domingo, 24 de noviembre de 2013

"VIVIR CON LA IGLESIS: HABRA U SOLO REBAÑO Y UN SOLO PASTOR

VIVIR CON LA IGLESIA. P. Juan Manuel Igartua S.J. (La espiritualidad del Apostolado de la Oración) 1961 TERCERA PARTE: CONQUISTA DEL REINO DE DIOS (Dinamismo de la espiritualidad) VIII.- Se hará un solo rebaño y un solo Pastor • Esperanza en el Magisterio de la Iglesia • Profecía del Corazón de Jesús • Proceso histórico de la providencia divina en relación con esta promesa • La devoción a los Corazones de Jesús y de María, medio necesario • Obra del Corazón de Jesús • Obra de la Virgen María • El Apostolado de la Oración nació y vive con esa esperanza IX.- Supremo espíritu de caridad • Ser Testigos de Cristo: mártires • ¿cuál es el espíritu del martirio? VIVIR CON LA IGLESIA. P. Juan Manuel Igartua S.J. (La espiritualidad del Apostolado de la Oración) 1961 TERCERA PARTE: CONQUISTA DEL REINO DE DIOS (Dinamismo de la espiritualidad) VIII.- Se hará un solo rebaño y un solo Pastor. Juan XXIII en el discurso al Sínodo Romano de 27 de enero 1960, glosó las palabras del texto de Jn 10, 16) el del Buen Pastor. Y otras ovejas tengo que no son de este rebaño, y tengo también que traerlas, y oirán mi voz y se hará un solo rebaño y un solo Pastor». El P. Igartua S.J. considera que se pueden estimar las proféticas las palabras del Señor: «Y se hará un solo rebaño y un solo Pastor». (Jn 10, 16) Esperanza en el Magisterio de la Iglesia En el Magisterio de la Iglesia estas palabras admirables de Jesús han pasado a ser como el lema de la ardiente esperanza de la Iglesia Católica.  Juan XXIII en el discurso al Sínodo Romano de 27 de enero de 1960 «De cuánto gozo nos llenan estas palabras afirmativas, con las que tan clara y decidida¬mente se anuncia este futuro suceso: Oirán mi voz y se hará un solo rebaño y un solo Pastor». (…)  Benedicto XV: Primera Encíclica de su Pontificado (1914):«El Pastor divino tiene al género humano en parte ya encerrado felizmente en el redil de su Iglesia, y la otra parte afirma amantísimamente que la forzará a. entrar: Y tengo otras ovejas que no son de este redil, y las tengo que traer, y oirán mi voz» (AAS, 6, 565-566).  Pío XI: Encíclica Ubi Arcano sobre el Reino de Cris¬to (1922): «El Vicario del Pastor eterno no puede menos de recibir con absoluta alegría, repitiéndola en su memoria, aquella profecía del mismo Cristo: Y oirán mi voz y se hará un solo rebaño y un solo Pastor» (AAS, 14, 697).  Pío XII: Encíclica en el Centenario de la Inmaculada (1953): «Vea la misma Santísima Virgen María a todos aquellos, que se glorían ser cristianos, unidos al menos por el vínculo de la caridad, volver a Ella sus ojos, corazones. y oraciones, pidiendo aquella unidad con la que por fin se haga un solo rebaño y un solo Pastor (AAS, 45, 591) Profecía del Corazón de Jesús Se puede decir que esta profe¬cía es la profecía de amor del Sagrado Corazón en el Evangelio.  Pío XI en la Encíclica Ubi Arcano asegura que es suavísima y cierta profecía del Divino Corazón.  León XIII en la Consagración del mundo hecha por él en el año 1899 incluye la profecía entre las peticiones formuladas al Sagrado Corazón.  En la Encíclica Rosario (1896) asegura que el deseo de la reconciliación de todos los cristianos separados lo ha sacado del Corazón Divino de Jesús.  Pío XII, en la Encíclica. Evangelii Praeconens (1951), llama a esta profecía gemido inenarrable del Corazón amantísimo de Jesús.  Juan XXIII en la Hora Santa del día del Sagrado Corazón (1959) recuerda que el Corazón de Jesús ardientemente anhela aquel único rebaño. Pero si es una profecía del Corazón de Jesús, según la palabra de Pío XI indicada arriba, y es una profecía que trata de la unidad religiosa del mundo, según el mismo Pontífice, bien se puede decir que ese dichoso día que esperamos será el del reinado del Corazón de Jesús, por el cual suspira el Apostolado de la Oración desde su fundación, según su lema: Adveniat Regnum tuum. Proceso histórico de la providencia divina en relación con esta promesa:  Principios del siglo XVII San Juan Eudes, Apóstol del culto litúrgico de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.  A finales del siglo XVII Santa Margarita María de Alacoque, en Paray-le-Monial, las grandes revelaciones de su Corazón Sagrado.: «Reinaré a pesar de todos mis enemigos»..  En el siglo XIX nace el Apostolado de la Oración, y por su fue promovida en el mundo una intensa campaña de expansión de la devoción al Sagrado Corazón y de la Consagración a Él de los hombres.  Pío IX consagraba la Iglesia al Sa¬grado Corazón (1875). Intervino el P. Ramière S.J., a quien fue confiada la tarea de hacer llegar el deseo pontificio a los Obispos del mundo  León XIII (junio de 1899), consagró el mundo al Sagrado Corazón de Jesús, pidiéndole las gracias que produjesen la conversión del mundo.  En 1925, Pío XI proclamaba la fiesta y devoción de Cristo Rey r La devoción a los Corazones de Jesús y de María, medio necesario Pío XII, en la Encíclica Haurietis Aquas «Aunque la devoción al Sagrado Corazón ha producido en todas partes saludables frutos de vida cristiana», todavía la obra no está completa. »Con esta manifestación excepcional Jesucristo, expresamente y repetidas veces, mostró en su Corazón un símbolo que atrajese a los hombres al conocimiento y a la estima de su amor, y al mismo tiempo lo constituyó en señal y prenda de misericordia y de gracia para las necesidades de la Iglesia en los tiempos modernos» Es la obra del Corazón de Jesús Esta es la gran obra del Sagrado Corazón y de sus gracias en la Iglesia. Esta no es obra humana, no pueden los hombres por sus fuerzas propias realizarla. No podrán jamás por sus fuerzas transformar el mundo de las almas, ni convertir el mundo, ni crear el nuevo orden de la caridad. Es obra de la Virgen María La esperanza de Pío IX y de los Obispos de la Iglesia de que se haga un rebaño y un Pastor, a la que San Pío X llamó cincuenta años más tarde «la gran esperanza», fue concebida como fruto precisamente de la definición del dogma dé la Inmaculada Concepción en 1854. Pío XII, en la proclamación de la Asunción a los cielos Bula Munificentissimus Deus, volvió a recordar cómo esta esperanza de la Iglesia mira particularmente a la intervención de María: «Confiamos absolutamente en que esta solemne proclamación y definición de la Asunción aprovechará no poco a la sociedad cristiana, porque se ha de esperar que todos los fieles cristianos se excitarán a una piedad más intensa para con la Madre celeste, y que todos los ánimos de todos aquellos que se glorían del nombre cristiano se moverán al deseo de participar de la unidad del Cuerpo Místico de Cristo, y a aumentar su Amor hacia Aquella que tiene Corazón maternal para todos los miembros del mismo Augusto Cuerpo». León XIII (Encíclica Annum Sacrum): «Al Corazón de Jesús se ha de pedir, del Corazón de Jesús se ha de esperar, la salvación del género humano». Pío XI en la Encíclica Ecclesiam Dei declara que este día del úni¬co rebaño y único Pastor es el ardiente anhelo de todos los Santos, es decir, de todos los que están unidos con Jesús en el Cuerpo Místico. El Apostolado de la Oración nació y vive con esa esperanza El Apostolado de la Oración no podía menos de vibrar con este anhelo, tan propio de su espíritu genuino. El culto del Sagrado Corazón tiene fuerza y promesas especiales de eficacia, porque Dios así lo ha determinado, de acuerdo con la hondura de esta devoción, en la conversión de las almas, y en la empresa de reunión en el Cuerpo Místico. Es además el Culto reparador al Amor herido de Cristo, y es por eso muy apto para reparar las ofensas de la separación que rompe la unión de amor entre los suyos, obteniendo así nuevas gracias para la unidad. Por eso el Apostolado de la Oración enseña a los suyos a dirigir al Corazón de Jesús todas las obras, por medio del Corazón Inmaculado de María, con el inefable gemido que exhala del Cuerpo Místico el Espíritu Santo, por esta actual y perpetua intención de Jesús y de su Iglesia: Venga a nosotros tu Reino, lo cual equivale a estar diciendo con gran clamor día y noche: Haya un solo rebaño y un solo Pastor. Juan XXIII, explicando en el Sínodo Romano su esperanza, ya antes transcrita, añadió así, el día 27 de enero de 1960: De cuánto gozo nos llenan estas palabras afir¬mativas, con las que tan clara y decididamente se anuncia este futuro suceso: «Oirán mi voz y se hará un solo rebaño y un solo Pastor». De esta página evangélica brotan como rayos de luz celestial que tocan a los pueblos no venidos todavía al nom¬bre cristiano. Parecen anunciar los primeros ful¬gores de la luz del próximo Concilio Ecuménico, esperado con ansia por todos los fieles. El Obispo de Fátima, el 2 de febrero de 1960: «No se conocen los secretos de Dios ni los de Nuestra Señora, pero sabemos que Ella afirmó: «por fin mi Cora¬zón Inmaculado triunfará». El Concilio será garantía de esa victoria de María por el triunfo universal de su Divino Hijo. El milagro se realizará por el regreso de los pueblos a la verdadera fe» (La Voz de Fátima, 13 de marzo de 1960) IX.- Supremo espíritu de caridad. Jesucristo les dijo a sus discípulos: «Vosotros tenéis que ser mis testigos por la tierra» Act., 1, 8. Porque, en efecto, ellos, dejaron escapar de sus labios la pregunta de la eterna impaciencia humana: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Israel?» Act., 1, 6. Respondió: «No es vuestro conocer los tiem¬pos y momentos que el Padre se reserva en su poder. Pero seréis mis testigos en Jerusalén y en Samaría y hasta los extremos de la tierra» Act., 1, 8. Ser testigos de Jesús, o sea mártires, es el oficio de los cristianos, primero en Jerusalén (Esteban y Santiago), luego en Samaría, y hasta los extremos de la tierra, porque la conquista del Reino de Dios, larga y laboriosa, restauración de Israel de Dios que culminará en la del Israel judío cristianizado, exigía el testimonio de la Sangre previamente. «Y ¿cuál es el espíritu del martirio? Es un espíritu—prosigue el Santo—que tiene cinco cuali¬dades muy excelentes: »1. Es un espíritu de fortaleza y de constancia. »2. Es un espíritu de profundísima humildad, que aborrece la vanidad y la gloria del mundo y que ama los desprecios y humillaciones. »3. Es un espíritu de desconfianza en sí mismo, y de absoluta confianza en Nuestro Señor. »4. Es un espíritu de desprendimiento. »5. Es un espíritu de amor ardentísimo a Nuestro Señor Jesucristo. . Escribe el resto de tu post aquí.

