La devoción al Corazón de Jesús en el carisma apostólico del P. Igartua S.J. (1912-+1992)
Ignacio Mª Azcoaga Bengoechea
Introducción
Nos hemos propuesto hacer este acto de homenaje o de recuerdo al P. Igartua un grupo de amigos que le conocimos a través de Schola Cordis Jesu, Sección del Apostolado de la Oración.
Introducción
Nos hemos propuesto hacer este acto de homenaje o de recuerdo al P. Igartua un grupo de amigos que le conocimos a través de Schola Cordis Jesu, Sección del Apostolado de la Oración.
Primeros recuerdos
Hacia enero de 1969 comenzamos a ir los domingos por la mañana a la Universidad de Deusto para que nos diera unas sesiones de formación. En esas reuniones trataba diferentes temas, generalmente de espiritualidad, si bien incluía también cuestiones de Teología y de Filosofía.
El primer tema que nos produjo un fuerte impacto fue el de la gracia santificante, al que no se le daba el relieve requerido en aquellos tiempos. Durante el primer año nos habló en profundidad sobre el Concilio Vaticano II que acababa de finalizar—1965— ya que se había originado una gran confusión acerca de sus enseñanzas. El nos ayudó a acercarnos al verdadero Concilio Va¬ticano II.
Más adelante, en el año 1976, nos dio unas sesiones sobre “Introducción a la Sagrada Escritura”. A él fue al primero que le oímos hablar sobre los métodos histórico-críticos de historia de las formas, de historia de la redacción y las “ipsissima verba Christi” de J.J. Jeremías, de la disociación que hacían algunos entre el “Jesús de la historia” y el “Cristo de la fe”, que llevaba a la ruina la historicidad de los evangelios, tema que ampliamente han tratado Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Siempre estaba al tanto de todos los hallazgos relacionados con la historicidad de los Evangelios. Como el hallazgo de textos en las cuevas de Qumram, donde se podía apreciar que uno de los evangelios, no recuerdo cuál, podía estar escrito en los años 50, mucho más próximo a la vida terrena de Jesús que lo que decían los racionalistas como Dibelius y otros de la escuela de Tubinga que, en su afán por quitar historicidad a los evangelios, retrasaban su redacción a finales del primer siglo, o incluso a comienzos del segundo.
También recuerdo con qué alegría nos contaba el hallazgo en Jerusalén de la piscina de los cinco pórticos -que sólo aparece en el evangelio de San Juan-, evangelio al que los modernistas y sus seguidores, en su afán desmitificador, le asignaban el carácter de a-histórico y un carácter teológico, lo que suponía que el discurso del pan de vida, fundamental para la fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía, o el discurso de la última Cena, eran no relatos fidedignos de lo enseñado por Jesucristo, sino invenciones de San Juan o de sus discípulos (la comunidad post-pascual).
El P. Igartua tenía el convencimiento de que no podía haber contradicción entre la verdad revelada, las verdades de la razón y los descubrimientos de las ciencias experimentales ya que, como enseñó el Concilio Vaticano I, no puede haber contradicción en lo que tiene el mismo autor, es decir, Dios. Así que recuerdo con qué satisfacción nos contó una vez que la ciencia biogenética había descubierto en el óvulo de la mujer un componente que ponía de manifiesto que todas las mujeres procedían genéticamente de un único óvulo (claro está del de Eva) lo que dejaba en el aire la hipótesis del poligenismo que fue comentada por Pío XII en la Encíclica “Humani Generis”.
De todas formas, el tema central y nuclear de la vocación apostólica del P. Igartua, fue el «Reinado del sagrado Corazón de Jesús». Fuera el que fuera el tema del que hablaba nunca faltaba la referencia obligada al Corazón de Jesús. Todo adquiría sentido para él desde el Corazón de Jesús y todo cuanto acontece en esta vida individual, familiar o socialmente, está dirigido hacia el Corazón del Hijo de Dios. Nos inculcaba que venimos del Corazón de Jesús, vivimos por el Corazón de Jesús por medio del Corazón de María y nos encaminamos con la ayuda de la Virgen hacia el corazón del Verbo encarnado.
Director del Centro de Schola erigido en Bilbao
Un Centro de Schola Cordis Jesu fue erigido en Bilbao en el mes de diciembre del año 1982 (ahora están a punto de cumplirse los 25 años), por el P. Corta S.J., entonces Director diocesano del Apostolado de la Oración en la diócesis de Bilbao, con la intervención del P. Igartua S.J. que pasó a ser su Director.
Con ese motivo, el 20 de marzo de 1983, tuvo lugar un retiro dirigido por el P. Igartua, con el tema: «Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor».
Indicó tres niveles de conocimiento. El primero, su rostro físico, el que vieron los que con El convivieron en Palestina, e hizo algunas alusiones a la Sábana Santa. El segundo, su Corazón, que es el que más específicamente califica la vocación de SCHOLA y que nos pone en contacto con el Amor de Dios. El tercero, la propia Divinidad, conocimiento que será colmado en la visión beatífica. Es de notar el hecho de que el Corazón de Jesús hace de puente para conocer la «humanidad» y la «Divinidad» de Jesucristo y nos muestra el verdadero rostro de Dios.
1.- Vida y obra del P. Juan Manuel Igartua S.J.
Datos biográficos (consultar en otra entrada del blog)
Hacia enero de 1969 comenzamos a ir los domingos por la mañana a la Universidad de Deusto para que nos diera unas sesiones de formación. En esas reuniones trataba diferentes temas, generalmente de espiritualidad, si bien incluía también cuestiones de Teología y de Filosofía.
El primer tema que nos produjo un fuerte impacto fue el de la gracia santificante, al que no se le daba el relieve requerido en aquellos tiempos. Durante el primer año nos habló en profundidad sobre el Concilio Vaticano II que acababa de finalizar—1965— ya que se había originado una gran confusión acerca de sus enseñanzas. El nos ayudó a acercarnos al verdadero Concilio Va¬ticano II.
Más adelante, en el año 1976, nos dio unas sesiones sobre “Introducción a la Sagrada Escritura”. A él fue al primero que le oímos hablar sobre los métodos histórico-críticos de historia de las formas, de historia de la redacción y las “ipsissima verba Christi” de J.J. Jeremías, de la disociación que hacían algunos entre el “Jesús de la historia” y el “Cristo de la fe”, que llevaba a la ruina la historicidad de los evangelios, tema que ampliamente han tratado Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Siempre estaba al tanto de todos los hallazgos relacionados con la historicidad de los Evangelios. Como el hallazgo de textos en las cuevas de Qumram, donde se podía apreciar que uno de los evangelios, no recuerdo cuál, podía estar escrito en los años 50, mucho más próximo a la vida terrena de Jesús que lo que decían los racionalistas como Dibelius y otros de la escuela de Tubinga que, en su afán por quitar historicidad a los evangelios, retrasaban su redacción a finales del primer siglo, o incluso a comienzos del segundo.
También recuerdo con qué alegría nos contaba el hallazgo en Jerusalén de la piscina de los cinco pórticos -que sólo aparece en el evangelio de San Juan-, evangelio al que los modernistas y sus seguidores, en su afán desmitificador, le asignaban el carácter de a-histórico y un carácter teológico, lo que suponía que el discurso del pan de vida, fundamental para la fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía, o el discurso de la última Cena, eran no relatos fidedignos de lo enseñado por Jesucristo, sino invenciones de San Juan o de sus discípulos (la comunidad post-pascual).
El P. Igartua tenía el convencimiento de que no podía haber contradicción entre la verdad revelada, las verdades de la razón y los descubrimientos de las ciencias experimentales ya que, como enseñó el Concilio Vaticano I, no puede haber contradicción en lo que tiene el mismo autor, es decir, Dios. Así que recuerdo con qué satisfacción nos contó una vez que la ciencia biogenética había descubierto en el óvulo de la mujer un componente que ponía de manifiesto que todas las mujeres procedían genéticamente de un único óvulo (claro está del de Eva) lo que dejaba en el aire la hipótesis del poligenismo que fue comentada por Pío XII en la Encíclica “Humani Generis”.
De todas formas, el tema central y nuclear de la vocación apostólica del P. Igartua, fue el «Reinado del sagrado Corazón de Jesús». Fuera el que fuera el tema del que hablaba nunca faltaba la referencia obligada al Corazón de Jesús. Todo adquiría sentido para él desde el Corazón de Jesús y todo cuanto acontece en esta vida individual, familiar o socialmente, está dirigido hacia el Corazón del Hijo de Dios. Nos inculcaba que venimos del Corazón de Jesús, vivimos por el Corazón de Jesús por medio del Corazón de María y nos encaminamos con la ayuda de la Virgen hacia el corazón del Verbo encarnado.
Director del Centro de Schola erigido en Bilbao
Un Centro de Schola Cordis Jesu fue erigido en Bilbao en el mes de diciembre del año 1982 (ahora están a punto de cumplirse los 25 años), por el P. Corta S.J., entonces Director diocesano del Apostolado de la Oración en la diócesis de Bilbao, con la intervención del P. Igartua S.J. que pasó a ser su Director.
Con ese motivo, el 20 de marzo de 1983, tuvo lugar un retiro dirigido por el P. Igartua, con el tema: «Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor».
Indicó tres niveles de conocimiento. El primero, su rostro físico, el que vieron los que con El convivieron en Palestina, e hizo algunas alusiones a la Sábana Santa. El segundo, su Corazón, que es el que más específicamente califica la vocación de SCHOLA y que nos pone en contacto con el Amor de Dios. El tercero, la propia Divinidad, conocimiento que será colmado en la visión beatífica. Es de notar el hecho de que el Corazón de Jesús hace de puente para conocer la «humanidad» y la «Divinidad» de Jesucristo y nos muestra el verdadero rostro de Dios.
1.- Vida y obra del P. Juan Manuel Igartua S.J.
Datos biográficos (consultar en otra entrada del blog)
Labor de Escritor
El P. Igartua escribió mucho porque pensaba que los libros pueden desarrollar una gran labor de apostolado. Sus palabras corren, pero a la vez permanecen. Pueden ser consultados, leídos, releídos, comparados. Son un amigo fiel, y en ellos dejamos los que escribimos nuestra alma y nuestros deseos: ¡ojalá suceda lo mismo con los que leen! Porque la suprema aspiración de un escritor debe ser y es que sus ideas pasen a otras almas, y a través del conductor de papel, y de aquellos signos materiales de las letras, se hagan de nuevo vida apasionada en otros seres, como primero lo fueron en el que escribió.
