domingo, 15 de marzo de 2015

“Las esperanzas de la Iglesia según el P. Igartua S.J.”

EIntroducción: en qué consiste la obra del P. Igartua S.J. – El P. Orlandis S.J. y el P. Igartua S.J. continuadores del P. Ramière S.J. – El P. Ramière S.J. precedente de la vocación sobre la esperanza del P. Igartua S.J. – La esperanza ecuménica: qué es; concepto de esperanza; sentido del término ecuménico; los grupos de la esperanza ecuménica; objeto de la esperanza ecuménica; límites y concreción de la esperanza ecuménica; dificultades del tema; esquema de la obra; división de la obra.

Introducción


Esta obra es la publicación de la tesis doctoral (25 años) es muy voluminosa, cerca de 1500 páginas en papel Biblia y con un tamaño de letra que cuesta leer. Esperanza es la palabra que mejor define el contenido del volumen. La esperanza del triunfo del reino de Cristo y de la obra de Dios sobre el mundo.

El P. Orlandis S.J.y el P.Igartua S.J., continuadores del P.Ramière S.J.


Se trata de la vocación apostólica que recibieron de propagar la devoción al Corazón de Jesús, según el carisma de Paray le Monial, como remedio de los males que aquejan a la sociedad y el convencimiento de que por este medio se establecerá el Reino de Cristo no solo sobre los individuos, sino también sobre las familias y las naciones.

Más allá de lo teológicamente opinable o discutible, como dijo el P. Orlandis en la fiesta de Cristo Rey del 25 de octu­bre de 1942, tuvieron los tres la cer­teza de que «Jesucristo centra en la devoción al Sagrado Corazón el remedio del mundo actual, y que como consecuencia del triunfo de esta devoción ha de venir la época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia, coincidente con el Reinado Social de Jesucris­to».

 

El P. Ramiére, precedente de la vocación apostólica del P. Igartua

En la conferencia que pronunció en Oña con motivo del centenario del Apostolado de la Oración, confiesa el P. Igartua que se fija en dos obras del  P. Ramiére: «El Apostolado de la Oración» y «las Esperanzas de la Iglesia».

Del libro las esperanzas de la Iglesia del P. Ramière, recuerda que en su estudio considera las profecías de los Santos y cita la profecía de Santa Hildegardis, aprobada por San Bernardo, por Eugenio IV, y el Concilio de Tréveris:

«A medida que el temor de Dios pierda su imperio, las guerras serán más frecuentes y más crueles: una multitud perecerá por la espada y un gran número de ciudades serán destruidas. Pero cuando, en fin, los hombres hayan sido pacificados por tantas tribula­ciones, volverán a la práctica de las leyes de la Iglesia. Entonces se verá la justicia y la paz establecidas por tan sabias leyes, que los pueblos, llenos de admiración, confesarán que nada semejante se había visto hasta entonces. Esta paz que el mundo gozará antes de la segunda venida del Hijo de Dios, figurada por la que precedió a la primera, será mucho más completa que ella... Los judíos se juntarán a los cristianos y confe­sarán con gozo la venida del Mesías, a quien ahora no conocen. Habrá grandes profetas y hombres podero­sos... Se prohibirá el uso de las armas, y el hierro no se empleará más que en el cultivo de la tierra y el provecho de la sociedad..., y los ángeles... tendrán un trato más familiar con los hombres...».

¿Mas cuándo será esto? Da un paso más el P. Ra­miére y hace ver que, según las palabras del Divino Salvador a Santa Gertrudis y a Santa Margarita, la revelación  de su  Corazón  es  el medio  escogido  por Dios para calentar el mundo envejecido y para renovar la sociedad. Se habla por cierto en Paray de nueva Redención, y el Salvador promete a Santa Margarita reinar a pesar de todos sus enemigos.


La Esperanza Ecuménica de la Iglesia


Qué se entiende por esperanza ecuménica


En la obra el P. Igartua S.J. entiende por esperanza ecuménica de la Iglesia a la esperanza mostrada por la Iglesia (a través de manifestaciones de su magisterio eclesial) acerca del futuro de la unidad religiosa de la fe en el mundo.

El estudio no se centra en la unidad religiosa de fe, puesto que en este caso no se podría hablar de espe­ranza de aquello que desde el mismo comienzo ya es poseído.

El tema elegido versa más propiamente acerca de la nota de catolicidad. La Iglesia es católica, es decir, universal: y nos preguntamos acerca de la esperanza que la Iglesia tiene y muestra de que su catolicidad llegue a determinadas concrecio­nes, que tratamos de investigar.

Concepto teológico de la esperanza de la Iglesia


La esperanza es una virtud infusa sobrenatural que se halla, como hábito sobrenatural, en el alma del hombre que la posee y establece en él una tensión hacia el futuro prometido por Dios de modo revelado. Es teologal por tener como objeto propio al mismo Dios.

Las virtudes teologales fe, esperanza y caridad son generalmente consideradas como virtudes simplemente del in­dividuo, potencias o actos de su nueva vida sobrenatural infu­sa. Sin embargo, no es nueva la expresión técnica ordinaria que habla de la fe de la Iglesia.

Se puede hablar de una esperanza de la Iglesia, la cual será la comunidad de hábitos o actos de esperanza indi­viduales de los miembros del «Cuerpo místico de Cristo», que es la Iglesia, en cuanto animados por un mismo espíritu; y por una semejante trasposición al objeto, se hablará también de la esperanza de la Iglesia, designando con esta expresión al objeto hacia el que tiende aquella esperanza de la comunidad.

Santo Tomás en su Suma Teológica, asignando, en su tratado sobre las pasiones humanas, la esperanza al apetito irascible y no al concupiscible, aunque presupone el deseo del bien, cuando éste es futuro, difícil y posible.

 

Sentido del término «ecuménico»


«El ecumenismo católico, en su sentido más general, es el trabajo ordenado y sostenido por Dios de la reconciliación de todos los hom­bres con Dios a través de su incorporación a la unidad del Cuerpo místico de Cristo, y que procede, en cuanto a su dirección efectiva, desde el centro, que es la Sede de Pedro, hasta los límites del mundo»

«El ecumenismo católico, en su sentido especial o particular, es el trabajo ordenado y sostenido por Dios  de la reconciliación, que tiene por objeto la vuelta de los disidentes bautizados a la unidad del Cuerpo místico de Cristo, la cual comprende su aceptación de la fe y la co­munión con la Sede de Pedro y la Iglesia católica en todo el mundo»

Los grupos de esperanza ecuménica


El. Igartua divide la esperanza ecu­ménica en dos grupos principales, conforme a los dos sentidos indicados del adjetivo «ecuménico»: la unidad de los cristianos y la unidad cristiana de todos los hombres del mun­do. Y establece cuatro grupos de esperanza ecuménica:

a)   Esperanza de renovación de la Iglesia (ecuménico = católico).
b)   Esperanza de unidad con Oriente separado (ecuménico = unidad de Iglesia con Oriente).
c)   Esperanza de unidad de todos los cristianos (ecuménico = unidad de cristianos).
d)   Esperanza de unidad de todos los hombres (ecuménico = universal, mundial).

Objeto de la esperanza ecuménica


El objeto de la esperanza ecuménica, en su alcance máximo, es, según lo establece, la unidad religiosa de todos los hombres de la tierra en una sola Iglesia.

Límites, carácter y concreción del objeto de la esperanza ecuménica


a) Límite de la naturaleza humana. Hay testimonios del Magisterio que han afirmado la esperan­za ecuménica, poniéndole como límite objetivo el de la imposible absoluta plenitud, por el pecado original.

b) Límite del estado militante de la Iglesia en la tierra. El segundo motivo de limitación del objeto de la esperanza ecuménica de la Iglesia está en las for­mulaciones evangélicas, que hablan de un estado de combate contra sus enemigos del infierno y de la tierra mientras perma­nece aquí abajo.

c) Límite de la unidad de la Iglesia católica. Este límite se refiere al ecumenismo cristiano. Hay que evitar un falso irenismo. Entonces habla de la opinión de los que buscan la unidad de la Iglesia como si ésta no existiese ya desde que el Señor la fundó.

d) Límite del error milenarista. La exposición del P. Igartua S.J. no puede confundirse con ningún tipo de milenarismo que fue rechazado desde antiguo por la Iglesia, a pesar de haber sido seguido por muchos varones eclesiásticos como dice san Jerónimo.

Lo que la Iglesia rechaza con el término milenarista se encuentra en el decreto del Santo Oficio sobre el tema, en 1944, que rechaza como doctrina poco segura el milenarismo llamado mitigado, y le atribuye como nota fundamental en toda hipótesis la de una presencia visible de Cristo reinando en esta tierra antes del juicio final.

Las dificultades del tema


El P. Igartua S.J. opinaba que las dificultades que siempre se oponían a esta verdad del reino universal de Cristo sobre la tierra, concebido como plenitud moral de la expansión católica en el mundo, provenían, o de no entender el alcance de su formulación, o de encontrar inválidos los argumentos que lo apoyaban.

La no inteligencia de su alcance conducía fácilmente a estimar tal afirmación y doctrina peligrosa, o resabiada de algún milenarismo. El P. Ramiére S.J. tuvo que defenderse de tal acusación, invalidada claramente, y contradicha por la aprobación prestada a su libro por la suprema autoridad de Pío IX.

Enrique Ramiére, en el siglo XIX, para proponer como tesis la esperanza de un triunfo de la Iglesia en el mundo, antes del segundo advenimiento, comenzó por estu­diar las leyes teológicas de la Providencia en el gobierno del mundo; después estudió las tendencias de la sociedad actual para descubrir en ellas la acción divina en la marcha de la so­ciedad; y, finalmente, presentó las divinas revelaciones con una interpretación más o menos probable, pero nunca defini­tiva, y las revelaciones privadas, siempre incapaces de funda­mentar una esperanza propiamente eclesial.

El mérito del P. Ramière consistió en que teniendo a la vista un único documento eclesial obre la es­peranza ecuménica, el de la bula Ineffabilis, de Pío IX, elaboró una tesis probatoria de la realidad de tal esperanza.

A la vista de estas dificultades probatorias el P. Igartua S.J. y para tener seguridad del resultado de su investigación considera dos fuentes de investigación: la divina revelación de la Escritura y los documentos eclesiales. A un siglo de distancia de Ramière S.J., su método le dio un magnífico resultado.

Una vez determinada la existencia en la Iglesia actual de dicha esperanza ecuménica, y fijado en lo po­sible su contenido, ha de aparecemos con evidencia, por los mismos documentos y a su luz, que fundamentan su esperan­za en la divina revelación; estimamos éste el momento opor­tuno para acudir a discernirla, sosteniendo sobre ella la luz de la esperanza eclesial ya descubierta. Así, la Iglesia viva aporta la luz de la Tradición inviolable sobre la Escritura.

Esquema de la obra


La obra lleva como subtítulo el de Un rebaño y un Pastor debido a que le parece una de las mejores formulaciones plásticas de tal esperanza ecuménica y puesta en boca de Nuestro Señor Jesucristo.

Al subtítulo se añade el epígrafe «Textos y estudio», que manifiesta la metodología seguida en la realización del trabajo. La primera labor para construir esta obra fue la de reunir, como base para el estudio que había de ofrecer, una amplia colección de testimonios, en nuestro deseo exhaustiva en cuanto la humana limitación lo permite, recogidos de los documentos del Magisterio eclesial.

La obra ofrece una triple selec­ción de testimonios.

o      La primera serie de textos se refiere al versículo del evangelio de Juan que contiene la afirmación de un rebaño y su pastor (Jn 10, 16) nº1-379
o      La segunda serie de textos se refiere a las esperanzas ecuménicas de la Iglesia que no se refieren directamente a ese versículo (Desde Pío IX hasta Vaticano II). Nº 501-709
o      La tercera serie de textos se refiere a la epístola apostólica universal Praeclara gratulationis, de León XIII. Nº 901-937

División de la obra


La obra consta de tres partes:

La primera parte investiga la existencia y contenido en tales textos de la esperanza ecuménica en sus distintas variedades, así como la presencia en los mismos de las raíces neo-testamentarias en que aquéllos parecen fundarla.

Se parte de un hecho actual de la vivencia de la Iglesia, cual es el concilio Vaticano II. Partiendo de este hecho actual, se fija en otro documento que resulta de especial importancia para la esperanza ecuménica, y es la epístola apostólica Praeclara, de León XIII. Tal vez no haya otro documento que tan expresamente en con­junto haya enfocado este tema de la esperanza de la futura uni­dad en la fe católica.

Después, investiga la existencia de la esperanza ecuménica en los textos del Magisterio de la Iglesia desde Pío IX hasta Pablo VI.

Y lo hace de acuerdo con el siguiente esquema de extensión creciente de la esperanza: a) Esperanza de una renovación extraordinaria de la Iglesia. b) Esperanza ecuménica de la unidad de las Iglesias cristianas. c) Esperanza de renovación cristiana de la sociedad civil. d) Esperanza ecuménica de la unidad religiosa del mundo en la fe cristiana.

El resultado proclama abiertamente que, en efecto, en la Iglesia de este último siglo desde Pío IX hasta el Vaticano II, hay una conciencia de claridad grande acerca de esta esperanza. La proclamación de la Bula Ineffabilis no había sido un hecho aislado, sino afloración a distancia de una poderosa corriente de la espe­ranza.

La segunda parte de la obra la dedica a hacer exégesis de los pasajes del Nuevo Testamento que contienen la esperanza ecuménica.

Las argumentaciones deducidas de la palabra reve­lada escrita se presentan conectadas con los testimonios del Magisterio, se ciñe a los textos del Nuevo testamento que el magisterio mismo presenta como motivos de su esperanza. Se citan los textos bíblicos que la Iglesia juzga más directamente relacionados con la esperanza ecuménica. Están tomados de San Juan, San Pablo y San Mateo. La profecía del Buen Pastor (Jn. 10, 16), la oración de Jesús en la cena (Jn. 17, 21-23), el misterio revelado por Pablo (Rom. 11, 25-26), la concurrencia en la unidad de la fe (Ef. 4, 13), la oración del Reino en el Padrenuestro (Mt. 6, 10).

La tercera y última parte del estudio enfoca la perspectiva teológica de la esperanza ecuménica dentro de la doctrina católica, y finaliza en un capítulo donde se trata de valorar doctrinalmente los resultados alcanzados. Un breve epílogo propone una reflexión de utilidad sobre él método se­guido en el trabajo y la importancia de las conclusiones.

Si nuestra obra contribuye a fomen­tar esta esperanza, aunque sólo sea en un alma, y por ella en la Iglesia, y a abrir camino con esto a su más presta realización, sabiendo que es obra de Dios y que necesita la cooperación de los hombres, ésta será nuestra más dulce recompensa, ni queremos otra.. Escribe el resto de tu post aquí.

No hay comentarios: