lunes, 11 de junio de 2012

HAURIETIS AQUAS - PIO XII - 15 de mayo de 1956

Carta de Benedicto XVI al Prepósito General de la Compañía de Jesús – Rvdmo P. PETER-HANS KOLVENBACH – 50° ANIVERSARIO DE LA ENCÍCLICA HAURIETIS AQUAS 15 Mayo 2006

La encíclica Haurietis aquas, al promover el culto al Corazón de Jesús, exhortaba a los creyentes a abrirse al misterio de Dios y de su amor, dejándose transformar por él. Cincuenta años después, sigue siendo siempre actual la tarea de los cristianos de continuar profundizando en su relación con el Corazón de Jesús para reavivar en sí mismos la fe en el amor salvífico de Dios, acogiéndolo cada vez mejor en su vida.

El costado traspasado del Redentor es la fuente a la que nos invita a acudir la encíclica Haurietis aquas: debemos recurrir a esta fuente para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo y experimentar más a fondo su amor.

Por lo demás, este misterio del amor que Dios nos tiene no sólo constituye el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: es, al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el cristianismo. En efecto, sólo se puede ser cristiano dirigiendo la mirada a la cruz de nuestro Redentor, "al que traspasaron" (Jn 19, 37; cf. Zc 12, 10). La encíclica Haurietis aquas recuerda, con razón, que la herida del costado y las de los clavos han sido para innumerables almas los signos de un amor que ha transformado cada vez más eficazmente su vida (cf. n. 52).

Dios, que ha derramado su amor "en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (cf. Rm 5, 5), nos invita incesantemente a acoger su amor. Por consiguiente, la invitación a entregarse totalmente al amor salvífico de Cristo (cf. Haurietis aquas, 4) tiene como primera finalidad la relación con Dios. Por eso, este culto, totalmente orientado al amor de Dios que se sacrifica por nosotros, reviste una importancia insustituible para nuestra fe y para nuestra vida en el amor.

La mirada dirigida al Señor, que "tomó sobre sí nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17), nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a las necesidades de los demás. La contemplación, en la adoración, del costado traspasado por la lanza nos hace sensibles a la voluntad salvífica de Dios.

La respuesta al mandamiento del amor sólo se hace posible experimentando que este amor ya nos ha sido dado antes por Dios (cf. Deus caritas est, 14). Por tanto, el culto del amor que se hace visible en el misterio de la cruz, actualizado en toda celebración eucarística, constituye el fundamento para que podamos convertirnos en personas capaces de amar y entregarse (cf. Haurietis aquas, 69), siendo instrumentos en las manos de Cristo: sólo así se puede ser heraldos creíbles de su amor.

Así pues, la contemplación del "costado traspasado por la lanza", en el que resplandece la ilimitada voluntad salvífica por parte de Dios, no puede considerarse como una forma pasajera de culto o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del "corazón traspasado" su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios (cf. Haurietis aquas, 62).

 HAURIETIS AQUAS - PIO XII - 15 de mayo de 1956

Introducción

Haurietis Aquas constituye la teología y el apoyo oficial de la Iglesia al culto del Sagrado Corazón de Jesús.

El Papa vibra con los latidos del Corazón de Jesús, en los que se manifiesta su «triple amor»: amor divino, humano espiritual y humano sensible (14-18). Afirma la gozosa necesidad de darle culto, pues ese Corazón sagrado, «al ser tan íntimo participante de la vida del Verbo Encarnado... es el símbolo legítimo de aquella inmensa caridad que movió a nuestro Salvador» a dar su sangre por nosotros (21). Nosotros hemos de adorar el Corazón de Jesús, porque es «el símbolo natural, el más expresivo, de aquel amor inagotable que nuestro Divino Redentor siente aun hoy hacia el género humano» (24). Queda claro, por todo ello, que necesariamente el culto al Corazón de Cristo «termina en la persona misma del Verbo Encarnado» (28).

Pío XII escribe aquí páginas muy bellas en la contemplación del amor de Jesucristo, manifestado en los diversos misterios de su vida terrena pasada y de su vida actualmente celestial: en él se nos revela el amor que nos tiene la Santísima Trinidad (17-24). Estas son, quizá, las páginas de la encíclica de más alto vuelo contemplativo.

Apoyándose en las consideraciones expuestas, el Papa define con toda precisión teológica el sentido exacto del culto al Corazón de Cristo, que «se identifica sustancialmente con el culto al amor divino y humano del Verbo Encarnado, y también con el culto al amor mismo con que el Padre y el Espíritu Santo aman a los hombres pecadores» (25).

Por eso mismo, «el culto al Sagrado Corazón se considera, en la práctica, como la más completa profesión de la religión cristiana» (29), y ha de considerarse «la devoción al Sagrado Corazón de Jesús como escuela eficacísima de la caridad divina» (36).

Notemos, por último, que esta encíclica vincula profundamente el culto al Corazón de Jesús y el culto a la Eucaristía (20 y 35), aspecto en el que también Pablo VI insistirá en su carta apostólica Investigabiles divitias .

SUMARIO

Introducción: el culto al Corazón de Jesús, 1-2.

I. Fundamentación teológica. Dificultades y objeciones, 3. Doctrina de los papas, 4. Fundamentación del culto, 5. Culto de latría, 6. Antiguo Testamento, 7-8.

II. Nuevo Testamento y Tradición, 9-10. Amor divino y humano, 11-12. Santos Padres, 13. Corazón físico, 14. Símbolo del triple amor de Cristo, 15-16.

III. Contemplación del amor del Corazón de Jesús, 17-19; Eucaristía, María, Cruz, 20; Iglesia, sacramentos, 21; Ascensión, 22; Pentecostés, 23. Sagrado Corazón, símbolo del amor de Cristo, 24.

IV. Historia del culto al Corazón de Jesús, 25. Santos, Sta. Margarita María, 26. 1765, Clemente XIII, y 1856, Pío IX, 27. Culto al Corazón de Jesús, culto en espíritu y en verdad, 28. La más completa profesión de la religión cristiana, 29.

V. Sumo aprecio por el culto al Corazón de Jesús, 30-31. Difusión de este culto, 32. Penas actuales de la Iglesia, 33-34. Un culto providencial, 35. Final, 36-37.

TEXTO COMPLETO DE LA CARTA DE BENEDICTO XVI Y RESUMEN HAURIETIS AQUAS
CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI AL PREPÓSITO GENERAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS CON MOTIVO DEL 50° ANIVERSARIO DE LA ENCÍCLICA HAURIETIS AQUAS 15 Mayo 2006

Al reverendísimo padre PETER-HANS KOLVENBACH - Prepósito general de la Compañía de Jesús

Las palabras del profeta Isaías, "sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12, 3), con las que comienza la encíclica con la que Pío XII recordaba el primer centenario de la extensión a toda la Iglesia de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, no han perdido nada de su significado hoy, cincuenta años después. La encíclica Haurietis aquas, al promover el culto al Corazón de Jesús, exhortaba a los creyentes a abrirse al misterio de Dios y de su amor, dejándose transformar por él. Cincuenta años después, sigue siendo siempre actual la tarea de los cristianos de continuar profundizando en su relación con el Corazón de Jesús para reavivar en sí mismos la fe en el amor salvífico de Dios, acogiéndolo cada vez mejor en su vida.

El costado traspasado del Redentor es la fuente a la que nos invita a acudir la encíclica Haurietis aquas: debemos recurrir a esta fuente para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo y experimentar más a fondo su amor. Así podremos comprender mejor lo que significa conocer en Jesucristo el amor de Dios, experimentarlo teniendo puesta nuestra mirada en él, hasta vivir completamente de la experiencia de su amor, para poderlo testimoniar después a los demás.

En efecto, como escribió mi venerado predecesor Juan Pablo II, "junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del corazón humano, a unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo. Así -y esta es la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador- sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, se podrá construir la civilización del Corazón de Cristo" (Carta de Juan Pablo II al prepósito general de la Compañía de Jesús, 5 de octubre de 1986: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de octubre de 1986, p. 4).

En la encíclica Deus caritas est cité la afirmación de la primera carta de san Juan: "Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él", para subrayar que en el origen del ser cristianos está el encuentro con una Persona (cf. n. 1). Dado que Dios se manifestó del modo más profundo a través de la encarnación de su Hijo, haciéndose "visible" en él, es en la relación con Cristo donde podemos reconocer quién es verdaderamente Dios (cf. Haurietis aquas, 29-41; Deus caritas est, 12-15). Más aún, dado que el amor de Dios encontró su expresión más profunda en la entrega que Cristo hizo de su vida por nosotros en la cruz, es sobre todo al contemplar su sufrimiento y su muerte como podemos reconocer de manera cada vez más clara el amor sin límites que Dios nos tiene: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).

Por lo demás, este misterio del amor que Dios nos tiene no sólo constituye el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: es, al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el cristianismo. En efecto, sólo se puede ser cristiano dirigiendo la mirada a la cruz de nuestro Redentor, "al que traspasaron" (Jn 19, 37; cf. Zc 12, 10). La encíclica Haurietis aquas recuerda, con razón, que la herida del costado y las de los clavos han sido para innumerables almas los signos de un amor que ha transformado cada vez más eficazmente su vida (cf. n. 52). Reconocer el amor de Dios en el Crucificado se ha convertido para ellas en una experiencia interior que les ha llevado a confesar, como santo Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20, 28), permitiéndoles alcanzar una fe más profunda acogiendo sin reservas el amor de Dios (cf. Haurietis aquas, 49).

El significado más profundo de este culto al amor de Dios sólo se manifiesta cuando se considera más atentamente su contribución no sólo al conocimiento sino también, y sobre todo, a la experiencia personal de ese amor en la entrega confiada a su servicio (cf. ib., 62). Obviamente, experiencia y conocimiento no pueden separarse: están íntimamente relacionados. Por lo demás, conviene destacar que un auténtico conocimiento del amor de Dios sólo es posible en el contexto de una actitud de oración humilde y de generosa disponibilidad. Partiendo de esta actitud interior, la mirada puesta en el costado traspasado por la lanza se transforma en silenciosa adoración. La mirada puesta en el costado traspasado del Señor, del que brotan "sangre y agua" (cf. Jn 19, 34), nos ayuda a reconocer la multitud de dones de gracia que de allí proceden (cf. Haurietis aquas, 34-41) y nos abre a todas las demás formas de devoción cristiana que están comprendidas en el culto al Corazón de Jesús.

La fe, entendida como fruto de la experiencia del amor de Dios, es una gracia, un don de Dios. Pero el hombre sólo podrá experimentar la fe como una gracia en la medida en la que la acepta dentro de sí como un don, del que trata de vivir. El culto del amor de Dios, al que la encíclica Haurietis aquas (cf. n. 72) invitaba a los fieles, debe ayudarnos a recordar incesantemente que él cargó con este sufrimiento voluntariamente "por nosotros", "por mí". Cuando practicamos este culto, no sólo reconocemos con gratitud el amor de Dios, sino que seguimos abriéndonos a este amor de manera que nuestra vida quede cada vez más modelada por él.

Dios, que ha derramado su amor "en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (cf. Rm 5, 5), nos invita incesantemente a acoger su amor. Por consiguiente, la invitación a entregarse totalmente al amor salvífico de Cristo (cf. Haurietis aquas, 4) tiene como primera finalidad la relación con Dios. Por eso, este culto, totalmente orientado al amor de Dios que se sacrifica por nosotros, reviste una importancia insustituible para nuestra fe y para nuestra vida en el amor.

Quien acepta el amor de Dios interiormente queda modelado por él. El hombre vive la experiencia del amor de Dios como una "llamada" a la que tiene que responder. La mirada dirigida al Señor, que "tomó sobre sí nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17), nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a las necesidades de los demás. La contemplación, en la adoración, del costado traspasado por la lanza nos hace sensibles a la voluntad salvífica de Dios. Nos hace capaces de abandonarnos a su amor salvífico y misericordioso, y al mismo tiempo nos fortalece en el deseo de participar en su obra de salvación, convirtiéndonos en sus instrumentos.

Los dones recibidos del costado abierto, del que brotaron "sangre y agua" (cf. Jn 19, 34), hacen que nuestra vida se convierta también para los demás en fuente de la que brotan "ríos de agua viva" (Jn 7, 38) (cf. Deus caritas est, 7). La experiencia del amor vivida mediante el culto del costado traspasado del Redentor nos protege del peligro de encerrarnos en nosotros mismos y nos hace más disponibles a una vida para los demás. "En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos" (1 Jn 3, 16) (cf. Haurietis aquas, 38).

La respuesta al mandamiento del amor sólo se hace posible experimentando que este amor ya nos ha sido dado antes por Dios (cf. Deus caritas est, 14). Por tanto, el culto del amor que se hace visible en el misterio de la cruz, actualizado en toda celebración eucarística, constituye el fundamento para que podamos convertirnos en personas capaces de amar y entregarse (cf. Haurietis aquas, 69), siendo instrumentos en las manos de Cristo: sólo así se puede ser heraldos creíbles de su amor.

Sin embargo, esta disponibilidad a la voluntad de Dios debe renovarse en todo momento: "El amor nunca se da por "concluido" y completado" (cf. Deus caritas est, 17). Así pues, la contemplación del "costado traspasado por la lanza", en el que resplandece la ilimitada voluntad salvífica por parte de Dios, no puede considerarse como una forma pasajera de culto o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del "corazón traspasado" su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios (cf. Haurietis aquas, 62). Con el deseo de que el 50° aniversario contribuya a impulsar en muchos corazones una respuesta cada vez más fervorosa al amor del Corazón de Cristo, le imparto una especial bendición apostólica a usted, reverendísimo padre, y a todos los religiosos de la Compañía de Jesús, siempre muy activos en la promoción de esta devoción fundamental.

HAURIETIS AQUAS - PIO XII - 15 de mayo de 1956

I INTRODUCCIÓN

1. El culto al Corazón de Jesús.  Innumerables son, en efecto, las riquezas celestiales que el culto tributado al Sagrado Corazón de Jesús infunde en las almas: las purifica, las llena de consuelos sobrenaturales y las mueve a alcanzar las virtudes todas 2. La caridad divina tiene su primer origen en el Espíritu Santo.  El estrecho vínculo que, según la Sagrada Escritura, existe entre el Espíritu Santo, que es Amor por esencia, y la caridad divina que debe encenderse cada vez más en el alma de los fieles, nos revela a todos en modo admirable, venerables hermanos, la íntima naturaleza del culto que se ha de atribuir al Sacratísimo Corazón de Jesucristo.  El culto al Corazón de Jesús es el acto de religión por excelencia, es una plena y absoluta voluntad de entregarnos y consagramos al amor del Divino Redentor, cuya señal y símbolo más viviente es su Corazón traspasado. E igualmente claro es, y en un sentido aún más profundo, que este culto exige ante todo que nuestro amor corresponda al Amor divino

II FUNDAMENTACIÓN TEOLOGICA

 Esta situación exige una intervención especial del Magisterio de la Iglesia 3. Dificultades y objeciones.  Situación actual de la devoción al Corazón de Jesús. Críticas: Acusaciones de naturalismo y de sentimentalismo. Algo superfluo que se puede practicar o no, según agrade; culto oneroso y de poca o ninguna utilidad a los que militan en el Reino de Dios en la defensa y propaganda de la verdad católica, a la difusión de la doctrina social católica. Devoción saturada de sentimientos que no es medio poderoso de renovar y reforzar las costumbres cristianas, tanto en la vida individual como en la familiar; devoción más propia de la sensibilidad de las mujeres piadosas que de la seriedad de los espíritus cultivados.  Otros, no la creen a propósito para reanimar la espiritualidad moderna dentro de una sociedad plenamente dominada por el indiferentismo religioso que niega toda norma para distinguir lo verdadero de lo falso, y que, además, se halla penetrada, en el pensar y en el obrar, por los principios del materialismo ateo y del laicismo 4. Doctrina de los papas.  León XIII, llamó práctica religiosa dignísima de todo encomio, y en la que vio un poderoso remedio para los mismos males que en nuestros días.  Pío XI, están contenidos en esta forma de devoción el compendio de toda la religión y aun la norma de vida más Perfecta, Puesto que constituye el medio más suave de encaminar las almas al profundo conocimiento de Cristo Señor nuestro y el medio más eficaz que las mueve a amarle con más ardor y a imitarte con mayor fidelidad y eficacia? Comentario del artículo de Petit: “Las apariciones a santa Margarita y el Magisterio de la Iglesia” La carta apostólica Inde a Primis de 30 de junio de 1960, y como de pasada, escribía el papa beato Juan XXIII este juicio: «... el cul¬to al Sacratísimo Corazón de Jesús, a cuya plena y perfecta constitución y a cuya difusión por todo el mundo en tanto grado contribuyeron las cosas que Cristo el Señor, mostrando su sacrosanto Corazón, manifestó a santa Margarita María de Alacoque...». Y añadía: «...y con tan singular honor apoyaron los romanos pontífices, con admirable unanimidad esta forma de culto religioso, que no sólo pusieron en claro su virtud y fuerza, sino que también declara¬ron su legitimidad y promovieron su uso». Es asombroso el grado de aceptación de esta de¬voción por parte de los papas hasta el punto de dedi¬carle monográficamente tres grandes encíclicas, la mencionada Annum sacrum de León XIII (1899), la Misserentissimus Redemptor de Pío XI (1928) y la Aurietis aquas de Pío XII (1956). La primera de es¬tas encíclicas cita a la santa en una ocasión; la se¬gunda en cuatro y la tercera en cinco. Siempre se refieren a las apariciones con palabras de objetiva manifestación de Jesús y nunca como meras «expe¬riencias místicas» de la monja salesa. Este tan alto grado de aceptación, objetivación y recomendación no tiene parangón con ninguna otra revelación acep¬tada por la Iglesia. En realidad no tiene parangón ni siquiera con las apariciones -tan aprobadas- de la Santísima Virgen en Lourdes o Fátima. Con posterioridad al beato Juan XXIII cuya carta apostólica ha sido citada como intinerario de esta reflexión, es de destacar la tam¬bién Carta Apostólica de Pablo VI Investigabilis divitias (1965) al cumplirse los doscientos años de la concesión por la Sede Apostólica, por el papa Cle¬mente XIII, de la primera fiesta litúrgica en honor del Sagrado Corazón, sin dejar de considerar tam¬bién -entre otros documentos— la carta Diserti in¬terpretes del mismo año donde leemos: «deseamos que este culto resurja más cada día y sea estimado por todos como la excelente y auténtica espirituali¬dad actual».3 Y por parte del llorado gran papa Juan Pablo II, no han faltado múltiples enseñanzas de su magisterio que es más disperso pero muy constante en la recomendación de esta insustituible devoción4 «recibida por santa Margarita María»5 de la que dijo, poniendo, en relación esta forma privilegiada de devoción y la tarea de la Iglesia, estas palabras: «Para la evangelización de hoy es necesario que el Cora¬zón de Cristo sea reconocido como el corazón de la Iglesia» 5. Fundamentación del culto.  Exhortar a una más atenta consideración de los principios doctrinales sobre los que se apoya la devoción al Corazón de Jesús.  Queremos por medio de esta encíclica exhortaros a vosotros y a todos los amadísimos hijos de la Iglesia a una más atenta consideración de los principios doctrinales -contenidos en la Sagrada Escritura, en los Santos Padres y en los teólogos- sobre los cuales, como sobre sólidos fundamentos, se apoya el culto del Sacratísimo Corazón de Jesús  Encontraremos muy digno de celebrar el primer centenario de la extensión de la fiesta del Sacratísimo Corazón a la Iglesia universal.

III LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS EN LA ESCRITURA Y SANTOS PADRES

6. Culto de latría. La Iglesia tributa al Corazón del Divino Redentor el culto de latría por dos motivos:  Primero. Su Corazón está unido hipostáticamente a la Persona del Verbo de Dios, y se le ha de tributar el mismo culto de adoración con que la Iglesia honra a la Persona del mismo Hijo de Dios encarnado. Es una verdad de la fe católica, solemnemente definida en el Concilio ecuménico de Efeso y en el II de Constantinopla.  Segundo. Su Corazón, más que ningún otro miembro de su Cuerpo, es un signo o símbolo natural de su inmensa caridad hacia el género humano. Es innata al Sagrado Corazón, observaba León XIII, de f. m., la cualidad de ser símbolo e imagen expresiva de la infinita caridad de Jesucristo, que nos incita a devolverle amor por amor.

7. ANTIGUO TESTAMENTO

 Aunque en los Libros Sagrados nunca se hace mención cierta de un culto de especial veneración y amor tributado al Corazón físico del Verbo encarnado por su prerrogativa de símbolo de su encendidísima caridad, sin embargo el amor de Dios a nosotros -razón principal de este culto- es proclamado e inculcado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento con imágenes con que vivamente se conmueven los corazones  La Alianza establecida entre Dios y el pueblo elegido. Moisés y los profetas, comprendiendo bien que el fundamento de toda la ley se basaba en este mandamiento del amor, describieron las relaciones todas existentes entre Dios y su nación recurriendo a semejanzas sacadas del amor recíproco entre padre e hijo, o entre los esposos. Oseas expresa el amor constante de Dios hacia su pueblo. El profeta Isaías, cuando presenta a Dios mismo y a su pueblo escogido como dialogando y discutiendo entre sí con opuestos sentimientos.  Jeremías: Te he amado con un amor eterno, por eso te he atraído a mí lleno de misericordia... He aquí que vienen días, afirma el Señor, en que pactaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una alianza nueva; ... éste será el pacto que yo concertaré con la casa de Israel después de aquellos días, declara el Señor: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en su corazón; yo les seré su Dios, y ellos serán mi pueblo ... ; porque les perdonaré su culpa y no me acordaré ya de su pecado

9. NUEVO TESTAMENTO Y TRADICIÓN (La Nueva Alianza más noble y fundada en la amistad).

 La Alianza cristiana, más aún que la antigua, se manifiesta claramente como un pacto fundado no en la servidumbre o en el temor, sino en la amistad que debe reinar en las relaciones entre padres e hijos. 10. El misterio de la Redención divina es misterio de amor: amor justo y misericordioso.  Misterio de amor justo de Cristo a su Padre celestial, a quien el sacrificio de la cruz, ofrecido con amor y obediencia, presenta una satisfacción sobreabundante e infinita por los pecados del género humano.  Misterio de amor misericordioso de la augusta Trinidad y del Divino Redentor hacia la humanidad entera. Cristo pudo restablecer y perfeccionar aquel pacto de amistad entre Dios y los hombres, violado por vez primera en el paraíso terrenal por culpa de Adán y luego innumerables veces por las infidelidades del pueblo escogido  El Divino Redentor ha sido el autor de aquella maravillosa reconciliación entre la divina justicia y la divina misericordia, que constituye esencialmente el misterio trascendente de nuestra salvación 11. Amor divino y humano (El Verbo ha unido a su Persona una naturaleza individual íntegra y perfecta).  El amor del Verbo Encarnado a su celestial Padre y hacia los hombres manchados con tantas culpas no fue únicamente espiritual.  Es indudable que de índole puramente espiritual fue el amor de Dios a nuestros primeros padres y al pueblo hebreo.  El amor que brota del Nuevo Testamento, al describir el amor del Corazón mismo de Jesús, comprende no sólo la caridad divina, sino también los sentimientos de un afecto humano.  Nada faltó a la naturaleza humana que se unió el Verbo de Dios. El la asumió plena e íntegra tanto en los elementos constitutivos espirituales como en los corporale: dotada de inteligencia y de voluntad y todas las demás facultades cognoscitivas, internas y externas; dotada asimismo de las potencias afectivas sensibles y de todas las pasiones naturales. 12. Jesús poseía un corazón físico unido al Verbo  El Corazón de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona divina del Verbo, palpitó de amor y de todo otro afecto sensible; mas estos sentimientos estaban tan conformes y tan en armonía con su voluntad de hombre esencialmente plena de caridad divina, y con el mismo amor divino que el Hijo tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo, que entre estos tres amores jamás hubo falta de acuerdo y armonía.  El hecho de que el Verbo de Dios tomara una verdadera y perfecta naturaleza humana, si no se piensa y se considera no sólo bajo la luz que emana de la unión hipostática y sustancial, sino también bajo la que procede de la Redención del hombre, podría parecer a algunos escándalo y necedad, como de hecho pareció a los judíos y gentiles Cristo crucificado 13. Santos Padres  Testigos de la doctrina revelada, entendieron lo que el apóstol San Pablo había significado, que el misterio del amor divino es como el principio y el coronamiento de la obra de la Encarnación y Redención.  San Justino: Amamos y adoramos al Verbo nacido de Dios inefable y que no tiene principio: El, en verdad, se hizo hombre por nosotros para que, al hacerse partícipe de nuestras dolencias, nos procurase su remedio. San Basilio afirma que los afectos sensibles de Cristo fueron verdaderos y al mismo tiempo santos. San Juan Crisóstomo confiesa que las emociones sensibles de que el Señor dio muestra prueban irrecusablemente que poseyó la naturaleza humana en toda su integridad. San Ambrosio afirma que la unión hipostática es el origen natural de los afectos y sentimientos que el Verbo de Dios encarnado experimentó. San Jerónimo: el principal argumento para probar que Cristo tomó realmente la naturaleza humana es que se entristeció. San Agustín nota la íntima unión existente entre los sentimientos del Verbo encarnado y la finalidad de la Redención humana. San Juan Damasceno: En verdad que todo Dios ha tomado todo lo que en mí es hombre, y todo se ha unido a todo para procurar la salvación de todo el hombre. De otra manera no hubiera podido sanar lo que no asumió. 14. Conclusiones: el Corazón físico símbolo del triple Amor  El corazón del Verbo Encarnado es considerado como signo y principal símbolo del triple amor con que el divino Redentor ama continuamente al Eterno Padre y a todos los hombres. Es símbolo del divino amor que en El es común con el Padre y el Espíritu Santo. Es símbolo de la caridad que, infundida en su alma, constituye su voluntad humana y cuyos actos son dirigidos e iluminados por una doble y perfectísima ciencia, la beatífica y la infusa. Es símbolo de su amor sensible, pues el Cuerpo de Jesucristo, plasmado en el seno castísimo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, supera en perfección, y, por ende, en capacidad perceptiva a todos los demás cuerpos humanos.  Podemos contemplar y venerar en el Corazón del Divino Redentor la imagen elocuente de su caridad y la prueba de haberse ya cumplido nuestra Redención. En las palabras, en los actos, en la enseñanza, en los milagros y especialmente en las obras- como la institución de la divina Eucaristía, su pasión y muerte, la donación de su Santísima Madre, la fundación de la Iglesia y la misión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y sobre nosotros- hemos de admirar otras tantas pruebas de su triple amor, y meditar los latidos de su Corazón.

IV CONTEMPLACIÓN DEL AMOR DEL CORAZÓN DE JESÚS

17. Participación del Corazón de Jesús en su vida afectiva divina y humana en su vida mortal. Parémonos a meditar y contemplar brevemente la íntima participación que el Corazón de nuestro Salvador Jesucristo tuvo en su vida afectiva divina y humana, durante el curso de su vida mortal 18. El Corazón de Jesús late con amor divino y humano desde el Fiat de la Virgen  En Nazaret; en su continuo peregrinar, al realizar milagros, resucitar muertos y cuando sufría trabajos, soportaba el sudor, hambre y sed;  El Corazón latía cuando de su boca salían palabras inspiradas en amor ardentísimo. 19. Su Corazón se conmovió de amor y de temor ante la natural repugnancia a los dolores y la muerte.  Cuando le entregó el traidor.  Ante las piadosas mujeres.  Finalmente, colgado ya en la cruz el Divino Redentor, es cuando siente cómo su Corazón se trueca en impetuoso torrente 20. Eucaristía, María, Cruz  La EUCARISTÍA, como sacramento por el que El se da a los hombres y como sacrificio en el que El mismo continuamente se inmola desde el nacimiento del sol hasta su ocaso)», el SACERDOCIO y la SANTÍSIMA VIRGEN son dones del Sacratísimo Corazón de Jesús.  Al don incruento de Sí mismo bajo las especies del pan y del vino quiso Jesucristo nuestro Salvador unir, como supremo testimonio de su amor infinito, el sacrificio cruento de la Cruz.  Cierto es que nuestro Divino Redentor fue crucificado más por la interior vehemencia de su amor que por la violencia exterior de sus verdugos: su sacrificio voluntario es el don supremo que su Corazón hizo a cada uno de los hombres, según la concisa expresión del Apóstol: Me amó y se entregó a sí mismo por mí 21. Iglesia, sacramentos. Del Corazón traspasado del Redentor nació la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redención. Del Corazón fluyen la gracia de los sacramentos que comunican la vida sobrenatural 22. Ascensión. En la gloria lleva las heridas, los trofeos de su triple victoria: sobre el demonio, sobre el pecado y sobre la muerta 23. Pentecostés. La misión del E.S. a los discípulos es la primera señal del amor del Salvador. Es enviado para infundir en el alma la caridad y demás carismas. Esta divina caridad, don preciosísimo del Corazón de Cristo y de su Espíritu, es la que dio  a los Apóstoles y a los Mártires la fortaleza para predicar la verdad evangélica y testimoniarla hasta con su sangre;  a los Doctores de la Iglesia, aquel ardiente celo por ilustrar y defender la fe católica;  a los Confesores, para practicar las más selectas virtudes y realizar las empresas más útiles y admirables, provechosas a la propia santificación y a la salud eterna y temporal de los prójimos;  a las Vírgenes, finalmente, para renunciar espontánea y alegremente a los goces de los sentidos, con tal de consagrarse por completo al amor del celestial EsposoFortaleza, Inteligencia, etc 24. Sagrado Corazón, símbolo del amor de Cristo.  El Corazón del Salvador en cierto modo refleja la Persona del Verbo y es imagen también de sus dos naturalezas, la humana y la divina; y podemos considerar no sólo el símbolo, sino también la síntesis de todo el misterio de la Redención. Cuando adoramos el Corazón de Jesucristo, en él y por él adoramos así el amor increado del Verbo divino como su amor humano.

V. HISTORIA DEL CULTO AL CORAZÓN DE JESÚS

25. Objeto de la Encíclica poner a consideración la naturaleza íntima del Culto al Corazón de Jesús y las perennes gracias que de Él derivan.  El culto al amor de Dios y de Jesucristo hacia el género humano ha existido desde siempre. Las palabras del Apóstol Tomás, una clara profesión de fe, de adoración y de amor que de la humanidad llagada del Salvador se eleva hasta la Persona Divina  Mas si el CORAZÓN traspasado del Redentor siempre ha llevado a los hombres a venerar su infinito amor por el género humano, obligado es, sin embargo, reconocer que tan sólo poco a poco y progresivamente llegó ese CORAZÓN a constituir objeto directo de un culto especial, como imagen del amor humano y divino del Verbo Encarnado. 26. Santos, Santa Margarita María.  Se distinguieron por haber establecido y promovido cada vez más este culto al CORAZÓN Sacratísimo de Jesús: San Buenaventura, San Alberto Magno, Santa Gertrudis, Santa Catalina de Siena, el Beato Enrique Suso, San Pedro Canisio y San Francisco de Sales. San Juan Eudes es el autor del primer oficio litúrgico en honor del Sagrado CORAZÓN de Jesús  Entre todos los promotores de esta excelsa devoción merece un puesto especial Santa Margarita María de Alacoque con la ayuda de San Claudio, consiguió que este culto haya alcanzado el desarrollo que hoy suscita admiración de los fieles cristianos y que por sus características de amor y reparación se distingue de todas las demás formas de piedad cristiana.  Las revelaciones de que fue favorecida Santa Margarita María no añadieron ninguna verdad a la doctrina católica. Su importancia consiste en que al mostrar el Señor su Corazón Sacratísimo de modo extraordinario y singular quiso atraer la consideración de los hombres a la contemplación y a la veneración del amor misericordioso de Dios al género humano 27. 1765, Clemente XIII, y 1856, Pío IX  la Sagrada Congregación de Ritos, por decreto del 25 de enero de 1765, aprobado por nuestro predecesor Clemente XIII el 6 de febrero del mismo año, concedió a los Obispos de Polonia y a la Archicofradía Romana del Sagrado Corazón de Jesús la facultad de celebrar la fiesta litúrgica.  El decreto de la Sagrada Congregación de Ritos del 23 de agosto de 1856, por el cual nuestro predecesor Pío IX, de i. m., extendió a toda la Iglesia la fiesta del Corazón Sacratísimo de Jesús y prescribió la forma de su celebración litúrgica 28. Culto al Corazón de Jesús, culto en espíritu y en verdad.  Los elementos esenciales del culto al Corazón de Jesús, los actos de amor y de reparación tributados al amor infinito de Dios hacia los hombres, lejos de estar contaminados de materialismo y de superstición, constituyen una norma de piedad, en la que se cumple perfectamente aquella religión espiritual y verdadera que anunció el Salvador mismo a la Samaritana  No es justo decir que la contemplación del Corazón físico de Jesús impide el contacto más íntimo con el amor de Dios. La Iglesia rechaza este falso misticismo. A la luz de la fe, nuestra mente se torna idónea para concebir los vínculos entre al amor sensible del Corazón físico de Jesús y su doble amor espiritual, el humano y el divino. 29. La más completa profesión de la religión cristiana.  El Corazón de Jesús es el corazón de una persona divina, es decir, del Verbo Encarnado, y que, por consiguiente representa y pone ante los ojos todo el amor que El nos ha tenido y tiene aun. Por eso, el culto al Sagrado Corazón se considera, en la practica, como la más completa profesión de la religión cristiana.  La religión de Jesucristo se funda en el Hombre Mediador. No se puede llegar al Corazón de Dios sino pasando por el Corazón de Cristo. Este culto se dirige al Amor de Dios para con nosotros, proponiéndolo como objeto de adoración de acción de gracias y de imitación, además considera la perfección de nuestro amor a Dios y a los hombres como la meta por el cumplimiento cada vez más generoso del mandamiento nuevo.

VI. SUMO APRECIO POR EL CULTO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

30. La devoción al Corazón de Jesús es una práctica muy apta para conseguir la perfección cristiana. Es digna de sumo honor aquella forma de culto por la cual el hombre se dispone a honrar y amar en sumo grado a Dios y a consagrarse con mayor facilidad y prontitud al servicio de la divina caridad. Tanto más cuanto que nuestro Redentor mismo se dignó proponerla y recomendarla al pueblo cristiano, y los Sumos Pontífices la han confirmado con memorables documentos y la han enaltecido con grandes alabanzas. 31. Esto supuesto, ya no cabe duda alguna de que los cristianos que honran el sacratísimo Corazón del Redentor cumplen el deber, ciertamente gravísimo, que tienen de servir a Dios, y que juntamente se consagran a sí mismos y toda su propia actividad, tanto interna como externa, a su Creador y Redentor, poniendo así en práctica aquel divino mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas 32. Difusión de este culto. Exhortamos a que practiquen con fervor esta devoción. Se trata de un culto en cuyo favor está la Tradición y la Sagrada Liturgia, y que los mismos Sumos Pontífices han ensalzado con alabanzas tan multiplicadas como grandes. No se contentaron con instituir una fiesta en honor del Corazón del Redentor y extenderla a toda la Iglesia, sino que tomaron la iniciativa de dedicar y consagrar todo el género humano al mismo Sagrado Corazón. 33. Penas actuales de la Iglesia. Ni la Iglesia, ni la Sociedad Civil han alcanzado la perfección que corresponde a los deseos de Jesucristo. No pocos hijos de la Iglesia afean con numerosas manchas y arrugas el rostro materno. Mucho más nos atormentan las maquinaciones de los impíos que ahora más que nunca parecen incitados por el enemigo infernal en su odio implacable y declarado contra Dios, contra la Iglesia y, sobre todo, contra aquel que en la tierra representa a la persona del divino Redentor y su caridad para con los hombres. 34. El odio contra Dios y contra los que legítimamente hacen sus veces es el mayor delito que puede cometer el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios destinado a gozar de su amistad perfecta y eterna en el cielo. 35. Un culto providencial. Ante tantos males que trastornan profundamente individuos, familias, naciones y orbe entero, ¿podremos encontrar alguna devoción que aventaje al culto al Sagrado Corazón de Jesús, que responda mejor a la índole propia de la fe católica, que satisfaga con más eficacia las necesidades espirituales actuales de la Iglesia y del género humano?  Queremos recordar la exhortación de León XIII: Ved hoy ante vuestros ojos un segundo lábaro consolador y divino: El Sacratísimo Corazón de Jesús ... En él hay que poner nuestra confianza; a él hay que suplicar y de Él hay que esperar nuestra salvación. 36. Final. Con el ardiente deseo de poner una firme muralla contra las impías maquinaciones de los enemigos de Dios y de la Iglesia, y hacer que las familias y las naciones vuelvan a caminar por la senda del amor de Dios, no dudamos en proponer la devoción al Sagrado Corazón de Jesús como escuela eficacísima de caridad divina.  Para que la devoción al Corazón de Jesús produzca frutos copiosos de bien en la familia cristiana y aun en toda la humanidad, procuren los fieles unir a ella estrechamente la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios.

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