Los libros en particular, tratándose de la devoción al Sagrado Corazón de Cristo Rey, tienen un importante papel de apostolado. Pío XI lo ha expresado en la Encíclica Quas Primas sobre la fiesta de Cristo Rey, exponiendo los precedentes de la fiesta:
“Ninguno ignora cómo fue sostenido este culto y sabiamente defendido por medio de libros divulgados en las varias lenguas del mundo”
El P. Igartua escribió mucho porque pensaba que los libros pueden desarrollar una gran labor de apostolado. Sus palabras corren, pero a la vez permanecen. Pueden ser consultados, leídos, releídos, comparados. Son un amigo fiel, y en ellos dejamos los que escribimos nuestra alma y nuestros deseos: ¡ojalá suceda lo mismo con los que leen! Porque la suprema aspiración de un escritor debe ser y es que sus ideas pasen a otras almas, y a través del conductor de papel, y de aquellos signos materiales de las letras, se hagan de nuevo vida apasionada en otros seres, como primero lo fueron en el que escribió.
Los libros en particular, tratándose de la devoción al Sagrado Corazón de Cristo Rey, tienen un importante papel de apostolado. Pío XI lo ha expresado en la Encíclica Quas Primas sobre la fiesta de Cristo Rey, exponiendo los precedentes de la fiesta:
“Ninguno ignora cómo fue sostenido este culto y sabiamente defendido por medio de libros divulgados en las varias lenguas del mundo”
Catálogo de las obras del P. Igartua S.J. (consultar en otra entrada del blog)
Las fases de su producción escrita
En la redacción de sus libros, podemos considerar varias fases, atendiendo a la génesis de sus libros.
Una fase inicial, en la que publica sus libros relacionadas directamente con la devoción al Corazón de Jesús, la Realeza de Cristo y el Apostolado de la Oración: Peregrino de amor; el Corazón abierto de Jesús; el Misterio de Cristo Rey; Vivir con la Iglesia; y Podemos cambiar el mundo.
Aunque posteriores en el tiempo, se pueden incluir en esta primera fase, como en embrión o en potencia, dos obras que escribió sobre San Claudio de la Colombière: Escritos espirituales y cartas del Beato Claudio de la Colombière y San Claudio de la Colombière, Apóstol del Corazón de Jesús. La primera, con motivo del cincuentenario de su beatificación, que salió a la luz en 1979 y una segunda, con motivo de su canonización, publicada dos meses antes de su muerte en 1992.
El que hubiera conocido en vida la canonización de San Claudio se puede considerar como un don del Corazón de Jesús a su fidelidad al «Encargo suavísimo».
Una segunda fase, en continuidad con la anterior, avanzando en comprensión y especulación teológica, en la que desarrolla el tema central de su vocación apostólica, el Reinado social del Corazón de Jesús, por medio de su libro, el Misterio de Cristo Rey, su triunfo próximo esperado por la Iglesia y afirmado en numerosos textos del Magisterio de la Iglesia a partir de la bula de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción por Pío IX.
En esta tarea es continuador de la línea iniciada por el P. H. Ramiére y nos ha dejado dos obras relativas desarrollado el tema central: La Esperanza Ecuménica de la Iglesia; y El Mundo será de Cristo. Relacionado, también, con esta segunda fase, cabe señalar sus estudios exhaustivos acerca de la profecía de los Papas, conocida con el nombre de profecía de San Malaquías, que nos acerca a pensar en los «últimos tiempos»: El enigma de la «Profecía de San Malaquías sobre los Papas y ¿Quién escribió la «Profecía de San Malaquías»?
Hay una tercera fase en sus libros, en la que unifica su sólida fe y su talla de pensador.
En esta fase hay que considerar en primer lugar, un curso de Teología a distancia, Historia de la salvación, y una obra apologética, Respuesta teológica a Díaz-Alegría, quien había escrito una obra abiertamente enfrentada a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia, titulada, “Yo creo en la esperanza”.
En segundo lugar, nos ha dejado un conjunto de libros sobre Jesús de Nazaret. A partir de la historicidad de los evangelios que nos expresan fielmente lo que Jesús de Nazaret hizo y dijo —historicidad examinada amplia y profundamente en el libro Los evangelios ante la historia—, estudia los puntos centrales de nuestra fe: la divinidad de Jesucristo —Hijo de Dios y Mesías— en su obra El Mesías Jesús de Nazaret, la resurrección de Jesucristo en su libro La Resurrección de Jesús y su cuerpo. En esta misma línea, está El Misterio de Cristo. Un verdadero tratado de Cristología, donde expone y examina las verdades de fe reveladas por Dios y enseñadas por el Magisterio de la Iglesia.
Tenía escritas pero sin preparar para publicar una obra sobre la vuelta de resucitado y sus señales (un comentario al Capítulo 24 del Evangelio de San Mateo); y la última era el apoteosis del Corazón de Jesús.
Dentro de esta última fase, cabe señalar dos libros de carácter apologético relativos a la Sábana Santa: El enigma de la Sábana Santa y La Sábana Santa es auténtica, esta segunda, después de haber asimilado y contestado ampliamente la los resultados de la prueba del carbono-14. Para el P. Igartua, la Sábana Santa no es un mero icono como se dijo al dar publicidad a los resultados de la prueba del carbono 14, sino una verdadera reliquia que contuvo en su interior el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.
La idea de la realeza de Cristo, el tema central
El Misterio de Cristo Rey contiene en síntesis el ideal que constituye su aspiración apostólica. La dedicatoria del libro es al Sagrado Corazón de Cristo Rey. Esta obra contiene el resumen primero del ideal que después se fue desplegando y ampliando. En élla, el P. Igartua se hace eco de la doctrina incluida en el culto litúrgico a la realeza de Cristo propuesto por S.S. Pío XI, el 31 de diciembre de 1925, calificada como la «devotio moderna».
El P. Igartua era consciente de la actualidad y trascendencia de la idea de Cristo Rey. En el prólogo de El Misterio de Cristo Rey, recorre los centros nucleares de la devoción católica según las diferentes épocas, bien entendido que nunca cesan los grandes centros de devoción católica, y dice: «la devoción de la Cruz llenó los primeros siglos del cristianismo, a partir de Constantino; la devoción de la Sagrada Pasión, promovida por el maravilloso poverello de Asís, por¬taestandarte de Cristo; la devoción mariana del Rosario, desarrollada por Santo Domingo de Guzmán; la devoción triunfante de la Eucaristía, sacada a la adoración pública en el siglo XII, a partir de la Beata Juliana de Cornillon; la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, principalmente de Santa Margarita María de Alacoque, y, finalmente, la devoción a Cristo Rey, instaurada solemnemente por Pío XI» .
A esta devoción, la denomina «la última gran estrella del eterno Amor», la considera inspiradora de la heroicidad de los «mártires de Méjico y de España, los mártires del siglo XX» que «morían vencedores con el grito de triunfo en los labios ¡Viva Cristo Rey! Considera que el Espíritu Santo «ha inspirado a su Iglesia, para la lucha que se avecinaba, el ideal de Cristo Rey».
Se puede decir que el P. Igartua al escribir este libro tenía en su mente el «Llamamiento del Rey eternal» que propone San Ignacio de Loyola en la segunda semana, junto con la «Meditación de las dos Banderas».
2.- La devoción al Corazón de Jesús, San Claudio
Desde el comienzo de su vida apostólica y desde el comienzo de su tarea de publicar libros, como lo hicieron los devotos del Corazón de Jesús, tuvo presente esta devoción. Entre estos autores, cita a: San Claudio de la Colombière, con su Retiro espiritual; el Padre Croiset, con su libro sobre la Verdadera devoción al Sagrado Corazón de Jesús; el Venerable Hoyos, por medio del P. Loyola con su Tesoro escondido; el Padre Gallifet, el Padre Cardaveraz, el Padre Ramiére, con su Apostolado de la Oración etc…
En la redacción de sus libros, podemos considerar varias fases, atendiendo a la génesis de sus libros.
Una fase inicial, en la que publica sus libros relacionadas directamente con la devoción al Corazón de Jesús, la Realeza de Cristo y el Apostolado de la Oración: Peregrino de amor; el Corazón abierto de Jesús; el Misterio de Cristo Rey; Vivir con la Iglesia; y Podemos cambiar el mundo.
Aunque posteriores en el tiempo, se pueden incluir en esta primera fase, como en embrión o en potencia, dos obras que escribió sobre San Claudio de la Colombière: Escritos espirituales y cartas del Beato Claudio de la Colombière y San Claudio de la Colombière, Apóstol del Corazón de Jesús. La primera, con motivo del cincuentenario de su beatificación, que salió a la luz en 1979 y una segunda, con motivo de su canonización, publicada dos meses antes de su muerte en 1992.
El que hubiera conocido en vida la canonización de San Claudio se puede considerar como un don del Corazón de Jesús a su fidelidad al «Encargo suavísimo».
Una segunda fase, en continuidad con la anterior, avanzando en comprensión y especulación teológica, en la que desarrolla el tema central de su vocación apostólica, el Reinado social del Corazón de Jesús, por medio de su libro, el Misterio de Cristo Rey, su triunfo próximo esperado por la Iglesia y afirmado en numerosos textos del Magisterio de la Iglesia a partir de la bula de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción por Pío IX.
En esta tarea es continuador de la línea iniciada por el P. H. Ramiére y nos ha dejado dos obras relativas desarrollado el tema central: La Esperanza Ecuménica de la Iglesia; y El Mundo será de Cristo. Relacionado, también, con esta segunda fase, cabe señalar sus estudios exhaustivos acerca de la profecía de los Papas, conocida con el nombre de profecía de San Malaquías, que nos acerca a pensar en los «últimos tiempos»: El enigma de la «Profecía de San Malaquías sobre los Papas y ¿Quién escribió la «Profecía de San Malaquías»?
Hay una tercera fase en sus libros, en la que unifica su sólida fe y su talla de pensador.
En esta fase hay que considerar en primer lugar, un curso de Teología a distancia, Historia de la salvación, y una obra apologética, Respuesta teológica a Díaz-Alegría, quien había escrito una obra abiertamente enfrentada a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia, titulada, “Yo creo en la esperanza”.
En segundo lugar, nos ha dejado un conjunto de libros sobre Jesús de Nazaret. A partir de la historicidad de los evangelios que nos expresan fielmente lo que Jesús de Nazaret hizo y dijo —historicidad examinada amplia y profundamente en el libro Los evangelios ante la historia—, estudia los puntos centrales de nuestra fe: la divinidad de Jesucristo —Hijo de Dios y Mesías— en su obra El Mesías Jesús de Nazaret, la resurrección de Jesucristo en su libro La Resurrección de Jesús y su cuerpo. En esta misma línea, está El Misterio de Cristo. Un verdadero tratado de Cristología, donde expone y examina las verdades de fe reveladas por Dios y enseñadas por el Magisterio de la Iglesia.
Tenía escritas pero sin preparar para publicar una obra sobre la vuelta de resucitado y sus señales (un comentario al Capítulo 24 del Evangelio de San Mateo); y la última era el apoteosis del Corazón de Jesús.
Dentro de esta última fase, cabe señalar dos libros de carácter apologético relativos a la Sábana Santa: El enigma de la Sábana Santa y La Sábana Santa es auténtica, esta segunda, después de haber asimilado y contestado ampliamente la los resultados de la prueba del carbono-14. Para el P. Igartua, la Sábana Santa no es un mero icono como se dijo al dar publicidad a los resultados de la prueba del carbono 14, sino una verdadera reliquia que contuvo en su interior el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.
La idea de la realeza de Cristo, el tema central
El Misterio de Cristo Rey contiene en síntesis el ideal que constituye su aspiración apostólica. La dedicatoria del libro es al Sagrado Corazón de Cristo Rey. Esta obra contiene el resumen primero del ideal que después se fue desplegando y ampliando. En élla, el P. Igartua se hace eco de la doctrina incluida en el culto litúrgico a la realeza de Cristo propuesto por S.S. Pío XI, el 31 de diciembre de 1925, calificada como la «devotio moderna».
El P. Igartua era consciente de la actualidad y trascendencia de la idea de Cristo Rey. En el prólogo de El Misterio de Cristo Rey, recorre los centros nucleares de la devoción católica según las diferentes épocas, bien entendido que nunca cesan los grandes centros de devoción católica, y dice: «la devoción de la Cruz llenó los primeros siglos del cristianismo, a partir de Constantino; la devoción de la Sagrada Pasión, promovida por el maravilloso poverello de Asís, por¬taestandarte de Cristo; la devoción mariana del Rosario, desarrollada por Santo Domingo de Guzmán; la devoción triunfante de la Eucaristía, sacada a la adoración pública en el siglo XII, a partir de la Beata Juliana de Cornillon; la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, principalmente de Santa Margarita María de Alacoque, y, finalmente, la devoción a Cristo Rey, instaurada solemnemente por Pío XI» .
A esta devoción, la denomina «la última gran estrella del eterno Amor», la considera inspiradora de la heroicidad de los «mártires de Méjico y de España, los mártires del siglo XX» que «morían vencedores con el grito de triunfo en los labios ¡Viva Cristo Rey! Considera que el Espíritu Santo «ha inspirado a su Iglesia, para la lucha que se avecinaba, el ideal de Cristo Rey».
Se puede decir que el P. Igartua al escribir este libro tenía en su mente el «Llamamiento del Rey eternal» que propone San Ignacio de Loyola en la segunda semana, junto con la «Meditación de las dos Banderas».
2.- La devoción al Corazón de Jesús, San Claudio
Desde el comienzo de su vida apostólica y desde el comienzo de su tarea de publicar libros, como lo hicieron los devotos del Corazón de Jesús, tuvo presente esta devoción. Entre estos autores, cita a: San Claudio de la Colombière, con su Retiro espiritual; el Padre Croiset, con su libro sobre la Verdadera devoción al Sagrado Corazón de Jesús; el Venerable Hoyos, por medio del P. Loyola con su Tesoro escondido; el Padre Gallifet, el Padre Cardaveraz, el Padre Ramiére, con su Apostolado de la Oración etc…
El Corazón abierto de Jesús
En una de sus primeras obras, «el Corazón abierto de Jesús», editada en 1951, escrita por indicación del P. Imatz para explicar a los jóvenes la devoción del Corazón de Jesús haciendo hincapié en el aspecto reparador, nos dice el P. Igartua que «su más urgente deseo» era «conquistar entre los estudiantes algunos amadores ardientes de este Divino Corazón» .
Era consciente de la importancia de transmitir la devoción al Corazón de Jesús que tiene vigencia permanente. Por eso decía que “doy más gracias a Dios de haber podido escribir este libro que si hubiera escrito la mayor parte de los que ahora son de actualidad. Porque toda actualidad pasa, pero la obra de Dios permanece. Y no hay en verdadera actualidad más grave y poderosa que la de esta devoción del Sagrado Corazón de Jesús”.
Algunos párrafos, a modo de muestra, ilustran qué significó la Devoción al Corazón de Jesús al P. Igartua.
El Sagrado Corazón es, pues, Jesucristo con el Corazón abierto. El Sagrado Corazón no es Jesucristo simplemente: es Jesucristo con el Corazón abierto, es Jesucristo desde el punto de vista del Corazón.
Estaba el Señor en la Cruz. (…) Llegaba un soldado con orden de romper las piernas a los crucificados para rema¬tarlos de este modo. Acercóse a Jesús, y viendo su rostro amarillo y su inmovilidad, interrogó a los demás con la mirada. «Ha muerto», le dijeron. Pero él, como quien quiere cerciorarse, tomó una lanza del suelo, la blandió con fuerza, y fue a clavarla en el costado de Jesús. Tembló el cuerpo de la sacudida, y al retirar la lanza salió tras ella «sangre y agua». Había quedado roto el Corazón divino y su última generosidad era dar por la herida la sangre preciosa que lava y redime.
Desde aquel momento, para siempre, Jesucristo era: JESUCRISTO CON EL CORA¬ZÓN ABIERTO. Tres días después resucitaba. (…)
Aparecióse después de ocho días a todos los Apóstoles en el Cenáculo, y dirigiéndose a Tomás le dijo: «Mete tu mano en mi costado», y le mostró la herida de su Corazón. (…)
Cuando contemplamos la maravillosa vida y riqueza de la Iglesia en el mundo, con sus flores de mártires y vírgenes, con sus altísimos cedros de santidad y sus humildes violetas agradables a Dios, sabemos que el río que alegra esta ciudad de Dios nace de su Sagrado Corazón traspasado. (…)
Si quieres asegurar tu salvación y gozar del puerto eterno en la otra vida, entra du¬rante la navegación de ésta en el Sagrado Corazón. Confía tu propia, y hasta el fin incierta, salvación eterna al Sagrado Corazón, y tienes el modo cierto de asegurarla por la esperanza.
El “Encargo suavísimo”
El hecho que pone más de manifiesto la vinculación de la persona y obra apostólica del P. Igartua a las revelaciones de Pary-le-Monial y la devoción al Corazón de Jesús, fue la forma en que vivió desde su vocación de jesuita del encargo suavísimo que el Corazón de Jesús hizo a la Compañía de Jesús en la persona del P. La Colombiére , en revelación a Santa Margarita, El 2 de julio de 1688, relatado en la carta a la M. Sumaise.
Escribió dos artículos sobre el tema en la revista Cristiandad, uno en el año 1985: “El «Encargo suavísimo» del Sagrado Corazón a la Compañía de Jesús”; y otro en el año 1986: “El Corazón de Jesús y la propagación de su devoción por la Compañía de Jesús”, en ambos se palpaba hasta qué punto había calado en su conciencia de jesuita dicho encargo.
«El día de la Visitación, ante el Santísimo Sacramento, mi Soberano se dignó favorecer a su miserable sierva con varias gracias particulares de su amoroso Corazón (...) volviéndose hacia el buen padre de la Colombière , esta Madre de bondad le dijo: y tú, siervo fiel de mi divino Hijo, tienes gran parte en este precioso tesoro pues... está reservado a los padres de la Compañía hacer ver y conocer su utilidad y valor, a fin de que se aprovechen de él, recibiéndolo con el respeto y agradecimiento que se debe a un beneficio tan grande.
Y a medida que le den este gusto, el Divino Corazón, fuente de bendiciones y de gracias, las derramará con tanta abundancia sobre el ejercicio de su ministerio, que producirán frutos superiores a sus trabajos y esperanzas...»
(Carta de Santa Margarita Maria de Alacoque a la Madre Saumaise, en Julio de 1688.)
Las congregaciones generales de la Compañía de Jesús XXIII (16- Septiembre, 23 Octubre 1883) y XXVI (2 Febrero- 18 Marzo 1915), acogieron esta misión de dar a conocer y propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
CONGREGACIÓN GENERAL XXIII.- Elección del P. Anderledy (16 sept.-23 oct. 1883). — «Como feliz y próspero remate de los trabajos, se propo¬ne a la Congregación un postulado con el fin de acrecentar y promover entre nosotros el culto de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Leído el parecer de los PP. Diputados, levan¬táronse a una todos los PP. Congregados y aprobaron por unánime aclamación lo siguiente: Declaramos que la Compañía de Jesús acepta y re¬cibe con ánimo rebosante de alegría y gratitud el suavísimo encargo a ella confiado por el mismo N. S. Jesucristo de practicar, fomentar y propa¬gar la devoción a su divinísimo Corazón». (Decreto 46).
CONGREGACIÓN GENERAL XXVI.- Elección del P. Ledóchowski (2 febr.-18 mar. 1915). — «Los Padres de esta Congregación XXVI, recordando aquel decreto solemne en el que la Congregación XXIII declaró reverente que la Compañía de Jesús aceptaba y recibía con ánimo rebosante de alegría y gratitud el suavísimo encargo a ella con¬fiado por el mismo N. S. Jesucristo de practicar, fomentar y propagar la devoción a su divinísimo Corazón, y aleccionados por la experiencia de que para promover este culto es sumamente apto el Apostolado de la Oración, en el comienzo mismo del segundo siglo de Restablecimiento de la Compañía, confirmaron de nuevo esta ardentísima adhesión de la Compañía al Sacratísimo Corazón de Jesús, y quisieron muy de veras que a todos los Nuestros, en particular a los Superiores, les fuese recomendado que fomenten cuanto les sea posible y trabajen por dilatar esta piadosa Aso¬ciación del Corazón de Jesús». (Decret. 21).
A este «encargo suavísimo» se alude de nuevo en el texto del Epítome del Instituto de la Compañía (num. 851, 1,2,3).Y muchas veces los superiores lo han recordado.
En la segunda de las citadas congregaciones se relacionó el cumplimiento de este «suavísimo encargo», al que según las palabras de Santa María de Alacoque, están prometidos frutos más allá de los trabajos y esperanzas, al fomento de la asociación del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN.
El anhelo de ver canonizado al Beato Claudio de la Colombière que durante años deseó y esperó el P. Igartua, lo vio cumplido unos meses antes de su muerte ya que fue canonizado por Juan Pablo II el 31 de mayo de 1992 (festividad de la Visitación de María) tres meses antes de su fallecimiento. Su vinculación a la obra y a la persona del «servidor fiel y amigo perfecto» tiene su mejor reflejo en su última obra publicada “San Claudio de la Colombière, apóstol del Corazón de Jesús” y en la editada en 1979, «Escritos Espirituales del Beato Claudio de la Colombiére SI.».
Al día siguiente de la canonización de Claudio la Colombiére, Juan Pablo II ratificaba el “Encargo suavísimo” a la Compañía, con estas palabras:
«La canonización de Claudio la Colombiére me lleva naturalmente a subrayar el «munus suavissimum» que él mismo recibió de parte del Señor: la difusión y la predicación del misterio de su Corazón Sagrado. Es toda la Compañía la que queda encargada de ésto, como tuve el gozo de confirmaros en Paray Le Monial, junto a la tumba de San Claudio». (Audiencia del Papa a los fieles del A. de la O., en Roma, el día 1 de Junio de 1992)
En una de sus primeras obras, «el Corazón abierto de Jesús», editada en 1951, escrita por indicación del P. Imatz para explicar a los jóvenes la devoción del Corazón de Jesús haciendo hincapié en el aspecto reparador, nos dice el P. Igartua que «su más urgente deseo» era «conquistar entre los estudiantes algunos amadores ardientes de este Divino Corazón» .
Era consciente de la importancia de transmitir la devoción al Corazón de Jesús que tiene vigencia permanente. Por eso decía que “doy más gracias a Dios de haber podido escribir este libro que si hubiera escrito la mayor parte de los que ahora son de actualidad. Porque toda actualidad pasa, pero la obra de Dios permanece. Y no hay en verdadera actualidad más grave y poderosa que la de esta devoción del Sagrado Corazón de Jesús”.
Algunos párrafos, a modo de muestra, ilustran qué significó la Devoción al Corazón de Jesús al P. Igartua.
El Sagrado Corazón es, pues, Jesucristo con el Corazón abierto. El Sagrado Corazón no es Jesucristo simplemente: es Jesucristo con el Corazón abierto, es Jesucristo desde el punto de vista del Corazón.
Estaba el Señor en la Cruz. (…) Llegaba un soldado con orden de romper las piernas a los crucificados para rema¬tarlos de este modo. Acercóse a Jesús, y viendo su rostro amarillo y su inmovilidad, interrogó a los demás con la mirada. «Ha muerto», le dijeron. Pero él, como quien quiere cerciorarse, tomó una lanza del suelo, la blandió con fuerza, y fue a clavarla en el costado de Jesús. Tembló el cuerpo de la sacudida, y al retirar la lanza salió tras ella «sangre y agua». Había quedado roto el Corazón divino y su última generosidad era dar por la herida la sangre preciosa que lava y redime.
Desde aquel momento, para siempre, Jesucristo era: JESUCRISTO CON EL CORA¬ZÓN ABIERTO. Tres días después resucitaba. (…)
Aparecióse después de ocho días a todos los Apóstoles en el Cenáculo, y dirigiéndose a Tomás le dijo: «Mete tu mano en mi costado», y le mostró la herida de su Corazón. (…)
Cuando contemplamos la maravillosa vida y riqueza de la Iglesia en el mundo, con sus flores de mártires y vírgenes, con sus altísimos cedros de santidad y sus humildes violetas agradables a Dios, sabemos que el río que alegra esta ciudad de Dios nace de su Sagrado Corazón traspasado. (…)
Si quieres asegurar tu salvación y gozar del puerto eterno en la otra vida, entra du¬rante la navegación de ésta en el Sagrado Corazón. Confía tu propia, y hasta el fin incierta, salvación eterna al Sagrado Corazón, y tienes el modo cierto de asegurarla por la esperanza.
El “Encargo suavísimo”
El hecho que pone más de manifiesto la vinculación de la persona y obra apostólica del P. Igartua a las revelaciones de Pary-le-Monial y la devoción al Corazón de Jesús, fue la forma en que vivió desde su vocación de jesuita del encargo suavísimo que el Corazón de Jesús hizo a la Compañía de Jesús en la persona del P. La Colombiére , en revelación a Santa Margarita, El 2 de julio de 1688, relatado en la carta a la M. Sumaise.
Escribió dos artículos sobre el tema en la revista Cristiandad, uno en el año 1985: “El «Encargo suavísimo» del Sagrado Corazón a la Compañía de Jesús”; y otro en el año 1986: “El Corazón de Jesús y la propagación de su devoción por la Compañía de Jesús”, en ambos se palpaba hasta qué punto había calado en su conciencia de jesuita dicho encargo.
«El día de la Visitación, ante el Santísimo Sacramento, mi Soberano se dignó favorecer a su miserable sierva con varias gracias particulares de su amoroso Corazón (...) volviéndose hacia el buen padre de la Colombière , esta Madre de bondad le dijo: y tú, siervo fiel de mi divino Hijo, tienes gran parte en este precioso tesoro pues... está reservado a los padres de la Compañía hacer ver y conocer su utilidad y valor, a fin de que se aprovechen de él, recibiéndolo con el respeto y agradecimiento que se debe a un beneficio tan grande.
Y a medida que le den este gusto, el Divino Corazón, fuente de bendiciones y de gracias, las derramará con tanta abundancia sobre el ejercicio de su ministerio, que producirán frutos superiores a sus trabajos y esperanzas...»
(Carta de Santa Margarita Maria de Alacoque a la Madre Saumaise, en Julio de 1688.)
Las congregaciones generales de la Compañía de Jesús XXIII (16- Septiembre, 23 Octubre 1883) y XXVI (2 Febrero- 18 Marzo 1915), acogieron esta misión de dar a conocer y propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
CONGREGACIÓN GENERAL XXIII.- Elección del P. Anderledy (16 sept.-23 oct. 1883). — «Como feliz y próspero remate de los trabajos, se propo¬ne a la Congregación un postulado con el fin de acrecentar y promover entre nosotros el culto de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Leído el parecer de los PP. Diputados, levan¬táronse a una todos los PP. Congregados y aprobaron por unánime aclamación lo siguiente: Declaramos que la Compañía de Jesús acepta y re¬cibe con ánimo rebosante de alegría y gratitud el suavísimo encargo a ella confiado por el mismo N. S. Jesucristo de practicar, fomentar y propa¬gar la devoción a su divinísimo Corazón». (Decreto 46).
CONGREGACIÓN GENERAL XXVI.- Elección del P. Ledóchowski (2 febr.-18 mar. 1915). — «Los Padres de esta Congregación XXVI, recordando aquel decreto solemne en el que la Congregación XXIII declaró reverente que la Compañía de Jesús aceptaba y recibía con ánimo rebosante de alegría y gratitud el suavísimo encargo a ella con¬fiado por el mismo N. S. Jesucristo de practicar, fomentar y propagar la devoción a su divinísimo Corazón, y aleccionados por la experiencia de que para promover este culto es sumamente apto el Apostolado de la Oración, en el comienzo mismo del segundo siglo de Restablecimiento de la Compañía, confirmaron de nuevo esta ardentísima adhesión de la Compañía al Sacratísimo Corazón de Jesús, y quisieron muy de veras que a todos los Nuestros, en particular a los Superiores, les fuese recomendado que fomenten cuanto les sea posible y trabajen por dilatar esta piadosa Aso¬ciación del Corazón de Jesús». (Decret. 21).
A este «encargo suavísimo» se alude de nuevo en el texto del Epítome del Instituto de la Compañía (num. 851, 1,2,3).Y muchas veces los superiores lo han recordado.
En la segunda de las citadas congregaciones se relacionó el cumplimiento de este «suavísimo encargo», al que según las palabras de Santa María de Alacoque, están prometidos frutos más allá de los trabajos y esperanzas, al fomento de la asociación del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN.
El anhelo de ver canonizado al Beato Claudio de la Colombière que durante años deseó y esperó el P. Igartua, lo vio cumplido unos meses antes de su muerte ya que fue canonizado por Juan Pablo II el 31 de mayo de 1992 (festividad de la Visitación de María) tres meses antes de su fallecimiento. Su vinculación a la obra y a la persona del «servidor fiel y amigo perfecto» tiene su mejor reflejo en su última obra publicada “San Claudio de la Colombière, apóstol del Corazón de Jesús” y en la editada en 1979, «Escritos Espirituales del Beato Claudio de la Colombiére SI.».
Al día siguiente de la canonización de Claudio la Colombiére, Juan Pablo II ratificaba el “Encargo suavísimo” a la Compañía, con estas palabras:
«La canonización de Claudio la Colombiére me lleva naturalmente a subrayar el «munus suavissimum» que él mismo recibió de parte del Señor: la difusión y la predicación del misterio de su Corazón Sagrado. Es toda la Compañía la que queda encargada de ésto, como tuve el gozo de confirmaros en Paray Le Monial, junto a la tumba de San Claudio». (Audiencia del Papa a los fieles del A. de la O., en Roma, el día 1 de Junio de 1992)