El 6 de
febrero de 1922 era elegido
Pontífice el Cardenal de Milán, Mons.
Aquiles Ratti, con el nombre pontifical de Pío XI. Fue la voz de la esperanza del Reino de
Cristo en un mundo aún alejado de El.
1.- La paz de
Cristo en el Reino de Cristo
De los dos
lemas se sus predecesores hizo el suyo:
«(…) Y deseamos que Nuestra obra sea tal cual la que realizaron
en favor del orbe católico Nuestros dos próximos Antecesores: de los
cuales uno (Pío X) trabajó por «instaurar
todas las cosas en Cristo», el otro no cesó de persuadir a los hombres «la paz cristiana».
«Los propósitos de ambos en el
Pontificado, queremos Nos de tal manera reducirlos a uno, que sea como Nuestro
lema: la paz de Cristo en el Reino de
Cristo (Pax Christi in Regno Christi)».
En su primera
Encíclica «Ubi arcano» del 23 de diciembre, expone qué es la paz y cómo solamente la paz de Cristo es la paz de
verdadero nombre.
«Sigúese, por tanto, que no puede existir paz verdadera, es
decir, la anhelada paz de Cristo, en ninguna manera, si la doctrina, preceptos, ejemplos de
Cristo no son guardados fielmente por todos en su forma de vida privada y
pública...
«De lo dicho queda claro que no existe paz de Cristo sino en el
Reino de Cristo (…) Nos, buscando juntamente lo que ambos Predecesores
Nuestros se propusieron, trataremos con
el máximo empeño de buscar «la
paz de Cristo en el Reino de Cristo».
En la Encíclica «Quas primas», Pío XI vuelve a recordar su lema:
«Dijimos también que no habría esperanza cierta de paz
permanente entre los hombres mientras
los individuos y las naciones negasen y rehusasen el imperio de nuestro Salvador. Y así como advertimos que se ha de buscar la paz de Cristo en el Reino de Cristo,
así dijimos que lo procuraríamos en cuanto Nos fuese posible».
En la Encíclica «Divini
Redemptoris» (1937) contra el peligro del comunismo ateo:
«(…) «Esperamos,
esperamos, esperamos siempre en la Paz de Cristo en el Reino de Cristo».
2.- La esperanza de la Paz de Cristo: Un solo rebaño y un solo Pastor
a) La
esperanza de un solo rebaño y pastor en toda la tierra
En la conmemoración del centenario de Propaganda Fide:
«Esta
audiencia Nos ha hecho volver a los comienzos en el Cenáculo de nuestra fe. Hemos visto, en una amplia y bellísima
muestra, la verificación de aquel deseo
que Dios mismo inspiraba: Alabe
al Señor toda lengua».
La
Alocución a los Cardenales, en el primer Consistorio, el 11
de diciembre 1922:
«Este
principado de la caridad, del que hablamos, es consecuencia del principado de dignidad y de gobierno; y el mismo
existe en el Pontífice Romano por la
conciencia misma de la paternidad universal, la cual viene de Dios, por quien
existe toda paternidad en el cielo y en la tierra, y ha sido comunicada por
Jesucristo al Pontífice en Pedro con estas palabras: Apacienta mis corderos, apacienta
mis ovejas; palabras que se refieren
a todos, que o ya están en el
rebaño o son destinados a el, hasta que
se haga un solo rebaño y un solo pastor, (donec fiat unum ovile et unus
pastor)».
La
Encíclica Ubi arcano propone el programa y lema de acción de Pío XI, «La Paz de Cristo en el Reino de Cristo».:
«Cuando Nos miramos en derredor,
desde este como observatorio y atalaya de la Sede Apostólica, Venerables
Hermanos, se Nos presentan todavía muchos en número excesivo, los cuales
o ignorando totalmente a Cristo
(los no cristianos: penitus Christum ignorantes) o no conservando su íntegra y pura doctrina (los separados de
Occidente, protestantes: non eius integram germanamque doctrinam retinentes)
o no conservando la unidad prescrita
(los separados de Oriente: praescriptamve unitatem) no son aún de este redil, al cual sin embargo son destinados por Dios».
El texto prosigue, y llega a la mención literal de
la profética afirmación de Jesús:
«Y su Vicario no puede menos de
recibir con plena alegría, repitiéndola en su memoria, aquella profecía del mismo Cristo: Y oirán mi voz, y se hará un
solo rebaño y un solo pastor» (T. 264).
Pero todavía la
afirmación de certeza de la esperanza va a afirmarse más:
«Y hágalo Dios así, que, como lo pedimos con deseos y oraciones unánimes Nos con Vosotros,
Venerables Hermanos, y con vuestros grupos de fieles respectivos, veamos, cuanto antes, comprobada por el anhelado suceso, esta suavísima y cierta profecía del divino
Corazón».
Tal vez no haya ningún otro Pontífice
que lo haya repetido tantas veces. Vamos
a mostrar estos diversos pasajes,
en los cuales se califica a la
afirmación de Jesús expresamente de profecía, fundamento de la esperanza del Pontífice:
a)
Alocución a los Orientales de Roma
(6 diciembre 1923): « (…) que se
realice la unidad del rebaño bajo un solo pastor. Aspiración de su Corazón, y al
mismo tiempo profecía, puesto que en realidad El dijo: fiet, es cosa que
sucederá, habrá un solo rebaño y un solo pastor»
b)
Alocución en Consistorio semipúblico ante el patriarca greco-melquita (21 junio 1928). «Invocando el deseo y profecía juntamente
del Salvador: se hará un solo rebaño y un solo pastor».
c)
Alocución a la asociación de policías de Londres (7 octubre 1927): « (…) auspicio
de aquel día—¡y quiera
Dios que venga pronto!— en el
cual el divino Pastor pueda ver realizada su profecía: Se hará un solo rebaño y un solo pastor».
d)
Alocución al Instituto Pontificio Oriental (25 abril 1929): «El Santo Padre
(…) espera para la realización de aquella divina unidad de las almas en el
único rebaño, que es suspiro y promesa del supremo Pastor divino».
e)
Alocución en la
lectura del Decreto de martirio de los BB. Fisher y Moro (10 febrero de 1935) - « (…) se
realice en la medida más amplia y en el tiempo más breve posible la divina
plegaria, plegaria que es también profecía
(…) que se haga un solo rebaño y un solo
pastor».
b) Pío XI y la esperanza de retorno de los
separados de Oriente
Hay hasta 26 testimonios de Pío XI en relación con el Oriente separado y con la esperanza de su retorno
a la casa del Padre.
Destacan por su importancia las dos Encíclicas Ecclesiam Dei,
sobre San Josafat, de 1923, y «Rerum Orientaliumn, de 1928, sobre los estudios
orientales. El texto más característico pueda ser el 25 de la serie, donde pide
que los pueblos de Oriente
«reconozcan sinceramente el imperio dulce y universal de Cristo». Es también característica la frase del n.°
23: «Las porciones desprendidas de
una roca aurífera son también ellas auríferas».
c) Pío XI y Rusia: los disidentes y los
ateos
En
el interés del Pontífice Romano por los pueblos del Oriente,
los pueblos Eslavos ocupan un lugar
singular.
La
acción de Pío XI en favor del pueblo ruso se abre con un acto de caridad.
La indulgencia concedida a la
jaculatoria «Salvador del mundo,
salva a Rusia».
El
encargo hecho a la Orden Benedictina de crear un monasterio de rito oriental,
va dirigido de modo especial al pensamiento de Rusia disidente:
«¿Qué podríamos desear Nos más vivamente
que ver a todos los cristianos, haciendo cesar su antagonismo hereditario, restablecer entre ellos la perfecta unidad
de la Iglesia católica, para no formar más que un solo rebaño y un solo pastor? Este deseo lo dirigimos con un especial amor al inmenso pueblo de
Rusia».
La
Constitución Apostólica «Quam cúrame del 15 de agosto de 1929 instituye jurídicamente un
Seminario de sacerdotes para Rusia,
cuya primera piedra fue puesta en 1928 en el monte Esquilino, junto a Santa
María la Mayor.
«No
hay ninguna esperanza humana de que las cosas religiosas mejoren en Rusia.
Pero, puesto que Nuestra fe Nos
enseña a creer en la
esperanza contra esperanza (Rom., 4, 18), porque no hay cosa imposible para Dios (Lc.
I, 37),...»; y por esto decide crear el
Seminario de sacerdotes para Rusia, para
cuando llegue «el tiempo de la misericordia».
Este
Seminario Ruso o Russicum es puesto en el mismo documento institucional bajo
la especial protección de Santa Teresa del Niño Jesús,
cuyo nombre llevará.
Por esta misma razón quiso indulgenciar en este mismo año de 1929 una oración a la Santa en
favor del pueblo ruso, donde le pide los bienes espirituales abundantes
para el gran pueblo a fin de que, «vuelto espontáneamente al único redil, que
el Corazón amante de Cristo resucitado confió por entero a San Pedro y a sus
Sucesores, guste por fin la alegría de glorificar en la comunión de la Santa
Iglesia Católica al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo».
El año 1930,
por el Motu Proprio del 6 de abril «Inde ab inito Pontificatu»,
disponía que la Comisión Pontificia
pro Rusia, ya existente, fuese
separada de la Congregación de asuntos Orientales y funcionase
independientemente, por el aumento de preocupaciones creadas por los
asuntos rusos, ya en su nación ya fuera de ella.
El Jubileo del Centenario de la Redención celebrado en 1933,
fue extendido al mundo entero en 1934
por la Constitución Apostólica del 2 de abril «Quod superiore anno».
En ella Pío XI, a
la vista de los enormes crímenes y sacrilegios contra Dios de los ateos militantes, cuyo triste
grito «Sin Dios y contra Dios» es conmemorado, dispone que durante el año jubilar se haga reparación por estos pecados,
para alcanzar misericordia de Dios para Rusia, y establece un acto
en la Basílica Vaticana con dicho fin. Ya
en 1930 había establecido la celebración de una Misa en la Basílica aquel 19 de
marzo para reparar estos mismos
pecados, que comenzaban a entristecer profundamente su alma, con la Carta «Ci conmuovono» del 2 de febrero, además de la
reparación con el fin de «la salvación de tantas almas puestas en
tan duras y difíciles pruebas, el alivio de Nuestro amadísimo pueblo ruso,
y para que individuos y pueblos
eslavos vuelvan cuanto antes al único rebaño del único Salvador y Libertador,
Nuestro Señor Jesucristo».
Llegado a
1937, en el ocaso de su ardiente energía, saca nuevas fuerzas a la vista del inmenso peligro que se cierne sobre el mundo y condena enérgicamente el comunismo ruso con la célebre Encíclica «Divini Redemptoris», del 19 de marzo1937.
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