martes, 20 de noviembre de 2007

AULA: P. JUAN MANUEL IGARTUA S.J. - CURSO: “EL MESÍAS JESÚS DE NAZARET”

“EL MESIAS DE ISRAEL EN LOS EVANGELIOS”

El cumplimiento de las Escrituras

Jesús se declara Mesías de Israel, el Cristo esperado. La esperanza del Mesías es el fondo mismo de la historia del pueblo judío. Esto se halla en los escritos sagrados del pueblo de Dios.

Aquí estamos tratando de las declaraciones mesiánicas del propio Jesús. Pero es claro que entre éstas deben ser contadas aquellas en las que Jesús, según los evangelios, menciona el AT como escritos referidos a él mismo.

Durante su vida ha declarado repetidas veces que en él se cumplen las Escrituras sagradas de Israel, lo cual equivale a proclamarse el Mesías esperado. En su apostolado llegó a la sinagoga de su pueblo de larga residencia y trabajo, Nazaret. Lucas ha propuesto al comienzo de su apostolado cuando regresa del bautismo de Juan a Galilea (Lc 4, 14). Le fue entregado para que lo leyese el libro del profeta Isaías, abriéndolo en el pasaje mesiánico en que se recuerda que sobre el Mesías está el Espíritu del Señor (Is 61, 1-2) Jesús se sentó para la explicación, y con los ojos de todo el pueblo fijos en su persona, comenzó tranquilamente su exegesis: “Hoy se ha cumplido esta escritura en vuestro oídos” (Lc 4, 21). En realidad acababa de proclamar: “Yo soy el Mesías”.

En Mateo Jesús se niega a defenderse en el huerto de los Olivos, cuando llegan a prenderle y Pedro, recordando un incidente de la cena, saca la espada para la defensa: “¿Cómo se cumplirían las Escrituras de que es necesario que esto suceda?” (Mt 26, 54). En la cena había hablado diciendo: “Es necesario que se cumpla lo que está escrito de mí: Ha sido contado entre los malhechores” (Lc 22, 37), en cuyo momento Pedro sacó su espada (…)

Juan es el que ha dado más vigorosos testimonios de la apelación mesiánica de Jesús a las Escrituras. La objeción puesta a Jesús para aceptar su título de Cristo era la creencia de que era Nazaret su lugar de origen, debiendo ser Belén conforme a la Escritura, pues el Mesías debía venir nacido de allí, y de Sion, no de Galilea (Jn 7, 41-42.52; cf Mt 2, 5-6; Jn 4, 22). Jesús arguye a los judíos que son precisamente las Escrituras las que dan testimonio del El: “Estudiad las Escrituras, y que pensáis tener en ellas la vida eterna. Son precisamente ellas las que dan testimonio de mí” (Jn 5, 39) (…) “Si leyeseis a Moisés, seguramente me creeríais a mí. Pues él escribió de mí” (Jn 5, 4). Y termina confirmando la aserción: “Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo vais a creer en mí?” (5, 47).

Al llegar a la pasión hará ver en los sucesos de ella el cumplimiento de la Escritura (…)

Después de la resurrección el propio resucitado hará exégesis, sin duda maravillosa, de lo dicho por Moisés (la Ley) y los profetas, o sea la Escritura, sobre él y los sucesos de su pasión y muerte. Lo hará ante los de Meaux en el camino, y sus corazones arderán con un fuego nuevo al oír su interpretación mesiánica de la Ley y los profetas (Lc 24, 27). Del mismo modo en su aparición ante los apóstoles en el relato lucano donde dice: “Tenían que cumplirse las cosas anunciadas sobre mí … así debía el Cristo padecer y resucitar al tercer día” (Lc 24, 44).

Luego, el resucitado les concedió el don de comprender las Escrituras y les añadió: “Así está escrito, que el Cristo debía padecer y resucitar al tercer día” (Lc 24, 45-46). Sería pues bastante obvio que recibamos de sus discípulos con especial reverencia los textos que ellos adujeron después sacados del A.T. para confirmar el mesianismo de Jesús, en particular cuando aparece clara su intención de dar una interpretación real del texto, que es lo más general. Para ellos en adelante las Escrituras fueron el lugar de apelación autorizada, por el don que habían recibido, y que hasta entonces no gozaban. Pues dice Juan al relatar su ida al sepulcro con Pedro, y su examen del sepulcro vacío y su estado: “Vio y creyó. Porque no conocían la Escritura sobre su resurrección” (Jn 20, 9). Y recordemos que Jesús, según JUna, se dispuso a morir y dijo: “Todo está consumado” sólo después de cumplir el último detalle anuciado por la Escritura: “Tengo sed”, y de dieron a beber vinagre” (Jn 19, 28; cfr. Sal 68, 22)

Conclusión mesiánica sobre las declaraciones de Jesús

De este capítulo se desprende, creemos que con claridad, que Jesús de Nazaret, según lo que los evangelios le atribuyen (y que por el momento no juzgamos críticamente en su realidad histórica), se declaró Mesías de Israel, el esperado. Juan Bautista lo había anunciado, Jesús lo confirmó. Ya ante sus propios apóstoles en privado, ya ante personas particulares como la Samaritana, el ciego de nacimiento o Marta de Betania, ya también en público de diversas formas ante los judíos. Se puede decir, en general, que su predicación y sus parábolas del reino de Dios, que son tan numerosas, así como los milagros realizados, a los que apela, son testimonios públicos de su mesianismo. También su apelación mesiánica a la Escritura.

Lo mismo muestra su aceptación solemne del título de Hijo de David, en el día de triunfo de los ramos. Y el título de Hijo de hombre, usado habitualmente por Jesús, pone de relieve su profundo conocimiento de la situación y del valor de tal título. Su afirmación mesiánica de ser el Cristo de Israel resplandece en el juicio ante el Sanedrín, al responder a la pregunta solemne del Sumo Sacerdote.

Luego, el proceso ante Pilato y el título de su condena, puesto en la cruz sobre su cabeza, dejan indubitable tal punto. Este título, además de por los evangelios que no podrían falsearlo con todo el proceso realizado, nos es confirmado por el testimonio de Tácito, el cual reconoce que fue ésta la causa de la acusación, dando así valor histórico reconocido extraevangélico al hecho: “Su fundador, llamado Cristo, fue condenado a muerte por el procurador Poncio Pilato, imperando Tiberio” (Annales, 15, 44). Fue condenado por ser el Cristo, o llamarse de ese modo. Tácito no podía ignorar que la palabra y nombre griego Cristo tiene la significación regia de “Ungido” o “Rey” en el Oriente. Confirma pues que Jesús fue condenado porque se atribuyó el título de Rey de los judíos”, que en la cruz se mostraba, y hubo de pasar a las Actas que Pilato remitió al emperador a Roma sobre el caso.

Poseemos un fragmento que puede legítimamente ser tenido por auténtico, del título mismo de la Cruz de Jesús. En él, en el relicario de la Basílica de Santa Croce de Gerusalmme, construido por Constantino, se puede ver todavía hoy (y el que escribe lo ha visto) la parte del letrero en dos lenguas completas (griego y latín), con las señales indudables de la hebrea que providencialmente incluyen precisamente la causa del proceso:

REY DE LOS JUDÍOS

No hay comentarios: