El plan de la obra.
Es una expresión del anhelo que
tenía el P. Ramière S.J. del reinado de Jesucristo no sólo en los individuos
sino en las sociedades, y especialmente en la
sociedad civil.
Según San Pablo el Señor quiere que todos los hombres se
salven
y que, para ello, vengan al conocimiento
de la verdad, y el Señor mismo
encarga a los apóstoles que prediquen, por sí y por sus sucesores, el Evangelio a toda criatura,
claro que con el fin de que todos crean
y por la fe sean salvos.
Las Esperanzas de la Iglesia son precisamente una
manifestación del optimismo con que el P. Ramière S.J. miraba la consecución de
este ideal.
Objeto y Fundamento de esas "esperanzas de la Iglesia".
a) El objeto de las esperanzas de la Iglesia es su triunfo en este mundo;
una reconciliación de la sociedad civil
con la Iglesia. Esto espera el P.
Ramière S.J. después de fijarse en la expresión de esta esperanza por Pío IX
tras la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.
En cuanto al alcance y
al tiempo en que esto sucederá, dice el P. Ramière S.J. que no estamos en disposición de resolver estas
cuestiones con certeza"
El Padre Ramière no espera un período de milenarismo, ni material, ni meramente
espiritual (o metafórico); sino
simplemente una real manifestación de la verdad y santidad de la Iglesia en el
mundo.
b} El fundamento de esas esperanzas consiste en las mismas leyes providenciales por las que Dios rige al mundo; en las tendencias e ideales de los
espíritus y de las sociedades; y en
las promesas explícitas de Dios, formuladas ya en el Antiguo ya en el Nuevo Testamento, y en otras hechas a los Santos y autorizadas
por la Iglesia, que las ha examinado y aprobado.
1.ª
Parte: Leyes Providenciales
Dios ha creado el mundo, lo
conserva y lo gobierna para su propia gloria, que obtiene mediante la comunicación de su bien a todos los seres
y, en concreto, al hombre, que
consiste en su divinización,
mediante la transformación de la gracia de Cristo, que comunica al hombre la vida del Señor Jesús, y florece al
fin en la consumada, perfecta y
dichosa vida de la patria eterna.
Por lo que a las sociedades como tales concierne, estima el Padre Ramière, y con razón, que también tienen como fin la divina
glorificación.
Esta sólida y prudente teología de las sociedades, tan manifiesta en la
Historia Sagrada, apoyada en las tres
verdades indiscutibles:
Þ que las naciones, como tales, tienen una finalidad señalada por Dios,
que es la divina glorificación;
Þ que esa divina glorificación se realiza en el
tiempo, pues sólo en el tiempo existen las colectividades terrestres;
Þ que la sanción correspondiente a la conducta
colectiva no puede darse sino en este mundo; excluye el sueño de una
pervivencia de la sociedad como tal en la existencia gloriosa de la patria
eterna y en una vida colectiva ultraterrena.
Los pueblos como tales han de glorificar también a
Jesucristo, Rey de Reyes y Señor
de los que dominan, reconociendo su
realeza suprema y absoluta y sometiéndose amorosamente a sus santas y
saludables leyes.
Ese reino de Jesucristo en cada individuo y en la sociedad
se ha de establecer por medio de la Iglesia.
La consumación del reinado de Jesucristo en el mundo se
alcanza cuando la Sociedad Civil se organiza cristianamente.
2.a
Parte: Tendencias de los espíritus y de las sociedades.
En la segunda parte el Padre Ramière examina las tendencias
o aspiraciones de los espíritus, de la
sociedad civil de su tiempo y de la misma Iglesia. Cuanto a las primeras,
las reduce a una fundamental, la de garantizar
el respeto a la dignidad humana, y a varias otras que tienen por objeto las diversas libertades en que esa dignidad se concreta: de religión y de conciencia, de pensamiento, de acción política, de
asociación, de expresión; y
asimismo la igualdad y la fraternidad.
Trío: libertad, igualdad y fraternidad, en cuyo nombre se hizo la gran revolución
francesa.
3.a
Parte: Las promesas divinas.
Profecías del Antiguo y Nuevo Testamento
En la tercera parte examina los más decisivos fundamentos
de las esperanzas de la Iglesia: las
promesas de Dios expresadas: unas, en
los hechos del Antiguo y del Nuevo Testamento, otras en los oráculos de los profetas; otras, en las comunicaciones a los Santos de la ley nueva.
Esas profecías son la expresada en el Génesis, 3, 15, sobre la victoria contra la serpiente, las promesas hechas a los patriarcas sobre
el nacimiento del Salvador del mundo y sobre las bendiciones que derramará sobre todas las naciones, explicadas
por los salmos, por Isaías y otros profetas, por Daniel y por San Juan.
A la luz de aquel gran principio de hermenéutica: "las palabras de los Sagrados libros deben
ser entendidas en su sentido obvio y natural, siempre que ese sentido no sea contrario a otra proposición más clara
de las mismas Escrituras, a la
tradición eclesiástica o al testimonio manifiesto de la razón".
Señales para esperar: profecías de santos, la devoción al
Corazón de Jesús y la formulación de la esperanza en la proclamación del dogma
de la Inmaculada Concepción.
a) las profecías de Santa Hildegarda que
considera preludio de las bendiciones
derivadas de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
b) Los tiempos actuales, desde el siglo XVIII en adelante, se
caracterizan por la llamada del Espíritu Santo a la vida interior sobrenatural
de incorporación a Jesucristo; y es precisamente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús el medio providencial sugerido
por Él mismo y tan recomendado por la Santa Iglesia, para progresar en ese conocimiento de lo más íntimo y bello de Jesucristo y en el consiguiente amor.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, bien entendida, no es una práctica particular de devoción.
Es la religión entera.
Las seguridades de redención que esta preciosa devoción
nos ofrece, son un especial argumento
en favor de las esperanzas de la Iglesia.
c) La definición del dogma de la Inmaculada Concepción de
la Virgen María es para el Padre Ramière un
decisivo argumento en favor de sus esperanzas. Lo es, en primer lugar, porque así lo proclama el Papa en la bula
"Inneffabilis Deus".
Después, porque cree natural que la maternidad de María
respecto del cuerpo místico de Jesucristo ha de traducirse en una especial
eficacia santificadora de todos sus miembros.
Y finalmente porque estima que el dogma de la Inmaculada
Concepción de María armoniza en el hombre
moderno su aspiración a lo perfecto con la conciencia de su real miseria.
Pío IX "Nos
esforzamos con certísima esperanza y firme confianza en creer que la beatísima
Virgen... querrá lograr con su patrocinio que la Santa Madre Iglesia Católica,
superadas todas las dificultades y disipados todos los errores, en todas partes
y entre todas las gentes, de día en día más se robustezca, florezca y reine
"de mar a mar, y desde el río hasta los confines del orbe", disfrute
de plena paz, tranquilidad y libertad, a fin de que los reos obtengan perdón,
los enfermos salud, los débiles fortaleza, los afligidos consolación, los
necesitados auxilio, y todos los equivocados, desvanecidas las tinieblas de su
mente, vuelvan al camino de la verdad y de la justicia, y se forme un solo redil bajo el único Pastor".
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