De la
primera parte, elegimos la esperanza
ecuménica en el concilio Vaticano II;
de la segunda parte, la formulación del adveniat regnum tuum; y de la
tercera parte la valoración de
las formulaciones de la esperanza en
algunos documentos de la Iglesia;
para finalizar con las conclusiones
de la obra.
Primera parte: El concilio Vaticano II y la esperanza ecuménica
a)
¿Tiene esperanza el
concilio, con la Iglesia ,
de llegar un día a la unidad cristiana
de los separados, alcanzando así la primera meta del divino plan?
b)
¿Tiene esperanza el
concilio, con la Iglesia ,
de alcanzar la última meta del divino plan antes de la segunda venida de
Cristo, la incoación del reino consumado, la
unidad de todas las naciones, de hecho, en la Iglesia católica?
c)
¿Relaciona el concilio también esa esperanza universal con la profecía de Cristo sobre el único rebaño
y pastor?
La unidad de los cristianos
1.-
La
formulación de la esperanza:
Capítulo I del Decreto sobre ecumenismo: los principios
católicos del ecumenismo
«Puesto
que hoy, en muchas partes de la tierra, por inspiración del Espíritu Santo (afflante
Spiritu Sancti gratia), se hacen muchos esfuerzos de oración, palabra y obra para
llegar a aquella plenitud de la unidad que Jesucristo quiere, este santo
concilio exhortar a todos los fieles católicos a que, reconociendo las
señales de los tiempos, participen con diligencia en la obra ecuménica» (T
692)
2.-
El concilio
proclama su firme esperanza en la
consecución de la misma:
A) La
unidad con las Iglesias orientales separadas
«C.3: De las Iglesias separadas: 1) De las Iglesias orientales. — Y si se promueve esta obra con todo el corazón, el sacrosanto
concilio espera que suceda que, desaparecido por fin el muro divisor de la Iglesia occidental y de la
oriental, se haga por fin una sola mansión (única tándem fiat mansio), afirmada
sobre la piedra angular, Cristo Jesús, que hará una cosa de las dos (qui
Jaciet utraqiie unum)» (T
693).
B) La
unidad con todos los cristianos
«C.3: De las Iglesias separadas:
2) De las Iglesias de Occidente. —
Además (el concilio) se declara también consciente de que este santo
propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la una y única
Iglesia de Cristo excede las fuerzas humanas y sus posibilidades. Por lo cual
pone su esperanza radicalmente (penitus) en la oración de Cristo por su
Iglesia, en el amor que nos tiene el Padre y en la fuerza del Espíritu Santo. Y
la esperanza no confunde porque la caridad de Dios se ha difundido en nuestros
corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado (Rom 5,5)» (T 694).
Objeto de la esperanza del concilio es la unidad
de todos los cristianos en una sola y única Iglesia, es decir, en la comunión
con la Sede
romana.
Tal esperanza es total, no es humana, viene de Dios
y del Espíritu, no puede fallar.
La Iglesia católica, reunida en concilio ecuménico,
proclama ante las Iglesias separadas su esperanza de origen divino, que se ha
de cumplir un día, de la unidad de todas las Iglesias separadas con la Iglesia romana.
C) La unidad universal proclamada por el Concilio Vaticano II
Sobrepasando al pueblo judío, en un movimiento como
inspirado, proclama la Iglesia
su universal esperanza:
«La Iglesia, juntamente con los
Profetas y con el mismo Apóstol, aguarda el día, solamente conocido para Dios,
en que todos los pueblos invocarán con una voz común al Señor y le servirán con
un solo hombro (Sof 3,9; cf. Is
66,23; Sal 65,4; Rom 11,11-32)» (T 696)
Se proclama abiertamente una esperanza. El sujeto de
la esperanza es la Iglesia. Y esto lo espera con los Profetas y el
mismo Apóstol (Pablo). Es, pues, una
esperanza que se funda en la revelación divina, en la palabra de Dios en la
Escritura.
«La Iglesia aguarda... el día solamente conocido
para Dios». «E! día en que todos los pueblos invocarán con una voz común
al Señor y le servirán con un solo hombro».
He ahí, claramente propuesto, el día de la unidad
universal en la fe. Se cita Sof. 3,9; Is 66, 23; Sal 65, 4; Rom 11, 11-32.
3.- La profecía del único rebaño y pastor en el Concilio
Primero como unidad de todos los cristianos
En la constitución sobre la Iglesia , al hablar del
Pueblo de Dios en el capítulo 2, el concilio trata en el n.15 de la relación del Pueblo de Dios con los cristianos separados.
«Así el Espíritu despierta en todos los
discípulos de Cristo el deseo y la acción para que todos, del modo
determinado por Cristo (modo a Christo statuto), se unan pacíficamente en un
solo rebaño bajo un solo pastor (T 375).
Segundo
como meta de unidad de todos los hombres
Se halla en el comienzo de la constitución sobre la sagrada liturgia, que fue la primera
proclamación doctrinal y pastoral en el tiempo del concilio, el 5 de diciembre de 1963
«Por lo cual, levantando la liturgia con los que están dentro el templo del
Señor, la habitación de Dios en el Espíritu (Ef 2,21-22) hasta la medida
de la plenitud de la edad de Cristo (Ef 4,13), juntamente comunica energía
a sus fuerzas de modo admirable para predicar a Cristo, y así muestra la Iglesia a los que están
fuera como señal levantada frente a las naciones (Is 11,12), bajo la cual los hijos de Dios dispersos
se congreguen en uno (Jn 11,52), hasta que se haga un solo rebaño y un
solo pastor (Jn 10,16)» (T 373).
Segunda parte: El fundamento neotestamentario de la Esperanza Ecuménica de la Iglesia
Pasajes del Nuevo Testamento: Jn 10,16; Rom 11.25;
Ef 4,13; Jn 17,21 y Mt 6, 10.
Jn 10, 16: "También tengo
otras ovejas que no son de este redil. A ellas también me es necesario traer, y
oirán mi voz. Así habrá un solo rebaño y un solo pastor”.
Rom 11,25. «No quiero que ignoréis, hermanos, este
misterio, no sea que presumáis de sabios:el endurecimiento parcial sobrevino a
Israel hasta que la totalidad de los gentiles haya entrado, y así
todo Israel será salvo como está
escrito».
Ef 4, 13: hasta que hallamos
llegado todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al
estado de hombre perfecto a la madurez de la plenitud de Cristo
Ef 1, 9-0 Ef 1, 9: Dándonos a conocer el
misterio de su voluntad, según el benévolo designio que en él se propuso de
antemano Ef 1,10: para realizarlo en la plenitud de los tiempos: recapitular todas las cosas en Cristo las
que está en el cielo y las que están en la tierra
Jn 17,
2117,20: «No ruego sólo por éstos,
sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí: 17,21: Que todos sean uno, como tú,
Padre, en mí y yo en ti; que ellos sean también uno en nosotros (para) que el
mundo crea que tú me has enviado 17,22: Yo les he dado la gloria que tú me
diste para que sean uno, como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en
mí; 17,23: para que sean consumados
en la unidad; para que el
mundo conozca que tú me has enviado, y que les has amado a ellos como
me has amado a mí».
La oración enseñada por Jesús: Venga el reino tuyo (Mt 6,10)
El P. Igartua S.J.
examina la
petición de la oración del Padrenuestro,
enseñada por Jesús a su Iglesia: Venga el reino tuyo (Mt 6, 10) en textos del Magisterio de la Iglesia.
En tiempo de Pío IX
La
carta de la Sagrada
Congre gación de la Propagación de la Fe , en 1877,
dirigida a las misiones, acerca del valor del Apostolado de la Oración:
«Mientras la impiedad actual, engañando
a los pueblos con la máscara del liberalismo, tiende únicamente a destruir
el reino de Cristo en la tierra, la piadosa alianza del Apostolado de la Oración , reuniendo a los
fieles de todas clases bajo la bandera del Corazón de Jesús, con el fin de
favorecer la causa de la
Iglesia , propone a sus oraciones y esfuerzos
principalmente este objetivo: que el reino de Cristo venga cuanto antes a la tierra
como sucede en el cielo («ut quantocius Christi regnum adveniat sicut in
cáelo et in térra»)» (T 527).
En tiempo de León XIII En la encíclica de su jubileo sacerdotal de 1888, Exeunte iam anno:
«Venga tu reino, entiendan que es
preciso someterse a ti y servirte aun aquellos que buscan con vano trabajo la
verdad y la salud lejos de ti» (T 533).
La encíclica
inaugural del pontificado de San Pío X, la E Supremi Apostolatus Cathedra, de
1903, que en ella desarrolla como tema la
instauración del reino de Cristo en todo, según el lema de omnia instaurare in Christo (Ef 1,10):
«Ya veis, venerables hermanos, qué
empresa se nos pide a Nos y a vosotros igualmente: que traigamos la sociedad de
los hombres, alejada de la sabiduría de Cristo, a la obediencia de la Iglesia , y la Iglesia la someterá a
Cristo, y Cristo a Dios.
»y cuando habremos hecho esto con el
favor de Dios, nos felicitaremos de que la iniquidad ha dejado el paso a
la justicia, y oiremos dichosamente una gran voz del cielo que dice: Ahora
ha venido la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios, y el poder
de su Cristo» (T 557).
En tiempo de Pío XII El texto más importante es la epístola apostólica a los pueblos de Rusia, de 1952.
«Si el Adveniat regnum tuum brotase
como un grito potente del ejército de todos estos corazones sinceros, ¿creéis
vosotros que un grito semejante dejaría insensible al Eterno Padre, el cual no
desea otra cosa que ver a su amado Hijo, enviado por El como redentor a los
hombres, reinar en el mundo para la salvación de los hombres?» (T 617).
Así, en estos varios documentos, hemos
visto una inteligencia muy clara del versículo Mt 6,10 de la segunda petición
de la oración dominical, como una oración de sentido de esperanza ecuménica:
según la mente de los documentos se pide en ella la entrada universal del mundo
en la Iglesia
de Cristo.
Tercera parte: Problemas teológicos acerca de la esperanza ecuménica de la Iglesia
Valoración particular de algunos documentos de la esperanza ecuménica
La
encíclica «Ineffabilis Deus» y la definición del dogma de la
inmaculada (1854)
En esta bula define el Pontífice ex cathedra
el dogma de la concepción sin mancha
de María. Ahora bien, inmediatamente, a continuación de la misma
definición, la bula prosigue con las palabras ya varias veces transcritas y
comentadas:
Nos apoyamos en una esperanza ciertísima y en una confianza absolutamente
total de
que sucederá que la
misma Virgen Inmaculada quiera hacer... que se haga un solo rebaño y un solo pastor
(T 194.510).
El P. Igartua S.J. entiende que goza el Pontífice de asistencia plena y
absolutamente garantizada del Espíritu Santo, con inerrancia consecuente.
La
epístola apostólica «Praeclara», de León XIII (1894)
Si se tiene en cuenta ahora que la epístola va dirigida al mundo entero, incluidas las naciones no cristianas, y que la Encíclica Christi nomen va dirigida a toda la Iglesia católica, se llega a la convicción de que tal esperanza, apoyada en la divina promesa de Jesús, debe formar parte del tesoro eclesial, como doctrina católica contenida en la revelación
La encíclica «E Supremi», de Pío X (1903)
Según la Enciclia E Supremi, de San Pío X, la conversión de la humanidad a Cristo y a su Iglesia, como término de la esperanza, la creemos y esperamos con fe cierta. La esperanza ecuménica resulta así, al parecer, afirmada en su término plenario como de fe de la Iglesia.
La
encíclica «Ubi arcano», de Pío XI (1922)
En
la culminación de la encíclica, el Pontífice
declara que tiene delante de los ojos el mundo entero, ya los no
cristianos, ya los cristianos separados por la doctrina o por la obediencia de
la unidad, y que, frente a todos ellos, repite
con alegría en su memoria aquella profecía del mismo Cristo: Se hará un solo rebaño y un solo pastor;
y se declara unido en la oración con toda la Iglesia, con vosotros (los
obispos) y con vuestros grupos de fíeles respectivos, en oraciones unánimes, pidiendo que veamos cuanto antes
comprobada por el suceso esta suavísima y cierta profecía del divino Corazón
(T 264).
Al parecer del P.
Igartua S.J. tal pasaje confiere a esta esperanza de la Iglesia
un gran valor de doctrina eclesial,
y puede llamarse así doctrina
católica de su esperanza, llevando anejo el valor de la profecía
de Jn 10,16.
La
encíclica «Miserentissimus Redemptor», de Pío XI, y la fiesta de cristo rey
(1928)
«la solemnidad anual, que se celebrará ahora, nos da muy buena esperanza
de que la sociedad humana se apresurará a volver con buenos auspicios al
amantísimo Salvador...» (T 587).
Es, pues, ya
una proclamación también de esperanza del hecho futuro. Pero esto queda mucho más claramente de
manifiesto en la encíclica Miserentissimus Redemptor ,
del propio Pío XI.
«Al instituir la fiesta de Cristo, Rey del universo, no sólo colocamos
a plena luz la soberanía que Cristo tiene sobre todo el universo, sobre
la sociedad tanto civil como doméstica y sobre los individuos, sino que
también cogimos de antemano ya entonces el
gozo de aquel día lleno de presagios, en
el cual día todo el orbe gustosa y
voluntariamente obedecerá al suavísimo dominio de Cristo Rey» (T 598).
La esperanza de este día futuro de
obediencia universal gustosa y voluntaria a Cristo Rey es creencia de la
Iglesia propuesta en la
fiesta. Esto le da valor, si es así, de doctrina católica.
El
«Credo del Pueblo de Dios», de Pablo VI (1968)
En el Credo pronunciado por Pablo VI el 30 de junio de
1968, al clausurar el año de la fe, se
contiene la afirmación católica de la esperanza ecuménica:
«Esperamos que
sucederá que los cristianos que todavía no
gozan de la plena comunión de la única Iglesia se unan por fin en un solo rebaño y un solo pastor».
Es una afirmación católica de esperanza teologal, fundada,
según el mismo texto, en la acción
suscitada por el Espíritu Santo en los cristianos para la unión. El Pontífice
hace este acto de esperanza dentro de una extraordinaria profesión de fe
católica, en la que habla «en nombre
de todos los pastores y de todos los fieles». Es, pues, una esperanza
católica y, desde luego, debe
ser compartida por todos los miembros de la Iglesia, en cuyo nombre
universal se hace.
Conclusiones relativas a la valoración de la esperanza ecuménica
1.
La esperanza
ecuménica existe.
2.
Esta esperanza ecuménica, en sus diversos grados, es de la Iglesia
como tal, y propuesta a sus fieles, por lo cual debe ser compartida
por ellos como esperanza firme y cierta; y deben orar para alcanzarla, como
la Iglesia ora.
3.
Esta esperanza ecuménica de la Iglesia es ciertísima en sí misma, por ser
esperanza teológica y apoyarse solamente en el poder y misericordia
de Dios para esperar.
4.
Esta esperanza ecuménica, en relación a su grado
máximo de unidad de todos los hombres en la Iglesia, es cierta en su
resultado, con certeza de fe divina, por hallarse tal resultado anunciado
en la revelación divina como profecía absoluta del mismo Cristo (Jn 10,16) y de su apóstol Pablo (Rom
11,25) en el Nuevo Testamento. Se pueden fácilmente a esta luz hacer confluir
otros anuncios proféticos del Antiguo Testamento, como coincidentes en esta
revelación.
5.
Esta esperanza
ecuménica, en
relación con todos los hombres, y también en relación con la unidad de todos
los cristianos hoy separados, es propuesta por la misma Iglesia a sus
fieles como cierta en su resultado de manera pública y universal, siendo
por ello en ambos grados (de los que el uno encierra al otro, y en él
también al primero) doctrina católica de la Iglesia.
El
contenido de la esperanza ecuménica debe ser limitado, conforme a la doctrina de la misma Iglesia , dentro
de límites determinados, que hemos propuesto en esta tercera parte. En cuanto al modo de realizarse, pueden
formularse diversas hipótesis, más o menos probables, pero su real y
concreto contenido será mostrado por el cumplimiento final de la profecía
contenida en Rom 11,25, al alcanzarse la conversión de Israel, que
es de fe divina.
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