Continuación de las Letanías del Corazón de Jesús por Juan Pablo II
Para terminar las meditaciones que hizo Juan Pablo II sobre las letanías del Corazón de Jesús faltaban:
Corazón de Jesús, fuente de toda consolación
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos
El conjunto de las letanías expresan de muchas formas el misterio de la salvación del hombre redimido por el amor misericordioso del Corazón de Jesús. Hay algunas de las invocaciones que expresan el misterio central de la Encarnación del Verbo y su vinculación con el misterio de la Santísima Trinidad , otras van mostrando aspectos del Corazón de Jesús que son modelo y fuerza para todos los cristianos.
Entre estas siete últimas las tres primeras invocaciones muestran que el Corazón de Jesús es consuelo, vida, resurrección, paz y reconciliación nuestras, la cuarta manifiesta que se entregó libremente por la salvación de cada uno de nosotros y como consecuencia de ese sacrificio redentor es salvación, esperanza para los que mueren en Cristo y finalmente delicia de todos los santos que nos lleva a meditar sobre el cielo donde viviremos en unión y amistad perpetua con el Corazón de Jesús, colmados todos los deseos y sin necesidad alguna porque todas nuestras ansias se verán satisfechas y gozaremos de la felicidad perpetua, estable y definitiva.
Corazón de Jesús, fuente de toda consolación
Numerosas páginas del Antiguo Testamento nos muestran a Dios que (…) consuela a su pueblo en la hora de la aflicción. Incluso , comparándose con una madre llena de ternura para sus hijos
Y; en toda la vida de Cristo, la predicación del Reino fue un ministerio de consolación: anuncio de un alegre mensaje a los pobres, proclamación de libertad a los oprimidos, de curación a los enfermos, de gracia y de salvación a todos (cf. Lc 4, 16-21; Is 61, 1-2).
Del Corazón de Cristo
brotó una tranquilizadora bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mt 5, 5),
así como la (…) invitación: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso” (Mt 11, 28).
La consolación que provenía del Corazón de Cristo era participación en el sufrimiento humano, voluntad de mitigar el ansía y aliviar la tristeza
3. El Corazón del Salvador es también, más aún, principalmente “fuente de consuelo”, porque Cristo, juntamente con el Padre, dona el Espíritu Consolador (…): Espíritu de verdad y de paz, de concordia y de suavidad, de alivio y de consuelo:
4. Toda la vida de Cristo fue (…) un continuo ministerio de misericordia y de consolación.
Esta invocación es recuerdo de la fuente de la que, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha recibido consolación y esperanza en la hora de la prueba y de la persecución. 13 de agosto, 1989.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra
1. Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón (…) nos recuerda las palabras dirigidas por Jesús a Marta (…):”Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11, 25).
Jesús es la vida que brota eternamente de la vida divina fuente del Padre:
Jesús es vida en Sí mismo
Jesús es también vida para nosotros. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).
2. Jesús es también la resurrección. Nada es radicalmente opuesto a la santidad de Cristo (…) como el pecado; nada es tan opuesto a Él, fuente de vida como la muerte.
El Corazón de Cristo (…): restituyó la vida física a Lázaro, al hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo. El Corazón de Cristo con la fuerza de su amor misericordioso devolvió la vida espiritual a Zaqueo, a María Magdalena, a la adúltera y a cuantos supieron reconocer su presencia salvadora.
3. Hermanos y hermanas: Nadie como María ha experimentado que el Corazón de Jesús es “vida y resurrección”:
Glorificada en el cielo, la Virgen está, con su Corazón de Madre, al servicio de la redención obrada por Cristo… “Madre de la vida”, está cerca de toda mujer que da a luz un hijo; está a lado de toda fuente bautismal, donde, por el agua y por el Espíritu (cf. Jn 3, 5) nacen los miembros de Cristo; “Salud de los enfermos”, está en donde la vida se consume por el dolor y la enfermedad; “Madre de misericordia”, Ella llama a quien ha caído bajo el peso de la culpa para que vuelva a las fuentes de la vida; “Refugio de los pecadores”, señala, a quienes se había alejado de Él, el camino que conduce a Cristo; “Virgen dolorosa”, junto al Hijo que muere (cf. Jn 19, 25, Ella está en donde la vida se apaga. 27 de agosto, 1989.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra
1. Jesús es nuestra paz. (…) el significado bíblico del término “paz”: indica, en síntesis, la suma de los bienes que Jesús, el Mesías, ha traído a los hombres. (…)
2. Jesús es, al mismo tiempo nuestra reconciliación. En el Corazón de Cristo, lleno de amor hacia el Padre y hacia los hombres, su hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre le cielo y la tierra: “Fuimos reconciliados con Dios – dice el Apóstol – por la muerte de su Hijo” (Rom 5, 10).
