sepulcro abierto

El sepulcro de Jesús no contiene cadáver. Sobre su puerta debería inscribirse: «No está aquí», al contrario de los restantes sepulcros del mundo, cuya palabra es «Aquí yace». Esto fue así desde la primera hora del amanecer del día 9 de abril del año 30, al tercer día de verificada la sepultura del cadáver de Jesús, bajado de la cruz.

La hora de la resurrección

Nadie puede saber a qué hora del domingo resucitó Jesús. Su promesa fue la de resucitar al tercer día. Los días se contaban entre los judíos a partir de la puesta del sol, que en este tiempo de primavera es las seis de la tarde. Si enterraron a Jesús antes de esta hora, todavía en viernes, tenemos un primer día muy breve, en una porción pequeña suya. Luego un día entero, de puesta de sol de sábado a su nueva puesta. Pasada esta hora era ya el día tercero, y en cualquier hora de esta noche y amanecer del domingo puede haber resucitado el Señor.

Se puede dar por seguro que resucitó antes de la salida del sol, que marcaba el principio de los trabajos de los campos, pues lo indica Mc 16,2. Parece obvio suponer que debió resucitar al comienzo de la primera luz de la aurora.

Las mujeres se dirigen al sepulcro

Pasado el reposo obligatorio sabático, y acompañadas por Salomé, la madre de los Zebedeos (Mc 17,17; cf. 15,40), salieron de casa, con su preciosa carga de aromas y ungüentos preciosos

¿De dónde venían las mujeres?. (Mc María Magdalena, María madre de Jacobo, y Salomé). Si María Magdalena era la hermana de Marta y de Lázaro, como hace probable la alusión de Jesús a los perfumes de la sepultura en la cena de la unción de Betania (Mc 14,28; Mt 26,12; Jn 12,7), se podría pensar que habían pernoctado juntas en Betania, y que de allí venían.

Caminaban apresuradas, y comentaban con preocupación: ¿Quién nos quitará la piedra del sepulcro? Desde luego ignora­ban la presencia de guardias y soldados que habían sido puestos en la madrugada del sábado, cuando ellas ya habían marchado de allí. (Mt 27,62). Y de pronto se produjo la sorpresa: la piedra estaba movida, el sepul­cro estaba abierto, todo estaba en soledad.

Vieron de lejos que la piedra estaba rodada: el sepulcro abierto

Antes de comprobar que el sepulcro estaba vacío de cadáver, comprobaron desde lejos que estaba abierto. La piedra estaba rodada. Mateo dice que un ángel bajando del cielo la había hecho rodar, y se había sentado sobre ella como desa­fiando a los soldados de la guardia.

María Magdalena volvió sobre sus pasos rápidamente para anunciar a los apóstoles el hecho. El sepulcro estaba abierto. Su única hipótesis: alguien había abierto el sepulcro para robar el cuerpo. Llegó anhelante a Pedro con Juan en el cenáculo probablemente: «Se han llevado al Señor, y no sabe­mos dónde lo han puesto» (Jn 20,2). ¿Dónde estaba ahora el cadáver de Jesús, que ellas iban a embalsamar?

El anuncio de la resurrección

Entre tanto las otras mujeres (dos o tres) habían avanzado con precaución hasta la puerta abierta del sepulcro, para mirar dentro. Su asombro, estupor y dolor fue cortado súbitamente por un joven de vestido resplandeciente, que iluminó con su luz la cavi­dad. (Mc 16,5; Mt 28,5; Lc 24,4 propone dos jóvenes, detalle en sí no demasiado significativo para discordar.

Les hizo el solemne anuncio del resucitado: «No temáis. Buscáis a Jesús el Nazareno, el Crucificado. Ha resucitado. No está aquí. Mirad el lugar en que le pusieron» (Mc 16,6; Mt 28,5-6; Lc 24,5-6). Las palabras clave, las que son idénticas en el texto de los tres evan­gelistas, son éstas:

«Ha resucitado. No está aquí»

Estas palabras indican la causa de que el sepulcro esté abierto y sin cadáver. No es que lo han robado o trasladado. Es que ha resucitado. El núcleo general es aquel: «Vive, no está entre los muertos.» (Lc 24,5).

El hecho del sepulcro abierto permanece. Y aunque no se quiera admitir como prueba de la resurrección, pues ciertamente no lo es, sí es condición inexcusable de la misma. Si el sepulcro hubiese permanecido intacto y cerrado, no hubiese habido posi­bilidad de anunciar la resurrección.

Mc (16, 1-6) Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirle. 2 Muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro apenas salido el sol, 3 y decían una a otra:
-¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?
4 Pero cuando miraron, vieron que la piedra ya había sido removida, a pesar de que era muy grande. 5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido de una larga ropa blanca, y se asustaron. 6 Pero él les dijo:
-No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, quien fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí.

Mt (28, 1-7) Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María para ver el sepulcro. 2 Y he aquí, hubo un gran terremoto; porque el ángel del Señor descendió del cielo, y al llegar removió la piedra y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestidura era blanca como la nieve. 4 Los guardias temblaron por miedo de él y quedaron como muertos. 5 Y respondiendo el ángel dijo a las mujeres:
-No temáis vosotras, porque sé que buscáis a Jesús, quien fue crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el lugar donde estaba puesto. 7 E id de prisa y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos.

Lc (23 55-56) 55 Las mujeres que habían venido con él de Galilea, también le siguieron y vieron el sepulcro y cómo fue puesto el cuerpo. 56 Entonces regresaron y prepararon especias aromáticas y perfumes, y reposaron el sábado, conforme al mandamiento.

Lc (24, 1-7) 1 Y el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado. 2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro; 3 pero al entrar, no hallaron el cuerpo de Jesús.
4 Aconteció que estando perplejas por esto, he aquí se pusieron de pie junto a ellas dos hombres con vestiduras resplandecientes. 5 Como ellas les tuvieron temor y bajaron la cara a tierra, ellos les dijeron:
-¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí; más bien, ha resucitado. Acordaos de lo que os habló cuando estaba aún en Galilea, 7 como dijo: "Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día."

Jn (20, 1-10) 1 El primer día de la semana, muy de madrugada, siendo aún oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido quitada del sepulcro. 2 Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien amaba Jesús, y les dijo:
-Han sacado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto.
3 Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo e iban al sepulcro. 4 Y los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Y cuando se inclinó, vio que los lienzos habían quedado allí; sin embargo, no entró.
6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro. Y vio los lienzos que habían quedado, 7 y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. 9 Pues aún no entendían la Escritura, que le era necesario resucitar de entre los muertos. 10 Entonces los discípulos volvieron a los suyos.


3. Las mujeres en el sepulcro

Todos los testimonios evangélicos coinciden en este punto de la presencia de las mujeres en el sepulcro. Mt y Mc ponen en boca del ángel el encargo hecho a ellas de anunciarlo a los discí­pulos, y Mc destaca en el anuncio, entre los destinatarios, el nombre de Pedro (Mc 16,7). El hecho es que ellas lo anunciaron a los discípulos, aunque no eran creídas (Lc 24,9-11).

Marcos 16, 6-8 6 Pero él les dijo: -No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, quien fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. He aquí el lugar donde le pusieron. 7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo.
8 Ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque temblaban y estaban presas de espanto. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

Mateo 28, 5-7 5 Y respondiendo el ángel dijo a las mujeres: -No temáis vosotras, porque sé que buscáis a Jesús, quien fue crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el lugar donde estaba puesto. 7 E id de prisa y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos.

Jn, que no propone la declaración angélica a las mujeres, al fijarse solamente entre ellas en María Magdalena, hace de ella el mensajero ante los apóstoles, ya que no de la resurrección de Cristo primariamente, sí del hecho de la tumba abierta, y de la «supuesta» (por ella) desaparición del cadáver por traslado o violación del sepulcro. En el relato de Lucas sobre los de Emaús les hace recordar en la conversación con el Peregrino que «unas mujeres de las nuestras fueron al sepulcro antes de salir el sol, y no hallando el cadáver volvieron diciendo que habían visto una visión de ángeles, que dicen que él vive» (Lc 24,22-23).

Lc 24,22-23 Nosotros esperábamos que él era el que habría de redimir a Israel. Ahora, a todo esto se añade el hecho de que hoy es el tercer día desde que esto aconteció. 22 Además, unas mujeres de los nuestros nos han asombrado: Fueron muy temprano al sepulcro, 23 y al no hallar su cuerpo, regresaron diciendo que habían visto visión de ángeles, los cuales les dijeron que él está vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.

El testimonio del hecho de las mujeres en el sepulcro

Examinemos este testimonio común del hecho de las mujeres en el sepulcro, que indudablemente pertenece a la pri­mitiva tradición. Aparece como un testimonio múltiple adqui­rido la intervención de las mujeres en los sucesos de la mañana del domingo de resurrección. En esto podemos decir que todos convie­nen. Veamos las diferencias. Hallamos tres aparentes «con­tradicciones» en los relatos.

La primera es que en Mateo y Marcos, coherentemente con el anuncio a los discípulos confiado por los ángeles a las mujeres, se contiene este mensaje: «Decid que ha resucitado, y que irá delante de vosotros (los discípulos) a Galilea, como os lo dijo» (Mt 28,7; Mc 16,7).

Mt 26, 31-32 31 Entonces Jesús les dijo: -Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. 32 Pero después de haber resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

Lucas, en una mención que parece redaccional del escritor, ha cambiado el aviso de la convocatoria a Galilea para una apa­rición común, por un anuncio de la resurrección «hecho en Gali­lea», poniendo esta mención en boca de los ángeles del sepulcro. (Lc 24,6).

Mt 28,7 7 E id de prisa y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos. He aquí va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis. He aquí os lo he dicho.

Mc 16,77 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo.

Lc 24,66 No está aquí; más bien, ha resucitado. Acordaos de lo que os habló cuando estaba aún en Galilea, 7 como dijo: "Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día."

El segundo punto de discrepancia en las mujeres es el de la visión de Jesús por ellas, que sólo Mateo cita en 28,9-10. Ni Mar­cos ni Lucas refieren visión de Cristo por las mujeres. Los de Emaús hablan sólo de visiones de ángeles «pero a él no le han visto» (Lc 24,22-23).
Se puede pensar que Mateo ha reunido en un hecho dos: la aparición a Magdalena, la cual vio a Jesús, recibió su saludo y mensaje, y apretó sus pies, con las de las otras mujeres, que no vieron sino ángeles. Esta interpretación es sufi­ciente en la redacción de Mateo para obviar la dificultad.

La última aparente contradicción es que en Mc 16,8 se dice que las mujeres, sobrecogidas por el temor de la aparición angé­lica, huyeron del sepulcro, y sobrecogidas de temor sobrenatural «no dijeron nada a nadie» (Mc 16,8), en tanto que Lc dice que lo decían a los apóstoles todas ellas: «María Magdalena, y Juana y María de Santiago, y las demás que estaban con ellas, lo decían a los apóstoles», que las tenían por visionarias (Lc 24,9-11).
La expresión de Marcos debe ser tomada como una ponderación del momentáneo temor que les invadió. Pero lo dijeron a Pedro y los apóstoles. Y en medio de la confu­sión escéptica que se originó ante el revuelo de la noticia, y la insistencia de ellas, Pedro y Juan optaron con prudencia por la comprobación personal (Lc 24,12; 24,24; Jn 20,3).
4. Los lienzos en el sepulcro

El resultado de la ida comprobatoria de los dos apóstoles principales al sepulcro. El lugar estaba vacío. No había ningún custodio en el lugar. Los guardias puestos para la custodia, según Mateo, habían abandonado el lugar aterrados por los hechos, y acudieron a los sacerdotes a narrarlos.

Los sacerdotes pagaron a los guardias para que dijeran una falsedad, que el cadáver había sido robado por los discí­pulos mientras ellos dormían. Hay que tener en cuenta que esta narración seguía difundiéndose mientras Mateo escribe su evan­gelio, al menos el primero aramaico, si de allí lo toma el redactor segundo. Eran pues diez años los transcurridos al menos. «Esta versión se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy» (Mt 28,15)-

Pero si se examina el rumor se comprueban muchas cosas extrañas: el sepulcro estaba abier­to, y esto habría que explicarlo a todos. El hecho de la petición de guardia parece debe admitirse como cierto, pues tiene carác­ter oficial. (Mt 27,62-66). ¿Cómo es posible que con guardia alrededor del sepulcro pudieran los dis­cípulos robarlo? Esto hubiera supuesto un combate cuerpo a cuerpo inimaginable. Para evitar esta contradicción se supone que estaban dormidos. «Si estaban dormidos, ¿cómo lo supie­ron?», arguye festivamente Agustín: «Oh infelix astutia!». ¿Cómo es posible que pudieran mover la piedra sin que se "des­pertaran? ¿Qué clase de guardia es ésta que queda toda dormida y como anestesiada? Y sin embargo había un fondo de verdad, que cubrió las apariencias. Porque el ángel perturbó sus senti­dos, y quedaron por un instante como dormidos o inconscientes, «como muertos». Pero el hecho estaba allí: la piedra estaba removida, el sepulcro estaba abierto. Tal era el hecho, y el dinero de los sacerdotes, con la disculpa ante Pilato, cubría la mentira. (Agustín, Enarr. in Ps.: PL 36, 767; v. p. 103).

Cuando Pedro y Juan corrieron al sepulcro todo estaba silen­cioso. Pedro, de más edad, llegó más jadeante, y Juan le había esperado. Juan discretamente se inclinó desde la puerta abierta, y vio en la semi-iluminación producida por la abertura, que los lienzos estaban sobre la losa. Pedro, entrando el primero, lo comprobó, y vio los lienzos, la sábana funeraria yacente sobre la losa (keíme-na), depositada la parte superior sobre la inferior, al faltar el cadáver intermedio. Dentro de la sábana un hecho extraño. El sudario, el pañuelo que anudaba el rostro para cerrar la mandí­bula abierta, permanecía en su sitio (eís éna tópon), enrollado y anudado todavía, pero en cerco vacío. Según parece algunas vendas que ataban el cuerpo en cuello, cintura y pies para sujetar la sábana más fija, seguían también atadas. Todo ello abatido, vacío de sentido. Esto es lo que muestra hoy la Sábana Santa de Turín, con asombro de la ciencia moderna. Pues todos los datos concuerdan bien con los evangélicos de la pasión y embalsa­mamiento de Jesús.

«Al entrar el discípulo detrás de Pedro, vio y creyó» (Jn 20,8). Creyó al ver. ¿Qué es lo que creyó? Que Jesús había resucitado. Pues «no sabían todavía que la Escritura lo anuncia­ba» (Jn 20,9). ¿Y por qué creyó? Porque, evidentemente lo que vio no tenía otra explicación posible que la resurrección.

Jn 20,6 6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro. Y vio los lienzos que habían quedado, 7 y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. 9 Pues aún no entendían la Escritura, que le era necesario resucitar de entre los muertos.

Lc 24,12 12 Sin embargo, Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Cuando miró adentro, vio los lienzos solos y se fue a casa, asombrado de lo que había sucedido.

Cuando dice Juan a continuación: «Creyó, porque todavía no conocían o sabían la Escritura de que debía resucitar de los muertos» (Jn 20,9), implica en la observación plural a Pedro su compañero. La reflexión por la que Juan creyó sirvió también para Pedro. También él creyó. Y cuando añade: «Volvieron los discípulos a sí mismos» (Jn 20,10), lo que dice es que volvieron de su estupor, como de un éxtasis de asombro. Volvieron a su estado de discurso normal. Lucas lo ha expresado con especial fuerza: «Pedro, inclinándose, miró los lienzos solos, o abandonados (sin cadáver), y volvió a sí mismo admirándose maravillado (zaumádson) de lo acontecido» (Lc 24,12).

El texto dice en dos versiones de los manuscritos: a) «TA OZONIA MONA» = «los lienzos solos, (sin cadáver)»; b) «TA OZÓNIA KEÍMENA» = «Los lienzos yacentes (aplanados por no tener cadáver)

Las mujeres hubiesen debido también ver los lienzos, pues los ángeles les señalaron «el lugar donde le habían puesto» (Mc 16 6). Pero bien sea porque la presencia de ángeles les impidió observar más, bien sea porque el temor reverencial les sobreco­gió ante el esplendor angélico, el hecho es que fueron los após­toles como hombres más observadores de la precisión objetiva, los que advirtieron los detalles reveladores. El testimonio de ellas había sido verbal, el mensaje de los ángeles, la falta de cadáver. El testimonio de los apóstoles fue indagatorio, compro­bante.

El hecho de la resurrección, que ninguno había presencia­do, quedaba comprobado, aun antes de las apariciones del resu­citado, tanto por el testimonio angélico, como por la observación objetiva sobre el terreno. Luego se sumaría a este doble compro­bante el de las apariciones, como testimonio vital.
Se suele hablar del sepulcro vacío. Pero, en realidad, no estaba vacío, contenía el testimonio de los lienzos yacentes en su forma primitiva, la envoltura embalsamada. Al tener hoy constancia científica, con luz creciente desde la famosa fotogra­fía de Secondo Pía en 1890, que por primera vez introdujo la mortaja en el campo de la observación científica experimental y deductiva, ello nos lleva a pensar que la «sábana» o mortaja (síndone: Mc 15,46; Mt 27,59; Lc 23,53) en la que fue envuelto el cuerpo del crucificado, aquella tarde del viernes en la Parasceve, por José de Arimatea y sus acompañantes, no quedó en el sepul­cro expuesta al robo o al deterioro de las investigaciones oficia­les que pudieron seguirse. Tras la detenida inspección ocular del lienzo con manchas de sangre sagrada, fue sin duda recogido por los apóstoles, probablemente por Juan, y llevado como sorpren­dente reliquia, quizás ante la Madre de Jesús. Ello también daría más posibilidad al rumor del robo del cadáver, al no hallarse ya los lienzos comprobantes, cuando vinieron necesariamente a la inspección del lugar las autoridades religiosas o civiles.

La Resurrección y su Cuerpo

El P. Igartua dice que escribe este libro sobre la Resurrección de Jesús de Nazaret como hecho recogido de los sagrados evangelios y de la fe cristiana. Es Jesús de Naza­ret, muerto y resucitado realmente en Jerusalén, en el año 30 de la era cristiana el objeto del enfoque de este libro.

En la visita que hizo a Tierra Santa en septiembre de 1966, ocho meses antes de la guerra de los seis días, tuvo ocasión de estar a solas en el lugar donde la tradición señala el Santo Sepulcro.

Recuerda que vio una inscripción con grandes letras griegas mayúsculas H(e) PEG(u)É TÉS (h)EMÓN ANASTÁSEOS: “La fuente de nuestra resurrección”. Recuerda que se encontraba en un lugar vacío, porque ya «no está aquí» el que estaba (Mc 16,6; Lc 24,6). «Estuve muerto y estoy Vivo», dirá a san Juan (Ap 1,18).

El libro del P. Igartua que vamos a ver en este curso se titula: “La Resurrección de Jesús y su Cuerpo”. Se compone de tres partes:

I.- La Resurrección y su testimonio.
o El Sepulcro abierto
o Las primeras apariciones del Resucitado
o El testimonio oficial de las apariciones
o El hecho de la resurrección
o El Evangelio de San Mateo y la Resurrección

II.- El Cuerpo del Resucitado
o La realidad corporal del resucitado
o El resucitado y el cadáver de Jesús

III.- Un nuevo estado corporal
o El nuevo estado corporal
o La transfiguración de la vida
o La transfiguración material
o El Resucitado en el espacio y el tiempo

Epílogo: El gozo del resucitado

Apéndice I: Reflexión teológica de Suárez ante la resurrección



Apéndice II: Estructura física de la materia.

viernes, 4 de diciembre de 2009

jueves, 3 de diciembre de 2009

La Sabana Santa es auténtica - P.Juan Manuel Igartua S. J:







En esta sesión se han expuesto de forma resumida los argumentos empleados por el P. Igartua en su libro: "La Sábana Santa es auténtica" ediciones Mensajero 1990.




La obra consta de tres partes: 1.- La identidad del Lienzo - 2.- Cuestiones complementarias - 3.- Teoría de la Síndone.


En la primera parte estudia la antigüedad del Lienzo, la calidad de las imágenes, la representación de las imágenes, no es obra de mano humana, Sangre en el Lienzo, la Identidad de la Sábana Santa y el último dato de identidad.


En la segunda parte, estudia si tienen origen natural las imágenes y la fecha del radiocarbono


En la tercera parte, analiza la teoría de la Síndone, el milagro de la Síndone, el valor religioso de la Síndone, y la piedad ante la Sábana Santa.


La conclusión de libro del P. Igartua es que la Sábana Santa es auténtica, es por tanto, la misma empleada por José de Arimatea para la sepultura de Jesús.


Finalmente, Se recordó a los asistentes que el próximo año del 10 de abril al 23 de mayo de 2010 habrá en Turín una Ostensión de la Sábana Santa y que el Papa Benedicto XVI tienen anunciada su visita para el día 2 de mayo.










domingo, 22 de noviembre de 2009

"La Sábana Santa es auténtica" - P. Igartua S.J.


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"El enigma de la Sábana Santa"

Curso: La Resurrección de Jesús y su Cuerpo

El P. Igartua S.J. había dedicado un capítulo del libro “La resurrección de Jesús y su Cuerpo” a tratar sobre la Sábana Santa. Poco antes de su publicación se filtró el resultado de la prueba del carbono-14 que durante un cierto tiempo sembró el desconcierto acerca de la fecha de la Sindone. El P. Igartua estudió con más detalle la información sobre dicha prueba y escribió dos libros sobre la Sábana Santa: “El enigma de la Sábana Santa” y “La Sábana Santa es auténtica”

En esta primera sesión a modo de introducción se va a exponer sintéticamente el contenido del estudio del P. Igartua en “El enigma de la Sábana Santa” y en una segunda sesión se estudiará el libro “La Sábana Santa es auténtica”.

El interés que suscita el misterioso lienzo se basa en lo que dijo Juan Pablo II en el año 1998: la Sábana santa es espejo del Evangelio.

El año 2010 entre el 10 de abril y el 23 de mayo habrá una nueva ostensión de la LA SABANA SANTA DE TURÍN. Benedicto XVI irá a Turín D.m. el 2 de mayo, para ver la Sábana Santa en persona. Al anunciar la visita dijo: “será una ocasión sumamente propicia –estoy seguro– para contemplar ese misterioso rostro que silenciosamente habla al corazón de los humanos, invitándoles a reconocer en él, el rostro de Dios”.

“El enigma de la Sábana Santa” consta de seis partes: I Historia de una mortaja; II. Testimonio de la Pasión; III. Testimonio de la muerte; IV. ¿Testimonio de Resurrección?; V. El Carbono 14 y la declaración del Cardenal; y VI. Conflicto científico y solución posible.

El resultado de la prueba del carbono 14, al margen, de las irregularidades detectadas en el proceso, entra en contradicción con otras pruebas científicas que datan el lienzo del siglo I, que estuvo en Jerusalén y Edesa y que no se trata de una pintura, sino que es un negativo fotográfico lo que no se puedo saber hasta que se hizo la primera fotografía en el año 1898 por el abogado turinés Secondo Pia y de lo que no se tenía ninguna idea en la Edad Media a donde remite el resultado de la prueba del carbono 14.
El P. Igartua en el segundo libro del que trataremos en la próxima sesión: “La Sábana Santa es auténtica” concluye en su concienzudo estudio que la Sábana Santa es auténtica y que por tanto constituye una verdadera reliquia del Nuestro Señor.

El enigma de la Sábana Santa – P. Igartua S.J. (1989)

El tema de la Sábana Santa formaba la segunda parte complementaria del tema de la resurrección, aun­que manteniéndose siempre en el terreno meramente científico, sin invadir el religioso de la fe. Pero cuando ya estaba el libro totalmente impreso, aunque no todavía ejecutada la tirada para la venta, en los primeros días de setiembre del año 1988 saltó en un periódico una noticia, a modo de indiscreción, habitual en estos casos, que decía que el lienzo había sido sometido a la última prueba que faltaba por realizar para medir su antigüedad, y por ende, al parecer, su autenticidad: la prueba ya clásica de medición de antigüedades del Carbono 14, y que el resultado era adverso.

Esto nos movió a detener la ejecución de la tirada del libro hasta que este punto se aclarase. Durante el mes fueron apare­ciendo más y más datos contrarios a la autenticidad, que redu­cían el Lienzo al siglo XIV aproximadamente (el tiempo de Lirey); la prueba se había hecho por disposición del Arzobispo de Turín Cardenal Ballestrero, custodio en nombre de la Santa Sede de la Sábana Santa, a partir de la donación por testamento del tesoro a la Santa Sede por el último representante de la Casa de Saboya, propietaria del Lienzo, Humberto II, ya fallecido.

Hemos detenido el libro hasta que ha sido hecho público el Dictamen del Cardenal, y el fallo contrario de la prueba del Car­bono 14. Los encontrará el lector en el capítulo V de este libro, añadido ahora. Dada la importancia y actualidad del tema, deci­dimos separarlo de la primera parte del libro preparado, que tra­taba de la resurrección y sus testimonios de fe, con los cuales nunca lo habíamos mezclado, aunque sí yuxtapuesto, como confirmación, que parecía entonces muy probablemente cierta. Dejamos ahora esta primera parte para publicarla después, unida a otro tema acerca de lo que es la resurrección católica­mente considerada.

Tienes, pues, así, lector, delante un libro de actualidad palpi­tante. Su mérito principal puede estribar en que ofrecemos una salida al impasse científico que ha envuelto ahora en consecuen­cia al Lienzo; pues es la misma ciencia la que, con argumentos distintos, confirma y rechaza, al parecer, la autenticidad de la Sábana Santa de Turín, venerada por el pueblo.

En el capítulo final, que es el VI, se hallan los datos del con­flicto científico que se ha originado, y la solución que ofrecemos como posible. Recordando que los cuatro primeros capítulos están intactos (aunque corregidos), conforme al primer pensa­miento del libro, entramos en un tema que tiene puntos difíciles, pero importantes, y que no siempre es tratado con el debido res­peto por algunas publicaciones.

Las principales Ostensiones de la Sábana Santa han sido: la de 1890, por la boda de Víctor Manuel (III) heredero del reino; la de 1931 con la misma ocasión de boda de Humberto, luego II; la del año 1933, declarado centenario de la Redención por Pío XI; la de la comunidad de monjes de Monte Vérgine, en 1946, al devolverla del refugio de su monasterio; la de la Comi­sión secreta del Cardenal Pellegrino con expertos en 1960, cuya referencia fue publicada en 1976. Y finalmente la última célebre, en 1978, con la comisión de más de 40 expertos internacionales, que tuvieron cinco días enteros a su disposición con libertad de pruebas (aunque sin tocar la integridad del Santo Lienzo), corriendo todos los gastos por cuenta de ellos. Esta ostensión pública fue admirada por más de cuatro millones de personas desfilando en las horas marcadas, ininterrumpidamente ante ella. Los expertos eran de diversas religiones: agnósticos, judíos, mormones, protestantes, católicos.

Los americanos (algunos de los cuales eran de la NASA) habían tenido, previamente a la exposición y trabajo, una reu­nión en Alburquerque (USA) en marzo de 1977, y otra en Lon­dres en setiembre del mismo año. La fecha elegida de 1978 lo era por ser el cuarto centenario de la instalación de la Síndone en Turín en 1578 por la Casa de Saboya, propietaria del Lienzo hasta la donación al Papa por Humberto II en su testamento. Las ponencias dé Alburquerque fueron publicadas, y causó sensación la de los miembros de la NASA (que hicieron sus experi­mentos privadamente y en tiempos libres) Dres. Jackson y Jumper, y describieron la tridimensionalidad de la imagen sindónica.

En cuanto a sociedades religiosas en torno a la Síndone, en 1927 fue erigido en Turín el «Centro de Cultores Sanctae Sindonis», que se transformó en 1959 en «Centro Internacional de Sin-donología», con una filial en América, donde está muy exten­dido el culto de la Síndone. Los días 7 y 8 de octubre de 1978 se celebró así el «II Congreso Internacional de Sindonología», con asistencia de más de 350 especialistas. Al terminar luego los experimentos, los cuarenta y cuatro expertos designados para ello, a puerta cerrada, formaron dos grupos, uno italiano y otro americano, que se auto tituló Shroud of Turin Research Project (STURP), y prosiguió sus estudios en América, con cinco coor­dinadores, presididos todos por el eminente Dr. Thomas D'Muhala, presidente de la Nuclear Technologie's Corporation de Amston (Conecticut). El congreso americano complementa­rio se celebró en Woogcket (USA) en 1979, que volvió a cele­brar un simposio en New London en 1981, sin actas. Los italia­nos celebraron su congreso en Bolonia.

Hemos recogido todos estos datos de interés de la obra de Solé 126-129, así como de su bibliografía especial las Actas del I Convegno Nazionale de Turin 1939; la del I Congresso Internazionale di Sindonologia (italiano), Roma-Torino 1950; los resul­tados de la Comisión de expertos bajo el Card. Pellegrino como «Perizie Ufficiali» en 1976; las actas de la reunión americana de Alburquerque «Proceedings», en 1977: las del II Congresso Internazionale di Sindonologia, de 1979; y finalmente el II Con­vengo Nazionale italiano en Bologna 1981.

Terminado esto, te rogamos nuevamente, querido lector, que disculpes si alguna expresión, no corregida por inadverten­cia, hace alusión por repetición a la primitiva composición del libro, que fue anterior al Carbono 14. Es nuestro deseo aclarar en lo posible la verdad total, dando cuenta de todos los resul­tados.


Introducción ............................................................. 11
Bibliografía ................................................................ 15
I. Historia de una mortaja ................................... 21
1. Los lienzos funerarios de Jesús ................. 23
2. La Sábana Santa en Turín ..................... 26
3. El incendio de Chambéry ......................... 28
4. La Colegiata de Lirey .............................. 29
5. Jerusalén y Edesa: el Mandylion ................ 31
6. Constantinopla ...................................... 35
7. Conclusiones históricas ......................... 38
II. Testimonio de la Pasión .................................. 40
1. Los lienzos del sepulcro .......................... 41
2. El lienzo hoy en Turín ............................. 43
3. El polen del Dr. Max Frei ........................ 46
4. El admirable secreto de la Sábana Santa . 47
5. Las figuras de la Sábana Santa .............. 50

a) Los azotes ..................................... 52
b) La corona de espinas ..................... 53
c) Golpes y deformaciones .................... 54
d) Las heridas de la Crucifixión .............. 56
e) La agonía de la asfixia ...................... 59
f) La herida del costado ...................... 60
g) La sangre y el Título de la Cruz ........ 63
h) Notas especiales: La Palinología del Dr. Frei .65
Encarte .................................................................. 67
III. Testimonio de la muerte .................................... 71
1. Los lienzos, testimonio de la muerte .......... 71
a) Rigor mortis o rigidez de la muerte .. 72
b) No crurifagio ................................... 73
c) Ojos cerrados y monedas ................. 73
d) Desnudez del cadáver sin lavarlo ........ 76
e) Postura del cuerpo ........................... 77
f) Envoltura de la sábana ................. 77
g) El óvalo de la herida del costado ........ 78
h) El entierro: la cabeza y el rostro .... 80
Encarte .................................................................. 67
III. Testimonio de la muerte .................................... 71
1. Los lienzos, testimonio de la muerte .......... 71
h) Rigor mortis o rigidez de la muerte .. 72
i) No crurifagio ................................... 73
j) Ojos cerrados y monedas ................. 73
k) Desnudez del cadáver sin lavarlo ........ 76
l) Postura del cuerpo ........................... 77
m) Envoltura de la sábana ................. 77
n) El óvalo de la herida del costado ........ 78
h) El entierro: la cabeza y el rostro .... 80
i) La piedra sepulcral .................... 80
j) Testimonio de la muerte .............. 81
2. Es el cadáver de Jesús .................... 82
a) La identificación de Jesús de Nazaret 83
b) El cálculo de probabilidades .......... 87
3. El Rostro de Jesús .................................. 91
IV. ¿Testimonio de Resurrección? ............................ 97
1. El origen de las figuras y huellas ............... 98
a) La pintura o copia .......................... 99
b) La vaporigrafía (Vignon) ................. 101
c) El contacto ............................... 102
d) La chamuscadura ........................... 103
e) El calor irradiante ......................... 104

2. La sorpresa de la tridimensionalidad ......... 104
3. ¿Testimonio de Resurrección? ................. 108
4. La opinión de los expertos ...................... 111
¿Fenómeno natural o milagro? 118
V. El Carbono 14 y la declaración del Cardenal 121
1. El Carbono 14 y su método ............ 121
2. La prueba y las declaraciones del CardenalBallestrero ........................................ 126
3. Fe, Religión y Ciencia ...................... 130
VI. Conflicto científico y solución posible ............ 133
1. Certezas anteriores a la prueba del C. 14 . 133
a) Certezas de exclusión del siglo XIV . 134
b) Certeza del siglo I ....................... 137
c) Unanimidad de los científicos ........... 141

2. La contradicción de la prueba del C. 14 .. 142
3. Una hipótesis: un milagro de consecuencias
físicas ............................................. 145
Tabla de desintegración del Carbono 14 .. 153
4. Religión, Ciencia y Evangelio ............ 154
Apéndices: Las conclusiones de Wilcox ................ 157
La reacción de los sindonólogos italianos 159
La reacción del STURP ....................... 161
La Sábana Santa y el crimen 162.

domingo, 18 de octubre de 2009

Aula P. Igartua - Curso la Resurrección de Jesús y su cuerpo


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domingo, 7 de junio de 2009

Renovación Consagración de España al Corazón de Jesús

Renovación de la Consagración de España
al Sagrado Corazón de Jesús
1919-2009

Cerro de los Ángeles, 21 de Junio de 2009



Hijo eterno de Dios y Redentor del mundo, Jesús bueno, tú que al hacerte hombre te has unido en cierto modo a todo hombre y nos has amado con tu corazón humano, míranos postrados ante tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser y, para vivir más estrechamente unidos a ti, todos y cada uno nos consagramos hoy a tu Sagrado Corazón.

De tu corazón traspasado brota el Amor de Dios, hecho allí visible para nosotros y revelado para suscitar nuestro amor. Ante la generación del nuevo milenio, tan esperanzada y tan temerosa al mismo tiempo, la Iglesia da testimonio de la misericordia encarnada de Dios dirigiéndose a tu Corazón.

Muchos, por desgracia, nunca te han conocido; muchos, despreciando tus mandamientos te han abandonado. Jesús misericordioso, compadécete de todos y atraélos a tu Corazón.

Señor, sé rey no sólo de los hijos fieles, que jamás se han alejado de ti, sino también de los hijos pródigos que te han dejado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sé rey de aquéllos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de ti: devuélvelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que pronto se forme un solo rebaño de un solo pastor.

Concede, Señor libertad a tu Iglesia; otorga a todos pueblos y, en particular, a España la paz y la justicia; que del uno al extremo de la tierra no resuene sino esta voz; bendito sea el Corazón divino, causa de nuestra salvación; a él la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén

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San Claudio de la Colombière, el primer apóstol del Corazón de Jesús

En la última sesión del curso 2008-2009 del Aula P. Igartua S.J. en el que se ha venido estudiando su libro “El misterio de Cristo”, se tratado sobre “San Claudio de la Colombière, el primer apóstol del Corazón de Jesús”.

La charla ha tenido el siguiente esquema:

1.- Datos biográficos
2.- El encargo a la Compañía de Jesús
3.- Santa Margarita y San Claudio en el Magisterio de la Iglesia
4.- La esperanza teologal en san Claudio

En la biografía de san Claudio se pone de manifiesto que brilla la omnipotencia divina en la flaqueza humana. El caso de san Claudio que fue un jesuita ejemplar por su voto de cumplir la regla de la Compañía, destaca por haber sido elegido por el Señor para primero ayudar al discernimiento del carisma de las apariciones del Corazón de Jesús a santa Marque Dios y después ser el encargado por indicación directa del Señor de propagar la devoción al Corazón de Jesús y de haber recibido en su persona el encargo dado por el Señor a la Compañía de Jesús de dedicarse difundir esta devoción.

Nació el 2 de febrero de 1641 en S. Symphorien d’Ozon y murió en Paray-le MOnial el 15 de febrero de 1681. En 7 escasos años de vida apostólica y, en medio de grandes dificultades, primero incomprensiones por haber confirmado el carisma de santa Margarita, donde fue destinado recién finalizada la tercera probación en 1675; después en Londres 1676-1678, encerrado en un palacio de Saint James como capellán de la Duquesa de York, también recluido en la cárcel acusado de complot papal, donde se le declaró una tuberculosis que en tres años le llevaría a la tumba; y, finalmente, en Lyon 1679, en un año escaso de director espiritual de unos cuantos jóvenes estudiantes de jesuitas, entre los que se encontraban el P. Gallifet que escribió el primer libro sobre la devoción al Corazón de Jesús, el P. Croisset, un gran apóstol que también escribió otro libro, y el P. Froment. Falleció en Paray-le Monial en 1681.

No hay explicación humana para explicar que entre un jesuita enfermo, una monja de clausura y unas pocas almas más ganadas por éstas, como la madre Sumaise, la Duquesa de York y los jesuitas antes mencionados, se propagara por el mundo de la forma en que se hizo la devoción al Corazón de Jesús. En poco tiempo se aprobó la fiesta pedida para la octava del Corpus, en la liturgia de hoy día Solemnidad, se fundaron innumerables cofradías por todo el mundo, se fundaron muchas órdenes religiosas con su referencia, se consagró el mundo al Corazón de Jesús por León XIII (1899) y el Magisterio de la Iglesia impulsara esta devoción en varias Encíclicas y numerosos documentos.
Para finalizar el curso se ha rezado el Acto de Confianza compuesto por el santo, que es la peroración de un sermón sobre el Amor de Dios que pronunció en el palacio de Saint James durante su estancia en Londres.

San Claudio de la Colombiére, el primer apóstol del Corazón de Jesús

1.- Biografía de san Claudio

a) Familia y formación humana

1641.- San Claudio de La Colombiére nació el 2 de febrero de 1641 en S. Symphorien d'Ozon, en la actual diócesis de Grenoble, pero entonces se incluía en la de Lyon, y en la dependencia civil de Vienne en el Delfinado.

Fueron 7 hermanos, el hacía el tercero, salvo uno que se casó y dos que murieron siendo niños, los demás fueron religiosos o sacerdotes.

1650.- En la primavera de 1650 la familia abandonó el pueblecito y se tras­ladó a vivir a Vienne. Ese mismo año, Claudio fue enviado a Lyon, al colegio de los jesuitas de Nuestra Señora del Socorro. Era un colegio menor, del que pasó el año 1653 al gran Colegio de la Trinidad.

1658.- A los diecisiete años Claudio decidió su vocación al término de los estudios. «Con una horrible aversión por la vida religiosa», sentida por su sensible naturaleza (carta LXX), pero viendo clara la llamada del Señor, hizo a Dios su sacrificio y entró en el Noviciado de la Compañía de Jesús en Aviñón.

1660.- Hizo sus primeros votos, que son ya perpetuos en la Compañía, el 20 de octubre de 1660 en el Colegio de Aviñón, donde comenzaba a cursar el tercer año de filosofía.

1661.- Poco después era designado, al comenzar el curso de 1661, como profesor o regente de la clase de gramática. Dio ya muestras de su notable talento oratorio.

1665.- Pronunció el discurso inaugural del curso de 1665, ante un brillante audi­torio, y en el sermón para celebrar la canonización del gran san Francisco de Sales en uno de los días del octavario celebrado. Tenía entonces 25 años y participó con destacados oradores sagrados de varias Órdenes religiosas.

1666.- Por especial disposición del General de la Compa­ñía de Jesús fue destinado a los estudios de la Teología, prepa­ratorios para el sacerdocio, en el Colegio de Clermont, de París, próximo a la Sorbona.

En cuanto al ambiente literario y oratorio, por los años de La Colombiére en París como estudiante de Teología, triunfaban en la escena Racine y Moliere, y en los pulpitos sagrados Bossuet y Bourdaloue

Por este tiempo, mientras estudiaba su Teología, fue nom­brado en el Colegio preceptor del hijo mayor del influyente Colbert, ministro de Finanzas de Luis XIV. Se cuenta una anéc­dota, según la cual La Colombiére cayó al fin en desgracia del hombre de Estado, porque éste habría hallado entre los papeles personales del preceptor de su hijo inopinadamente un epigrama copiado de su mano contra él.

1669.- El 6 de abril de 1669, víspera del domingo de Pasión, fue or­denado sacerdote. No conservamos ninguna noticia, ninguna impresión personal de tan grande y decisivo momento, en un hombre que después vivirá intensamente su sacerdocio y la de­voción a la Eucaristía (V. Retiro de 1674 en Lyon, I, n. 10).

1670.- Ter­minada la Teología al año siguiente, volvió a Lyon, al Colegio de la Trinidad, como profesor. Le fue encomen­dada la cátedra de los cursos superiores, o de Retórica. También le fue encargada la dirección, primero, de la Congre­gación de los Santos Ángeles, y después de la Anunciación.

Tuvo como Rector en el Colegio al célebre P. de la Chaize, que fue poco después Provincial, quien envió a La Colombiére al destino de Paray, y más tarde fue designado confesor de Luis XIV, y con su influjo hizo que La Colombiére fuese enviado de Paray a Londres, como capellán de la Duquesa de York. La Pro­videncia pone los hombres necesarios en el camino para que se obtengan los resultados que quiere.

b) El giro espiritual de su vida

1674.- Es enviado, en el mismo Lyon, a la Casa de san José para hacer la Tercera Proba­ción. Lo principal de ese tiempo es el mes entero dedicado a los Ejercicios Espirituales íntegros, tal como en plenitud los concibió y escribió san Ignacio de Loyola. Este mes de silencio y de intensa meditación interior fue decisivo en la vida del P. Claudio de La Colombiére.

Supone un ángulo de giro hacia Dios en totalidad de entrega. El lo dice: «Dios mío, quiero hacerme santo entre Vos y yo», en la soledad de su propósito (Retiro, III, 5 ante Herodes). Y acaba su mes exclamando con decisión: «A cualquier precio que sea, es necesario que Dios esté con­tento».

1675.- El 2 de febrero de 1675 La Colombiére hacía en Lyon, en el Terceronado, su Profesión religiosa. Era la unión con Jesucristo por los tres votos solemnes de los Profesos de la Compañía de Jesús, de los cuales dirá en un sermón pronunciado en Londres: «Me clavé hace tiempo en vuestra Cruz con los votos de mi Pro­fesión religiosa».

Claudio de La Colombiére fue enviado como Superior de la pequeña Residencia en aquella ciudad. Sólo tenía tres o cuatro Padres en la Residencia, con un pequeño colegio para los alumnos de Paray.

c) Santa Margarita María de Alacoque

En Paray-le-Monial existía un Monasterio de la Visitación de santa María, conocido con el nombre familiar de las Salesas.

En este Monasterio, cuando La Colombiére llegó a Paray en 1675, se hallaba uno de los más poderosos focos de irradiación espiritual que han existido en la Iglesia: las revela­ciones y apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a una hu­milde religiosa del Monasterio llamada Margarita María de Alacoque.

1673.- Desde el día de san Juan Evangelista, 27 de di­ciembre de 1673, el Corazón de Jesús había comenzado con mayor claridad sus manifestaciones: «Mi divino Corazón ama tan apa­sionadamente a los hombres, que quiere repartirles los tesoros de su caridad...».

Se le mostraba el Corazón de Cristo sobre su pecho como un divino sol rodeado de una corona de espinas. Tiene ardiente deseo de ser amado por los hombres. Se trata de un «último esfuerzo de su amor en estos últimos siglos».

Era hasta entonces Superior de los jesuitas el P. Papón, y al marchar llamó la atención del P. Provincial sobre el problema de su sustituto, que debía dirigir el caso.

¿Era el demonio o era Dios el que actuaba?. Pero el Señor dijo a santa Margarita María: «Yo te enviaré a mi siervo fiel y per­fecto amigo, que te enseñará a conocerme y abandonarte a Mi». (Vida y Obras de santa Margarita María, 3 edic, Bilbao, 1958. Carta CXXXII, tercera de Aviñón al P. Croiset, p. 445).

1675.- A fines de febrero de 1675 san Claudio hacía su primera visita al monasterio de Paray, la superiora M. de Saumaise, le presentó la Comunidad de la que iba a ser confesor extraordina­rio. Tras las rejas del locutorio, entre las demás, la santa oyó interiormente y con claridad esta palabra del Señor: «He aquí al que te envío».

1675.- Llegó el día 16 de junio de 1675. En ese día de la octava del Corpus, la santa recibió la comunicación y visión definitiva de la intención de Jesucristo. Ha sido llamada la Gran Revelación.

La Gran Revelación

«He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse consumirse para demostrarles su amor; y en reconocimiento no recibo de la mayor parte más que ingratitudes por los desprecios, irreverencias sacrilegios y frialdades que tienen para Mí en este Sacramento de Amor. Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan.

Por esto te pido que se dedique el primer viernes, después de la octava del Santísimo Sacramento, a una fiesta particular para honrar mi Corazón, reparando su honor por medio de un acto público de desagravios, y comulgando ese día, para reparar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto sobre los altares. Y yo te prometo que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia las influencias de su divino amor sobre los que le rindan este honor.

»—-Pero, Señor mío, ¿a quién os dirigís? ¿A una criatura tan frágil y pobre pecadora, que su misma indignidad sería capaz de impedir el cumplimiento de vuestros designios? Vos que tenéis tantas almas gene­rosas para ejecutar vuestros planes.

»—¡Pues qué! ¿No sabes tú, pobre inocente, que yo me sirvo de los sujetos más débiles para confundir a los fuertes; y que de ordinario, sobre los más pequeños y pobres de espíritu es sobre quienes hago brillar con más esplendor mi poder, a fin de que nada se atribuyan a sí mismos?

»—Dadme, pues, le dije, el medio para hacer lo que me mandáis.

—Entonces me añadió:

»—Dirígete a mi siervo (el P. de La Colombiere) y dile de mi parte que haga todo lo posible para establecer esta devoción y dar este gusto a mi divino Corazón; que no se desanime por las dificultades que para ello encontrará, y que no le han de faltar. Pero debe saber que es todopoderoso aquel que desconfía enteramente de sí mismo para confiar únicamente Mí».

En ella, el Señor pide concretamente la Fiesta en honor de su Sagrado Corazón en el viernes siguiente a la octava del Corpus, con intención reparadora por los pecados de los hombres. Ha­biendo sido aceptada la fiesta por la Iglesia Católica, y figurando hoy en su liturgia como Solemnidad, tenemos la garantía de la verdad de esta petición.

El santo la transcribió de su propia mano en el Retiro de Londres de 1677, atribuyendo el escrito a «una persona según el Corazón del Señor, según se puede creer por las grandes gracias que le ha hecho». Y añade: «El buen Dios quiere valerse de mis débiles servicios en la ejecución de este designio».

Siguiendo los deseos del Señor, la santa y el santo se consagraron a su divino Corazón enteramente en el día señalado por el mismo Jesucristo para su deseo, el viernes siguiente a la octava del Corpus, que aquel año fue el 21 de junio de 1675, aunque no conozcamos con certeza la fórmula literal que el santo aquel día utilizó para su acto. (V. Retiros y oraciones, nota 53).

Un año más estuvo en Paray el Beato como Superior de la Residencia. En el año y medio de su estancia, desde febrero de 1675 hasta setiembre de 1676, trabajó lleno de celo por las al­mas en Paray-le-Monial y sus alrededores. Dejó huella inolvidable en la ciudad, en sólo año y medio de estancia en ella. Podemos ver su rastro en las Cartas del Beato, y hablaremos más concretamente de estas personas en la introducción a las Cartas.

A mediados de setiembre de 1676 dejaba Paray para diri­girse a Londres.

d) De Paray a Londres

1676.- Carlos II de Inglaterra, que era católico de corazón pero no se atrevía a serlo francamente, no tenía herederos directos. To­caba heredar el trono a su hermano Jaime, que era verdadero católico en sus sentimientos y conducta.

Jaime, Duque de York, contrajo segundo matrimonio, muerta Ana. La elegida fue la casi niña María Beatriz de Este, hija del Duque de Módena. Convertida en Duquesa de York, esposa del heredero de Ingla­terra, tenía derecho estipulado a tener una capilla en palacio y un capellán católico, desde su matrimonio en 1673. Lo fue en primer lugar el jesuita P. Saint Germain. Pero a finales de 1675 fue falsamente acusado por un traidor de haberle querido obligar por la fuerza a abjurar del protestantismo. Aban­donó Inglaterra, y hubo de buscársele un sustituto. La elección recayó ahora sobre el P. La Colombiére, por parte del P. La Chaize, el confesor de Luis XIV, que le conocía a fondo del tiempo del Colegio de Lyon y de su tiempo de Provincial. Y fue destinado.

En la despedida la santa entregó a la Superiora, para que lo transmitiese al Padre, un «Memorial» breve, de tres puntos. En dicho escrito se contenían algunos consejos y prevenciones para el Beato, de parte del Señor. Este tesoro se convirtió en un foco de luz para el Beato, que iluminó sus difíciles años de Londres, y le acompañó hasta su muerte.


e) En el palacio de S. James

El P. La Colombiére habitó en Londres en el palacio de Saint James, residencia del Duque de York. Quedaba enfrente del Palacio real, separado por un parque, y sobre el río Támesis lleno de movimiento y vida.

La predicación del Beato convirtió la capilla del Palacio en un lugar de consuelo para los católicos ingleses. Allí desarrolló una intensa labor de predicación el Beato. Nos basta consignar aquí, como una muestra del valor extraordinario de su oratoria religiosa, que el Acto de con­fianza tan admirable, que se puede leer al fin de los Retiros en este libro, está tomado de su sermón sobre el amor y la confianza en Dios. (Charrier, IV, 215: v. p. 167).

En sus cartas aparecen repetidas veces casos de personas que venían a buscarle para tratar asuntos de espíritu, de vocación, de fe perdida o recobrada. (Cartas XXIII, XXVI, XXVIII, XXX, XXXV-XXXVIII). Hasta hay indicios de que pudo in­fluir en el ánimo del mismo rey.

f) Enfermedad y cárcel

1678.- En febrero de 1678, el santo habla en sus cartas de una salud que «no es ciertamente buena», y empieza a crearle dificultades (carta XXXII). Enfermó de tuberculosis, de lo que tres años después murió.

Iba a volver a Francia para reponerse pero un traidor llamado Titus Oates planeó una conspiración para incriminar a católicos. El «Popish Plot» (complot papista), inventado por Oates y apun­talado por los protestantes sectarios y los ambiciosos, había entrado en la historia, hasta que más tarde quedara patente su loca ficción.

El complot, como era obvio, afectó gravemente a La Colombiére. La Colombiére fue arres­tado en el mismo palacio de Saint James en la madrugada del 13-14 de noviembre.

Se le acusaba de haber alentado varias vocaciones, de haber ayudado en sus dificultades a un muchacho de 16 años, de haber dicho que el rey era católico de corazón, que podía disolver el Parlamento (lo cual era pura verdad legal), que había ayudado a abjurar a algunos protestantes, que decía misa alguna vez fuera de palacio... Que cuidaba de unas religiosas católicas, ocultas en Londres: debían ser las hijas de la admirable Mary Ward.

El Parlamento, no atreviéndose a más, vista la falta de prue­bas, pidió al rey que desterrase a La Colombiére a Francia. Como Pilato de Jesús decía: No hallo culpa en este hombre, por tanto le castigaré...

La cárcel de King's Bench, donde estuvo encerrado desde el 16 de noviembre hasta el 6 de diciembre, tenía los horrores de las cárceles inglesas de entonces, como todas las de la época.

Finalmente en la segunda mitad de diciembre abandonó para siempre Inglaterra, con el corazón puesto en el que él mismo llamará «el país de las cruces» (Carta XLIII). A mediados enero de 1679 se hallaba en París, y desde allí escribía el 16 a su Padre Provincial para solicitar órdenes suyas para su destino (Carta X).

g) Paray y Lyon de nuevo

Su destino fue Lyon, donde podría, con las fuerzas escasas que tenía (Carta X), realizar la labor de un Padre espiritual diri­giendo a los jóvenes estudiantes de la Compañía de Jesús (Carta L). Pero tuvo el gran consuelo, después de más de dos años de se­paración, de volver a ver a las personas que tan en el corazón llevaba. Pasó por Dijon, donde la M. de Saumaise, antigua superiora de santa Margarita María en Paray, vivía ahora en el monasterio de las Salesas, aunque no como superiora. Luego, alcanzó Paray-le-Monial. Allí visitó a santa Margarita María (Carta XLIII), y a las demás personas conocidas.

Después de diez días de estancia, de nuevo se puso en camino a Lyon, a donde llegó el 11 de marzo, agotado por el viaje. En el mes de abril, poco después de Pascua, que aquel año fue el 1 de abril, los superiores autori­zaron a su hermano Humberto a llevarle a su casa de campo de S. Symphorien d'Ozon, su pueblo natal, para obtener una mejoría.

En Lyon, en alternativas de salud, con esperanzas y retrocesos, mejorías y empeoramientos, pasará los años 1679-81, practicando el inmenso sacrificio de «no hacer nada», o casi nada (Carta XLIII). Sin embargo, de esta época es más de una tercera parte de la co­rrespondencia conservada, y particularmente las dos cartas diri­gidas a santa Margarita María. Las cartas a los jesuitas dirigidos por él dan testimonio de su labor callada y del efecto con que la recibían (Cartas XIV-XV).

1681.- Finalmente, en agosto de 1681, sus superiores viendo el declinar de su salud, y probablemente el peligro que podría traer a los jóvenes estudiantes un posible contagio, decidieron sacarle de Lyon. Efectivamente, el día de Pascua, en abril, había sufrido un nuevo vómito de sangre. Y la decisión fue enviarle a la Residencia de Paray, dándole aquel consuelo. Dios estaba de por medio en tal decisión. Era el lugar elegido por el Señor.

Vivió en Paray los últimos meses de su vida, aunque muy débilmente en sus fuerzas físicas. No podía ni vestirse por sí mismo. Reducido a no salir de su habitación, aunque todavía podía decir Misa a intervalos. Era una ruina física, pero todavía con la esperanza, que un en­fermo siempre conserva, de recuperar la salud, matizándolo como «un castigo del mal uso que hago de la enfermedad».

h) La muerte de un santo

En los meses de setiembre y octubre, todavía el Beato había podido salir algunas veces de casa, y en sus paseos ligeros y breves pudo visitar tanto a la santa como a la Hermana Rosalía de Lyonne, que había ya alcanzado el tesoro de las esposas de Jesucristo en el mismo monasterio de la santa.

1682.- En enero de 1682 los superiores, visto el peligroso estado del enfermo y siguiendo el consejo del médico, piensan en tras­ladarle a un clima mejor.

El último consejo del santo es impresionante. Después de haber deseado y trabajado tanto para hacerse santo, por fin ha comprendido: «Es imposible, si Dios no pone su mano en ello. Sólo a El pertenece el santificarnos, y no es poco desear sincera­mente que lo haga. No tenemos ni bastante luz ni bastante fuerza para hacerlo».

Al fin está en el punto que Dios quiere: había dicho que trataba del negocio de la santidad «entre Vos y yo a solas». Ahora ya sabe que es cosa de Dios sólo. Su humildad es plena, está maduro para el cielo.

El doctor Billet, que le atiende en Paray, es hermano del socio del Provincial. Le ha escrito indicando su opinión de la necesidad de un clima apto para el enfermo, y la conveniencia o necesidad de su traslado.

Santa Margarita María envió antes del día señalado un recado verbal al enfermo, sirviendo de intermediaria Catalina de Bisefranc: que si podía, sin faltar a la obediencia, no emprendiese el viaje. «El me ha dicho que quiere aquí el sacrificio de vuestra pida».

Dios quería, pues, unir la memoria de los dos santos con Paray, como había unido antes sus corazones de hermano y hermana con el Suyo propio.

Un violento acceso de fiebre impidió al enfermo proseguir el viaje. Hubo de volver a la Residencia, y el día 15 de febrero, con 41 años de edad justamente cumplidos el 2 de febrero, recién pasado, murió.

La santa sabía por el mismo Señor que había muerto antes de que se lo dijeran. Sólo dijo: «Rezad y haced rezar por el descanso de su alma». Pero unas horas más tarde le escribió una nota: «Cesad de afligiros. Invocadlo, no temáis; es más poderoso que nunca para socorrernos».

La entonces superiora de la santa, M. Greyfié, en su Memoire, narra que extrañándose con la santa de que no pidiera hacer sa­crificios especiales por el alma del P. La Colombiére, Margarita María le respondió: «Mi querida Madre, no tiene necesidad. Está en estado de pedir por nosotros, colocado muy alto en el cielo por la misericordia y bondad del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Únicamente, para satisfacer por alguna negli­gencia que le había quedado en el ejercicio del divino amor, se ha visto privada su alma de Dios desde que abandonó el cuerpo hasta el momento en que fue colocado en el sepulcro» (Gauthey, Vie et Oeuvres de S. M. M., I, 378).


2.- El encargo a la Compañía de Jesús

En su carta del 4 de julio de 1688, dos días después de la visión del día de la Visitación, santa Margarita escribe a la M. de Saumaise una carta en que le da amplia cuenta de esta visión con todos sus detalles.
«Os diré que habiendo tenido la dicha de pasar todo el día de la Visitación delante del Santísimo Sacramento, mi Soberano se dignó favorecer a su miserable esclava con varias gra­cias particulares de su amoroso Corazón, el cual, introduciéndome dentro de sí mismo, me hizo sentir lo que no puedo expresar. Se me represen­tó un lugar muy eminente, espacioso y admirable por su belleza, en cuyo centro había un trono de llamas, y en él estaba el amable Corazón de Jesús con su llaga que despedía rayos tan ardientes y luminosos, que todo aquel espacio quedaba ilumi­nado y caldeado con ello. La Santísima Virgen es­taba a un lado, y San Francisco de Sales al otro con el santo Padre de la Colombiére; y se veía en aquel lugar a las Hijas de la Visitación acom­pañadas de sus ángeles custodios...
Después, volviéndose hacia el buen Padre de la Colombiére, esta Madre de bondad le dijo: Y tú, siervo fiel de mi divino Hijo, tienes gran parte en este precioso tesoro; pues, si fue dado a las Hijas de la Visitación conocerlo y distribuirlo a los demás, está reservado a los Padres de la Com­pañía hacer ver y conocer su utilidad y valor, a fin de que se aprovechen de él, recibiéndolo con el respeto y agradecimiento debido a tan gran beneficio.
PROMESAS: Y a medida que le den este gusto, el divino Corazón, fuente de bendiciones y de gracias, las derramará tan abundantemente en el ejercicio de su ministerio, que producirán frutos superiores a sus trabajos y esperanzas, incluso para la salvación y perfección de cada uno de ellos en particular».
(Carta LXXXIX —en la edic. castellana, XC—, a la Madre de Saumaise. Julio 1688: Cfr. Vie et Oeu-vres, II, 405-407)


Confirma el hecho en otra carta a la misma religiosa, y en varias cartas al jesuita P. Croiset, convertido en apóstol de esta devoción por Claudio de La Colombiere en Lyon, cuando era Director espiritual de los estudiantes jesuitas, a su vuelta de Inglaterra. Las diez cartas de la santa de Paray al P. Croiset son muy importantes para esta devoción.

En la última de ellas se expresa con gran energía: «Jesucristo me ha dado a conocer, de modo que no deja lugar a dudas, que principalmente por medio de los Padres de la Compañía de Jesús quería establecer en todas partes esta sólida devoción, y formarse con ella un número incontable de amigos perfectos y de hijos verdaderamente agradecidos». El título que la santa reivindica aquí es el que el mismo Señor dio al P. La Colombiere, aún en vida, designándole a la santa como el «que él mismo le enviaba»: Perfecto amigo.

En 1883, dos siglos después, tras el apostolado de los PP. Croiset, Gallifet y otros, tan importantes en la historia de la devoción al Sagrado Corazón, influidos por La Colombiere, y de modo muy especial también del P. Enrique Ramiére, organizador del Apostolado de la Oración como forma práctica de vivir la devoción de cada día en la Iglesia, la Compañía realizó un acto excepcional en su historia. En una Congregación General, reunida para dar un ayudante y sucesor al P. General, Becks, que tenía ya ochenta y ocho años, fue elegido el P. Anderledy como Vicario-Sucesor.

Y la Congregación General, por aclamación, con todos puestos en pie para aprobar la propuesta, declaró que «la Compañía acepta y recibe con suma alegría y gratitud el encargo dulcísimo (munus suavissimum) que Jesucristo se ha dignado confiarle de abrazar, fomentar y propagar la devoción a su Sagrado Corazón». Acuerdan también consagrar solemnemente la Compañía, al Sagrado Corazón, a quien la consagró ya el P. Becks en 1872, y celebrar cada año con gran solemnidad su fiesta, y consagrarse también al Corazón de María.

Esta aceptación y confirmación del encargo del Sagrado Corazón, en adelante será confirmada por todas las siguientes Congregaciones Generales y padres Generales sucesivos, desde Anderledy hasta Arrupe, como punto clave en el apostolado de la Compañía de Jesús.


3.- Documentos del Magisterio de la Iglesia relacionados san Claudio

En nuestro tiempo, en la Iglesia, del mismo modo, y con mucha mayor autoridad, la devoción y culto del Sagrado Corazón ha sido confirmada por los diversos Pontífices, desde Pío IX, que instituyó la fiesta en la Iglesia, pedida por el Señor a santa Margarita y san Claudio La Colombiére, pasando por todos los Papas, León XIII, Pío X, Benedicto XV (quien canonizó a santa Margarita), Pío XI (que beatificó a san Claudio), Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, y finalmente Juan Pablo II (que canonizó a san Claudio). Este ha querido realizar un acto singular en relación a la Compañía de Jesús.

Encíclicas Annum Sacrum; Miserentissimus Redemptor; Haurietis Aquas; Carta de Juan Pablo II al P. Konvelbach; Homilía en la misa de la canonización de san Claudio.

Encíclica Miserentissimus Redemptor. Un año antes de la beatificación es citado porque ya había sido canonizada santa Margarita y se habían aprobado sus obras. Se aceptó el testimonio de santa Margarita de la visión del día de la Visitación, entonces el 16 de julio, de ver a Claudio de la Colombière en el cielo con la Virgen María y san Francisco de Sales.


ANNUM SACRUM - Acerca de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. LEÓN P. XIII. 1899

Con esta encíclica León XIII consagró el mundo al Corazón de Jesús y en élla reconoce el celestial mandanto confiado a la (entonces) Beata Margarita María de Alacoque, de propagar la devoción del Sagrado Corazón

Compara a la señal de la cruz que supuso la victoria sobre la opresión del yugo de los Césares, otra señal que hoy se ofrece a nuestros ojos: “el Sacratísi­mo Corazón de Jesús, con la cruz por remate y resplandeciente de llamas entre esplendísimos fulgores. En El se han de cifrar, pues, todas las esperanzas; a Él se ha de rogar y de El hemos de aguardar la salvación de los hombres”.



CARTA ENCÍCLICA MISERENTISSIMUS REDEMPTOR DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI SOBRE LA EXPIACIÓN QUE TODOS DEBEN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. 1929

Pío XI en esta Encíclica reconoce que Jesús se apareció a santa Margarita María de Alacoque y lo que le pidió la honesta satisfacción a que estamos todos obligados respecto del Corazón Santísimo de Jesús.

Lo hace con estas palabras: “Después que nuestro Salvador, movido más que por su propio derecho, por su inmensa caridad para nosotros, enseñó a la inocentísima discípula de su Corazón, Santa Margarita María, cuánto deseaba que los hombres le rindiesen este tributo de devoción, ella fue, con su maestro espiritual, el P. Claudio de la Colombiére, la primera en rendirlo. Siguieron, andando el tiempo, los individuos particulares, después las familias privadas y las asociaciones y, finalmente, los magistrados, las ciudades y los reinos”.

“Cuando Jesucristo se aparece a Santa Margarita María, predicándole la infinitud de su caridad, juntamente, como apenado, se queja de tantas injurias como recibe de los hombres por estas palabras que habían de grabarse en las almas piadosas de manera que jamás se olvidarán: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y de tantos beneficios los ha colmado, y que en pago a su amor infinito no halla gratitud alguna, sino ultrajes, a veces aun de aquellos que están obligados a amarle con especial amor». Para reparar estas y otras culpas recomendó entre otras cosas que los hombres comulgaran con ánimo de expiar, que es lo que llaman Comunión Reparadora, y las súplicas y preces durante una hora, que propiamente se llama la Hora Santa; ejercicios de piedad que la Iglesia no sólo aprobó, sino que enriqueció con copiosos favores espirituales”.

HAURIETIS AQUAS ENCÍCLICA SOBRE EL CULTO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS PIO XII 15 de mayo de 1956
En la Encíclica Haurietis Aquas, a pesar, de estar escrita con la intención de mostrar a toda la Iglesia que la devoción al Corazón de Jesús está fundada en la Sagrada Escritura y en la Tradición y en los Santos Padres, llega un momento en que cita a santa Margarita de quien dice que dio la forma definitiva a esta devoción y cita también al entonces Beato Claudio, hoy santo.
Y lo hace con estas palabras: “Pero entre todos los promotores de esta excelsa devoción merece un puesto especial Santa Margarita María Alacoque, porque su celo, iluminado y ayudado por el de su director espiritual -el Beato Claudio de la Colombiere-, consiguió que este culto, ya tan difundido, haya alcanzado el desarrollo que hoy suscita la admiración de los fieles cristianos, y que, por sus características de amor y reparación, se distingue de todas las demás formas de la piedad cristiana”.
No puede decirse, por consiguiente, ni que este culto deba su origen a revelaciones privadas, ni cabe pensar que apareció de improviso en la Iglesia; brotó espontáneamente, en almas selectas, de su fe viva y de su piedad ferviente hacia la persona adorable del Redentor y hacia aquellas sus gloriosas heridas, testimonio el más elocuente de su amor inmenso para el espíritu contemplativo de los fieles.
Es evidente, por lo tanto, cómo las revelaciones de que fue favorecida Santa Margarita María ninguna nueva verdad añadieron a la doctrina católica- Su importancia consiste en que -al mostrar el Señor su CORAZÓN Sacratísimo- de modo extraordinario y singular quiso atraer la consideración de los hombres a la contemplación y a la veneración del amor tan misericordioso de Dios al género humano. De hecho, mediante una manifestación tan excepcional, Jesucristo expresamente y en repetidas veces mostró su CORAZÓN como el símbolo más apto para estimular a los hombres al conocimiento y a la estima de su amor; y al mismo tiempo lo constituyó como señal y prenda de su misericordia y de su gracia para las necesidades espirituales de la Iglesia en los tiempos modernos.
CARTA DEL PAPA JUAN-PABLO IIAL PREPÓSITO GENERAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 1986
El 2 de julio de 1986 convocó en Paray-le-Monial al P. General Kolvenbach, ante la tumba que guarda las reliquias del Beato Claudio de La Colombiére en su iglesia. Allí quiso entregarle una carta dirigida a la Compañía de Jesús en la que recuerda y proclama de nuevo la misión que, por voluntad de Dios, tiene la Compañía con relación a este culto. En ella dice:

«El beato Claudio de La Colombiére, fue el siervo fiel, que en su providencial amor dio el Señor como director espiritual a santa Margarita María de Alacoque, y he querido venir a orar en la capilla donde se venera su tumba. El llegó a ser el primero en difundir el mensaje del Sagrado Corazón. En unos pocos años de vida religiosa e intenso ministerio pastoral, demostró ser «hijo ejemplar» de la Compañía de Jesús. Compañía a la que -según el testimonio de la misma santa Margarita María- Cristo confió el encargo de extender el culto de su divino Corazón.

«Conozco la generosidad con que la Compañía de Jesús ha acogido esta admirable misión y el ardor con que ha procurado realizarla lo mejor posible en el curso de estos tres últimos siglos. Deseo, en esta solemne ocasión, exhortar a todos sus miembros a promover todavía más con más celo esta devoción, que responde más que nunca a las aspiraciones de nuestro tiempo.»

«Hoy os pido que os esforcéis todo lo posible para cumplir siempre mejor la misión que Cristo mismo os confió, a saber, la difusión del culto a su divino Corazón. Son bien conocidos los abundantes frutos espirituales producidos por la devoción al Corazón de Jesús.»

«De igual forma, que el año pasado, con ocasión del congreso del Apostolado de la oración os confié particularmente esta obra, estrechamente ligada a la devoción al Sagrado Corazón, hoy igualmente, en el curso de mi peregrinaje a Paray-le-Monial, os pido desplegar todos los esfuerzos posibles para cumplir siempre mejor la misión que el mismo Cristo os ha confiado, la difusión del culto de su divino Corazón».

De este modo la Iglesia por la voz del Vicario de Cristo ha confirmado como encargo del mismo Cristo esta misión del culto y devoción al Sagrado Corazón, a la Compañía de Jesús, que el Beato Claudio de La Colombiére inició en su tiempo, y de la que ha sido celeste mediador según santa Margarita. Confirmada así por la Iglesia, resalta la certeza espiritual de esta misión celeste. Sin excluir, en modo alguno, a nadie de este apostolado, los jesuitas tienen encargo oficial de promoverlo, confiado por la misma Iglesia según los deseos del Señor.

HOMILIA DE JUAN PABLO II – 31 de mayo de 1992 – Canonización de Claudio de la Colombière
Dice que san Claudio fue una de aquellas personas elegidas que casi descubren y revelan de nuevo esa verdad perenne e infinita sobre el amor.

4. Verdadero compañero de san Ignacio, Claudio aprendió a encauzar su fuerte sensibilidad. Miró con humildad el sentido de "su miseria" para apoyarse sólo en su esperanza en Dios y en su confianza en la gracia. Tomó decididamente el camino de la santidad. Se adhirió con todo su ser a las constituciones y a las reglas del instituto, rechazando toda tibieza. Fidelidad y obediencia se traducen en un "deseo... de confianza, de amor, de resignación y de sacrificio perfecto" (Retraites,28). El padre Claudio forjó su espiritualidad en la escuela de los ejercicios. Hemos mirado su impresionante diario. Se consagró, por encima de todo, a "meditar profundamente la vida de Jesucristo, que es el modelo de la nuestra" (ib, 33). Contemplar a Cristo permite vivir en familiaridad con él para pertenecerle totalmente: "Veo que es absolutamente necesario que yo sea suyo" (ib, 71). Y si Claudio osó tender hacia esa fidelidad total, lo hizo en virtud de su agudo sentido del poder de la gracia que lo transforma.
(…)
El padre La Colombière se comprometió en el apostolado con la convicción de que era un instrumento de la obra de Dios: "para hacer mucho por Dios, es necesario ser completamente suyo" (ib, 37). La oración, afirmaba, es "el único medio... por el que Dios se une a nosotros a fin de que hagamos algo para su gloria" (ib, 52). En el apostolado, los frutos y los éxitos no se obtienen tanto por la capacidad de las personas cuanto por la fidelidad a la voluntad divina y la transparencia de su acción.
5. Este religioso de corazón puro y libre fue preparado para comprender y predicar el mensaje que, al mismo tiempo, el Corazón de Jesús confiaba a sor Margarita maría Alacoque. Paray-le-Monial es, a nuestros ojos, la etapa más fecunda del breve camino de Claudio La Colombière. Llegó a esa ciudad, rica de una larga tradición de vida religiosa, para encontrarse providencialmente con la humilde salesa que había entrado en diálogo constante con su "divino Maestro", que le había prometido "las delicias de [su] amor puro". Descubrió en ella a una religiosa que deseaba ardientemente la "cruz completamente pura" (Mémoire, 49), y que ofrecía su penitencia y sus penas sin reticencia. El padre La Colombière, con una gran seguridad de discernimiento, acreditó enseguida la experiencia mística de esa "discípula amada [del] Sagrado Corazón" (ib, 54), con la cual entabló una hermosa fraternidad espiritual. Recibió de ella un mensaje, que tuvo una gran resonancia: "Este es el Corazón que amó tanto a los hombres, que no ahorró nada, hasta agotarse y consumirse para testimoniar su amor" (Retraites, 135). El Señor pidió que se honrara su Corazón con una fiesta haciéndole una reparación de honor en la comunión eucarística. Margarita María transmitió al 'servidor fiel y perfecto amigo', que reconocía en el padre La Colombière, la misión de "establecer esa devoción y de complacer a mi divino Corazón" (ib). Claudio, en los años que aún le quedaban por vivir, interiorizó esas "riquezas infinitas". Desde entonces su vida espiritual se desarrolló en la perspectiva de la "reparación" y de la "misericordia infinita", tan subrayadas en Paray. Se entregó en alma y cuerpo al Sagrado Corazón "ardiendo siempre de amor". Incluso en la prueba practicó el olvido de sí mismo a fin de llegar a la pureza del amor y elevar el mundo a Dios. Sintiendo su debilidad, se remitió al poder de la gracia: "Señor, haz en mí tu voluntad... Por ti, divino Corazón de Jesucristo, hago todo" (ib, Offrande, 152).
6. Los tres siglos que han pasado nos permiten medir la importancia del mensaje confiado a Claudio La Colombière. En un período de contrastes entre el fervor de algunos y la indiferencia o la falta de piedad de muchos, se ofrece una devoción centrada en la humanidad de Cristo, en su presencia, en su amor misericordioso y en su perdón. La llamada a la "reparación", característica de Paray-le-Monial, podrá comprenderse de diversas maneras, pero esencialmente se trata de los pecadores, que son todos los hombres, vuelvan al Señor tocados por su amor y le ofrezcan una fidelidad más viva en el futuro y una vida abrasada por la caridad. Si existe solidaridad en el pecado, también existe en la salvación. La ofrenda de cada uno se realiza para el bien de todos. Al imitar el ejemplo de Claudio La Colombière, el fiel comprende que esa actitud espiritual sólo puede deberse a la acción de Cristo en él, manifestada por la comunión eucarística: acoger en su corazón el Corazón de Cristo y unirse en el sacrificio que sólo él puede ofrecer dignamente al Padre.La devoción al Corazón de Jesús fue un factor de equilibrio y de afirmación espiritual para las comunidades cristianas que enseguida debieron afrontar la falta de fe de los siglos venideros: se difundirá una concepción impersonal de Dios; el hombre, apartándose del encuentro personal con Cristo y de sus fuentes de gracia, querrá ser el único señor de su historia y darse a sí mismo su ley, hasta el punto de mostrar su falta de piedad con tal de hacer realidad sus ambiciones. El mensaje de Paray, accesible tanto a los humildes como a los grandes de este mundo, responde a esos extravíos aclarando la relación del hombre con Dios y del hombre con el mundo mediante la luz que viene del Corazón de Dios: conforme a la Tradición de la Iglesia, orienta su mirada hacia la cruz del Redentor del mundo, hacia aquel "al que traspasaron" (Jn 19,37).
7. Damos las gracias, aún hoy, por el mensaje confiado a los santos de Paray, que no ha cesado de irradiar su resplandor. En el umbral de nuestro siglo el Papa León XIII saludó "en el Sagrado Corazón de Jesús un símbolo y una imagen clara del amor infinito de Jesucristo, amor que nos impulsa a amarnos los unos a los otros" (encíclica Annum sacrum,1900). Pío XI y Pío XII favorecieron ese culto, discerniendo en él una ¿Cómo podría sentirse atraído por la proliferación de concepciones de lo sagrado que no hacen más que enmascarar un trágico vacío espiritual?.
Para la evangelización de hoy es necesario que el Corazón de Cristo sea reconocido como el corazón de la Iglesia: es él quien llama a la conversión y a la reconciliación. Es él quien atrae los corazones puros y a los hambrientos de justicia hacia los caminos de las bienaventuranzas. Es él quien realiza la comunión ardiente de los miembros del único Cuerpo. Es él quien permite adherirse a la buena nueva y acoger las promesas de la vida eterna. Es él quien envía en misión. El abandono en Jesús ensancha el corazón del hombre hacia las dimensiones del mundo.¡Que la canonización de Claudio La Colombière sea para toda la Iglesia una llamada a vivir la consagración al Corazón de Cristo, consagración que es don de sí para dejar que el amor de Cristo nos ame, nos perdone y nos arrebate en su deseo ardiente de abrir a todos nuestros hermanos los caminos de la verdad y de la vida!
Acto de confianza del Beato La Colombiere – 1991 – Francisco Canals Vidal

La espiritualidad de san Claudio de la Colombière es poco conocida. En la oratoria en Francia del siglo XVIII los sermones tienen interés literario, sólo los de san Claudio tienen interés espiritual para nuestros días.

La carta XCVI escrita a una religiosa inglesa desde Lyon en 1679, posterior al Acto de Confianza, todavía dice más. El acto de confianza es la peroración de un sermón sobre el Amor de Dios, se hizo en la corte de York en el año 1678, en el palacio de Saint James ante la Duquesa de York y en la peroración, al final del sermón, dijo esto proponiendolo a los oyentes como una plegaria para pedir con ello a Dios el Amor. El sermón trataba de la caridad teologal.

Se llama acto de confianza, no obstante, es uno de los aspectos de la actitud de la esperanza teologal, podría llamarse una exhortación a la esperanza teologal.

Voy a leer el acto de confianza que es un acto de esperanza teologal; un párrafo del retiro de Londres; y una carta dirigida a una religiosa inglesa, a su regreso de Inglaterra, es del año 1679–1680, unos meses años de la muerte.

El Acto de Confianza es del año 1678, la carta a la religiosa es algo posterior al sermón, 1679-1680 no está bien fechada. Es la fructificación en un alma que fue moldeada por la providencia de Dios, a través de las complicaciones de su vida y de los fracasos de su vida. El P Orlandis decía: “yo no conozco a nadie de los que no han fracasado nunca que haya dado fruto alguno”. La gente que no fracasa no da fruto. Es decir, en forma de experiencia espiritual, lo del Evangelio “si el grano de trigo no muere no fructifica y si muere fructifica”. La vida de S. Claudio es una inmolación permanente. Tenía a su decir como pasión dominante la vanagloria. Si no hubiera fracasado, no habría superado la pasión de la vanagloria.


1.- Párrafo del Retiro de Londres 1677: (puede ser contemporáneo a la peroración del sermón sobre al Amor de Dios)

No puedo decir hasta qué punto me encuentro miserable: mi imaginación es loca y extravagante. Todas las pasiones sacuden mi corazón, y apenas se me pasa un día sin que una tras otra no exciten en él sus más desordenados movimientos. Tan pronto son objetos reales como imaginarios los que las remueven. Verdad es que por la misericordia de Dios sufro todo eso sin contribuir mucho a ello y sin consentirlo; pero a cada momento sorprendo en mí estas pasiones locas que agitan mi pobre corazón.
Este amor propio huye de rincón en rincón y siempre en­cuentra algún escondrijo; tengo gran compasión de mí mismo, pero no por eso me encolerizo, ni me impaciento; ¿de qué me serviría? pido a Dios que me haga conocer lo que tengo que hacer para servirle y para purificarme; pero estoy resuelto a esperar con dul­zura hasta que a El le plazca hacer esta maravilla, pues estoy bien convencido de que esto sólo a El le pertenece: Quis potest facere mundum de immundo conceptum semine, nisi tu qui solus es?: «¿Quién puede hacer puro a un ser concebido de sangre impura, sino tú, el Único» (Job 14,4). Con tal de que yo pueda ir a Dios con gran sencillez y confianza, soy muy feliz. ¡Dios mío!, haced que tenga yo siempre este pensamiento en mi espíritu.
Siento en mí un gran deseo de hacer el bien, conozco los medios para ello, y con tal de que reflexione al obrar faltaré en pocas cosas; pero esta reflexión es una gracia grande de Dios, que le pido muy humildemente.
He aquí algunas palabras que nunca se presentan a mi espíritu sin que la luz, la paz, la libertad, la dulzura y el amor entren en él al mismo tiempo: Sencillez; Confianza; Humildad; Abandono completo; Ninguna reserva; Voluntad de Dios; Mis Reglas.

Este texto lo he cogido para leer precisamente el párrafo que viene a continuación. La irradiación de la devoción al Corazón de Jesús por el mundo es sorprendente. El inicio con la lectura imprevista de un pasaje del Retiro redactado por San Claudio en Londres, luego los libros en el índice porque no querían devociones nuevas y temían el quietismo de Molinos; después dificultades para introducir la fiesta litúrgica.

Con criterios estadísticos de encuestas nadie hubiera podido prever lo que iba a pasar con la devoción del Corazón de Jesús en el mundo. Que la canonización del San Claudio ayude a que el río que alegra la ciudad de Dios que decía Pío XII en la Summi Pontificatus, aludiendo a la devoción al Corazón de Jesús, siga regando el mundo como sucedió con la beatificación de santa Margarita.

Este santo de la primera hora de Paray lo tenemos en línea con santa Teresita porque dice, en este último párrafo:

No tengo alegría semejante a la que experimento cuando descubro en mí alguna nueva flaqueza que se me había ocultado hasta entonces. Varias veces he tenido este placer durante este Retiro, y lo tendré cuantas le plazca a Dios comunicarme su luz en las reflexiones que haga sobre mí mismo. Creo firmemente, y siento gran placer al creerlo, que Dios conduce a los que se abandonan a su dirección y que se cuida aun de sus cosas más pequeñas.
Lyon, 1679

Esto es lo que dice san Claudio en el año 1677, en el año siguiente terminaba el sermón sobre el amor de Dios el texto que voy a leer entero.





2.- CARTA XCVI - A una religiosa inglesa - Lyon, 1679-80

Es posterior al Acto de Confianza y todavía dice más. Aquél es un acto de esperanza, pero la carta es un acto de esperanza dirigido al Amor misericordioso.

Mi muy querida Hermana:

Ruego a Nuestro Señor que tenga piedad de usted, según su grandísima e infinita misericordia.
Conmovido por vivo dolor he leído su carta, y no tanto por las faltas que ha cometido; me hace sufrir más el estado lamentable en que esas faltas la han puesto, a causa de la poca confianza que tiene usted en la bondad de Dios y en la facilidad amorosa con que El recibe, según debía usted saberlo, a aquellos que más gravemente le han ofendido. Reconozco en su disposición presente los engaños y la malicia suma del espíritu maligno, que trata de aprovechar sus caídas para llevarla a la desesperación. Al contrario, el Espíritu de Dios la inclinaría a la humildad y a la compunción, y le inspiraría que buscase los medios de reparar el mal que ha hecho. Es grande, mi muy querida Hermana, pero no es irremediable. Puede ser un remedio admirable para curarla enteramente de todo orgullo, de toda presunción. Si yo estuviera en su lugar, he aquí cómo me consolaría: diría a Dios con confianza

-Señor, he aquí un alma que está en el mundo para ejercitar vuestra admirable misericordia y para hacerla brillar en presencia del cielo y de la tierra. Los demás os glorifican haciendo ver cuál es la fuerza de vuestra gracia por su fidelidad y su constancia, cuán dulce y generoso sois para con aquellos que os son fieles. En cuanto a mí, os glorificaré haciendo conocer cuán bueno sois con los pecadores y que vuestra misericordia es superior a toda malicia, que nada es capaz de agotarla, que ninguna recaída, por vergonzosa y criminal que sea, debe hacer desesperar del perdón a un pecador. Os he ofendido gravemente ioh mi amable Redentor! Pero sería peor todavía si os hiciera el horrible ultraje de pensar que no sois bastante bueno para perdonarme. En vano vuestro enemigo y mío me tiende cada día nuevos lazos; me hará perderlo todo, antes que la esperanza que tengo en vuestra misericordia. Aunque recayera cien veces y mis crímenes fueran cien veces más horribles de lo que son, siempre esperaré en Vos

Se parece mucho a santa Teresita: «Aunque tuviese sobre mí todos los pecados del mundo me arrojaría en los brazos del Señor». Aquí termina el acto de ofrecimiento sugerido a la religiosa y continúa la carta.

Acto de esperanza que deja perfectamente tranquilo como si no se hubiera hecho nunca nada malo.

3.- Acto de Confianza

Acto de confianza del Beato La Colombiere

Propiamente es la peroración de un sermón del Beato sobre el amor de Dios

Estoy tan convencido, Dios mío, de que velas sobre todos los que esperan en Ti, y de que no puede faltar cosa alguna a aguarda de Ti todas las cosas, que he determinado vivir de ahora en adelante sin ningún cuidado, descargándome en Ti de todas mis solicitudes. In pace in idipsum dormiam et requiesc quoniam tu, Domine, singulariter in spe constituisti me: «En paz me duermo y al punto descanso, porque tú, Señor, me has afirmado singularmente en la esperanza» (Sal 4, 10). Despójenme en buena hora los hombres de los bienes y de la honra, prívenme de la fuerzas e instrumentos de serviros las enfermedades; pierda yo por mí mismo vuestra gracia pecando, que no por eso perderé la esperanza; antes la conservaré hasta el postrer suspiro de mi vida y vanos serán los esfuerzos de todos los demonios del in­fierno por arrancármela: in pace in idipsum dormiam et requiescam. Que otros esperen la dicha de sus riquezas o de sus ta­lentos: que descansen otros en la inocencia de su vida, o en la aspereza de su penitencia, o en la multitud de sus buenas obras o en el fervor de sus oraciones; en cuanto a mí toda mi confianza se funda en mi misma confianza: quoniam Tu, Domine, singulariter in spe constituisti me: «Tú, Señor, me has afirmado singularmente en la esperanza» (Sal 4, 10). Confianza semejante jamás salió fa­llida a nadie. Nemo speravit in Domino et confusus est: «Nadie esperó en el Señor y quedó confundido» (Sir 2, 11). Así que, seguro estoy de ser eternamente bienaventurado, porque espero firme­mente serlo, y porque eres Tú, Dios mío, de quien lo espero; in te, Domine, speravi non confundar in aeternum. «En Tí, Señor, he esperado; no quede avergonzado jamás» (Sal 30, 2; 70, 1).
Conocer, demasiado conozco que por mí soy frágil y mu­dable; sé cuanto pueden las tentaciones contra las virtudes más robustas; he visto caer las estrellas del cielo y estremecerse las columnas del firmamento; pero nada de eso logra acobardarme. Mientras yo espere, estoy a salvo de toda desgracia: y de que esperaré siem­pre estoy cierto, porque espero también esta esperanza inva­riable. En fin, para mí es seguro que nunca será demasiado lo que espere de Ti, y que nunca tendré menos de lo que hubiere esperado. Por tanto, espero que me sostendrás firme en los riesgos más inminentes y me defenderás en medio de los ataques más furiosos, y harás que mi flaqueza triunfe de los más espantosos enemigos. Espero que Tú me amarás a mí siempre y que te amaré a Ti sin intermisión, y para llegar de un solo vuelo con la espe­ranza hasta donde puede llegarse, espero a Ti mismo, de Ti mis­mo, oh Criador mío, para el tiempo y para la eternidad. Amén