sábado, 16 de noviembre de 2013

"Habrá un solo rebaño y un solo Pastor"

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domingo, 27 de octubre de 2013

VIVIR CON LA IGLESIA - CONQUISTA DEL REINO DE DIOS

VIVR CON LA IGLESIA.P.Juan Manuel Igartua S.J.






El P.Igartua S.J. dedicó esta obra al P.Enrique Ramière S.J. para conmemorar el centenario de su memorable libro "L'Apostolat de la Prière" 1861-1961.



El tema es: La espiritualidad del Apostolado de la Oración.



Consta de tres partes:



PRIMERA PARTE: PLAN DIVINO DE LA REDENCIÓN (Los principios teológicos de la espiritualidad)



SEGUNDA PARTE: NUESTRA COLABORACIÓN AL PLAN DIVINO (Los elementos prácticos de la espiritualidad)



TERCERA PARTE: CONQUISTA DEL REINO DE DIOS (El dinamismo de la espiritualidad).



En la sesión de hoy se examina la tercera parte.



TERCERA PARTE: CONQUISTA DEL REINO DE DIOS (El dinamismo de la espiritualidad)



Consta de los siguientes apartados I.- Adveniat Regnum tuum II.- El Apostolado de la Oración y el Reino de Dios. III.- La Cruzada del Reino de Cristo. IV.- Fermento para la masa V.- Espíritu católico del Apostolado de la Oración. VI.- Sentido pastoral del Apostolado de la Oración. VII.- Lábaro de cristiandad. VIII.- Se hará un solo rebaño y un solo Pastor. IX.- Supremo espíritu de caridad.



I.- Adveniat Regnum tuum



La segunda petición de este divino temario de deseos de la Iglesia y peticiones es la conocida: Venga a nosotros tu Reino Adveniat Regnum tuum. El sentido primario de esta petición, pues secundariamente se refiere al Reino interior de la gracia y al de la gloria, es la llegada del Reino de Dios socialmente entendido, es decir, el Reino exterior que es la Iglesia, a la tierra, por la conversión de herejes, cismáticos, paganos y judíos. Es el lema que el Apostolado de la Oración tomó desde el principio: Adveniat Regnum tuum.



II.- El Apostolado de la Oración y el Reino de Dios.



Para la cruzada universal Católica de oración a favor de las almas, para obtener la aceleración del triunfo del Reino de Cristo, comprendió Ramiére que había que buscar la eficacia en la unión de estas oraciones y sacrificios con los del Corazón Divino de Jesús. Ramiére explicó de forma excepcional, nuestra incorporación en Jesucristo, la doctrina del Cuerpo Místico, que ha alcanzado un pleno desarrollo para la devoción al Corazón de Jesús, que la ha hecho fructificar en cuanto a su inteligencia, según explica el Papa Pío XII. Esta doctrina, que él llama «la divinización del cristiano en Jesucristo», es la base del Apostolado de la Oración. El Apostolado de la Oración constituye la unión de los fieles que se unen, por medio del ofrecimiento cotidiano de sí mismos, al Sacrificio Eucarístico, en el cual continuamente se realiza la obra de nuestra redención, y de este modo por medio de la unión vital con Cristo, de la que depende la fecundidad del apostolado, cooperan a la salvación del mundo. (Estatutos 1968).



III.- La Cruzada del Reino de Cristo.



La lucha toca a los fundamentos mismos del orden moral, jurídico, y aun humano simplemente. Porque la lucha gira en realidad en torno a la existencia del mismo Dios.



IV.- Fermento para la masa.



Es preciso renovar la Sociedad humana. Ella ha ido decayendo, negando primero la Iglesia, después a Cristo, después la vida de Dios y, finalmente a Dios mismo, y ahora es preciso volverla a transformar «de selvática en humana, y de humana en divina, según el Corazón de Dios».



V.- Espíritu católico del Apostolado de la Oración



«Nos oramos a Jesús para que apresure el día— que ha de venir (che deve venire)—en que una nueva misteriosa efusión del Espíritu Santo investirá a todos los soldados de Cristo, y a todos los enviará como a portadores de salvación entre las miserias de la tierra». El espíritu del Apostolado de la Oración es formado de la más pura esencia del dogma católico en su aplicación vital. Se funda en el dogma de la redención vivido en el Cuerpo Místico, tal como la lglesia lo vive. Todos sus principios doctrinales son católicos, y pertenecen a la base misma de la doctrina de la Iglesia. Hemos llamado a este libro «Vivir con la Iglesia». Creemos que no otra es la función del Apostolado de la Oración.



VI.- Sentido pastoral del Apostolado de la Oración



En el camino de Dios solo hay una vía, y es la de la unión con Cristo, y esta es la que en su más directa expresión practica el Apostolado. Él que viva con intensidad la vida del Apostolado de la Oración verá aumentar: a) sus méritos ante Dios b) sus satisfacciones por los pecados c) la eficacia de sus oraciones ante Dios d) la paz del corazón y la misma seguridad de su salvación



VII.- Lábaro de cristiandad



»La reeducación de la Humanidad, si se quiere que sea efectiva, tiene que ser, ante todo, espiritual y religiosa: por tanto debe partir de Cristo como de su fundamento indispensable, tener la justicia por su ejecutora, y por corona la caridad» Porque Pío XII ha recapitulado el camino de descristianización de la Sociedad diciendo con certera palabra: «No preguntéis cuál es el enemigo ni qué vestidos lleva. Este se encuentra por todas partes y en medio de todos. Sabe ser violento y taimado. En estos últimos siglos ha intentado llevar a cabo la disgregación intelectual, moral, social, de la unidad del organismo misterioso de Cristo. Ha querido la naturaleza sin la gracia, la razón sin la fe, la libertad sin la autoridad, a veces la autoridad sin la libertad. Es un enemigo que cada vez se ha hecho más concreto con una despreocupación que deja todavía atónitos: Cristo sí, la Iglesia no. Después Dios sí, Cristo no. Finalmente, el grito impío: Dios ha muerto; más aún: Dios no ha existido jamás» A la inversa, clamemos: Dios sí, Cristo sí, Iglesia sí, porque no tiene a Cristo por Padre el que no reconoce a la Iglesia Católica por Madre. Nos ha dicho León XIII revelándonos el maravilloso plan sobrenatural de Dios: «He aquí que hoy se presenta a nuestros ojos otra señal muy favorable y divina: el Corazón Sacratísimo de Jesús, con la cruz sobrepuesta, brillante entre las llamas con vivísimos resplandores.



VIII.- Se hará un solo rebaño y un solo Pastor



Podemos, por tanto, estimar las proféticas palabras del Señor, dignas de eterna memoria: «Y se hará un solo rebaño y un solo Pastor» Estas palabras admirables de Jesús han pasado a ser como el lema de la ardiente esperanza de la Iglesia Católica, sobre todo en sus recientes Pontífices. La esperanza de Pío IX y de los Obispos de la Iglesia de que se haga un rebaño y un Pastor, a la que San Pío X llamó cincuenta años más tarde «la gran esperanza», fue concebida como fruto precisamente de la definición del dogma dé la Inmaculada Concepción en 1854. Nos confirma esta intervención León XIII diciendo que: «Un auspicio de que esto acontecerá a plazo no muy lejano parece confirmarse por la creencia y confianza que se encierra en los ánimos piadosos de que María será el vínculo feliz, con cuya firme y blanda fuerza, de todos aquellos que en cualquier parte del mundo amen a Cristo, se hará un solo pueblo de hermanos, sumisos como a Padre común a su Vicario en la tierra, el Pontífice Romano» En los Corazones de Jesús y de María descansa la esperanza sublime de la Iglesia Por eso el Apostolado de la Oración enseña a los suyos a dirigir al Corazón de Jesús todas las obras, por medio del Corazón Inmaculado de María, con el inefable gemido que exhala del Cuerpo Místico el Espíritu Santo, por esta actual y perpetua intención de Jesús y de su Iglesia: Venga a nosotros tu Reino. Lo cual equivale a estar diciendo con gran clamor día y noche: Haya un solo rebaño y un solo Pastor I



X.- Supremo espíritu de caridad



Ser testigos de Jesús, o sea mártires, es el oficio de los cristianos, primero en Jerusalén (Esteban y Santiago), luego en Samaría, y hasta los extremos de la tierra, porque la conquista del Reino de Dios, larga y laboriosa, restauración de Israel de Dios que culminará en la del Israel judío cristianizado, exigía el testimonio de la Sangre previamente. »He aquí el espíritu del martirio. Rogad a Nuestro Señor, Rey de los mártires, que os llene de este espíritu. Rogad a la Reina de los mártires y a todos los mártires que con sus oraciones os obtenga este espíritu del Hijo de Dios. Tened devoción especial a todos los santos mártires. Rogad también a Dios por todos los que tienen que sufrir el martirio, a fin de que les dé la gracia y el espíritu del martirio; pero especialmente por todos los que tendrán que sufrir en el tiempo de la persecución del Anticristo, que será la más cruel de todas las persecuciones». Escribe el resto de tu post aquí.

jueves, 20 de junio de 2013

TERCERA FUENTE DEL PODER DEL APOSTOLADO: LA UNIÓN CON EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

El P. Ramière S.J. en su obra El Apostolado de la Oración habla de tres fuentes de su eficacia: la oración, la asociación y la unión con el Corazón de Jesús.

En relación con la tercera fuente, recuerda que las oraciones de los cristianos son oraciones de Jesucristo, ya que todos los cristianos formamos con Jesucristo un solo cuerpo, cuya Cabeza es El.

Por otra parte, las oraciones son obra del Espíritu Santo, persona divina a quien se atribuye la santificación en la Iglesia. Además,   La sagrada comunión es medio poderoso de renovar la vida de Jesucristo en nosotros, y de unir más íntimamente nuestras oraciones a las suyas.

En este misterio de amor, Jesucristo, más que Cabeza, es Corazón de la Iglesia; por eso el Sacramento de la Eucaristía es tan propio de la devoción a su Sagrado Corazón.

Así como no hay un solo cristiano que no esté unido al Corazón de Jesús por el sagrado carácter del bautismo, y por los lazos de la fe, así tampoco hay uno solo que no  pueda  unírsele  por los lazos, aún  más  íntimos, de la caridad, y por la participación real de su Espí­ritu; ni uno solo a quien no se invite a renovar y es­trechar más esta unión en la Eucaristía, recibiendo realmente la carne del Salvador; ni uno solo por quien el Corazón de Jesús no ore incesantemente desde el sagrario, y cuyas oraciones no esté dispuesto a presen­tar al Padre.

Conclusiones de la primera parte del libro El Apostolado de la Oración del P. Ramière S.J.

El Apostolado de la Oración es la caridad cristiana llevada   al   más   alto   grado de perfección. En efecto, por una parte estamos obligados a amar a todos los hombres del mundo y, por otra, no podemos ejercitar la caridad con la mayor parte de ellos, sino por medio de la oración. Luego amar al prójimo y pedir por él son dos obligaciones que van siempre juntas, puesto que quien de veras ama a alguno, no puede menos de desearle todo bien y procurárselo, pidiéndolo a quien lo tiene en su mano

De aquí se concluye que el Apostolado de la Oración es un medio indispensable, y a veces el único posible, de cumplir el precepto de la caridad, en la que está contenida la plenitud de la ley.

No se trata de una Obra de puro consejo, o de supererogación, sino de la esencia misma de la vida cristiana, y de la vida de la Iglesia; se trata del amor del bien en toda su extensión, de la oración verdaderamente católica, del cumplimiento de aquel precepto del Apóstol, que nos manda sentir y pensar como Cristo. 

El Apostolado de la Oración es, pues, el pago de la deuda que con­traemos cada vez que Cristo nos comunica su vida en la Eucaristía; es la unión perfecta de nuestro co­razón con el Corazón de Jesús, la fusión completa de nuestros intereses con los suyos, de nuestra vida con su vida, de nuestros deseos con sus deseos.


El P. Igartua S.J. en su obra Vivir con la Iglesia,

En la primera parte, donde trata de los principios teológicos de la espiritualidad del Apostolado de la Oración, dedica varios apartados para explicar el puesto que ocupa el Corazón de Jesús en la misma.

1.- El Corazón de Jesús es el centro vital del Cuerpo Místico. El pasaje de la lanzada que hizo que todos “mirarán a Aquel a quien atravesaron”, alcanza su lugar adecuado en la vida de la Iglesia a raíz de las apariciones del Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque.

Dice el P. Igartua S.J. Fijad vuestra atención en estas afirmaciones en que vamos a resumir la grandeza de la impor­tancia del Sagrado Corazón con la vida espiritual y sobrenatural del mundo:

Þ      La Iglesia nació del Corazón herido del Re­dentor. La gracia santificante ha fluido de aquella herida, a lo largo de tantos siglos, sobre las almas.

Þ      El Espíritu Santo ha sido dado desde Pentecos­tés al mundo, como un don de aquel Divino Co­razón que dijo: «Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba, porque de mi entraña brotan ríos de agua viva».

2.- El Sagrado Corazón es el Altar de la Redención. «El misterio de la Redención—dice Pío XII en su Encíclica sobre el Sagrado Corazón—es, ante todo, un misterio de amor». Y el sagrado Corazón es, por esto precisamente, el centro del misterio de la Redención.

En los altares de la tierra se inmola el Hijo de Dios, que está en lo alto de los cielos. Y cual­quiera que entiende lo que es inmolación reden­tora; esencia de la espiritualidad del Apostolado de la Oración, tendrá que asociarse al Corazón de Jesús en los más íntimos actos de su vida ofrecida.

Por esta razón la espiritualidad del Apostolado de la Oración forzosamente había de entroncar en la devoción y culto al Sagrado Corazón.

En la segunda parte, donde traga de los elementos prácticos de la espiritualidad del Apostolado de la Oración, habla de varias prácticas de esta devoción que están vinculadas a aquél:

1.- La  Consagración al Sagrado  Corazón de Jesús, práctica salvadora. La   Consagración que Jesús mismo enseñó a Santa Margarita María de Alacoque es la plenitud de la vida cristiana, puesto que es la entrega a Jesucristo  «de nuestras personas y de todas nuestras cosas».

En el bautismo somos con verdad con­sagrados a la Santísima Trinidad. La Consagración al Sagrado Corazón, que sim­boliza el Amor de Dios, hace lo siguiente. Es como una renovación de la entrega bautismal, volun­tariamente hecha por nosotros, y hecha delante del Amor de modo especial.

Si  antes  nos  dijeron: «Yo te bautizo en el Nombre o consagrándote al Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo», ahora es como si dijéramos al consagrarnos al Sagrado Corazón. Yo acepto mi bautismo, y quiero consagrarme al Nombre del que es el Amor, del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, Amor  simbolizado  y   hecho carne en el  Sagrado Corazón de Jesús.Yo me consagro al Sagrado Corazón de Jesús y en El al Amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Se  comprende  así  que esta Consagración sea fórmula práctica suprema de religión cristiana.


2.- Condiciones de eficacia de la Consagración.


La Consagración al Corazón de Jesús «Es una acto de amor a Jesús. Es un ofrecimiento de uno mismo, de lo que se es, de lo que, se tiene, de lo que es capaz de hacer».

Tres cualidades nos ha enseñado la Iglesia para dar toda su eficacia a la Consagración.

Primera, la misma entrega: Consagrarse, es entregarse por amor. Pide en el individuo la gracia santificante, pide en todo caso la volun­tad.

Segunda, la renovación periódica: Si a esta Consagración individual y social, practicada y recomendada por la Iglesia, añadimos la renovación, al menos anual de ella y mejor mensual o diaria, pues la misma Iglesia nos lo enseña en la Consagración del Mundo que hace cada año, «para obtener con más eficacia los frutos», tenemos el segundo elemento.

Tercera, la vivencia de la Consagración o su realismo: Con la noción de «vivir la Consagración», tenemos el sistema integrado. Vivirla nos llevará, individual y socialmente, a la perfección de la unión con Cristo, y por Él con Dios.

He aquí, pues, el sistema completo, como templo trinitario de tres columnas:

Consagrarse, renovar la Consagración y vivirla.

El día en que este sistema se lleve a la práctica metódica y sistemáticamente en estos tres grados, y en toda la escala individual, familiar y social, que son los tres grados del Reino de Cristo que enseñó Pío XI en la Quas Primas, ese día habre­mos encontrado el gran sistema de espiritualidad moderna que vivificará a todos, sacerdotes, re­ligiosos y seglares: «Aun permaneciendo en medio del fragor del mundo».

 

3.- Carácter reparador de la entrega


Si la Consagración es la práctica más eminente de la devoción al Sagrado Corazón, el espíritu de reparación le es consustancial. El Señor, en Paray-le-Monial, frente a la frialdad del mundo y de los hombres, pidió una fiesta especial, la de su Sagrado Corazón, para reparar las ofensas que los hombres hacen a su amor.

El pecado forma una barrera a la conquista del mundo para Dios, y tenemos que satisfacer a la justicia divina ofendida. Este es el es­píritu de la devoción al Sagrado Corazón, y el del Apostolado de la Oración, que es apostolado de la oración y de la reparación.

Tenemos también que desagraviar al amor ofendido de Jesús. La consolación a la tristeza del Señor es un aspecto profundamente humano de la repara­ción. Proviene de la amistad, y el delicado del agradecimiento, ante la histórica tristeza de Jesús.

Por eso han establecido los Papas que, en las dos fiestas principales de Cristo Rey y del Sagrado Corazón, la misma Iglesia en el mundo entero practique la Consagración (en la primera) y la reparación (en la segunda). Para ello, se utilizan las dos fórmulas oficiales que han de repetirse esos días en todas las iglesias del mundo.

4.- La Consagración al Corazón Inmaculado de María.


San Luis Grignion de Monfort enseñó esta práctica con el nombre de Esclavitud Mariana.

¿Y en qué consiste esa Consagración? Fundamentalmente consiste «en la entrega en­tera y total a la Santísima Virgen para estar totalmente unidos a Jesucristo por Ella. Debe­mos  darla:   1.°,   nuestro  cuerpo  con todos  sus sentimientos y .miembros; 2.°, nuestra alma con todas sus potencias; 3.°, todos los bienes nuestros de fortuna (en entrega espiritual) que poseemos al presente o en lo venidero; 4.°, nuestros bienes inferiores y  exteriores, o sea:  nuestros méritos, nuestras virtudes, nuestras buenas obras pasadas, presentes y futuras; en una palabra: todo lo que   tenemos en el orden de la naturaleza y de la gracia».

«La Consagración—dice San Luis—se hace a un mismo tiempo a la Santísima Virgen y a Jesucristo. Por otra parte, con la Consagración a María se alcanza la imitación de Jesús, que es la fórmula de la santidad. Porque María es «el molde de Dios».

Esto es lo que el Santo ha llamado, con nombre ya clásico en la historia ascética, el Secreto de María, el cual consiste en hacer todas nuestras obras:

«por María, «con María, «en María, «y para María».

domingo, 2 de junio de 2013

domingo, 26 de mayo de 2013

SEGUNDA FUENTE DE LA EFICACIA DEL APOSTOLADO: LA ASOCIACIÓN

FUENTE DE LA EFICACIA DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN: LA ASOCIACIÓN




       V.- El alma de la Iglesia.7.

APOSTOLADO DE LA ORACIÓN – P. Enrique Ramière S.J.

SEGUNDA FUENTE DE LA EFICACIA DEL APOSTOLADO: LA ASOCIACIÓN


ARTICULO  I.- Promesas de Nuestro Señor a la oración hecha en común.


«Vuelvo a deciros que, si dos de vosotros os ponéis de acuerdo acá abajo para pedir una cosa sea lo que fuere, os  la concederá mi Padre, que está en los cielos». Él lo dijo: «Donde hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos». «Así—dice—habéis de orar: Padre nuestro, que estás en los cielos... El pan nuestro de cada día dánosle hoy..., perdónanos nuestras deudas..., no nos dejes caer en la tentación, más líbranos de mal. Amén».

San Cipriano: «no decimos Padre mío, sino nuestro; ni dame, sino danos, porque el Doctor de la Unidad no quiso oraciones privadas, es decir, que cada uno rogase por sí solo. Por todos quiso que cada uno pidiera lo mismo, el que a todos en Sí nos hizo unos».

ARTÍCULO  II.- Motivos de las promesas hechas a la oración, sacados de la naturaleza de Dios.


Para ser semejantes a Dios, no nos basta ser inmortales como Él y ricos y poderosos en supremo grado, sino que además, necesitamos poder, como Él, comunicar esos mismos bienes a otros seres iguales a nosotros, de quienes recí­procamente los recibimos.

En la asociación inefable de las tres Personas divinas, en la comunica­ción eterna, continua, completa, recíproca de todos sus bienes, consiste y se consuma la perfección y la dicha de Dios. El poder, la sabiduría, la bondad, todos los atributos divinos, están en Dios Padre en grado infinito; y no pueden ponerse en acción sino en cuanto se comunican al Verbo y al Espíritu Santo. Dios no sería Dios si estuviera solo.

Por la oración, cada cristiano entra en posesión plena de la omnipotencia divina; El cristiano, si quiere que su efi­cacia sea infalible, necesita unir a su oración otros corazones, animados como el del espíritu de caridad. Admitido el dogma de la Trinidad, la razón, de acuerdo con la fe, dicta que no puede ser de otra manera.

ARTÍCULO   III.- La asociación es principio de fuerza en todos los órdenes.


¿Qué cosa más tenue que una hebra de cáñamo? juntad muchas hebras, y formaréis cables capaces de arrastrar pesados navíos. Una gota de agua a la menor presión cede y se escurre. Pero que se reúnan muchas gotas, y al ímpetu de su corriente cederán los diques mejor construidos. ¿No han sido derrotados ejércitos enteros por enjambres de pequeñísimos insectos?

Desde la mano del pastor que alimentó a la oveja, de cuyo vellón se hizo la tela, hasta la del sastre que la cortó y cosió sus diferentes piezas, ¿cuántas manos no han tenido que unirse para que podamos vestir el traje más sencillo que nos cubre?

Y ¿qué sería del alma sin la asociación? El hombre de mayor ingenio no pasaría de idiota. «No es bueno que esté el hombre solo»?.

ARTICULO   IV.- Poder de la asociación en el orden sobrenatural.


Esta sociedad que forman las almas, imagen per­fecta de la Trinidad divina, obra divina entre las divi­nas, en que la energía de la asociación se levanta a su mayor potencia, es la Iglesia santa, una, católica y apostólica.

La iglesia saca ese poder sobrehumano de la asociación: asociación de entendimientos en una misma fe; asocia­ción de corazones en un mismo deseo y en un mismo amor; asociación de voluntades en una misma obediencia por el cumplimiento de una misma ley; asociación, en una palabra, de personas que tienen unos mismos intereses, unas mismas esperanzas,  una misma norma de vida.

Mientras que en el mundo todo cae y desaparece, la Iglesia, firme junto a las ruinas que en torno suyo va acumulando la muerte, llena de majestad, va viendo pasar los si­glos, siempre viva y siempre vigorosa.

A esta asociación católica debe el mundo la luz que lo ilustra, la gracia que lo vivifica, las virtudes que lo honran, las multiplicadas obras de caridad que alivian sus miserias. Ella derrama sobre los hijos fieles todos los tesoros celestiales, la santidad, la paz, la dicha; ella cura todos los males, y asegura todos los verdaderos bienes.

ARTICULO V.- Poder terrible de la asociación entre los malos.


Si la Iglesia de los Santos es la obra maestra del Verbo encarnado, esa infernal iglesia de los malos es la obra maestra del ángel caído.

Los proyectos sacrílegos de los prosélitos de Sata­nás tienden al desor­den y a la desorganización. El blanco princi­pal de sus odios es la Iglesia, y precisamente contra ella es contra quien se esfuerzan en prevalecer las puertas del infierno. Lucifer, tantas veces vencido, hace el último esfuerzo por quedar encima de Cristo.

¿De dónde sacan los malos toda su fuerza? De la asociación les viene toda su fuerza.

La tierra, colocada entre el cielo y el infierno, es el campo de batalla de esas dos grandes asociaciones.

VIVIR CON LA IGLESIA – P. Juan Manuel Igartua S.J.

PRIMERA PARTE: PLAN   DIVINO DE   REDENCIÓN (Los principios teológicos de la espiritualidad)

 

III.- Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, medio de salvación.


El medio que Jesucristo ha establecido, para realizar su plan de conquista del mundo para Dios, es la Iglesia. Ella es el fruto de la Sangre redentora; la incorporación a ella es de necesidad para salvarse.

Queriendo Jesús transmitir a los hombres de toda la tierra y de todos los siglos, hasta el fin del mundo, la vida divina que fluye de la Cruz, organizó su Iglesia, a la cual dotó de todos los medios de salvación, y de una vida mística, que se comunica a todos los que a ella pertene­cen, o al menos tiende a comunicarse por divina virtud.

El Cuerpo Místico se compone, como el humano, de diversos miembros. Los que tienen una función vital más importante en el ejercicio del Cuerpo son el Papa y los Cardenales  y  Obispos. Ellos forman la Jerarquía. Los fieles rodean en las solemnidades a la Jerar­quía.

 

IV.- Vivir con el Cuerpo Místico.


El Apostolado de la Oración, según los Estatutos de 1954, es «una Pía unión de fieles que viven no solo para la propia salvación, sino que, con oración y sacrificio apostólicos, trabajan también para edificar el Cuerpo Místico de Cristo». Según los Estatutos actuales (1968) “Todos los fieles por medio del bautismo participan del oficio sacerdotal, real y profético de Cristo y son destinados por el Señor a la actividad apostólica propia de su vocación. Dentro de esta universal vocación al apostolado, el Apostolado de la Oración constituye la unión de los fieles que se unen, por medio del ofrecimiento cotidiano de sí mismos, al Sacrificio Eucarístico, en el cual continuamente se realiza la obra de nuestra redención, y de este modo por medio de la unión vital con Cristo, de la que depende la fecundidad del apostolado, cooperan a la salvación del mundo”.


Jesús, además de este Sagrado y Santo Cuerpo humano suyo, físico y tangible como el nuestro, de volumen y forma definidos en el espacio, tiene otro Cuerpo lleno de misterio y de sublime gloria. Este es el Cuerpo Místico de Cristo. Místico significa misterioso y sobrenatural.

El Apostolado de la Oración es vivir la vida del Cuerpo Místico en plenitud, o sea prolongar la Oración y la Redención de Cristo. El Apostolado de la Oración vive el misterio del Cuerpo Místico.


V.- El alma de la Iglesia.


El hombre consta de cuerpo y alma. El alma es la que vivifica al cuerpo.

El alma de la Iglesia es el Espíritu Santo. En el Alma de Jesús se ha derramado el Espí­ritu Santo con plenitud, con todos sus dones y gracias, y ha santificado con plenitud también su Cuerpo, como sacrificio acepto a Dios por todos. Su Corazón de carne, símbolo de su amor, y del Amor de todo Dios juntamente, esta penetrado en su envoltura de carne por la unción del Espíritu, y está penetrado en sus sentimientos de amor por este Amor divino del Espíritu de Dios.

Todos los pensamientos, todos los afectos, todos los dolores y todos los sentimientos de Jesús, que hacían vibrar su Corazón tan huma­namente, estaban siempre impregnados  de la unción absoluta del Espíritu Santo.

Resulta imposible adquirir el profundo sentido de la Iglesia, si no es por la unción del Espíritu Santo. Porque el sentido de la Iglesia, es el sentido de su alma divina.

Este Espíritu es el que produce toda la acti­vidad de la Iglesia, y ¿cuál es el don con el que el Espíritu Santo se difunde en nuestros corazones, uniéndonos en un solo Cuerpo, y dándonos la vida de Cristo? ¿Cuál es este don, sino la divina caridad, que nos penetra?.

Siendo el don común del Espíritu la caridad, y siendo Espíritu del Hijo de Dios, este Espíritu, Alma de la Iglesia, debe ser llamado con acento especial «Espíritu del Corazón de Jesús», fuente de caridad común en la Iglesia. Así le llama San Pablo: «el Espíritu de Cristo».

Hemos llegado a un punto de suma importancia para la perfecta comprensión del Apostolado de la Oración y de su más pura espiritualidad.

Jesucristo oraba en la tierra «en los días de su mortalidad, con gemidos grandes y poderosos y con lágrimas». Y fue escuchado por Dios en estas oraciones porque lo merecía.

Oraba Jesús por la Iglesia, por el triunfo del Reino de Dios. Oraba por el cumplimiento del plan de su Padre sobre los hombres. Oraba con­tinuamente en las profundidades recogidas de su Corazón.

Y el Jesús Místico, que es la Iglesia, sigue oran­do ininterrumpidamente.  Ora su Cabeza en lo alto de los cielos, como abogado de los hombres, presentando a su Padre oraciones ardientes de su Corazón. Y ora el Cuerpo en la tierra, precisamente como Cuerpo de Jesús.

¿Quién mueve estas profundas oraciones? El Espíritu Santo, el Espíritu del Corazón de Jesús.

El P. Ramiére, en sus apuntes personales de Ejercicios, expone de este modo tan profundo la idea de la oración que hizo y hace por nosotros el Corazón de Jesús:

«He vuelto a meditar este misterio en el que de­bería encontrar la santidad, puesto que Dios me ha confiado la misión de descubrir a los demás tales riquezas: el misterio de la oración del Corazón de Jesús.

»He aquí una serie de verdades que están im­plicadas en la función de Mediador, que el Divino Maestro ha ejercitado en toda su extensión y perfección desde el primer instante de su existen­cia. Son estas:

»Que esta oración comenzó con la misma vida del Corazón de Jesús;

»que desde entonces jamás fue interrumpida;

»que ha sido el primer sacrificio y el primer apostolado del Salvador;

»que ha sido la primera fuente de las gracias por las que hemos sido salvados;

»que esta oración tuvo por objeto a todos los hombres y a cada uno en particular;

»que el Corazón de Jesús pidió para cada uno de ellos las gracias que habían de serle útiles en cada instante de sus vidas;

»que, por consiguiente, concibió y deseó lo que todos debían desear y hacer por su parte;

»que al mismo tiempo imploró para ellos la luz y las gracias necesarias para realizar estos deseos.

»Pero si tales verdades son ciertas, es evidente que solo nos queda por hacer una cosa en cada instante: realizar el deseo que el Corazón de Jesús concibió para mí para este instante precisamente, y alcanzar la gracia que Él obtuvo para mí y que me quiere conceder.

El Apostolado de la Oración utiliza y enseña a sus asociados ambas maneras de orar en el Cuerpo Místico. Enseña a acudir principalmente a la santa Misa, y a unirse con este sacrificio en presencia litúrgica comunitaria.

Pero enseña también a orar en dispersión, uniéndose con el Sagrado Corazón de Jesús, y con su Cuerpo Místico, ofreciendo todas sus obras por las intenciones del Corazón de Jesús expresadas por el Papa.

Así aprenderemos a orar en Cristo con la Iglesia por el Santo Espíritu de Amor..