En su Corazón encontrará paz y descanso: allí, su duda se transformará en certidumbre; el ansia, en quietud; la tristeza, en gozo; la turbación, en serenidad.
Allí encontrará alivio al dolor, valor para superar el miedo, generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.
3. El Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo. También la Bienaventurada Virgen es para la Iglesia una presencia de paz y de reconciliación: (…) 3 de septiembre, 1989.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores
1. Jesús (…) “fue entregado por nuestros pecados” (Rm 4, 25); pues, aunque Él no había cometido pecado, “Dios le hizo pecado por nosotros” (2 Co 5, 21). Sobre el Corazón de Cristo gravó, enorme, el peso del pecado del mundo.
En Él se cumplió de modo perfecto la figura del “cordero pascual”. Juan Bautista reconoció en Él al verdadero “cordero de Dios” (Jn 1, 29): cordero inocente, que había tomado sobre sí el pecado del mundo para sumergirlo en las aguas saludables del Jordán (cf. Mt 3, 13-16) y paralelos); (…)
Jesús es víctima voluntaria, porque se ofreció libremente a su pasión (…) como víctima de expiación por los pecados de los hombres
2. Jesús es víctima eterna. Resucitó de la muerte y glorificado a la derecha del Padre, Él conserva en su cuerpo inmortal las señales de las llagas, de las manos y de los pies taladrados, del costado traspasado (cf. Jn 20, 27; Lc 24, 39-40) y los presentan al Padre en su incesante plegaria de la intercesión a favor nuestro (cf. Hb 7, 25: Rm 8, 34). 10 de septiembre, 1989.
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan
1. En la Sagrada Escritura aparece (…) la afirmación (…) el Señor es “un Dios que salva” (cf. Ex 15-2; Sal 51, 16; 79, 9; Is 46, 13); y la salvación es un don gratuito de su amor y de su misericordia. El Apóstol Pablo (…) afirma: Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tim 2, 4; cf 4, 10).
2. Jesús es la epifanía del amor salvífico del Padre (cf. Tt 2, 11; 3, 4). (…) en Jesús todo está en función de su misión de Salvador: el nombre que lleva (“Jesús”, significa “Dios salva”), las palabras que pronuncia, las acciones que realiza y los sacramentos que instituye.
En el Corazón de Cristo podemos, por tanto, colocar nuestra esperanza. ¡Refugiémonos, por consiguiente, en el Corazón de Cristo! Él nos ofrece una palabra que no pasa (cf. Mt 24, 25), un amor que no desfallece, una amistad que no se resquebraja, una presencia que no cesa (cf. Mt 28, 20). 17 de septiembre, 1989.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren
1. (…) La muerte forma parte de la condición humana: es el momento terminal de la fase histórica de la vida. En la concepción cristiana, la muerte es un paso: de la luz creada a la luz increada, de la vida temporal a la vida eterna.
2. (…) ¿Qué significa “morir en Cristo”?
ante todo, (…) leer el evento desgarrador y misterioso de la muerte a la luz de las enseñanzas del Hijo de Dios y verlo, por ello, como el momento de la partida hacia la casa del Padre, donde Jesús, pasando también Él a través de la muerte, ha ido a prepararnos un lugar (cf. Jn 14, 2); es decir creer que, a pesar de la destrucción de nuestro cuerpo, la muerte es premisa de vida y fruto abundante (cf. Jn 12, 24).
confiar en Cristo y abandonarse totalmente a Él, (…).
cerrar los ojos a la luz de este mundo en la paz, en la amistad, en la comunión con Jesús, porque nada, “ni la muerte ni la vida… podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rm 8, 38, 39). En aquella hora suprema, el cristiano sabe que, aunque el corazón le reproche algunas culpas, el Corazón de Cristo es más grande que el suyo y puede borrar toda su deuda si él está arrepentido (cf. Jn 3, 20).
También (…), fortificarse para aquel momento decisivo con los “signos santos” del “paso pascual”: el sacramento de la Penitencia, que nos reconcilia con el Padre y con todas las creaturas; el santo Viático, el Pan de vida y medicina de inmortalidad; y la Unción de los enfermos, que da vigor al cuerpo y al espíritu para el combate supremo.
Finalmente, “morir como Cristo”: orando y perdonando; teniendo junto así a la bienaventurada Virgen. Como madre, Ella estuvo junto a la cruz de su Hijo (cf. Jn 19, 25);(…) . 5 de noviembre, 1989.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos
1. De la esperanza al cumplimiento, del deseo a la realización, de la tierra al cielo: este parece ser, amadísimos hermanos y hermanas; el ritmo según el cual suceden las tres últimas invocaciones de las letanías del Sagrado Corazón.
Tras las invocaciones "salvación de los que en ti esperan", y "esperanza de los que en ti mueren", las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de Jesús como "gozo de todos los santos". Es ya visión de paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del cielo; es palabra breve que abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna.
2. La vida del cielo no es más que la fruición perfecta, indefectible e intensa, del amor de Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- y no es más que la revelación total del ser íntimo de Cristo, y la comunicación plena de la vida y del amor que brotan de su Corazón. En el cielo los bienaventurados ven satisfecho todo deseo, cumplida toda profecía, aplacada toda sed de felicidad, y colmada toda aspiración.
3. Por eso el Corazón de Cristo es la fuente de la vida de amor de los santos: en Cristo y por medio de Cristo los bienaventurados del cielo son amados por el Padre, que los une a Sí con el vínculo del Espíritu, divino Amor; en Cristo y por medio de Cristo, ellos aman al Padre y a los hombres, sus hermanos, con el amor del Espíritu.
El Corazón de Cristo es el espacio vital de los bienaventurados: el lugar donde ellos permanecen en el amor (cf. Jn 15, 9), sacando de él gozo perenne y sin límite. La sed infinita de amor, misteriosa sed que Dios ha puesto en el corazón humano, se apaga en el Corazón divino de Cristo.
Allí se manifiesta en plenitud el amor del Redentor hacia los hombres, necesitados de salvación; del Maestro hacia los discípulos, sedientos de verdad: del Amigo que anula las distancias y eleva a los siervos a la condición de amigos, para siempre, en todo. El intenso deseo, que sobre la tierra se manifestaba en la súplica "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20), ahora, en el cielo, se transforma en visión cara a cara, en posesión tranquila, en fusión de vida: de Cristo en los bienaventurados y de los bienaventurados en Cristo. Domingo 12 de noviembre de 1989
NOVENA DE CONFIANZA
¡Oh Jesús! A Tu Corazón confío (…).
Míralo, después haz lo que tu Corazón te diga
Deja obrar a Tu Corazón
¡Oh Jesús mío yo cuento contigo, yo me fío de Ti
yo descanso en Ti, yo estoy seguro de Tí!
Oh Corazón de Amor en Vos pongo mi confianza
Pues todo lo temo de mi fragilidad,
mas todo lo espero de Vuestra Bondad
Sagrado Corazón de Jesús en Vos Confío y creo en Vuestro Amor para conmigo
NOVENA DE CONFIANZA
¡Oh Corazón de Amor, en Ti pongo toda mi confianza, pues todo lo temo de mi fragilidad, mas todo lo espero de tu bondad!
A tu Corazón confío… (expónese la petición). Míralo todo, después haz lo que tu Corazón te diga, deja obrar a tu Corazón. ¡Jesús mío, yo cuento contigo, yo me fío de Ti, yo descanso en Ti, yo estoy seguro en tu Corazón!
NOVENA AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
Recitada diariamente por el San Pío de Pietrelchina
por todos aquellos que le solicitaban sus oraciones.
1.- Oh Jesús mío, habéis dicho: “En verdad os digo, pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá.”
He aquí que llamo busco y pido la gracia de.......................
Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.
2.- Oh Jesús mío, habéis dicho: “En verdad os digo, lo que se pidiese a Mi Padre en Mi Nombre, EL lo dará a vosotros.”
He aquí que en vuestro nombre, le pido al Padre Celestial la gracia de............................
Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.
3.- Oh Jesús mío, habéis dicho: “ En verdad os digo, que el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán jamás.”
He aquí que, animado por Vuestra infalibles palabras, ahora pido la gracia de............
Padre Nuestro, Ave Mará, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.
Oh! Sagrado Corazón de Jesús, solamente una cosa se os ha de ser imposible y eso consiste en no tener compasión de los afligidos. Te piedad de nosotros miserables pecadores y conceded la gracia que os pedimos, mediante el Doloroso e Inmaculado Corazón de María, Vuestra tierna Madre, y nuestra Madre compasiva.
Continuación de las Letanías del Corazón de Jesús por Juan Pablo II
Corazón de Jesús, fuente de toda consolación
1. Dios, Creador del cielo y de la tierra, es también el “Dios de toda consolación” (2 Co 1, 3; cf. Rom 15, 5).
Numerosas páginas del Antiguo Testamento nos muestran a Dios que (…) consuela a su pueblo en la hora de la aflicción.
Para confortar a Jerusalén (…), el Señor envía a sus profetas (…): “Consolad, consolad a mi pueblo…” (Is 40. 1-2) (…) y
dirigiéndose a Israel oprimido por el temor de sus enemigos, declara: “Yo soy tu consolador” (Is 51, 12); e
incluso, comparándose con una madre llena de ternura para sus hijos, (…): “Alegraos, Jerusalén y regocijaos por ella los que la amáis… de modo que os hartéis de sus consuelos… Como a quien su madre le consuela, así yo os consolaré, y por Jerusalén seréis consolados” (Is 66, 10. 11. 13).
2. En Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, (…), el “Dios – que – consuela” se hizo presente entre nosotros. (…) Simeón, (…) tuvo la dicha de acoger entre los brazos al niño Jesús y de ver en Él realizada “la consolación de Israel” (Lc. 2, 25).
Y; en toda la vida de Cristo, la predicación del Reino fue un ministerio de consolación: anuncio de un alegre mensaje a los pobres, proclamación de libertad a los oprimidos, de curación a los enfermos, de gracia y de salvación a todos (cf. Lc 4, 16-21; Is 61, 1-2).
Del Corazón de Cristo
brotó una tranquilizadora bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mt 5, 5),
así como la (…) invitación: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso” (Mt 11, 28).
La consolación que provenía del Corazón de Cristo era participación en el sufrimiento humano, voluntad de mitigar el ansía y aliviar la tristeza .(…) (…) cerca de la puerta de la ciudad de Naím, vio a una viuda(…): “Tuvo compasión de ella” (lc 7, 13), tocó el féretro, ordenó al joven que se levantara y lo restituyó a su madre (cf. Lc 7, 14-15).
3. El Corazón del Salvador es también, más aún, principalmente “fuente de consuelo”, porque Cristo, juntamente con el Padre, dona el Espíritu Consolador (…): Espíritu de verdad y de paz, de concordia y de suavidad, de alivio y de consuelo: Espíritu que brota de la Pascua de Cristo (cf. Jn 19, 28-34) y del evento de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-13).
4. Toda la vida de Cristo fue (…) un continuo ministerio de misericordia y de consolación. La Iglesia, (…) ha expresado esta realidad estupenda con la invocación: “Corazón de Cristo, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros”.
Esta invocación es recuerdo de la fuente de la que, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha recibido consolación y esperanza en la hora de la prueba y de la persecución; es invitación a buscar en el Corazón de Cristo la consolación verdadera, duradera y eficaz, es advertencia para que, (…) nos convirtamos (…) Pidamos a María, Consoladora de los afligidos, que, en los momentos oscuros de tristeza y angustia, nos guíe a Jesús, su Hijo amado, “fuente de todo consuelo”. 13 de agosto, 1989.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra
1. Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón (…) nos recuerda las palabras dirigidas por Jesús a Marta (…):”Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11, 25).
Jesús es la vida que brota eternamente de la vida divina fuente del Padre: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios… En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1, 1.4).
Jesús es vida en Sí mismo: “Como el Padre tiene Vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo” (Jn 5, 26). En el íntimo ser de Cristo, en su Corazón, la vida divina y la vida humana se unen armónicamente, en plena e inseparable unidad.
Pero Jesús es también vida para nosotros. “Dar la vida” es el objetivo de la Misión que Él, Buen Pastor, recibió del Padre: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).
2. Jesús es también la resurrección. Nada es radicalmente opuesto a la santidad de Cristo (…) como el pecado; nada es tan opuesto a Él, fuente de vida como la muerte. Un vínculo misterioso une pecado y muerte (cf. Sb 2, 24; Rm 5, 12; 6, 23; etc): ambas son realidades esencialmente contrarias al proyecto de Dios sobre el hombre, que no fue hecho para la muerte sino para la vida. (…)
el Corazón de Cristo (…):
restituyó la vida física a Lázaro,
al hijo de la viuda de Naín,
a la hija de Jairo,
con la fuerza de su amor misericordioso
devolvió la vida espiritual a Zaqueo,
a María Magdalena,
a la adúltera y
a cuantos supieron reconocer su presencia salvadora.
3. Hermanos y hermanas: Nadie como María ha experimentado que el Corazón de Jesús es “vida y resurrección”:
De Él, vida, María recibió la vida de la gracia original y, en la escucha de su palabra y en la observación atenta de sus gestos salvíficos, pudo custodiarla y nutrirla.
Por Él, resurrección, Ella fue asociada de modo singular a la victoria sobre la muerte: el misterio de su Asunción en cuerpo y alma al cielo es el consolador documento de que la victoria de Cristo, sobre el pecado y sobre la muerte se prolonga en los miembros de su Cuerpo Místico, y, como primero entre todos, en María, “miembro excelentísimo” de la Iglesia (Lumen Gentium, 53).
Glorificada en el cielo, la Virgen está, con su Corazón de Madre, al servicio de la redención obrada por Cristo… “Madre de la vida”, está cerca de toda mujer que da a luz un hijo; está a lado de toda fuente bautismal, donde, por el agua y por el Espíritu (cf. Jn 3, 5) nacen los miembros de Cristo; “Salud de los enfermos”, está en donde la vida se consume por el dolor y la enfermedad; “Madre de misericordia”, Ella llama a quien ha caído bajo el peso de la culpa para que vuelva a las fuentes de la vida; “Refugio de los pecadores”, señala, a quienes se había alejado de Él, el camino que conduce a Cristo; “Virgen dolorosa”, junto al Hijo que muere (cf. Jn 19, 25, Ella está en donde la vida se apaga.
Invoquémosla con al Iglesia: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. 27 de agosto, 1989.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra
1. Jesús es nuestra paz. (…) el significado bíblico del término “paz”: indica, en síntesis, la suma de los bienes que Jesús, el Mesías, ha traído a los hombres. (…)
“Paz cantan los ángeles junto al pesebre del recién nacido “Príncipe de la Paz” (cf. Lc 2, 14; Is 9, 5).
“Paz” es el deseo que brota del Corazón de Cristo, conmovido ante la miseria del hombre enfermo en el cuerpo (cf. Lc 8, 48) o en el espíritu (cf. Lc 7, 50).
“Paz” es el saludo luminoso del Resucitado a sus discípulos (cf. Lc 24, 36; Jn 20, 19, 26), que Él, en el momento de dejar esta tierra, confía a la acción del Espíritu, manantial de “amor, alegría, paz” (Ga 5, 22).
2. Jesús es, al mismo tiempo nuestra reconciliación. Como consecuencia del pecado se produjo una profunda y misteriosa fractura entre Dios, el Creador y el hombre, su creatura. Toda la historia de la salvación no es más que la narración admirable de las intervenciones de Dios en favor del hombre a fin de que éste, en la libertad y en el amor, vuelva a Él; a fin de que a la situación de fractura suceda una situación de reconciliación y de amistad, de comunión y de paz.
En el Corazón de Cristo, lleno de amor hacia el Padre y hacia los hombres, su hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre le cielo y la tierra: “Fuimos reconciliados con Dios – dice el Apóstol – por la muerte de su Hijo” (Rom 5, 10).
Quien quiera hacer la experiencia de la reconciliación y de la paz, debe acoger la invitación del Señor y acudir a Él (cf. Mt 11, 28).
En su Corazón encontrará paz y descanso: allí,
su duda se transformará en certidumbre;
el ansia, en quietud;
la tristeza, en gozo;
la turbación, en serenidad.
Allí encontrará
alivio al dolor,
valor para superar el miedo,
generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.
3. El Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo. También la Bienaventurada Virgen es para la Iglesia una presencia de paz y de reconciliación: (…)
María dio a luz a aquel que es nuestra reconciliación;
Ella estaba al pie de la cruz cuando, en la sangre del Hijo de dios reconcilió “Con Él todas las cosas” (Col 1, 20);
ahora, glorificada el en cielo, tiene (…) “un corazón lleno de misericordia hacia los pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en Ella se refugian e imploran el perdón” de Dios (cf. Misal. Prefacio de Beata María Virgine).
Que María, Reina de la Paz, nos obtenga de Cristo el don mesiánico de la paz y la gracia de la reconciliación, plena y perenne, con Dios y con los hermanos. (…) 3 de septiembre, 1989.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores
1. Jesús (…) “fue entregado por nuestros pecados” (Rm 4, 25); pues, aunque Él no había cometido pecado, “Dios le hizo pecado por nosotros” (2 Co 5, 21). Sobre el Corazón de Cristo gravó, enorme, el peso del pecado del mundo.
En Él se cumplió de modo perfecto la figura del “cordero pascual”, víctima ofrecida por Dios para que en el signo de la sangre fuesen liberados de la muerte los primogénitos de los hebreos (cf. Ex 12, 21-27). (…) Juan Bautista reconoció en Él al verdadero “cordero de Dios” (Jn 1, 29): cordero inocente, que había tomado sobre sí el pecado del mundo para sumergirlo en las aguas saludables del Jordán (cf. Mt 3, 13-16) y paralelos); (…)
Jesús es víctima voluntaria, porque se ofreció libremente a su pasión (…) como víctima de expiación por los pecados de los hombres (cf. Lv 1, 4: Hb 10, 5-10) que consumió en el fuego de su amor.
2. Jesús es víctima eterna. Resucitó de la muerte y glorificado a la derecha del Padre, Él conserva en su cuerpo inmortal las señales de las llagas, de las manos y de los pies taladrados, del costado traspasado (cf. Jn 20, 27; Lc 24, 39-40) y los presentan al Padre en su incesante plegaria de la intercesión a favor nuestro (cf. Hb 7, 25: Rm 8, 34).
Y el prefacio de esa misma solemnidad proclama: Cristo es “el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo, muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida”.
3. (…) “Por los pecados de su pueblo Ella (la Virgen María ) vio a Jesús en los tormentos del duro suplicio” (Secuencia Stabat Mater, estrofa 7). (…)
Confiemos a María nuestra plegaria, mientras decimos a su Hijo Jesús: Corazón de Jesús, víctima de nuestros pecados, acoge nuestra alabanza, la gratitud perenne, el arrepentimiento sincero. Ten piedad de nosotros hoy y siempre. Amén. 10 de septiembre, 1989.
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan
1. En la Sagrada Escritura aparece (…) la afirmación (…) el Señor es “un Dios que salva” (cf. Ex 15-2; Sal 51, 16; 79, 9; Is 46, 13); y la salvación es un don gratuito de su amor y de su misericordia. El Apóstol Pablo (…) afirma: Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tim 2, 4; cf 4, 10).
Esta voluntad salvífica, que se ha manifestado en tantas intervenciones admirables de Dios en al historia, ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret, Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de María, (…)
2. Jesús es la epifanía del amor salvífico del Padre (cf. Tt 2, 11; 3, 4). Cuando Simeón tomó en sus brazos al niño Jesús, exclamó: “Han visto mis ojos tu salvación” (Lc 2, 30).
(…) en Jesús todo está en función de su misión de Salvador:
el nombre que lleva (“Jesús”, significa “Dios salva”),
las palabras que pronuncia,
las acciones que realiza y
los sacramentos que instituye.
Jesús es plenamente consciente de la misión que el Padre le ha confiado: “el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10). De su corazón, es decir, del núcleo más íntimo de su ser, brota ese celo por la salvación del hombre que lo impulsa a subir, como manso cordero, al monte del Calvario, a extender sus brazos en la cruz y a “dar su vida como rescate por muchos” (Mt 10, 45).
En el Corazón de Cristo podemos, por tanto, colocar nuestra esperanza. Ese corazón – dice la invocación – es salvación “para los que esperan en Él”. El Señor mismo (…) hoy nos pide a nosotros que confiemos plenamente en Él: nos lo pide porque nos ama; porque, para nuestra salvación, tiene su Corazón traspasado y sus pies y manos perforados. Quien confía en Cristo y renueva el poder de su amor renueva en sí la experiencia de María Magdalena, como nos lo presenta la liturgia pascual: “Cristo, esperanza mía, ha resucitado” (Domingo de Pascua, Secuencia).
¡Refugiémonos, por consiguiente, en el Corazón de Cristo! Él nos ofrece una palabra que no pasa (cf. Mt 24, 25), un amor que no desfallece, una amistad que no se resquebraja, una presencia que no cesa (cf. Mt 28, 20).
Que la Bienaventurada Virgen , (…) nos enseña a poner en el corazón de su Hijo nuestra total esperanza, con la certeza de que ésta no quedará defraudada. 17 de septiembre, 1989.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. (…) La muerte forma parte de la condición humana:
es el momento terminal de la fase histórica de la vida.
En la concepción cristiana, la muerte es un paso: de la luz creada a la luz increada, de la vida temporal a la vida eterna.
Ahora bien, si el Corazón de Cristo es la fuente de la que el cristiano recibe la luz y alegría para vivir como hijo de Dios, ¿a qué otra fuente se dirigirá para sacar la fuerza necesaria para morir de modo coherente con su fe? Como “vive en Cristo”, así no puede menos de “morir en Cristo”.
La invocación de las letanías recoge la experiencia cristiana ante el acontecimiento de la muerte: El Corazón de Cristo, su amor y misericordia, son esperanza y seguridad para quien muere en Él.
2. (…) ¿Qué significa “morir en Cristo”?
ante todo, (…) leer el evento desgarrador y misterioso de la muerte a la luz de las enseñanzas del Hijo de Dios y verlo, por ello, como el momento de la partida hacia la casa del Padre, donde Jesús, pasando también Él a través de la muerte, ha ido a prepararnos un lugar (cf. Jn 14, 2); es decir creer que, a pesar de la destrucción de nuestro cuerpo, la muerte es premisa de vida y fruto abundante (cf. Jn 12, 24).
confiar en Cristo y abandonarse totalmente a Él, (…).
cerrar los ojos a la luz de este mundo en la paz, en la amistad, en la comunión con Jesús, porque nada, “ni la muerte ni la vida… podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rm 8, 38, 39). En aquella hora suprema, el cristiano sabe que, aunque el corazón le reproche algunas culpas, el Corazón de Cristo es más grande que el suyo y puede borrar toda su deuda si él está arrepentido (cf. Jn 3, 20).
También (…), fortificarse para aquel momento decisivo con los “signos santos” del “paso pascual”: el sacramento de la Penitencia, que nos reconcilia con el Padre y con todas las creaturas; el santo Viático, el Pan de vida y medicina de inmortalidad; y la Unción de los enfermos, que da vigor al cuerpo y al espíritu para el combate supremo.
Finalmente, “morir como Cristo”: orando y perdonando; teniendo junto así a la bienaventurada Virgen. Como madre, Ella estuvo junto a la cruz de su Hijo (cf. Jn 19, 25);(…) .
5 de noviembre, 1989.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos
1. La Iglesia se alegra hoy por la glorificación de dos de sus hijos: Inés de Bohemia y Alberto Chmielowski. Estos dos santos se van a añadir a aquella "muchedumbre inmensa" que la liturgia nos ha invitado a contemplar en la reciente solemnidad de Todos los Santos. Ante un espectáculo tan exaltante sube espontáneamente a los labios la invocación de las letanías: "Corazón de Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros".
De la esperanza al cumplimiento, del deseo a la realización, de la tierra al cielo: este parece ser, amadísimos hermanos y hermanas; el ritmo según el cual suceden las tres últimas invocaciones de las letanías del Sagrado Corazón.
Tras las invocaciones "salvación de los que en ti esperan", y "esperanza de los que en ti mueren",
las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de Jesús como "gozo de todos los santos". Es ya visión de paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del cielo; es palabra breve que abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna.
2. Sobre esta tierra el discípulo de Jesús vive en la espera de alcanzar a su Maestro, en el deseo de contemplar su rostro, en la aspiración ardiente de vivir siempre con él. En el cielo, en cambio, cumplida la espera, el discípulo ya ha entrado en el gozo de su Señor (cf. Mt 25, 21. 23); contempla el rostro de su Maestro, ya no transfigurado durante un solo instante (cf. Mt 17, 2; Mc 9, 2; Lc 9, 28), sino resplandeciente para siempre con el fulgor de la eterna luz (cf. Hb 1, 3); vive con Jesús y de la misma vida de Jesús.
La vida del cielo no es más que la fruición perfecta, indefectible e intensa, del amor de Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- y no es más que la revelación total del ser íntimo de Cristo, y la comunicación plena de la vida y del amor que brotan de su Corazón. En el cielo los bienaventurados ven satisfecho todo deseo, cumplida toda profecía, aplacada toda sed de felicidad, y colmada toda aspiración.
3. Por eso el Corazón de Cristo es la fuente de la vida de amor de los santos: en Cristo y por medio de Cristo los bienaventurados del cielo son amados por el Padre, que los une a Sí con el vínculo del Espíritu, divino Amor; en Cristo y por medio de Cristo, ellos aman al Padre y a los hombres, sus hermanos, con el amor del Espíritu.
El Corazón de Cristo es el espacio vital de los bienaventurados: el lugar donde ellos permanecen en el amor (cf. Jn 15, 9), sacando de él gozo perenne y sin límite. La sed infinita de amor, misteriosa sed que Dios ha puesto en el corazón humano, se apaga en el Corazón divino de Cristo.
Allí se manifiesta en plenitud el amor del Redentor hacia los hombres, necesitados de salvación; del Maestro hacia los discípulos, sedientos de verdad: del Amigo que anula las distancias y eleva a los siervos a la condición de amigos, para siempre, en todo. El intenso deseo, que sobre la tierra se manifestaba en la súplica "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20), ahora, en el cielo, se transforma en visión cara a cara, en posesión tranquila, en fusión de vida: de Cristo en los bienaventurados y de los bienaventurados en Cristo.
(…) contemplándolos en torno a Cristo juntamente con su Reina, la Virgen Santísima , nosotros repetimos hoy, con firme esperanza, la alegre invocación: "¡Corazón de Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros!". Domingo 12 de noviembre de 1989
NOVENA DE CONFIANZA
¡Oh Jesús! A Tu Corazón confío (…).
Míralo, después haz lo que tu Corazón te diga
Deja obrar a Tu Corazón
¡Oh Jesús mío yo cuento contigo, yo me fío de Ti
yo descanso en Ti, yo estoy seguro de Tí!
Oh Corazón de Amor en Vos pongo mi confianza
Pues todo lo temo de mi fragilidad,
mas todo lo espero de Vuestra Bondad
Sagrado Corazón de Jesús en Vos Confío y creo en Vuestro Amor para conmigo
NOVENA DE CONFIANZA
¡Oh Corazón de Amor, en Ti pongo toda mi confianza, pues todo lo temo de mi fragilidad, mas todo lo espero de tu bondad!A tu Corazón confío… (expónese la petición). Míralo todo, después haz lo que tu Corazón te diga, deja obrar a tu Corazón. ¡Jesús mío, yo cuento contigo, yo me fío de Ti, yo descanso en Ti, yo estoy seguro en tu Corazón!
NOVENA AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
Recitada diariamente por el San Pío de Pietrelchina
por todos aquellos que le solicitaban sus oraciones.
Recitada diariamente por el San Pío de Pietrelchina
por todos aquellos que le solicitaban sus oraciones.
1.- Oh Jesús mío, habéis dicho: “En verdad os digo, pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá.”
He aquí que llamo busco y pido la gracia de.......................
Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.
2.- Oh Jesús mío, habéis dicho: “En verdad os digo, lo que se pidiese a Mi Padre en Mi Nombre, EL lo dará a vosotros.”
He aquí que en vuestro nombre, le pido al Padre Celestial la gracia de............................
Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.
3.- Oh Jesús mío, habéis dicho: “ En verdad os digo, que el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán jamás.”
He aquí que, animado por Vuestra infalibles palabras, ahora pido la gracia de............
Padre Nuestro, Ave Mará, Gloria al Padre, etc. Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.
Oh! Sagrado Corazón de Jesús, solamente una cosa se os ha de ser imposible y eso consiste en no tener compasión de los afligidos. Te piedad de nosotros miserables pecadores y conceded la gracia que os pedimos, mediante el Doloroso e Inmaculado Corazón de María, Vuestra tierna Madre, y nuestra Madre compasiva.
Rezad “La Salve” y añádase la siguiente jaculatoria: San José, Padre Guardián de Jesús, rogad por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario