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17 - PROFECÍAS MESIANICAS EN LOS SAGRADOS LIBROS
Para empezar se recuerda el Objeto y Fundamento de
las "esperanzas de la Iglesia".
a) El objeto de las esperanzas de la Iglesia es su triunfo en este mundo;
una reconciliación de la sociedad civil
con la Iglesia,
b) El fundamento de esas esperanzas consiste en las leyes de la
providencia divina; en las
tendencias e ideales de los espíritus y de las sociedades como aparecen en
la actividad cultural, social y política de los últimos siglos últimos; y en las promesas explícitas de Dios, en
la revelación pública y en revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia.
Otra cuestión a considerar es que
cómo se trata de interpretaciones de textos de la Sagrada Escritura formulados
en forma de profecías el P. Ramière S.J. expresa cómo deben ser abordados. La primera regla de
toda buena interpretación: no hay que apartarse jamás del sentido obvio de las
palabras, a menos de ser precisados por otros pasajes más claros de la Escritura, por la autoridad de la Iglesia o por el sentido común
Profecías sacadas del Génesis
§ 1. La promesa
realizada a Adán y Eva después del pecado original
El completo triunfo del Salvador y de su Iglesia le parece al P.
Ramière S.J. anunciado en la primera de
las profecías, después del primer pecado. "Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer, dice el Señor a la
serpiente, y entre tu linaje y el suyo; ella
te aplastará la cabeza y tú le morderás el calcañal." (1. Gen 3, 15).
Esta predicción
encierra dos partes: la primera, la lucha entre la serpiente y la mujer,
entre el fruto bendito de ésta y la raza maldita de aquélla; la segunda, el triunfo definitivo de la mujer y de su
descendencia sobre la serpiente y sus satélites.
En relación con la primera parte de la profecía, su cumplimiento es manifiesto y es
difícil ver qué falta para que sea perfecto.
Pero la segunda parte,
el aplastamiento de la cabeza de la
serpiente, No se puede afirmar que se haya realizado, al menos, completamente.
Parece razonable admitir que esa profecía, que comenzó a
realizarse en la Concepción Inmaculada de María, recibirá perfecto cumplimiento, cuando la plena manifestación de
ese glorioso privilegio le permita producir todos sus frutos.
§ 2. — Consoladoras promesas
hechas a los patriarcas
Les promete que hará nacer de su estirpe al Salvador del
mundo,
y les asegura que de ese bendito germen
se derramarán las gracias celestiales sobre todas las generaciones de la
tierra. Véase (Gen 18,
17-18; 22, 18; 24, 4).
¿Cuál es el sentido obvio de las palabras "Todas las naciones serán benditas en el que
nacerá de tu estirpe"? que vendrá tiempo en que el conjunto de las
naciones y de los hombres, sometidos a los hijos de Abraham, gustará bajo su
amable imperio los bienes que ha venido a traer a los hombres.
Profecías sacadas de los Salmos
Todo lo que encierran
se refiere directa o indirectamente a Jesucristo. En los salmos se nos muestra
a Jesucristo consagrado por su Padre
no sólo rey del cielo, sino más especialmente todavía rey de la tierra. Todos los pueblos le son dados en
herencia y todos los confines de la tierra son su posesión. Será no sólo rey de derecho, sino también de hecho; les gobernará
con cetro de hierro y les quebrará como vasos de barro (Ps 2, 6. 8-9). Dominará de un mar a
otro mar, desde el río hasta el extremo del mundo (Ps 71, 8-9). Ante
él se inclinarán sus enemigos, y sus adversarios besarán el polvo. (Ib., 9)
Todas las gentes, que Él creó, irán a postrarse ante Él; (Ps 85, 9) y no unos después de otros solamente, sino todos juntos y al mismo tiempo
los pueblos, y los reyes se reunirán para dar culto al Señor (Ps 101, 23).
A este himno magnífico, inspirado
por el triunfo del Rey Salvador en su Iglesia, convendría juntar los cánticos que tienen por objeto directo
el triunfo de la Iglesia misma; son éstos los que fueron compuestos con ocasión de la construcción
del Tabernáculo, de la dedicación del Templo o de su restauración después de la
cautividad.
La dedicación del Templo después de la cautividad fomenta
esperanzas todavía más vivas. Entonces, se convierte la Sinagoga en la
imagen de la Iglesia de los últimos tiempos, a la cual está confiado el imperio
del mundo. Escuchad al Salmista:
Þ
"Tributad al Señor, razas de los pueblos, tributad al Señor
gloria y honor.
Þ
"Los que estabais excluidos del Templo y de los
sacrificios, traedle dones y entrad en sus atrios, adorad al Señor con
sagrada pompa.
Þ
"Estremézcase en su presencia toda la tierra; anunciad a las
naciones: El Señor es rey.
Þ
"Él da estabilidad al mundo para que no vacile. Él juzga a
los pueblos con equidad.
Þ
"Alégrese el cielo y regocíjese la tierra, agítese el mar y
cuanto en él se contiene; gócense los campos y cuanto existe en ellos.
Þ
"Llénense de júbilo los árboles todos en las selvas, ante la
presencia de Dios, que viene, que viene a gobernar la tierra: gobernará al
mundo con justicia y a los pueblos con fidelidad." (Ps
95).
Estas profecías no pueden referirse a los acontecimientos
con ocasión de los cuales se hicieron. No es
el Tabernáculo construido por Moisés el que hacía resonar en los oídos del
Salmista la voz de Dios que inundaba la tierra con un diluvio de gracias. No invita a todos los pueblos gentiles a ir
a sacrificar víctimas en el Templo edificado por Esdras y Zorobabel. Por
otra parte, esas predicciones no se
refieren a los principios de la Iglesia, pues nos presentan la tierra entera cubierta de un diluvio de gracias divinas,
y a todos los pueblos reunidos en su santuario. El Salmista quiso cantar la gran dedicación que Israel celebrará cuando
la tierra entera no forme más que un gran Templo en el cual la humanidad,
convertida en una sola familia, cante
las alabanzas del verdadero Dios.
Profecías de Isaías explicadas por
San Pablo
§ 1. — Palabras del Profeta
Isaías muestra a Sión apoyando su base sobre todas las
montañas de la tierra, es decir, en lenguaje profético, dominando todas las grandezas y todos los poderes humanos humildemente
sometidos a su autoridad. Presenta a las naciones todas, no en lucha con
ella, ni sometiéndose con repugnancia a su supremacía, sino atraídas a ella por
una pendiente tan suave como la que arrastra los ríos al mar. Entonces, dice,
"correrán a él todas las gentes,
y vendrán muchedumbres de pueblos,
diciendo: Venid, subamos al monte de Yahvé, a la casa del Dios de Jacob, y él nos
enseñará sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas". Entonces, en
efecto, añade el Profeta: "de Sión
ha de salir la ley y de Jerusalén la palabra de Yahvé. Él juzgará a las gentes y dictará sus leyes a numerosos pueblos". (Is 2, 2-4).
Mas ¿cuáles serán los frutos de esa supremacía
de la Iglesia y de esa universal sumisión de los pueblos?: Entonces los
hombres de "sus espadas harán rejas
de arado, y de sus lanzas, hoces. No alzarán la espada gente contra gente, ni se ejercitarán en la guerra. (Is 2, 4). Alegraránse el desierto
y la tierra árida, se regocijará la soledad y florecerá como un narciso.
Florecerá y exultará con júbilo y cantos de triunfo; le será dada la gloria del
Líbano, la hermosura del Carmelo y del Sarón. La tierra seca se convertirá en
estanque, y el suelo árido en fuentes. Lo que fue morada y cubil de chacales,
se cubrirá de cañas y juncos. No habrá
allí leones, ni fiera alguna pondrá
los pies allí. (Is 35, 1-2. 7. 9). Habitará
el lobo con el cordero, y el
leopardo se acostará con el cabrito, y comerán
juntos el becerro y el león, y un
niño pequeño los llevará. No habrá
ya daño ni destrucción en todo mi monte santo, porque estará llena la tierra del conocimiento de Yahvé, como llenan las aguas el mar." (Is 11, 6. 9).
Tales son las promesas hechas a la Iglesia.
§ 2. — Tiempo de su cumplimiento
Isaías dice claramente en qué época deben realizarse
plenamente las magníficas promesas hechas a la nueva Jerusalén. Cuando la antigua Sión, la raza en otro tiempo escogida en Abraham,
y luego reprobada por su obstinación deicida, hubiere reconocido por fin a su Salvador.
"No hay Dios
justo y salvador fuera de mí; volveos a mí y seréis salvos, naciones todas de
la tierra. Porque yo soy Dios; y no hay otro; por mí lo juro, sale la verdad de
mi boca y es irrevocable mi palabra. Doblaráse
ante mí toda rodilla, y por mí
jurará toda lengua." (Is 45, 17-23).
No sólo Isaías ha manifestado la admirable coincidencia entre el cumplimiento perfecto de las
promesas hechas a Abrahán y la total realización de las promesas profetizadas a
la Iglesia.
El teólogo de la Ley
Nueva, San Pablo, apoyando con su
infalible autoridad la interpretación que acabamos de dar a las profecías de
Isaías, descubre, en términos
todavía más precisos, la reconciliación
de la antigua y nueva Sión como la era de la resurrección y de la renovación
del mundo. "No quiero que
ignoréis, hermanos, este misterio
—para que no seáis prudentes a vuestros ojos—, que el endurecimiento ha sobrevenido a una parte de Israel, hasta que la totalidad de las naciones haya
entrado; y así todo Israel será
salvo, según que está escrito: Vendrá
de Sión el Libertador, apartará de
Jacob las impiedades." (Rm 11, 25-26).
"Pues ya, si su caída es riqueza del mundo, y su mengua riqueza de los gentiles, ¿cuánto más lo será su plenitud? Si su
repudio es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un retorno
de muerte a vida?" (Rom 11, 12. 15). Aañade el Apóstol,
"no cabe en Dios arrepentimiento de
sus dones y de su vocación" (Rm 11, 29). "Porque como vosotros (los gentiles) un tiempo fuisteis rebeldes a Dios, mas ahora habéis sido mirados con misericordia con ocasión de la
rebeldía de ellos, así también ellos
(los judíos) ahora fueron rebeldes con
ocasión de la misericordia hecha a vosotros, para que también ellos ahora alcancen misericordia. Porque encerró
Dios a todos igualmente dentro de la rebeldía para usar con todos de
misericordia. ¡Oh profundidad de las riquezas y de la sabiduría y ciencia de
Dios!" (Rm 11, 29-33)
No podemos tener la
menor duda: la época de la resurrección
del mundo entero será la época de la resurrección del pueblo judío.
¿Cuándo sucederá esa doble resurrección? Cuando la muerte hubiere acabado su obra; cuando la incredulidad del mundo como la de Israel hubiere producido
todos sus frutos, cuando la amargura de esos frutos hubiere constreñido al
uno y al otro a recurrir a la misericordia del Salvador.
§ 3. — Confirmación tomada de
otros profetas
Ezequiel. (Ez.
37, 15-24)
" Así dice el
Señor, Yahvé: Mira, yo tomaré a los
hijos de Israel de entre las gentes a que han ido, juntándolos de todas partes, y
los traeré a su tierra. Y haré de
ellos en la tierra, en los montes de Israel, un solo pueblo, y todos tendrán un solo rey; nunca más serán dos naciones, nunca
más estarán divididas en dos reinos. Nunca más se contaminarán con sus
ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeliones; los libraré de todas
las rebeliones con que pecaron, y los purificaré y serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será su rey, y
tendrán todos un solo pastor, y
caminarán por las sendas de mis mandamientos y guardarán mis preceptos,
poniéndolos por obra".
Es preciso admitir que el profeta quiere hablar aquí del
acercamiento entre la Iglesia, que es la
Jerusalén nueva, y la Sinagoga, figurada por la cismática Samaría. A
dicha aproximación, pues, hay que referir las bendiciones que anuncia Ezequiel.
Encontramos una confirmación clarísima de la restauración universal que Isaías
y San Pablo nos han mostrado que debía coincidir con la vuelta de Israel.
Profecías de Daniel y de San Juan
§ 1. — Daniel
Daniel, en dos
visiones, muestra el triunfo de la Iglesia como el fin hacia el que la Divina Providencia dirige la
sucesión de los acontecimientos humanos. Hace ver primeramente, en la estatua colosal que había aparecido en
sueños de Nabucodonosor, la sociedad
de los hijos de los hombres sucesivamente representada por los cuatro grandes
imperios de los babilonios, persas,
griegos y romanos. (Dan 2). En el momento en que el
cuarto imperio estaba en todo su apogeo, he ahí que una piedrecita desgajada de la montaña, sin la intervención de
ningún hombre, va a chocar contra el pie
del coloso, lo tiende por tierra y
hace pedazos todos los elementos que ha recibido de los imperios precedentes.
Es Jesucristo, que, como Dios, ha
salido del seno del Altísimo, y como hombre ha sido engendrado, sin la
intervención de hombre alguno, en el seno de María, la más elevada de todas las
criaturas. Es también la Iglesia,
cuya cabeza es Jesucristo, y que, pequeña
primeramente, pero firme como una piedra, quebranta el imperio de Roma idólatra. Mas pronto ve el profeta que
esa piedra crece, que llega a ser una gran montaña y acaba por llenar toda la
tierra. Volvemos a encontrar aquí las glorias de la montaña santa, de la nueva
Sión, anunciadas por Isaías. Mas ¿cuándo alcanzará todo su desarrollo? ¿cuándo
se cumplirán plenamente esos planes? El profeta nos lo va a decir.
Los cuatro imperios de la sociedad infiel le aparecen de
nuevo en figura de cuatro animales feroces. El
último imperio se subdivide en diez reinos, figurados por los diez cuernos de la cuarta bestia. Y
he ahí que un nuevo cuerno, es
decir, un nuevo reino primeramente
pequeño, se levanta en medio de los
otros diez y desmocha tres de ellos. Este cuerno tiene dos ojos y una lengua que habla insolentemente contra el Altísimo; hace la guerra a los santos y prevalece
contra ellos; se imagina que podrá
cambiar los tiempos y las leyes. Y, en efecto, se le otorga el poder, pero
sólo por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo. Después de esto se le quitará el poder; no sólo será destruido este cuerno, sino también la bestia misma, es decir la sociedad infiel, desaparecerá.
Entonces el Hijo del Hombre recibirá del
Anciano de días el poder, el honor,
y el imperio; entonces todas las cosas que están debajo del cielo
serán sometidas al pueblo de los santos del Altísimo y todos los reyes le
obedecerán, y todas las tribus y
lenguas le servirán. (Dan 7.)
§ 2. — San Juan
San Juan, en su
Apocalipsis, nos vuelve a pintar la misma profecía "Y vi un ángel que descendía del cielo, trayendo la llave del abismo y
una gran cadena en su mano. Y cogió al
dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo, Satanás, y le encadenó por mil años. Y le arrojó
al abismo y cerró, y encima de él puso un sello, para que no extraviase más a
las naciones hasta terminados los mil años, después de los cuales será soltado
por poco tiempo.
"Y vi tronos, y
sentáronse en ellos, y fuéles dado el poder de juzgar, y vi las almas de los que habían sido degollados por el testimonio de
Jesús y por la palabra de Dios, y cuantos
no habían adorado a la bestia, ni a su imagen, y no habían recibido la marca sobre su frente y sobre su mano; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
Los restantes muertos no vivieron hasta terminados los mil años. Esta es la
primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera
resurrección; sobre ellos no tendrá poder la segunda muerte, sino que serán
sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él por mil años." (Apoc 20, 4-6)
§ 3. — Luz que brota de la
comparación de los dos profetas
Hay en esta profecía muchos pormenores que sólo los hechos
podrán hacernos comprender.
¿Cuándo tendrá lugar ese
combate contra el último poder de la infidelidad que debe ser la señal de la
primera resurrección del mundo? ¿Cuál
es el décimo cuerno de la bestia cuya caída traerá consigo las grandes
efusiones de la misericordia divina? Respecto de esto no tenemos más que
conjeturas, fundadas en ciertas probabilidades. El P. Ramière S.J. sigue en
esto a Rohrbacher, en su (Histoire
de l’Èglise, t. IV, p. 533).
Se transcribe aquí sólo como expresión del pensamiento del P. Ramière
S.J. no porque se acepte esta interpretación e incluso cómo se podrá ver
después de leer el texto las previsiones de este autor no se han cumplido al
menos en la forma en que las expresó él en su historia de la iglesia.
"Los caracteres de ese cuerno preponderante
convienen muy bien y se les aplica generalmente también al imperio mahometano
que, al principio del siglo VII, el año 622, en Arabia, en otro tiempo
provincia romana, se levanta, pequeño primero, mas pronto grande y formidable; abate o aun aniquila tres reinos, el de los persas en Asia, el de
los visigodos en España, el de los
griegos en Constantinopla; su jefe Mahoma
fue el vidente, el profeta; habla
con soberbia contra Dios, negando la
divinidad de su Hijo; hace la guerra
a los santos, es decir a los cristianos, y prevalece contra ellos en una parte de la tierra. Imagínase poder cambiar las leyes y los
tiempos o la manera de contarlos; sustituye
la ley de Moisés, y la de Jesucristo
por el Corán. Mantendrá de ese modo el poder un tiempo, dos tiempos y la
mitad de un tiempo, es decir, tres años y medio, o cuarenta y dos meses, o dos
mil sesenta días, número misterioso que hemos visto aparecer más de una vez en
el Apocalipsis.
"Tomando con los
intérpretes un año por un día, la duración del imperio anticristiano sería de
1260 años, como el mahometismo comenzó en 622, terminaría pues en 1882".
El P. Ramière S.J. dice
en su libro que no es más que una conjetura y acertó.
Sobre los
acontecimientos que precederán al triunfo del Mesías profetizado en la
Escritura, el P. Ramière S.J. acepta con Rondet, autor antimilenarista, que la
conversión de los judíos y las bendiciones que a ella han de seguir serán
precedidas de grandes azotes. Entendemos
que se refiere a lo que el Catecismo de la Iglesia Católica afirma en los nº
674 y 675. Por una parte (674) que “la venida del Mesías glorioso, en un
momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al
reconocimiento del Mesías por todo Israel (Rm 11, 26; Mt 23, 39)”. Y en el
(675) que “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una
prueba final que sacudirá la fe numerosos creyentes (cf. Lc 18,8; Mt 24, 12)”.
El P. Ramière S.J.
también comparte con Rondet que hay íntima conexión entre cuatro
acontecimientos: la venida de Elías, la conversión de los judíos, la
persecución del Anticristo y el advenimiento del Salvador que destruirá ese
impío con el soplo de su boca. El Catecismo de la Iglesia Católica en el nº 675
afirma que la persecución... desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma
de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución
aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad”.
Lo que no el P.
Ramière S.J. pone en duda es que el advenimiento del Salvador sea el último
advenimiento en el cual serán juzgados los vivos y los muertos. Lo hace en base
a que San Juan distingue dos triunfos del Hijo de Dios en el Apocalipsis en los
capítulos 19, 11 y 20, 12. No obstante, puede conciliarse si el período de
tiempo “día” que se aplica al juicio final con la segunda venida, sea no 24
horas, sino un período de tiempo no determinado. Esta cuestión y el orden de
los acontecimientos serán objeto de reflexión en otras sesiones.
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