lunes, 6 de febrero de 2012

LAS LETANÍAS AL CORAZÓN DE JESÚS III – MEDITACIONES JUAN PABLO II

Aula P. Igartua S.J. – Curso: “El Corazón abierto de Jesús” – 28-01-2012


Resumen:

En esta charla se ha continuado con las meditaciones de las letanías del Sagrado Corazón de Jesús, realizadas por el Papa Juan Pablo II.

Se ha tratado sobre las siguientes letanías:

Ø Corazón de Jesús, “Casa de Dios y puerta del cielo”
Ø Corazón de Jesús, “horno ardiente de caridad”
Ø Corazón de Jesús, “santuario de justicia y caridad”
Ø Corazón de Jesús, "lleno de bondad y de amor"
Ø Corazón de Jesús, "abismo de todas las virtudes"
Ø Corazón de Jesús, “dignísimo de toda alabanza"

Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del cielo


Dice Juan Pablo II que en la Santísima Eucaristía descubrimos con el "sentido de la fe" el mismo Corazón. Recuerda que el Santo Papa Pío X deseó ardientemente que todos los cristianos, desde los años de la infancia, se acercasen a la Eucaristía para que se unan a este Corazón, Casa de Dios y Puerta del Cielo.
En la Encíclica Haurietis Aquas el Papa Pío XII recuerda que la Eucaristía y el Sacerdocio son dones del Corazón de Jesús. La Tradición vio que del Corazón Traspasado nació la Iglesia y del mismo fluyen los sacramentos del Bautismo (agua) y de la Eucaristía (sangre).
Corazón de Jesús, “horno ardiente de caridad”

El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor que lo colma. Y éste es el amor al Eterno Padre y el amor a los hombres: a las hijas y los hijos adoptivos. El amor que arde es el Espíritu Santo. El Corazón de Jesús es horno inextinguible.

El P. Igartua S.J. en su obra “El Corazón abierto de Jesús”, hablando de las cuatro insignias con las que el Corazón de Jesús se apareció a Santa Margarita: las llamas, la cruz, la herida y la corona de espinas, dice que nuestro Dios es fuego: Por eso se apareció en forma de fuego el Padre en la zarza ardiente: y después en Pente­costés el Espíritu Santo se apareció en lenguas de fuego, no era de extrañar que el Hijo, se apareciese con fuego en el Corazón.

En las apariciones principales del Corazón de Jesús a Santa Margarita se presenta como llama u horno ardiente de Caridad. En la revelación del 27 de diciembre de 1673 le dice a Santa Margarita: Mi divino Corazón, le dice, está tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad.

En la segunda aparición principal es cuando Santa Margarita dice: «El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más esplendoroso que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas significan­do las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en su parte superior...».

En la tercera aparición principal, nos dice santa Margarita «(…) Jesucristo mi amado Dueño se presentó delante de mí todo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles, y despidiendo de su sagrada Humanidad rayos de luz de todas partes, pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido: y, habién­dose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón, vivo manantial de tales llamas». «Entonces me explicó las inexplicables maravillas de su puro amor, y hasta qué exceso había llegado su amor para con los hombres.

Corazón de Jesús, “santuario de justicia y caridad”

Juan Pablo II dice que la justicia que es de Dios, constituye el fundamento definitivo de nuestra justificación. Esta justicia nos viene a nosotros mediante el amor. Cristo nos ha amado y se ha dado a Sí mismo por nosotros.

¡El Corazón de Jesús palpita con el ritmo de la justicia y del amor según la misma medida divina! Este es precisamente el Corazón del Dios-Hombre. En Él se debe cumplir hasta el final toda justicia de Dios hacia el hombre, y también, en cierto sentido, la justicia del hombre hacia Dios.

Mediante el Corazón de Jesús el amor entra en la historia de la humanidad como Amor subsistente: "porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo.

Corazón de Jesús, "lleno de bondad y de amor"

Juan Pablo II dice que el Corazón vivo del Redentor resucitado y glorificado está "lleno de bondad y de amor": infinita y sobreabundantemente lleno. El rebosar del corazón humano alcanza en Cristo la medida divina. La plenitud del amor se manifiesta a través de la bondad: a través de la bondad irradiaba y se difundía sobre todos, en primer lugar sobre los que sufren y los pobres.

Corazón de Jesús, "abismo de todas las virtudes"

La profundidad de Jesucristo, indicada con la medida de su Corazón, es incomparable. Esta divina humana profundidad del Corazón de Jesús es la profundidad de las virtudes: de todas las virtudes. Como un verdadero hombre Jesús expresa el lenguaje interior de su Corazón mediante las virtudes. Las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y las otras que derivan de ellas.
Esta profundidad y poder de cada una de las virtudes proviene del amor. Cuanto más enraizadas están en el amor todas las virtudes, tanto mayor es su profundidad. Además del amor, también la humildad decide de la profundidad de las virtudes. Jesús dijo: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón".


"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"

Nos encontramos reunidos para venerar ese momento único en la historia del universo en el que Dios-Hijo se hace hombre bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret.
Tributamos a Dios la adoración debida al Corazón de Cristo Jesús, desde el primer momento de su concepción en el seno de la Virgen.Junto con María le tributamos la misma adoración en el momento del nacimiento: cuando vino al mundo en la extrema pobreza de Belén. Le tributamos la misma adoración, junto con María, durante todos los días y los años de su vida oculta en Nazaret, durante todos los días y los años en los que cumple su servicio mesiánico en Israel
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LAS LETANÍAS AL CORAZÓN DE JESÚS III – MEDITACIONES JUAN PABLO II
Aula P. Igartua S.J. – Curso: “El Corazón abierto de Jesús” – 28-01-2012
Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del cielo
¡Cuán profundamente sintió este amor del Corazón de Jesús el Santo Papa Pío X, antes Patriarca de Venecia!;
Cuánto deseó que todos los cristianos, desde los años de la infancia, se acercasen a la Eucaristía, recibiendo la santa comunión: para que se unieran a este Corazón que es, al mismo tiempo, para cada uno de los hombres "Casa de Dios y Puerta del cielo".
"Casa", mediante la comunión eucarística el Corazón de Jesús extiende su morada a cada uno de los corazones humanos.
"Puerta", porque en cada uno de estos corazones humanos Él abre la perspectiva de la eterna unión con la Santísima Trinidad. Domingo 16 de junio de 1985
Hauritis Aquas – Pío XII
20. (…) la divina Eucaristía, como sacramento por el que El se da a los hombres y como sacrificio en el que El mismo continuamente se inmola desde el nacimiento del sol hasta su ocaso (Mal 1,11), y también el Sacerdocio, son clarísimos dones del Sacratísimo Corazón de Jesús.
21. (…) del Corazón traspasado del Redentor nació la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redención; y del mismo fluye abundantemente la gracia de los sacramentos que a los hijos de la Iglesia comunican la vida sobrenatural, como leemos en la sagrada Liturgia.
(…) el Doctor común (Santo Tomás de Aquino) escribe, haciéndose su fiel intérprete: «Del costado de Cristo brotó agua para lavar y sangre para redimir. Por eso la sangre es propia del sacramento de la Eucaristía; el agua, del sacramento del Bautismo, el cual, sin embargo, tiene su fuerza para lavar en virtud de la sangre de Cristo» III, q.66, a.3, ad3. Lo afirmado del costado de Cristo, herido y abierto por el soldado, ha de aplicarse a su Corazón, al cual, sin duda, llegó el golpe de la lanza, asestado precisamente por el soldado para comprobar de manera cierta la muerte de Jesucristo.
Catecismo de la Iglesia Católica
1374 El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, q. 73, a. 3). En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Concilio de Trento: DS 1651). «Esta presencia se denomina "real", no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen "reales", sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente» (MF 5).
Corazón de Jesús - horno ardiente de caridad.
2. "Horno de caridad". El horno arde. Al arder, quema todo lo material, sea leña u otra sustancia fácilmente combustible.
El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor que lo colma. Y éste es el amor al Eterno Padre y el amor a los hombres: a las hijas y los hijos adoptivos.
El horno, quemando, poco a poco se apaga. El Corazón de Jesús, en cambio, es horno inextinguible. En esto se parece a la "zarza ardiente" del libro del Éxodo, en la que Dios se reveló a Moisés. La zarza que ardía con el fuego, pero... no se "consumía" (Ex 3, 2).
Efectivamente, el amor que arde en el Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu Santo, en el que Dios-Hijo se une eternamente al Padre. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Dios-Hombre, está abrazado por la "llama viva", del Amor trinitario, que jamás se extingue.
3. Corazón de Jesús - horno ardiente de caridad. El horno, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los peregrinos ateridos. Domingo 23 de junio de 1985.
EL CORAZÓN ABIERTO DE JESÚS – P. Juan Manuel Igartua S.J.

