domingo, 21 de diciembre de 2014

Eguberri on

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domingo, 30 de noviembre de 2014

FIGURAS DEL TRIUNFO DE LA IGLESIA: EDADES DEL MUNDO

En esta sesión se ha seguido el libro de las Esperanzas de la Iglesia del P. Ramiére S.J. en su tercera parte, donde trata sobre las imágenes del triunfo de la Iglesia y de la regeneración del mundo.

Actitudes sobre el cumplimiento de las profecías mesiánicas.

Son cuatro las que han existido, sobre todo, en los primeros siglos.

Primera: cristianos que profesan la esperanza en el futuro cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento; aceptan como libro divina­mente inspirado el Apocalipsis, que reconocen ser obra del apóstol y evangelista Juan.
Segunda: cristianos que no comparten aquellas espe­ranzas. Entre ellos se dio la negación de la apostolicidad del Apocalipsis, que algunos atribuyeron al hereje Cerinto,; y también, a partir de Orígenes, una interpretación exclu­sivamente alegórica, excluyendo su significado literal
Tercera: El error herético, las gnosis. Todo un con­junto de sistemas con el rasgo común de despreciar y maldecir lo creado y al Dios creador y legislador del Antiguo Testamento.
Cuarta: El error judío, el ebionismo, que rechaza la unión de Dios con el hombre. El término milenarista quería denun­ciar el horizonte exclusivamente temporal de su modo de entender el Reino.

El planteamiento de la iglesia primitiva inicialmente predominó la primera actitud, a partir de San Agustín se hizo más generalizada la segunda actitud. Las dos últimas no son compatibles de ninguna manera con el cristianismo.

P. Ramière S.J. Tres figuras del triunfo de la Iglesia.

La creación, la existencia de la Sinagoga y la vida de Jesucristo.

Primera figura del triunfo de Jesucristo en la Iglesia: El descanso del séptimo día

     1.— Los divinos atributos en el orden de la naturaleza y de la gracia

Þ      El hombre, espíritu y cuerpo, ha sido el término de todas las obras de Dios en el orden de la naturaleza,
     Jesucristo, Hombre Dios, va a ser el término de todas las obras de Dios en el orden
     de la gracia.
Þ      El hombre será creado el sexto día de la creación y
     Jesucristo aparecerá en el sexto día del mundo.
Þ      Antes de crear al hombre, el Creador producirá: seres inorgánicos; después vegetales; después peces; aves; mamíferos; finalmente el hombre y la mujer.
     Jesucristo aparece después de seis períodos. Abel, el justo perseguido; Noé, el
     trabajo por salvar al hombre; Moisés, el legislador futuro: Rey y Pontífice; David,
     cualidades guerreras; Salomón las virtudes pacíficas; los profetas, rayos de saber;
     Jesucristo-la Iglesia.

      2. — Misterio del descanso de Dios después de crear al hombre

Þ      En el orden de la creación, Dios consagra el séptimo al descanso. El sábado de la tierra es el anticipo de ese sábado celestial.
     En el orden sobrenatural, el sabatismo de la Iglesia.

Segunda figura del triunfo de la Iglesia: La paz otorgada a la Sinagoga

Para mantener el criterio de las figuras, la promesa a la Iglesia de un magnífico triunfo después de todas sus luchas, ha de tener su figura en un triunfo similar en la historia de la Sinagoga, primer esbozo de la Iglesia.

El orden sobrenatural consiste propiamente en la deificación de la humanidad, la cual, preparada, anunciada y figurada por el antiguo pueblo durante cuatro mil años, se realiza en Jesucristo, se concluye por la Iglesia y se consuma en el esplendor de los cielos.
Mas su preparación, su cumplimiento y su término, es decir la Sinagoga, Jesucristo y la Iglesia, pasan por fases muy semejantes.

Sinagoga.

I. Apenas el antiguo pueblo había nacido de los doce patriarcas, hijos de Jacob, cae en un cruel cautiverio por los egipcios.
Imagen de las persecuciones que la Iglesia de parte de los emperadores romanos.

II. En el momento en que el yugo impuesto a los hijos de Jacob llegó a ser más intolerable, Moisés recibió de Dios el encargo de quebrantarlo y de derribar el poderío del tirano. Da a la Sinagoga su existencia pública; promulga el primer código de leyes. Dios toma posesión de la realeza del pueblo que se ha escogido.
La liberación de la Iglesia en el siglo cuarto por Constantino.

III. Entre Moisés y Salomón luchas internas; la Sinagoga adquiere, bajo el cetro de David, un incomparable esplendor; mas esta magnificencia es oscurecida luego.
Tampoco la Iglesia goza, después de su liberación bajo Constantino, de paz muy duradera. La invasión de los bárbaros del Norte y después los mahometanos.

IV. Los siglos de la apostasía. Israel se separa de Judá; repudia el templo único que el Altísimo se ha escogido para comunicarle en él sus oráculos y se forja becerros de oro para adorarlos. Los profetas no son escuchados
Entre los siglos 15 y 19 tienen lugar el cisma funesto de Lutero, de Calvino, de Enrique VIII. Son períodos de cautividad para la Iglesia.

V. La cautividad de setenta años fruto de la idolatría. Entonces se cumplieron todas las promesas que habían sido hechas a los hijos de Judá por Isaías y por Ezequiel. Los Macabeos liberaron al pueblo de estas pruebas, el reino de Judá como norma. Desde Ciro hasta Jesucristo.
Así sucederá en la Iglesia. La ambición de los príncipes, nuevos Herodes, activará acaso la decadencia, y, cuando el Hijo del Hombre realice su segundo advenimiento, apenas hallará sobre la tierra más fe que la que encontró al venir por vez primera.

Tercera figura del triunfo de la Iglesia: El triunfo de Jesucristo resucitado

I. Jesucristo, como la Sinagoga y la Iglesia, apenas llegado al mundo, se ve expuesto a la persecución y padece también una especie de cautiverio de Egipto.

II. Después de venir de Egipto, comienza el período de formación. El niño crecía en sabiduría y en edad. Así sucede con la Iglesia desde el siglo quinto al catorce, reúne su dogma en un cuerpo de doctrina.

III. La vida pública del Salvador es una época de lucha. Jesucristo predica la nueva del Evangelio, pero se suscita la envida de los poderosos: los fariseos, saduceos y herodianos que concluye con el calvario. El siglo quince abre para la Iglesia una nueva era que será a un tiempo la era de su mayor expansión y de sus más terribles luchas. 

IV. Jesucristo resucitó de entre los muertos cuando los fariseos se congratulaban de haberle matado y eso se vio en todas las regiones que habían sido testigo de sus humillaciones y de la alegría de sus enemigos.

El Cuerpo Místico de Jesucristo tiene el derecho de recibir, y la justicia y la sabiduría de Dios parecen exigir que le sea concedida la gloria incomparable que su cuerpo natural recibió en la resurrección y disfrute en la tierra un tiempo considerable antes de subir a los cielos.

TEOLOGÍA DE LA HISTORIA DE SAN BUENAVENTURA. Cristiandad, jul. Ag. Sept 1983. Francisco Canals Vidal. Resumen

La teología de la historia de San Buenaventura se halla en las Colaciones sobre el Hexaemeron, en concreto en las Col. XIV a XVI.
En la Colación XIV, compara la obra de la salvación con la realidad de la naturaleza en un árbol: primero las raíces, después las ho­jas, y posteriormente las flores que hacen surgir los frutos; así la obra de la salvación sus raíces en los Patriarcas, sus hojas en la Ley, sus flores en los Pro­fetas, y su fruto definitivo es Cristo en el que es realizada la salvación

Sobre este esquema distingue San Buenaventura tres principales misterios en cada una de estas cuatro etapas.

LOS DOCE MISTERIOS PRINCIPALES


LOS PATRIARCAS (Promesa de la salvación): Creación de la naturaleza; Castigo de los crímenes: Vocación de los Patriarcas.

LA LEY (Figura de la salvación): Promulgación de la Ley; Victoria sobre los enemigos; Establecimiento de los Jueces.

LOS PROFETAS (Anuncio de  la salva­ción): Unción de los Reyes; Revelación de los Profetas; Restauración  de los príncipes y de los Sacerdotes.

CRISTO (Realización de la salvación): Redención de los hombres ; Difusión de los carismas; Revelación de las Escrituras en el Apocalipsis

En la Colación XV San Buenaventura considera las «teorías», investigaciones o especulaciones según las que resplandecen los dos Testamentos. Se inicia con el desarrollo del esquema de las seis edades de la historia, que corresponden a los seis días de la creación, más la séptima, que corresponde al sá­bado, al descanso del Señor, y a la que pertenece el descanso de las almas bienaventuradas en el cielo, según la interpretación de San Agustín en «La Ciudad de Dios».

A este esquema de las siete edades, en el que se entiende la séptima no como intrahistórica, sino como el descanso y felicidad de las almas hasta la resurrección final, permanece fiel San Buenaventura, subraya la coinciden­cia cronológica entre la «séptima edad», la de la Iglesia triunfante, con la «sexta edad», iniciada por la Redención y la fundación de la Iglesia mi­litante.

Esta doctrina, que comprende la «séptima edad» como constituida por la bienaventuranza celeste, es vista por San Buenaventura como doc­trina común: «la séptima edad corre, según to­dos, junto con la sexta» Col. XVI, núm. 2, p. 469.

San Buenaventura mues­tra no tener presente la tradición anterior, muy común en los cuatro primeros siglos de la Igle­sia, y que el propio San Agustín había utilizado en su sermón 259, sobre la octava de la fiesta de Pascua:

Presentamos paralela­mente «el esquema antiguo», el que todavía sigue San Agustín en el sermón mencionado, y el «es­quema común» en los siglos posteriores a San Agustín, y que él expuso en «La Ciudad de Dios».

De la confrontación de los dos esquemas re­sulta claramente el carácter intrahistórico, y pos­terior a la actual edad de la Iglesia, que tenía en el esquema antiguo el sábado de los Santos que acompaña al Reinado de Cristo en la tierra; mien­tras que en el esquema posterior a San Agustín, y comúnmente admitido en los siglos medievales, la séptima edad no es una época histórica que suceda cronológicamente a la sexta, sino que la «sexta edad» constituye la entera duración de la Iglesia militante, desde Cristo hasta el fin de los tiempos, mientras que la llamada séptima edad simboliza la realidad trascendente y suprahistórica de la Iglesia triunfante.

LAS SIETE EDADES DEL MUNDO

ESQUEMA ANTIGUO: 1 De Adán hasta Noé; 2 De Noé hasta Abraham; 3 De Abraham hasta David;  4 Desde David hasta la transmigración a  Babilonia; 5 Desde Babilonia hasta Cristo; 6 Desde Cristo hasta el «segundo advenimiento»; 7 El descanso futuro de los Santos en la Tierra, cuando rei­nará el Señor en la tierra con sus Santos

ESQUEMA COMUN DE LA EDAD MEDIA: 1 De Adán hasta Noé; 2 De Noé hasta Abraham; 3 De Abraham hasta David;  4 Desde David hasta la transmigración a  Babilonia; 5 Desde Babilonia hasta Cristo; 6 Comienza en Cristo y transcurre ahora y hasta el fin de los tiempos; 7 La bienaventuranza celeste de las almas hasta la resurrección

San Buenaventura va a sorprendernos con admirables perspectivas referentes a una esperan­za intrahistórica.

Se desarrollan éstas a partir de la Colación quince.

San Buenaventura pasa a establecer, al comparar según la dualidad am­bos Testamentos, la tesis de una futura época de la Iglesia:

«Hallamos en la vieja Alianza dos tiempos: el tiempo anterior a la Ley, y el tiempo en que el pueblo vive bajo la Ley; en la Nueva Alianza corresponde a éstos un doble tiempo: el tiem­po de la vocación de los gentiles, y el tiempo de la vocación de los judíos. Este tiempo to­davía no ha llegado, porque entonces se cum­plirá aquello de Isaías: No desenvainará la es­pada un pueblo contra otro, ni se adiestrarán más en el arte de la guerra; esto todavía no se ha cumplido, pues aún funcionan dos espadas, y todavía hay disputas y herejías. Por eso los judíos, por lo mismo que lo esperan, creen que aún no ha venido el Cristo.»

«Pero que los judíos se convertirán es cier­to por Isaías y por el Apóstol, que aduce su autoridad... Isaías dice: Ea, subamos al mon­te del Señor y a la casa del Dios de Jacob, y sigue: No desenvainará la espada un pueblo contra otro, ni se adiestrarán más en el arte de la guerra. Contra esto dicen los judíos que todavía esto no se ha cumplido; pero el Profe­ta no se refiere a la primera venida o a la pri­mera vocación, sino a la última, cuando el día del Señor se manifestará para todos los sober­bios; ni se ha de entender que Dios abandone así aquellas ramas» Col. XV, núms. 24 y 25, pp. 463 a 465.

La comparación entre los dos Testamentos se­gún el número ternario parece confirmar esta im­presión. «Porque existe el tiempo de la sinagoga comenzada, adelantada y decadente, y en el Nue­vo Testamento existe el tiempo de la Iglesia co­menzada, dilatada y consumada.».

Pasemos ahora a la comparación según el nú­mero quinario:

«En el Antiguo Testamento, el primer tiem­po es el de la creación de las naturalezas; el segundo, el de la inspiración de los Patriarcas; el tercero, el de la institución de las cosas legales; el cuarto, el de la ilustración de los Profetas; el quinto, el de la restauración de las ruinas... En el Nuevo Testamento, el primer tiempo es el de la difusión de los carismas; el segundo, el de la vocación de los gentiles; el tercero, el de la institución de las Iglesias se­gún las leyes; el cuarto, el de la multiplicación de las religiones; el quinto, en el fin, será el de la restauración de los caídos, porque es ne­cesario que venga Elias que restituirá todas las cosas; con él vendrá también Henoc. Pero la bestia vencerá a aquellos dos testigos. De don­de es necesario que primero sean derribados, y venga la ruina, y luego la restauración; será tanta la tribulación que aún los escogidos si posible fuere caerían en error» Col. XV, núm. 28, pp. 465 y 467.

Tenemos aquí afirmado un quinto tiempo en que todas las cosas serán restablecidas, tiempo al que habrá precedido la gran tribulación y el triun­fo de la bestia sobre los testigos del Señor.

El pensamiento de San Buenaventura sobre este séptimo tiempo futuro se aclara todavía si advertimos lo que había dicho al tratar del «sexto tiempo», el de «la clara doctrina», que dice co­menzar con el Papa Adriano, contemporáneamente a los comienzos del imperio de Carlomagno; so­bre este tiempo y sobre su fin dice:

«¿Quién ha dicho cuánto durará? Es cierto que nos encontramos en este tiempo; cierto es también que durará hasta que sea arrojada la bestia que sube del abismo, cuando Babilonia será confundida y derribada, y después se dará la paz; pero primero es necesario que venga la tribulación» Col. XVI, núm. 19, p. 481.

SUCESIÓN DE TIEMPOS EN LA EDAD DE LA IGLESIA MILITANTE
(Sexta edad del mundo)

Dos tiempos: 1 Tiempo de la vocación de los gentiles; 2 Tiempo de la vocación de los judíos
Tres tiempos: 1 Iglesia comenzada; 2 Iglesia dilatada; 3 Iglesia consumada
Cinco tiempos: 1 Difusión   de   los   carismas; 2 Vocación de los gentiles; 3 Institución  de  las  Iglesias según las leyes; 4 Multiplicación  de  órdenes religiosas; 5 Restauración   de   todas las cosas
Siete tiempos: 1 La gracia conferida; 2 Bautismo por la sangre; 3 Norma católica; 4 Leyes de justicia; 5 Cátedra excelsa; 6 Clara doctrina; 7 Tiempo de la paz última.

El paralelismo entre estas series de tiempos muestra sin lugar a dudas la coincidencia en las características del último tiempo en cada una de las series. El tiempo de «la vocación última de los judíos», que todavía no ha llegado, y en el que se cumplirán las profecías de la paz mesiánica, en el que se manifestará que Dios no ha abandonado a las ramas del olivo de Israel, en el día del Señor manifestado contra todos los soberbios, coincide evidentemente con la Iglesia «consumada» o «final», en la que de nuevo «Raquel dará hijos suyos en la Iglesia»; es también el tiempo de la «restitución de todas las cosas», que seguirá a la ruina y a la gran tribulación en la que áun los escogidos caerían en error; es también el tiempo de «la última paz», en que se cumplirá la profecía de Ezequiel, se reedificará la ciudad como en el principio -alude evidentemente a Jerusalén-, nuevamente reconciliada con el Señor y cuando la Iglesia militante será, cuanto es posible en este mundo, conforme a la triunfante, cuando Babilonia haya sido derribada y haya sido «arrojada la bestia al abismo», sólo después de lo cual se dará la paz.

Concilio Vaticano II en su «Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cris­tianas»:

«La Iglesia, juntamente con los Profetas y el Apóstol, espera el día, sólo de Dios cono­cido, en que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz, y le servirán como un solo hombre». Escribe el resto de tu post aquí.

FIGURAS DEL TRIUNFO DE LA IGLESIA: LAS EDADES DE LA HISTORIA

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viernes, 21 de noviembre de 2014

“Las esperanzas de la Iglesia” - P. Ramière S.J.: Plan de la obra

Sesión 1.- El plan de la obra: leyes de la providencia; tendencias sociales;  y profecías y revelaciones privadas LAS ESPERANZAS DE LA IGLESIA

El plan de la obra.

Es una expresión del  anhelo que tenía el P. Ramière S.J. del reinado de Jesucristo no sólo en los individuos sino en las sociedades, y especialmente en la sociedad civil.

Según San Pablo el Señor quiere que todos los hombres se salven y que, para ello, vengan al conocimiento de la verdad, y el Señor mismo encarga a los apóstoles que prediquen, por sí y por sus sucesores, el Evangelio a toda criatura, claro que con el fin de que todos crean y por la fe sean salvos.

Las Esperanzas de la Iglesia son precisamente una manifestación del optimismo con que el P. Ramière S.J. miraba la consecución de este ideal.

Objeto y Fundamento de esas "esperanzas de la Iglesia".

a) El objeto de las esperanzas de la Iglesia es su triunfo en este mundo; una reconciliación de la sociedad civil con la Iglesia. Esto espera el P. Ramière S.J. después de fijarse en la expresión de esta esperanza por Pío IX tras la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

En cuanto al alcance y al tiempo en que esto sucederá, dice el P. Ramière S.J. que no estamos en disposición de resolver estas cuestiones con certeza"

El Padre Ramière no espera un período de milenarismo, ni material, ni meramente espiritual (o metafórico); sino simplemente una real manifestación de la verdad y santidad de la Iglesia en el mundo.

b} El fundamento de esas esperanzas consiste en las mismas leyes providenciales por las que Dios rige al mundo; en las tendencias e ideales de los espíritus y de las sociedades; y en las promesas explícitas de Dios, formuladas ya en el Antiguo ya en el Nuevo Testamento, y en otras hechas a los Santos y autorizadas por la Iglesia, que las ha examinado y aprobado.


1.ª Parte: Leyes Providenciales

Dios ha creado el mundo, lo conserva y lo gobierna para su propia gloria, que obtiene mediante la comunicación de su bien a todos los seres y, en concreto, al hombre, que consiste en su divinización, mediante la transformación de la gracia de Cristo, que comunica al hombre la vida del Señor Jesús, y florece al fin en la consumada, perfecta y dichosa vida de la patria eterna.

Por lo que a las sociedades como tales concierne, estima el Padre Ramière, y con razón, que también tienen como fin la divina glorificación.

Esta sólida y prudente teología de las sociedades, tan manifiesta en la Historia Sagrada, apoyada en las tres verdades indiscutibles:

Þ      que las naciones, como tales, tienen una finalidad señalada por Dios, que es la divina glorificación;
Þ      que esa divina glorificación se realiza en el tiempo, pues sólo en el tiempo existen las colectividades terrestres;
Þ      que la sanción correspondiente a la conducta colectiva no puede darse sino en este mundo; excluye el sueño de una pervivencia de la sociedad como tal en la existencia gloriosa de la patria eterna y en una vida colectiva ultraterrena.

Los pueblos como tales han de glorificar también a Jesucristo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan, reconociendo su realeza suprema y absoluta y sometiéndose amorosamente a sus santas y saludables leyes.

Ese reino de Jesucristo en cada individuo y en la sociedad se ha de establecer por medio de la Iglesia.

La consumación del reinado de Jesucristo en el mundo se alcanza cuando la Sociedad Civil se organiza cristianamente.

2.a Parte: Tendencias de los espíritus y de las sociedades.

En la segunda parte el Padre Ramière examina las tendencias o aspiraciones de los espíritus, de la sociedad civil de su tiempo y de la misma Iglesia. Cuanto a las primeras, las reduce a una fundamental, la de garantizar el respeto a la dignidad humana, y a varias otras que tienen por objeto las diversas libertades en que esa dignidad se concreta: de religión y de conciencia, de pensamiento, de acción política, de asociación, de expresión; y asimismo la igualdad y la fraternidad. Trío: libertad, igualdad y fraternidad, en cuyo nombre se hizo la gran revolución francesa.

3.a Parte: Las promesas divinas.

Profecías del Antiguo y Nuevo Testamento

En la tercera parte examina los más decisivos fundamentos de las esperanzas de la Iglesia: las promesas de Dios expresadas: unas, en los hechos del Antiguo y del Nuevo Testamento, otras en los oráculos de los profetas; otras, en las comunicaciones a los Santos de la ley nueva.

Esas profecías son la expresada en el Génesis, 3, 15, sobre la victoria contra la serpiente, las promesas hechas a los patriarcas sobre el nacimiento del Salvador del mundo y sobre las bendiciones que derramará sobre todas las naciones, explicadas por los salmos, por Isaías y otros profetas, por Daniel y por San Juan.

A la luz de aquel gran principio de hermenéutica: "las palabras de los Sagrados libros deben ser entendidas en su sentido obvio y natural, siempre que ese sentido no sea contrario a otra proposición más clara de las mismas Escrituras, a la tradición eclesiástica o al testimonio manifiesto de la razón".

Señales para esperar: profecías de santos, la devoción al Corazón de Jesús y la formulación de la esperanza en la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

a) las profecías de Santa Hildegarda que considera preludio de las bendiciones derivadas de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

b) Los tiempos actuales, desde el siglo XVIII en adelante, se caracterizan por la llamada del Espíritu Santo a la vida interior sobrenatural de incorporación a Jesucristo; y es precisamente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús el medio providencial sugerido por Él mismo y tan recomendado por la Santa Iglesia, para progresar en ese conocimiento de lo más íntimo y bello de Jesucristo y en el consiguiente amor.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, bien entendida, no es una práctica particular de devoción. Es la religión entera.

Las seguridades de redención que esta preciosa devoción nos ofrece, son un especial argumento en favor de las esperanzas de la Iglesia.

c) La definición del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María es para el Padre Ramière un decisivo argumento en favor de sus esperanzas. Lo es, en primer lugar, porque así lo proclama el Papa en la bula "Inneffabilis Deus".

Después, porque cree natural que la maternidad de María respecto del cuerpo místico de Jesucristo ha de traducirse en una especial eficacia santificadora de todos sus miembros.

Y finalmente porque estima que el dogma de la Inmaculada Concepción de María armoniza en el hombre moderno su aspiración a lo perfecto con la conciencia de su real miseria.

Pío IX "Nos esforzamos con certísima esperanza y firme confianza en creer que la beatísima Virgen... querrá lograr con su patrocinio que la Santa Madre Iglesia Católica, superadas todas las dificultades y disipados todos los errores, en todas partes y entre todas las gentes, de día en día más se robustezca, florezca y reine "de mar a mar, y desde el río hasta los confines del orbe", disfrute de plena paz, tranquilidad y libertad, a fin de que los reos obtengan perdón, los enfermos salud, los débiles fortaleza, los afligidos consolación, los necesitados auxilio, y todos los equivocados, desvanecidas las tinieblas de su mente, vuelvan al camino de la verdad y de la justicia, y se forme un solo redil bajo el único Pastor".

El Padre Ramière espera que pronto llegará la hora de esa divinización del mundo, hecha visible en el reinado social de Jesucristo..

sábado, 18 de octubre de 2014

ESPERANZAS DE LA IGLESIA PLAN DE LA OBRA

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miércoles, 2 de julio de 2014

EL CORAZÓN DE JESÚS, LA JUSTIFICACIÓN, EL MÉRITO Y LA GRACIA ACTUAL

EL CORAZÓN DE JESÚS, LA JUSTIFICACIÓN, EL MÉRITO Y LA GRACIA ACTUAL

I.- EL CORAZÓN DE JESÚS Y LA JUSTIFICACIÓN

1. MEDIOS POR LOS CUALES COMUNICA EL CORAZÓN DE JESÚS LA VIDA DIVINA. LA JUSTIFICACIÓN

El Corazón de Jesús es la vida de nuestras almas no sólo por los sacramentos, sino también, y de una manera más inmediata, por la justificación, por el mérito y por la gracia actual.

2. MEDIOS DE JUSTIFICACIÓN: SACRAMENTO UNIVERSAL.

Será una especie de sacramento universal, de una eficacia más infalible aún que la de los otros sacramentos y cuyo ministro será el Corazón de Jesús. Nos referimos a la gracia de la caridad.

Desde el momento que un pecador, sea católico, hereje o infiel, hace un acto de verdadera caridad, todos los pecados le son perdonados, es justificado y regenerado, es hecho hijo de Dios y heredero del cielo.

3. CONDICIONES PABA QUE LA CARIDAD OBRE TALES MARAVILLAS.

a.- Lo que se exige y basta para la contricción perfecta es: que el arrepentimiento nazca de la verdadera caridad, que se deteste el pecado no tan sólo por ser mancha del alma, privación de gloriosas prerrogativas y merecedor del infierno, sino principalmente porque ultraja la bondad de Dios, hiere al Corazón de Jesús y corresponde a sus beneficios con la más negra de las traiciones.

b.- Exige que el pecador estar seriamente resuelto a recibir el Bautismo, si fuera pagano, o a confesarse, si ya estuviera bautizado; pues la gracia interior no podría dispensarse de los ritos exteriores.

II.- EL CORAZÓN DE JESÚS Y EL MÉRITO

1. LA JUSTIFICACIÓN Y EL MÉRITO

El Divino Corazón quiere que se centuplique en el pecador el tesoro de la gracia que le convierte a su Dios; quiere santificarle, una vez le ha justificado.

2. ¿QUÉ ES EL MÉRITO?

Es el capital del cristiano y, por ende, el fruto del trabajo pasado, la garantía y medida de su felicidad futura y su verdadera fortuna presente.

3. EL AUMENTO DEL MÉRITO.

El alma enriquecida con mayores méritos gana más, haciendo los mismos actos, que la que tenga menos gracia santificante.

Todo aumento de mérito lleva consigo necesariamente un aumento proporcional de caridad.

4. ¿DÓNDE CONSERVA EL CRISTIANO SU MÉRITO? - EN EL CORAZÓN DE JESÚS.

Los actos humanos meritorios no son puramente humanos, también son actos de Jesucristo, ya que el corazón del cristiano fue el principio segundo e inmediato, y el Corazón de Jesús la causa primera y principal.

En ese Divino Corazón, pues, como en un tesoro inaccesible a los ladrones y a la herrumbre, están reunidos y conservados todos los actos hechos bajo su influjo, todos los méritos adquiridos con su gracia.

III.- EL CORAZÓN DE JESÚS Y LA GRACIA ACTUAL

1. RELACIÓN ENTRE LA JUSTIFICACIÓN, EL MÉRITO Y LA GRACIA ACTUAL.

La justificación y el mérito son los dos presentes más estimables de la divina bondad, los dos procedimientos de divinización, por medio de los cuales comunica el Corazón de Jesús a las almas. Por la justificación nos hacemos hijos de Dios.

2. DIFERENCIA ENTRE LA GRACIA HABITUAL Y LA ACTUAL.

La gracia habitual es la vida divina de esa alma, en la cual permanece mientras el pecado no la destruya; no es una operación sino un estado, de tal manera que, aunque el justo se de a la ociosidad, se entregue al sueño, pierda la cabeza por efecto de la locura o de la vejez, no queda privado de la vida divina.

3. EL CRISTIANO HA DE ACRECENTAR SU VIDA DIVINA POR MEDIO DE LA GRACIA ACTUAL.

La gracia actual continúa obrando en el alma aun después que ésta ha correspondido a sus primeros impulsos. Antes era preveniente, ahora concomitante; y la misma será también cuando, después de haber iniciado y mantenido el acto de la voluntad, coopere con ella en la producción de obras exteriores y se convierta en gracia subsecuente.

4. EL CORAZÓN DE JESÚS Y LA TRIPLE ACCIÓN DE LA GRACIA ACTUAL.

Es dogma de fe que Jesucristo, en cuanto Cabe¬za nuestra y por ende en cuanto hombre, es la fuente de todos los dones sobrenaturales.

5. LOS JUSTOS Y PECADORES Y LA GRACIA ACTUAL.

La gracia actual tanto se da a los pecadores como a los justos; más aún, con frecuencia no es menos eficaz en los primeros que en los segundos.

Jesucristo se ha comprometido a no rehusar a nadie la gracia actual.

Conclusiones prácticas

I.- LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS FORMA PRACTICA DE NUESTRA DIVINIZACIÓN

1. EL CORAZÓN DE JESÚS ES EL PRINCIPAL INSTRUMENTO DE NUESTRA DIVINIZACIÓN.

Es obra de la Trinidad toda entera; pues Dios Padre nos adopta como hijos, y se une a nuestras almas el Espíritu Santo, elementos esenciales de nuestra divinización. Es de advertir no obstante, que el Divino Espíritu se nos comunica por medio de Jesucristo, y, únicamente por estar incorpora¬dos en Él, Dios Padre nos reconoce y ama como a hijos suyos.

Jesucristo nos da su Espíritu por un acto entera¬mente libre y constantemente renovado de su amor. A su Corazón, pues, órgano de su amor, somos deudores de nuestra vida divina y de todas nuestras riquezas sobrenaturales.

2. EL CORAZÓN DE JESÚS ES LA CAUSA DETERMINANTE DE NUESTRA DIVINIZACIÓN

Cristo es el mediador universal, el mediador supremo, el mediador único: mediador universal, porque por Él se reparten los dones de Dios a sus criaturas; media¬dor único, porque ninguna criatura puede ir a Dios sino por Él; mediador supremo.

3. EL CORAZÓN DE JESÚS ES, ADEMÁS DE NUESTRO MEDIADOR, NUESTRO SUMO SACERDOTE.

Jesucristo es nuestro soberano sacerdote, y ejer¬ce su sacerdocio por medio de su Corazón. El sacer¬dote es el mediador del orden sobrenatural. Todo, pues, lo que se hace en la Iglesia para la san¬tificación de las almas se hace por la virtud del Corazón de Cristo.

4. EL CORAZÓN DE JESÚS SIMPLIFICA Y FACILITA LA OBRA DE NUESTRA SANTIFICACIÓN Y LA HACE MÁS AMABLE Y ATRACTIVA.

La perfección no se nos ha mostrado en tablas de piedra; la ley de la santidad ha sido escrita para nosotros en las tablas vivas de un corazón de carne: en el Corazón de Jesús, ley viva de nuestra santificación.

II.- EL CORAZÓN DE JESÚS ES EL CORAZÓN DIVINO DE CADA CRISTIANO

1. ¿QUÉ ES UN CRISTIANO?

El cristiano ha nacido dos veces, y tiene dos existencias y dos naturalezas.

Jesús, Hijo único de Dios y Esposo de la Iglesia, inspiró a su queridísima Esposa el deseo de afiliar a ese niño, hijo de los hombres, a la familia de los hijos de Dios. Tomóle, pues, la Iglesia, y por el Bautismo, metióle en su propio seno y le unió por consiguiente a Jesucristo; desde entonces el niño comenzó a ser animado del Espíritu de Jesucristo y a vivir de su vida. No dejó de ser hom¬bre, pero vino a ser algo más que hombre.

2. EL CRISTIANO TIENE DOS CORAZONES.

Si es verdad que hemos nacido dos veces y que tenemos dos vidas, es igualmente verdadero que tenemos dos corazones: el uno de carne, recibido de nuestros padres según la carne, terreno por su origen y también por sus tendencias.

El Corazón Divino es real y verdaderamente nuestro; tan realmente, como que somos miembros del Divino Salvador.

Podemos, pues, decir con toda verdad que tenemos dos corazones.

3. DOS CONCLU¬SIONES PRÁCTICAS DE GRANDÍSIMA UTILIDAD.

a.- Dios no tiene otro ideal ni deseo que darse enteramente a nosotros en Jesucristo: primera-ley, que debe ser para nos¬otros fuente de inquebrantable confianza.

b.- Mas, no quiere dársenos en Jesucristo, sino en el grado en que nos entreguemos enteramente a Él por Jesucristo: segunda ley, que debe aguijonear sin tregua nuestra actividad.

4. FUNCIONES DEL CORAZÓN DIVINO EN EL CUERPO MÍSTICO DEL SALVADOR.

El Corazón de Jesús quiere, pues, trabajar en nosotros, pero con nosotros, para producir fruto. El Corazón de Jesús hace en el cuerpo místico del Salvador lo que el corazón de cada hombre hace en el organismo físico.

5. ¿COMO NOS HACE NACER A LA VIDA DE DIOS EL CORAZÓN DE JESÚS? MODO DE CONOCER NUESTRA NUEVA EXISTENCIA DIVINA.

El Corazón de Jesús nos amó, y amándonos, nos envió el Di¬vino Espíritu, que es su vida y que debe también ser la nuestra. El agua del Bautismo y la palabra de la Iglesia sirvieron de vehículo al Divino Espíritu; pero el amor de Jesús fue el que dio al agua y a la palabra su divina eficacia; mientras el sacerdote derramaba el agua sobre nuestra cabeza y nos bautizaba, el Corazón de Jesús, con una de sus palpitaciones divinas, enviaba a nuestro corazón el Espíritu que le anima; y desde entonces nos¬otros, que poco antes estábamos muertos, quedamos transformados y vivos.

6. ¿QUÉ DEBEMOS HACER NOSOTROS PARA QUE EL CORAZÓN DE JESÚS REALICE SU OBRA?

Ante todo, conformar nuestros pensamientos con los de Dios y adaptarnos al plan de su providencia, concentrando, como Él lo ha hecho, en el Co¬razón de Jesús, toda la obra de nuestra santificación: persuadirnos bien, lo cual es absolutamente cierto, que el Divino Corazón, preocupado sin cesar por nuestros intereses, tiene un plan cuyo cumplimiento es la condición de nuestra felicidad temporal y eterna.

Cuantas son las almas, tantas son las vocaciones; si todos, los santos deben parecerse al divino modelo, ninguna de esas copias vivas se ha de ase¬mejar enteramente a la otra; de la armonía entre esta diversidad infinita de imágenes y la xmidad del divino modelo, resulta la incomparable belleza del cuerpo místico, cuya cabeza es Jesucristo y cuyos miembros somos nosotros.

Cuando tengamos el conocimiento general de los planes del Corazón de Jesús, habrá que atender a la aplicación práctica en todos los casos particulares de la vida. Y por eso nos es indispensable la continua asistencia del Divino Corazón,-la cual no nos faltará jamás.

Hemos, pues, de tener siempre los ojos dirigidos a Él y decirle con San Pablo: Señor, ¿qué queréis que haga?

¡Oh! Sí, que nuestro gran trabajo, que nuestra sola preocupación sea llegar aquí en la tierra al estado dichoso en que podamos repetir sincera¬mente con el Apóstol: Vivo ego, iam non ego, vivit vero in me Christus. «Vivo yo, mas no yo, Jesucristo es el que vive en mí».

A. M. D. G

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martes, 27 de mayo de 2014

EL CORAZÓN DE JESÚS, LA JUSTIFICACIÓN, EL MÉRITO Y LA GRACIA ACTUAL

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El Corazón de Jesús y los sacramentos: Penitencia; Unción; Orden; y Matrimonio”

EL CORAZÓN DE JESÚS Y LA PENITENCIA

 1.- LA EUCARISTÍA Y PENITENCIA LOS SACRAMENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS. La Penitencia, como la Eucaristía, merece ser llamada el misterio del amor, el sacramento del Corazón de Jesús. La Eucaristía es el misterio del amor hasta el don entero de sí mismo; la Penitencia es el miste¬rio del amor indulgente hasta el entero olvido de sí mismo. La lucha del hombre contra el pecado durará toda su vida terrena.

 2.- LA PENITENCIA, CONCILIACIÓN DE DOS INTERESES AL PARECER ENCONTRADOS La primera maravilla obrada por el Corazón de Jesús en el sacramento de la Penitencia es la perfecta conciliación de los dos intereses de los hom¬bres: el de la gloria de Dios y el del hombre pecador; la conservación de la ley y la salvación del violador de la ley; la reparación del crimen y la conserva¬ción del criminal. Sólo Jesucristo, el Santo de los Santos, dio con el equilibrio y estableciólo por un sacramento que, a primera vista, parecía tender a la destrucción de toda santidad y justicia.

 3.- EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA DESTRUYE EL PECADO. El poder del Corazón de Jesús ha hecho este mi¬lagro de destruir el pecado, aunque no único. Sacrificando en apa¬riencia todos sus derechos por la salvación del pe¬cador; la misericordiosa justicia de Dios ha mirado, más eficazmente de lo que la justicia de los hom¬bres ha podido hacerlo, por la destrucción del pe¬cado. Lejos de multiplicar los crímenes ha destruido las raíces más profundas de ellos; pues, por dondequiera que haya estado en vigor, ha hecho inútiles no sólo los cadalsos sino también los presidios.

 4.- LA PENITENCIA CAMBIA LAS MALDADES EN MATERIA DE MÉRITO. El sacramento de la Penitencia no sola¬mente destruye todas las iniquidades y sana todas las enfermedades y muertes del alma, sino que cambia las maldades en materia de mérito y nos hace encontrar, hasta en la muerte, un medio de vida. El pecador se encuentra, pues, al levantarse, tan rico como era antes de caer.

 5. CON RAZÓN SE ATRIBUTEN AL CORAZÓN DE JESÚS ESTOS MILAGROS DE SJISERICORDIA .CONCLUSIÓN.

Atribuímos al Corazón de Jesús estos milagros de misericordia; pues Él y sólo Él es juntamente el principio inme¬diato y la causa remota de los buenos efectos pro¬ducidos por el sacramento de la Penitencia. No nos acerquemos nunca a ese tribunal de miseri¬cordia sin recordar aquella noche afrentosa de Getsemaní, en la cual el Corazón de Jesús sintióse aplastado de tal manera por su enorme peso que un sudor de sangre manó por todo el cuerpo, empapó sus vestidos e inundó el suelo. Esta misma sangre se derrama hoy sobre nosotros.

 CATECISMO IGLESIA CATÓLICA RESUMEN
 1486 El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación.
1487 Quien peca lesiona el honor de Dios y su amor, su propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de la Iglesia, de la que cada cristiano debe ser una piedra viva.
1488 A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero.
1489 Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás. 1490 El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina. 1491 El sacramento de la Penitencia está constituido por el conjunto de tres actos realizados por el penitente, y por la absolución del sacerdote. Los actos del penitente son: el arrepentimiento, la confesión o manifestación de los pecados al sacerdote y el propósito de realizar la reparación y las obras de penitencia. 1496 Los efectos espirituales del sacramento de la Penitencia son: — la reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia; — la reconciliación con la Iglesia; — la remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales; — la remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado; — la paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual; — el acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.

 EL CORAZÓN DE JESÚS Y LA ¬UNCIÓN

1.- LA UNCIÓN COMPARADA CON LOS SACRAMENTOS QUE PRECEDEN. La Penitencia es un segundo Bautismo; la Unción puede considerarse como una segunda Confirmación. La unción del santo crisma en la Confir¬mación prepara a los cristianos para los combates de la vida; la del santo óleo en la Extremaunción los prepara para las luchas de la muerte. Y así como la plenitud de la vida cristiana con¬ferida por la Confirmación es una emanación del Corazón de Jesús; de la misma manera, la gracia de una muerte cristiana, dada en la Extremaunción, fluye únicamente de la caridad del mismo Divino Corazón. 

2.- SENTIDO Y FIN DE LA MUERTE. La muerte no es otra cosa que la re¬paración temporal del pecado, así como el infierno es su expiación eterna.

3.- LA MUERTE ES CONVERTIDA POR EL DIVINO CORAZÓN EN SACRIFICIO DE GRACIA Y CONSUELO. Este sacrificio de justicia conviértelo el Divino Corazón en sacrificio de gracia y consuelo para los cristianos: así como divinizó nuestra vida, diviniza nuestra muerte y dale el poder de divinizarnos.

 4.- EFECTOS DE LA UNCIÓN. El aceite es una substancia que ilumina, fortifica, suaviza y sirve para toda clase de consagraciones. Produce en el alma del cristiano todos esos efectos:  Ilumí¬nale espiritualmente haciendo ver la verdad de las cosas.  Es principio de fuerza;  Sirve para suavizar. Efecto parecido produce el óleo santo en el alma del cristiano moribundo.  El óleo es el medio universal de consa¬gración. Hácese uso de él para ungir los sacerdotes y los reyes; y por eso precisamente se emplea para ungir al cristiano en el momento en que va a ofre¬cer su último sacrificio y conquistar definitiva¬mente su eterna realeza. 

5.- EL CRISTIANO ES, EN SU LECHO DE MUERTE, SACERDOTE Y VÍCTIMA, Como Jesús en la cruz, el cristiano en su le¬cho de muerte es sacerdote y víctima a la vez. Al re¬cibir la última unción prepárase, como miembro de la raza escogida, de la nación santa, de la tribu real y sacerdotal, a ejecutar el último y más me¬ritorio acto de sus funciones sacerdotales.

 RESUMEN
1527 El sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad grave o de vejez.
1528 El tiempo oportuno para recibir la Santa Unción llega ciertamente cuando el fiel comienza a encontrarse en peligro de muerte por causa de enfermedad o de vejez.
1529 Cada vez que un cristiano cae gravemente enfermo puede recibir la Santa Unción, y también cuando, después de haberla recibido, la enfermedad se agrava.
1530 Sólo los sacerdotes (presbíteros y obispos) pueden administrar el sacramento de la Unción de los enfermos; para conferirlo emplean óleo bendecido por el obispo, o, en caso necesario, por el mismo presbítero que celebra.
1531 Lo esencial de la celebración de este sacramento consiste en la unción en la frente y las manos del enfermo (en el rito romano) o en otras partes del cuerpo (en Oriente), unción acompañada de la oración litúrgica del sacerdote celebrante que pide la gracia especial de este sacramento.
1532 La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos: — la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia; — el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad o de la vejez; — el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la penitencia; — el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; — la preparación para el paso a la vida eterna

 EL CORAZÓN DE JESÚS Y EL ORDEN

1.- EL ORDEN EN EL PLAN DEL CORAZÓN DE JESÚS. Para que los canales de la gracia, los sacramentos, jamás se agotaran y estuvieran hasta el fin de los tiempos a disposición de las almas, el Corazón de Jesús quiso escoger en la tie¬rra auxiliares y cooperadores, que diera a los hijos de los hombres, no solamente el poder de alcan¬zar la filiación divina, sino también de dar hijos a Dios. Esta es la maravilla de las maravillas que Jesús obró en la tierra al instituir el sacramento del Orden.

2.- SUPREMO HONOR CONCEDIDO POR DIOS A TODAS LAS CRIATURAS. A las criaturas de todos los reinos de la creación concede Dios el honor de trabajar con Él. Dios Hijo quiso seguir en la Redención un ca¬mino semejante al de Dios Padre en la creación.

3.- EL SACERDOTE ES «ALTER CHRISTUS», OTRO CRISTO. Un sacer¬dote en la Iglesia cristiana es como el lugarteniente de Jesucristo, como intérprete y ministro suyo, en una palabra, como otro Jesucristo.

4.- EL SACERDOTE TIENE PODER SOBRE JESUCRISTO MISMO. Jesucristo, desde su ascensión, tiene tres vidas: la gloriosa en el cielo, la sacramental en la Euca¬ristía y la mística en las almas. La gloriosa no pue¬de estar sujeta a ningún poder, por estar elevada sobre todo principado y poder. Pero, por lo que a las otras dos vidas, tan reales como la gloriosa, se refiere, está Jesucristo enteramente subordinado al peder de sus sacerdotes.

5.- EL ORDEN ES UN SACRAMENTO EMINENTEMENTE DEL CORAZÓN DE JESÚS. El Orden sea un sacramento emi¬nentemente del Corazón de Jesús. El Divino Corazón es no sólo el prin¬cipio, sino también no hay nadie fuera de Él que pueda dar a los que sienten sus hombros agobiados por tan formidable carga, la fuerza de llevarla sin desfallecer. Todo poder lleva consigo una responsabilidad, cuyo peso está enteramente proporcionado a la extensión y excelencia del mismo.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA 1589 Ante la grandeza de la gracia y del oficio sacerdotales, los santos doctores sintieron la urgente llamada a la conversión con el fin de corresponder mediante toda su vida a aquel de quien el sacramento los constituye ministros. Así, S. Gregorio Nacianceno, siendo joven sacerdote, exclama: «Es preciso comenzar por purificarse antes de purificar a los otros; es preciso ser instruido para poder instruir; es preciso ser luz para iluminar, acercarse a Dios para acercarle a los demás, ser santificado para santificar, conducir de la mano y aconsejar con inteligencia (Oratio 2, 71). Sé de quién somos ministros, donde nos encontramos y adonde nos dirigimos. Conozco la altura de Dios y la flaqueza del hombre, pero también su fuerza (Oratio 2, 74). [Por tanto, ¿quién es el sacerdote? Es] el defensor de la verdad, se sitúa junto a los ángeles, glorifica con los arcángeles, hace subir sobre el altar de lo alto las víctimas de los sacrificios, comparte el sacerdocio de Cristo, restaura la criatura, restablece [en ella] la imagen [de Dios], la recrea para el mundo de lo alto, y, para decir lo más grande que hay en él, es divinizado y diviniza (Oratio2, 73). Y el santo Cura de Ars dice: «El sacerdote continua la obra de redención en la tierra» [...] «Si se comprendiese bien al sacerdote en la tierra se moriría no de pavor sino de amor» [...] «El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús» (B. Nodet, Le Curé d'Ars. Sa pensée-son coeur, p. 98)

EL CORAZÓN DE JESÚS Y EL MATRIMONIO

1.- IDEAS GENERALES DE ESTE SACRAMENTO. ASPECTO EN QUE VAMOS A CONSIDERARLO Si hay en la cristiana sociedad estado alguno que demande un amor puro, sacrificado, dispuesto a los mayores sacrifi¬cios, es el que impone al hombre la paternidad; a la mujer la maternidad, a los esposos un vínculo perpetua¬mente indisoluble, a los padres el deber de educar a los hijos, en una palabra, el Matrimonio. Para procurar a los hombres medio de cumplir las obligaciones de este estado, el Divino Fundador de la Igle¬sia instituyó un sacramento por el cual derrama su caridad en los corazones dis¬puestos a unirse con Él, santifica el amor que ins¬pira la naturaleza y lo reviste de cualidades y fuer¬zas que inútilmente podríamos esperar de ella. Con razón, merece también el Matrimonio ser llamado el sacramento del Corazón de Jesús.

 2.- RELACIONES ENTRE EL CORAZÓN DE JESÚS Y EL MATRIMONIO. A) Intimidad de la unión del Verbo con la naturaleza humana e intimidad de la unión matrimonial. En su epístola a los Efesios (capítulo V) nos hace ver con toda claridad San Pablo cómo la santidad y divina nobleza del Matrimonio y el que sea en el cristiano un gran sacramento, proviene de ser imagen y extensión de la inefa¬ble, indisoluble y fecunda alianza que el Verbo de Dios hizo con la Iglesia en la Encarnación; alianza prefigurada en la unión de Adán y Eva, y cuyo primer fruto y nudo vital, y órgano infinitamente fecundo fue el Corazón de Jesús. B) Fecundidad de la unión del Verbo con la humana naturaleza y de la unión matrimonial. Adán y Eva tan sólo transmitieron a sus des¬cendientes una vida humana, la cual es total¬mente distinta de ella; Muy otra es la fecunda unión del Verbo de Dios con nuestra naturaleza. Dando esta unión al Verbo una vida humana, le dispone para dar a los hombres una vida divina, la cual, derramada en adelante por la inagotable fuente de su Corazón será la comunicación real de su misma vida; los que la reciben serán los hijos de Dios y a la vez sus miembros vivos; cada uno de sus actos y movimientos será el efecto del influjo inmediato del Corazón de Jesús y su vida será tanto más exube¬rante y vigorosa cuanto su unión con el Divino Corazón fuere más íntima. G) La unión del Verbo con la naturaleza humana modelo de la unión de la familia. Nunca se amarán los esposos cristianos como se aman Jesucristo y la Iglesia. Nunca hará un hom¬bre por la compañera de esta vida lo que el Hijo de Dios hizo por la pobre humanidad. Tampoco la esposa más sacrificada hará por su esposo lo que ha he¬cho la Iglesia por Jesucristo Heredera de todas sus riquezas y de todas sus glorías. D) El Divino Espíritu vínculo de los esposos cristianos. Está real y verdaderamente presente en el corazón de los esposos cristianos este Espíritu, que es el vínculo vital de la inefable unión de Je¬sucristo y de la Iglesia, que movió a Jesucristo a inmolarse por la Iglesia y a la Iglesia por Jesucristo, que tanto endulzó al Corazón de Jesús sus más amargos dolores y aligeró a la Iglesia sus más crueles tribulaciones. E) Los padres, según el Corazón de Cristo, comunican a sus hijos la vida divina y viven íntimamente unidos con ellos. Los padres, según el Corazón de Jesús, aprenden de Él a comunicar a sus hijos la vida sobrenatural de la que Él es fuente y de quien los mismos pa¬dres la recibieron tan abundantemente.

 3.- EL CORAZÓN DE JESÚS DEFENSA DE LOS ATAQUES CON¬TRA LA INDISOLUBILIDAD DEL MATRIMONIO. Demostrar que la indisolubilidad del Matrimonio es una institu¬ción necesaria para la conservación de la familia y el verdadero progreso de la sociedad, es fácil; pero esto no prueba que esté en manos del hombre, dejado a sí mismo, hacerlo. ¡Cuántas cosas necesa¬rias no puede el hombre conseguir y conservar con sus propias fuerzas!

 CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA Resumen
1659 San Pablo dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia [...] Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia" (Ef 5,25.32).
1660 La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento (cf. GS 48,1; CIC can. 1055, §1).
1661 El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna (cf. Concilio de Trento: DS 1799).
1662 El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo.
1663 Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida en la Iglesia, la celebración del mismo se hace ordinariamente de modo público, en el marco de una celebración litúrgica, ante el sacerdote (o el testigo cualificado de la Iglesia), los testigos y la asamblea de los fieles.
1664 La unidad, la indisolubilidad, y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio. La poligamia es incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio separa lo que Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad priva la vida conyugal de su "don más excelente", el hijo (GS 50,1).
1665 Contraer un nuevo matrimonio por parte de los divorciados mientras viven sus cónyuges legítimos contradice el plan y la ley de Dios enseñados por Cristo. Los que viven en esta situación no están separados de la Iglesia pero no pueden acceder a la comunión eucarística. Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe. 1666 El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente "Iglesia doméstica", comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana . Escribe el resto de tu post aquí.