1.- Introducción
Dos obras sobre el Apostolado de la Oración separadas 100 años de tiempo.
Una, del P. Enrique Ramière S.J. “EL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN SANTA LIGA DE CORAZONES CRISTIANOS…” 1861.
o PRIMERA PARTE. Naturaleza Del APOSTOLADO De La Oración.—FuenTes DE DONDE SACA SU EFICACIA.
o SEGUNDA PARTE. Ventajas Y Oportunidad Del APOSTOLADO De La Oración
o TERCERA PARTE. PRÁCTICA Y ORGANIZACIÓN DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN
Otra, del P. Juan Manuel Igartua S.J. “VIVIR CON LA IGLESIA”. 1961
o PRIMERA PARTE: PLAN DIVINO DE REDENCIÓN
o SEGUNDA PARTE: NUESTRA COLABORACIÓN AL PLAN DIVINO
o TERCERA PARTE: CONQUISTA DEL REINO DE DIOS
2.- Reflexiones sobre el Apostolado de la Oración
El apostolado de la Oración tiene 4 puntos principales: el ofrecimiento, la participación en la Eucaristía y la Comunión, la Consagración y la Reparación al Corazón de Jesús, y la oración por el Papa, Obispos y sacerdotes.
Es fácil pertenecer al apostolado y cualquier persona desde su primera comunión puede ser miembro y aprender a vivir unido al Corazón de Cristo, a través de las maternales manos de su madre, María.
Es una manera de vivir la pertenencia a la Iglesia Católica de un modo universal, en unión con todos los hombres y mujeres del mundo. Al mismo tiempo tiene en cuenta los dos mandamientos de Dios en que se encierran los 10 mandamientos dados por Dios a Moisés en el Sinaí: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
La fuerza para amar al prójimo la encuentra el cristiano en la Eucaristía. Nos ha dado un ejemplo perfecto de esto la Beata madre Teresa de Calcuta. Ella, que fue un ejemplo de entrega a los más pobres de entre los pobres, pasaba diariamente horas en oración, en adoración al Santísimo y, por supuesto, cada día participaba en la santa Misa y en la Comunión.
Otro ejemplo vivo es sor Ángela de la Cruz, de Sevilla, que se entregaba a los pobres más abandonados y pasaba horas ante el sagrario, donde cogía la fuerza.
El cristiano debe ser, desde niño, animado a compartir sus bienes espirituales y materiales con los necesitados, y hay que enseñarles a ser misioneros desde su casa, su colegio y en toda su vida.
El trabajo es oración, ya lo decía santa Teresa de Ávila: hasta en los pucheros anda el Señor, dándonos a entender que toda nuestra vida ha de ser un acto de entrega a Dios y a los demás. Pero para poder vivir de ese modo nuestra vida, debemos alimentarnos con el cuerpo de Cristo y unirnos a Él en todos los momentos del día. El ofrecimiento de obras por la mañana nos prepara para vivir de este modo nuestra entrega.
Los niños comprenden perfectamente este modo de actuar y aprenden a ser misioneros, como santa Teresa del Niño Jesús, que es patrona de las misiones y del apostolado de la oración sin haber salido de su convento en Francia. Y también es patrono san Francisco Javier, que sí estuvo en la India y China y murió a las puertas de Japón.
Para impulsar esta asociación que se ofrece por la salvación de las almas y la venida del Reino de Cristo, unida al amor de Cristo manifestado en la Cruz, pienso que se debería volver a hacer hincapié en que los niños de los colegios católicos recen cada día el ofrecimiento, haciéndose así más sensibles a las necesidades de la Iglesia, su madre, y de toda la humanidad.
El Corazón de Jesús es el símbolo del Amor misericordioso de Dios, que se ha hecho hombre para salvarnos y ha vivido en el mundo para darnos ejemplo de amor y solidaridad con todos. Nos habla de las bienaventuranzas, nos da ejemplo de las obras de misericordia, nos da ejemplo de compasión y de perdón, aún en el momento de la muerte en la cruz. Nos deja en herencia el mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros como Yo os he amado. Hay que dar la vida por el prójimo. Tenemos muchos ejemplos, pero voy a destacar a san Maximiliano Kolbe, que se entregó a la muerte en la segunda guerra mundial por otro hombre que estaba casado y no quería morir.
Esta asociación nos une con toda la humanidad en la tierra y en el cielo.
3.- Fundamentos de la espiritualidad del Apostolado de la Oración
El origen de esta obra de la Iglesia, como dijo el P. Ramière S.J., está en la Carta de San Pablo a Timoteo:
Te ruego, ante todas las cosas, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias por todos los hombres… Esto es bueno y acepto a los ojos de Dios nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Uno es Dios, y uno el Mediador entre Dios y los hombres: el Hombre Cristo Jesús, que se dio a Sí mismo por la redención de todos.
La eficacia de la oración, la oración asociada y la espiritualidad de la devoción al Corazón de Jesús, con sus actos de consagración y reparación, constituyen los elementos esenciales de esta obra apostólica que tiene por objeto la salvación de todos los hombres, que llegue a plenitud la obra de la redención de Jesucristo en el ámbito individual, familiar y social, de ahí el lema adoptado, petición del Padre nuestro: “Venga a nosotros tu reino”.
El modo de vivir esa espiritualidad es por medio del ofrecimiento de la vida que se renueva cada día y cuantas veces sea necesario rezando la oración del ofrecimiento y con la participación en el sacrificio eucarístico, memorial de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, ofreciendo la persona en unión con Jesucristo, ejerciendo así el oficio sacerdotal del sacerdocio común de los fieles y con la ayuda de la devoción a la Virgen, en concreto con el rezo del santo Rosario.
4.- Testimonios del Magisterio de la Iglesia sobre el Apostolado de la Oración
Se debe tener en cuenta que estos juicios del Magisterio de la Iglesia que a continuación se señalan, han sido hechos antes de la re-creación y por las afirmaciones que contienen no parece que la Asociación requiera replanteamientos doctrinales, sino más bien que se difunda en el mismo sentido y con el mismo espíritu con el que fue fundado.
4.1.- CARTA APOSTÓLICA MAXIMUM ILLUD DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XV 30 de noviembre de 1919
85. (…) la asociación llamada «Apostolado de la Oración», queremos recomendarla aquí encarecidamente a todos los buenos cristianos, deseando que ninguno deje de pertenecer a ella, para que así, si no de obra, al menos por el celo participen de sus apostólicos trabajos.
4.2.- Encíclica Mystici Corporis Christi – Pío XII - 29 de junio, de1943
50.(…) A todos aquellos, pues, que por cualquier causa yacen en la tristeza y en la congoja, con ánimo paterno les exhortamos a que, confiados, levanten sus ojos al Cielo y ofrezcan sus aflicciones a Aquel que un día les ha de recompensar con abundante galardón. Recuerden todos que su dolor no es inútil, sino que para ellos mismos y para la Iglesia ha de ser de gran provecho, si animados con esta intención lo toleran pacientemente. A la más perfecta realización de este designio contribuye en gran manera la cotidiana oblación de sí mismos a Dios, que suelen hacer los miembros de la piadosa asociación llamada Apostolado de la Oración; asociación que, como gratísima a Dios, deseamos de corazón recomendar aquí con el mayor encarecimiento.
4.3.- RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD PÍO XII A LOS FIELES ARGENTINOS EN EL I CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN - Domingo 28 de octubre de 1945
(…) el Apostolado de la Oración; (…) el recuerdo en un fruto más generoso y más grande.
¡La República Argentina, la gran nación americana, el país de los solemnes triunfos eucarísticos está ya y para siempre consagrado al Corazón Deífico!
4.4.- RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD PÍO XII A LOS FIELES ESPAÑOLES EN EL I CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN - Domingo 18 de noviembre de 1945
(…) ¿por qué admirarse de que esté canónicamente erigido casi en la totalidad de vuestras diócesis y bajo su estandarte se agrupen más de dos millones de corazones fervorosos? (…)
¡Y en poco tiempo, qué hoguera ! Los nombres, providencialmente reunidos en haz fraternal, de Bernardo Francisco de Hoyos, Agustín de Cardaveraz, Juan de Loyola y Pedro de Calatayud dicen más que un volumen de historia, porque muestran la generosidad con que el alma española correspondió a aquel nuevo esfuerzo de la misericordia divina, a aquella «redención amorosa», que la caridad inagotable de un Dios ofrecía a la triste humanidad del siglo XVIII. (…)
4.5.- Carta de S. S. Pío XII al Prepósito general de la Compañía de Jesús 19-09-1948 - Congreso Internacional de directores del Apostolado de la Oración
(…) Esta forma de apostolado, lejos de terminar en la reci¬tación de algunas oraciones, tiende más bien, por su na¬turaleza, a conferir a sus miembros la forma más perfecta de la vida cristiana, dado que ningún verdadero cristiano, injertado como está mediante el bautismo en el Cuerpo místico de Cristo, puede aspirar a su propia santificación, olvidando la salvación eterna de los demás, ya que «a to¬dos mandó el Señor que pensaran en su prójimo» (cfr. Ec-cli., 17, 12).
(…) el Apostolado de la Oración es Una forma perfecta de la devoción al Sagrado Corazón de Je¬sús, y a su vez, la devoción al Divino Corazón de Jesús de ningún modo puede andar separada del Apostolado de la Oración —, y así como es propio de esta devoción ex¬citar el amor hacia Dios y hacia los hombres hasta la plena entrega de sí mismo, por eso vuestro Sodalicio tomó como lema propio la petición del Padre nuestro: «Venga a nos el Tu Reino».
Con el ofrecimiento cotidiano que, si es bien compren¬dido, representa una verdadera consagración al Corazón de Jesús; (…)con el culto al Corazón Inmaculado de la bienaventurada Virgen María, que va tomando incremento maravilloso; con la participa¬ción, cada vez más frecuente, de los fieles en la Sagrada Eucaristía; con el encendido amor hacia el Vicario de Je¬sucristo y con las intenciones particulares que todos los meses se proponen a las asociaciones; (…) el Apostolado de la Oración for¬ma las masas y los grupos escogidos para la vida cristia¬na y para la piedad y los enfervoriza para la acción (…).
(…) Nos hemos declarado, y de nuevo gustosísimamente declara¬mos, que sería para Nos cosa gratísima el que todos los fie¬les sin excepción diesen su nombre a está sagrada milicia (…).
4.6.- Exhortación apostólica Menti nostrae - de su santidad Pío XII - sobre la santidad de la vida sacerdotal - 23 de septiembre de 1950
(…) El sacerdote debe, además, cuidar que los fieles comprendan bien la doctrina de la Comunión de los santos, la sientan, y la vivan; y para promoverla, sírvase de obras como el Apostolado litúrgico y el Apostolado de la oración.
4.7.- Carta de Pío XII aprobando los estatutos del A de la O 28 de octu¬bre de 1951
(…) Por medio del ofrecimiento diario, que es el elemento esencial y que se completa con otros ejercicios de pie¬dad, sobre todo al Corazón de Jesús, toda la vida de los asociados se transforma en sacrificio de alabanza, satisfacción e impetración; y así se lleva a efecto lo que se comenzó en el bautismo: que la vida del hombre cristiano debe ser como un sacrificio que se ofrece en Cristo y con Cristo para el honor de Dios Padre y para la salvación de las almas. (…)
Finalmente, por medio de la fervoriosísima piedad al Sacratísimo Corazón de Jesús, que es como el alma de este Pío Soladicio, los fieles son llamados a una estrechísima unión con Cristo: de ahí que la caridad de cada uno hacia los prójimos se haga más ferviente; de ahí que sus oraciones, trabajos y padecimientos asciendan a la más alta cumbre de eficacia; de ahí que se excite el deseo de consagrarse al Divino Corazón y presentarle continuamente expiaciones, por las cuales, puesto que lo promete Él mismo, sabemos que ha de conceder a los hombres, envueltos en tantas miserias, torrentes de mi¬sericordia y de gracia, como realmente los ha derramado por todas partes.
4.8.- Carta Encíclica HAURIETIS AQUAS - DE SU SANTIDAD PÍO XII 15-05-1956
(…) el Apostolado de la Oración, a cuyo celo y actividad se debe que familias, colegios, instituciones y aun, a veces, algunas naciones se hayan consagrado al Sacratísimo Corazón de Jesús. Por todo ello, ya en Cartas, ya en Discursos y aun Radiomensajes, no pocas veces hemos expresado nuestra paternal complacencia.
4.9.- Discurso de Pío XII al Congreso de Directores del Apostolado de la Oración -27 de septiembre de 1956.
1) Explicaremos primeramente la peculiar relación que existe en general entre el Apostolado de la Oración y el apostolado de los laicos».
(…) dos géneros o dos formas de apostolado pueden todos ejercitar, a saber: el apostolado del buen ejemplo y el apostolado de la oración. Pues estos géneros de apostolado no requieren tiempo ni fuerzas especiales. Solamente requieren esto: que cada uno obre como cristiano sincero y viva muy unido con Cristo. (…).
2) (…) intensamente deseamos que todos los que se dedican a las obras de apostolado se adhiera al «apostolado de la oración» y se imbuyan de su espí¬ritu; clérigos y laicos, varones y mujeres, que en la Acción Católica, o en otras Asociaciones ayudan al apostolado jerárquico.
3) (…). Pues, (…) vuestra Asociación (…) los lleva a una forma perfecta de apostolado de la oración; es decir, a que diariamente ofrezcan a Dios y a Cristo todas sus oraciones y acciones, lo que hacen y lo que padecen, las cosas buenas y malas que les ocurren, y aun a sí mismo; y se unan al sacrificio de Jesucristo, asistiendo a él lo más frecuentemente que puedan, para imitar el ejemplo de la Santísima Virgen María, y según las Intenciones del Sumo Pontífice, por el bien e incre¬mento de toda la Iglesia. (…)
4) De todas estas cosas que hasta aquí hemos dicho, fácilmente aparece que el Apostolado de la Oración(…). No compite con ellas (otras obras de apostolado), sino que de tal manera se las une, que las penetra como aire puro y sano, con el cual la vida sobrenatural y la acción apostólica siempre y en todas partes se renueven y confirmen.
4.10.- Discurso de Juan Pablo II al Congreso mundial de secretarios nacionales del Apostolado de la Oración del 13 de abril de 1984
“Al inculcar la espiritualidad del «ofrecimiento» en unión con la oblación de Cristo en la Santa Misa, el Apostolado de la Oración está en la línea de la enseñanza conciliar que presentó el Sacrificio eucarístico como fuente, centro y cima de toda la vida cris¬tiana (cf. Lumen gentium, 11; Presbyterorum ordinis, 5; Ad gentes, 9), y sitúa en su valor propio la «Oración de los fieles» que la Iglesia ha restablecido en la celebración eucarística y en la Liturgia de las Horas (cf. Sacrosanctum Concilium, 53)”.
“El Apostolado de la Oración se ha distinguido siempre por su voluntad de propagar la devoción y espiritualidad del Corazón del Re¬dentor. En ello ha seguido las enseñanzas y exhortaciones de mis vene¬rados predecesores, como León XIII, que propuso la consagración del género humano al Sagrado Corazón en su Encíclica Annum Sacrum (25 de mayo de 1899), Pío XI, que inculcó la consagración al Corazón de Jesús y el deber de reparar en la Encíclica Miserentissimus Redemptor (8 de mayo de 1928), y Pío XII, que escribió la Encíclica Haurietis aquas (15 de mayo de 1956): «El Corazón de Cristo es el corazón de una Persona divina, es decir, del Verbo encarnado y que, por consi¬guiente, representa y casi pone ante los ojos todo el amor que Él nos ha tenido y nos tiene aún. Y aquí está la razón de por qué el culto al Corazón Sacratísimo de Jesús se debe tener en tanta estima que se considere la profesión más completa de la religión cristiana (...). Siendo esto así, fácilmente se deduce que el culto al Sacratísimo Corazón de Jesús no es sustancialmente sino el mismo culto al amor con que Dios nos amó por medio de Jesucristo, al mismo tiempo que el ejercicio de nuestro amor a Dios y a los demás hombres» (n. 29; AAS 48, 1956, págs. 344 y s.)”.
“Deseo recordar también a mi gran predecesor Pablo VI, que insis¬tió sobre la centralidad de la devoción al Corazón de Jesús en la Carta Apostólica Investigabiles divitias: «Puesto que el Sacrosanto Concilio Ecuménico recomienda encarecidamente los ejercicios piadosos del pue¬blo cristiano (...). sobre todo cuando se cumplen por voluntad de la Sede Apostólica, esta forma de devoción parece se ha de inculcar sobre todas las demás. Porque... es un culto que consiste esencialmente en adorar y reparar debidamente a Cristo Señor y se basa sobre todo en el augusto misterio de la Eucaristía, y de ésta —como de las otras acciones litúrgicas— se sigue la santificación de los hombres y la glorificación de Dios en Cristo, hacia la que convergen como a su fin todas las acti¬vidades de la Iglesia» (AAS 57, 1965, págs. 300 y s.)”.
“Sigan siendo, por tanto, evangelizadores del que es rico en miseri¬cordia, pues «la Iglesia parece profesar de manera particular la mise¬ricordia de Dios y venerarla dirigiéndose al Corazón de Cristo» (Dives in misericordia, 13).”
“El Apostolado de la Oración puede dar una aportación valiosa y concreta a la difusión en todos los niveles de la afirmación grande y consoladora de que cada cristiano puede estar unido íntimamente a Cristo Redentor por medio del ofrecimiento de su vida al Corazón de Cristo”.
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