Las cuatro insignias reales

Éstas son las cuatro insignias del Sagrado Corazón.
Las llamas significan lo ardiente del amor con que Jesús nos ama. Y es que el amor cuando es muy intenso parece fuego. Por eso se dice que es ardiente, abrasado... El Corazón de Jesucristo es un verdadero horno encendido.
En el desierto vio Moisés una zarza que estaba ardiendo y nunca se quema­ba.
«Nuestro Dios es fuego.» Por eso se apareció en forma de fuego el Padre en la zarza ardiente: y después en Pente­costés el Espíritu Santo se apareció en lenguas de fuego; ¿qué cosa más natural que también la segunda persona, que es el Hijo, se apareciese con fuego en el Corazón? Nuestro Dios es fuego quiere decir Nuestro Dios es amor. Y por eso el Corazón de Jesús, que representa el amor, arde: arde la zarza de su corona de espinas, y nunca acaba de quemarse porque Jesús nunca deja de amar.
La cruz significa todos los sufrimien­tos que Jesús ha padecido por nosotros. Sufrimientos de la flagelación, del dolor del alma, de la tristeza... Pero sobre todo aquellas tres horas que estuvo col­gado de una verdadera cruz, con tanta sed, con tantos dolores y angustias.
Las espinas que con un doloroso abrazamiento rodean este Corazón sig­nifican cómo le duelen nuestros peca­dos. Nuestras ingratitudes le punzan, nuestros pecados le desgarran.
La herida significa que su Corazón está abierto para nosotros, y también que los hombres le han herido con su ingratitud. (…)
El último esfuerzo

Dijo Nuestro Señor Jesucristo a San­ta Margarita María que la devoción del Sagrado Corazón era el último esfuerzo que su amor hacía para salvar al mundo de la ruina en que había caído.
Jesucristo murió por los hombres (…). Se quedó en la Eucaris­tía, les enseñó a orar, sudó, trabajó, lloró: todo esto eran esfuerzos para sal­var a los hombres. (…) Después de su resurrección fundó la Iglesia, subió a los cielos, inspiró a los Evangelistas que escribiesen los Evan­gelios: eran nuevos esfuerzos para sal­varlos, para que se aprovechasen de su muerte. Pero nada bastaba. Y entonces hizo el último esfuerzo, les enseñó su mismo Corazón herido

Como una Redención amorosa

Dijo el Señor a Santa Margarita (1647-1690), la Evangelista de su Corazón, que esta de­voción era como una Redención amoro­sa para arruinar el imperio de Satanás sobre el mundo.

(…) Redención no hay más que (…) la que Jesucristo efectuó en la Cruz, borrando nuestros pecados. Pero esa Redención para estar completa necesita ver el fruto logrado en las al­mas de los redimidos

LAS CUATRO PRINCIPALES REVELACIONES (1673-1675) [1]

1. La aurora de la manifestación.—2. Primera revelación.—3. Segunda.— 4. Tercera.—5. Enfermedad y curación milagrosa.—6. La condenan por vi­sionaria.—7. El P. Claudio de La Colombiére.—8. Cuarta y última revela­ción.—9. La primera Fiesta del Amor.

1. La aurora de la manifestación.

Desde los primeros siglos de la Iglesia, (…) floreció (…) la pre­ciosísima devoción; pero No era tan del dominio público como lo es en nuestros días, ni revestía los caracteres tan precisos de amor y reparación. Nuestra Santa fue su verdadera evange­lista porque, aunque no se apoya la Iglesia precisamente en estas revelaciones para instituir este culto, pero sí lo instituyó de hecho con ocasión de las mismas.

La grandiosa manifestación ha empezado a pergeñarse en el alma de la feliz elegida casi desde su entrada en la Visitación (1671); se ha diseñado en los años de su noviciado y primero de su profesión (1672-1673); aparecerá trazada con mano ro­busta en los dos sucesivos (1674-1675); se perfeccionará en los diez siguientes (1675-1685); se propagará dentro y fuera de la Visitación en los tres sucesivos (1686-1689), y al abismarse para siempre la Virgen de Paray en el Sacratísimo Corazón (Octu­bre 1690), se habrá ya manifestado brillantemente a toda la Iglesia.

Mas todavía pasarán largos años hasta que adquiera su máximo esplendor.

A medida que se acerca el feliz momento, favorece Jesús a su sierva con más claras representaciones alegóricas de su amante Corazón; un abismo sin fondo, perforado por la flecha del amor, en el cual debe perderse; un manantial de agua viva; un horno de amor; un «libro de la vida, que contiene la ciencia del amor»; un delicioso verjel.


2. Primera revelación principal. (1673)

(…) 27 Diciembre 1673. Está Margarita en el coro bajo en presencia de su Amor Sacramenta­do. El la hace reposar en su divino pecho, donde le descubre «las maravillas de su amor y los secretos de su Corazón que siempre le había tenido ocultos hasta entonces, cuando se le abrió por primera vez».

Mi divino Corazón, le dice, está tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti, y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo...». Le pide en seguida su corazón y le introduce en el suyo, «en el que me lo hi­zo ver como un átomo que se consumía en aquella ardiente ho­guera»; se convierte, a su contacto, en llama encendida, lo saca y se lo vuelve a colocar en su pecho «como una llama ardiente en forma de corazón». Este fuego le producirá toda su vida un violento dolor de costado, garantía de la verdad de la apari­ción. Durante muchos días queda Margarita como embriagada y toda abrasada de amor.

(…) Todos los pri­meros viernes se le presenta el Sagrado Corazón como un sol brillante, cuyos rayos ardorosos caen a plomo sobre su corazón. Parece que todo su ser va a quedar reducido a ceniza.

3. Segunda revelación principal. (1674)

«El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más esplendoroso que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas significan­do las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en su parte superior...».

(…) Los que honren en público esta santa representación recibirán gracias muy especiales. Margarita deberá llevarla de continuo sobre su cora­zón. Poco a poco se aclararán estas promesas, y los rasgos, to­davía indecisos, de la divina devoción se verán claros y de re­lieve.

4. Tercera revelación principal. (1674)

«Una vez entre otras, escribe la vidente, que se hallaba ex­puesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi amado Dueño se presentó delante de mí todo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles, y despidiendo de su sagrada Humanidad rayos de luz de todas partes, pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido: y, habién­dose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón, vivo manantial de tales llamas».

«Entonces me explicó las inexplicables maravillas de su puro amor, y hasta qué exceso había llegado su amor para con los hombres, de quienes no recibía sino ingratitudes».

(…) Estate atenta a mi voz, continúa Jesús, y le diri­ge varias peticiones:

Primero me recibirás sacramentado tantas veces cuantas la obediencia quiera permitírtelo.

Comulgarás, además, todos los primeros viernes de cada mes.
Todas las noches del jueves al viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto de los Olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de sufrir que la muerte. Para acompañarme en la humil­de oración que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas, te levantaré de once a doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo, el rostro en el suelo, tanto para calmar la cólera divina, pidiendo misericordia para los pecado­res, como para suavizar, en cierto modo, la amargura que sentí al ser abandonado por mis Apóstoles, obligándome a echarles en cara el no haber podido velar una hora conmigo; durante esta hora harás lo que yo te enseñaré...

5. Enfermedad y curación milagrosa.

El divino fuego que la devora la reduce a un estado conti­nuo de fiebre. Margarita se calla hasta que «hecha un esqueleto» tiene que dar cuenta a la Superiora. (…)

La M. de Saumaise quiere abreviar las pruebas. Si son del Señor esas peticiones que me hace, pídale usted la cure en se­guida, y se las concederé. La enferma obedece, y al momento recobra la salud por mediación de su Madre divina. «Animo, querida hija mía, le dice; yo te doy la salud de parte de mi divi­no Hijo; aún te queda un largo y penoso camino que recorrer».

Tan rápida y difícil curación no pudo menos de impresionar vivamente a la Superiora y a toda la Comunidad. (…) Ya estaba todo divinamente preparado para la más esplendorosa de las cuatro Revelaciones principales, para la Gran Revelación. (…)


8. Cuarta y última Revelación principal. "La Gran Revelación". 1675)

Es un día infraoctava del Corpus, probablemente el 16 de Junio de 1675. La Hermana Margarita María está ante S. D. M. expuesta. De la blanca nube de los accidentes Eucarísticos se destaca radiante N. S. Jesucristo, le descubre su divino Corazón y le dice con acento insinuante y amoroso ademán: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y que no recibe en reconocimiento de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frial­dad y desprecio con que me tratan en este Sacramento de amor. Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan. Por eso te pido que se dedique el primer viernes de mes, después de la octava del Santísimo Sacramento, una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día, y reparando su honor con un acto público de desagravio, a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares. Te prometo además que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia las influencias de su divino amor so­bre los que den este honor y los que procuren le sea tributado».

—«¿Cómo puedo cumplir estos encargos?»— «Dirígete a mi siervo (el P. La Colombiére) y dile de mi parte que haga cuanto pueda para establecer esta devoción y complacer así a mi Co­razón divino; que no se desanime a causa de las dificultades que se le presenten, y que no le han de faltar; pero debe saber que es omnipotente aquel que desconfía enteramente de sí mis­mo para confiar únicamente en Mí» ¡Estupenda revelación!

9. La primera Fiesta del amor.

(…) «Es sin contradicción (ha escrito Mons. Bougaud) la más importante de las revelaciones que han ilustrado la Santa Igle­sia, después de las de la Encarnación y de la Sagrada Eucaris­tía. Es la mayor efusión de luz después de Pentecostés».

Pocos días después, el 21 de Junio, fiesta de San Luis Gonzaga, el día mismo pedido por Jesucristo (viernes siguiente a la octava del Corpus) se consagraban fervorosamente al Divino Corazón el Director santo y su santa dirigida. Era la primera. «Fiesta del Amor», la primera fiesta íntima en que se honraba al Sagrado Corazón de Jesús según las enseñanzas de Este a su Santa Evangelista. Sin embargo, durante quince años serán con­trastadas éstas y las otras importantísimas Revelaciones en el Monasterio de Paray-le-Monial, y durante un siglo en la Igle­sia de Dios. Así aparecerá más divino el origen del suavísimo culto del Corazón de Jesucristo.

PENSAMIENTOS Y OCURRENCIAS- ESCRITOS POR EL P. ORLANDIS EN 1934

“Nótese que en la doctrina del P. Ramiére es sustan­cial la relación íntima que descubre entre la devoción al Corazón de Jesús, tesoro y fuente manantial de to­das las gracias y la devoción a la Persona Divina del Espíritu Santo. Gracia increada, como dicen los teólo­gos, Don primordial e infinito de Dios, que recibimos en la justificación y en la santificación. Esta relación que abiertamente hace resaltar el P. Ramiére, la ve­mos ya insinuada en las revelaciones de Paray”.

HAURIETIS AQUAS - PÍO XII - SOBRE EL CULTO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
“2. La caridad divina tiene su primer origen en el Espíritu Santo, que es el Amor personal del Padre y del Hijo, en el seno de la augusta Trinidad. Con toda razón, pues, el Apóstol de las Gentes, como haciéndose eco de las palabras de Jesucristo, atribuye a este Espíritu de Amor la efusión de la caridad en las almas de los creyentes: «La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» [5].
Este tan estrecho vínculo que, según la Sagrada Escritura, existe entre el Espíritu Santo, que es Amor por esencia, y la caridad divina que debe encenderse cada vez más en el alma de los fieles, nos revela a todos en modo admirable, venerables hermanos, la íntima naturaleza del culto que se ha de atribuir al Sacratísimo Corazón de Jesucristo. En efecto; manifiesto es que este culto, si consideramos su naturaleza peculiar, es el acto de religión por excelencia, esto es, una plena y absoluta voluntad de entregarnos y consagrarnos al amor del Divino Redentor, cuya señal y símbolo más viviente es su Corazón traspasado. E igualmente claro es, y en un sentido aún más profundo, que este culto exige ante todo que nuestro amor corresponda al Amor divino. Pues sólo por la caridad se logra que los corazones de los hombres se sometan plena y perfectamente al dominio de Dios, cuando los afectos de nuestro corazón se ajustan a la divina voluntad de tal suerte que se hacen casi una cosa con ella, como está escrito: «Quien al Señor se adhiere, un espíritu es con El» [6].”

Corazón de Jesús, “santuario de justicia y caridad”
3. Corazón de Jesús, santuario de justicia: En Ti el Eterno Padre ha ofrecido a la humanidad la justicia que hay en la Santísima Trinidad, en Dios mismo. La justicia que es de Dios, constituye el fundamento definitivo de nuestra justificación.
Esta justicia nos viene a nosotros mediante el amor. Cristo nos ha amado y se ha dado a Sí mismo por nosotros (cf. Gál 2, 20). ¡Y precisamente con este darse mediante el amor más potente que la muerte, nos ha justificado! "Él fue resucitado para nuestra justificación" (Rom 4, 25). Domingo 30 de junio de 1985
2. Este Corazón es ―como todo corazón humano― un centro, un santuario en el que palpita con un ritmo especial la vida espiritual. Corazón, insustituible resonancia de todo lo que experimenta el espíritu del hombre.
Todo corazón humano está llamado a palpitar con el ritmo de la justicia y del amor. Por esto se mide la verdadera dignidad del hombre.
3. ¡El Corazón de Jesús palpita con el ritmo de la justicia y del amor según la misma medida divina! Este es precisamente el Corazón del Dios-Hombre. En Él se debe cumplir hasta el final toda justicia de Dios hacia el hombre, y también, en cierto sentido, la justicia del hombre hacia Dios. En el corazón humano del Hijo de Dios se ofrece a la humanidad la justicia de Dios mismo.
Redemptor hominis: 9. Dimensión divina del misterio de la Redención “La redención del mundo —ese misterio tremendo del amor, en el que la creación es renovada53— es en su raíz más profunda «la plenitud de la justicia en un Corazón humano: en el Corazón del Hijo Primogénito, para que pueda hacerse justicia de los corazones de muchos hombres, los cuales, precisamente en el Hijo Primogénito, han sido predestinados desde la eternidad a ser hijos de Dios54 y llamados a la gracia, llamados al amor.
Esta justicia es al mismo tiempo el don del Amor.

Mediante el Corazón de Jesús el amor entra en la historia de la humanidad como Amor subsistente: "porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo" (Jn 3, 16).
4. Deseamos mirar con los ojos de la Virgen Inmaculada la luz de aquel admirable misterio: ¡La justicia que se revela como Amor! ¡Amor que llena hasta el borde toda medida de la justicia! ¡Y la sobrepasa! Domingo 14 de julio de 1985

Corazón de Jesús, "lleno de bondad y de amor"
2. El Corazón de Jesús es "horno ardiente de caridad", porque el amor posee algo de la naturaleza del fuego, que arde y quema para iluminar y calentar.
Al mismo tiempo, en el sacrificio del Calvario el corazón del Redentor no fue aniquilado con el fuego del sufrimiento. Aunque humanamente muerto, como constató el centurión romano traspasando con la lanza el costado de Cristo, en la economía divina de la salvación este Corazón quedó vivo, como manifestó la resurrección.
3. Y he aquí que el Corazón vivo del Redentor resucitado y glorificado está "lleno de bondad y de amor": infinita y sobreabundantemente lleno. El rebosar del corazón humano alcanza en Cristo la medida divina.
Así fue este Corazón ya durante los días de la vida terrena. Lo testimonia cuanto está narrado en el Evangelio. La plenitud del amor se manifiesta a través de la bondad: a través de la bondad irradiaba y se difundía sobre todos, en primer lugar sobre los que sufren y los pobres. Sobre todos según sus necesidades y expectativas más verdaderas.
Así es el Corazón humano del Hijo de Dios, incluso después de la experiencia de la cruz y del sacrificio. Mejor dicho, todavía más: rebosante de amor y de bondad. Domingo 21 de julio de 1985
Corazón de Jesús, "abismo de todas las virtudes"
2. El corazón decide la profundidad del hombre. Y, en todo caso, indica la medida de esa profundidad, tanto en la experiencia interior de cada uno de nosotros, como en la comunicación interhumana. La profundidad de Jesucristo, indicada con la medida de su Corazón, es incomparable. Supera la profundidad de cualquier otro hombre, porque no es solamente humana, sino al mismo tiempo divina.
3. Esta divina humana profundidad del Corazón de Jesús es la profundidad de las virtudes: de todas las virtudes. Como un verdadero hombre Jesús expresa el lenguaje interior de su Corazón mediante las virtudes. En efecto, analizando su conducta se pueden descubrir e identificar todas estas virtudes, como históricamente emergen del conocimiento de la moral humana: las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y las otras que derivan de ellas. (Estas virtudes las han poseído en grado elevado los santos y, si bien siempre con la gracia divina, los grandes genios del ethos humano).
4. La invocación de las Letanías habla de forma muy bella de un "abismo" de las virtudes de Jesús. Este abismo, esta profundidad, significa un grado especial de la perfección de cada una de las virtudes y su poder particular. Esta profundidad y poder de cada una de las virtudes proviene del amor. Cuanto más enraizadas están en el amor todas las virtudes, tanto mayor es su profundidad.
Hay que añadir que, además del amor, también la humildad decide de la profundidad de las virtudes. Jesús dijo: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29). Domingo 28 de julio de 1985

"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"

Nos encontramos reunidos para venerar ese momento único en la historia del universo en el que Dios-Hijo se hace hombre bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret.
Es el momento de la Anunciación que refleja la oración del "Angelus Domini";
"Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será... llamado Hijo del Altísimo" (Lc 1, 31-32).
María dice: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).
Y desde aquel momento su Corazón se prepara a acoger al Dios-Hombre: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"!
2. Nos unimos con la Madre de Dios para adorar a este Corazón del Hombre que, mediante el misterio de la unión hipostática (unión de las naturalezas), es al mismo tiempo el Corazón de Dios.
Tributamos a Dios la adoración debida al Corazón de Cristo Jesús, desde el primer momento de su concepción en el seno de la Virgen.
Junto con María le tributamos la misma adoración en el momento del nacimiento: cuando vino al mundo en la extrema pobreza de Belén. Le tributamos la misma adoración, junto con María, durante todos los días y los años de su vida oculta en Nazaret, durante todos los días y los años en los que cumple su servicio mesiánico en Israel.
Y cuando llega el tiempo de la pasión, del despojamiento, de la humillación y del oprobio de la cruz, nos unimos todavía más ardientemente al Corazón de la Madre para gritar: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"!
Sí. ¡Dignísimo de toda alabanza precisamente a causa de este oprobio y humillación! En efecto, entonces el Corazón del Redentor alcanza el culmen del amor de Dios.
¡Y precisamente el Amor es digno de toda alabanza!
Nosotros "no nos gloriaremos a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (cf. Gál 6, 14), escribirá San Pablo, mientras San Juan enseña: "Dios es amor" (1 Jn 4, 8).3. Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. De esta gloria el Padre rodeó en el Espíritu Santo, el Corazón de su Hijo glorificado. Esta gloria anuncia en los siglos la asunción al cielo del Corazón de su Madre. Y todos nosotros nos unimos con Ella para confesar: "Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros". Domingo 4 de agosto de 1985
[1] Vida y obras principales de Santa Margarita Mª de Alacoque cap II. P. José Mª Sáenz de Tejada – Ed. Cor Jesu Madrid 1977

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