“EL MESIAS DE ISRAEL EN LOS EVANGELIOS”
El testimonio del Bautista sobre Jesús
La figura de Juan el Bautista aparece en los evangelios como figura admirable, noble y grande, de precursor de Jesús. Los tres sinópticos y Juan dan cuenta de la aparición del Bautista en la ribera del Jordán, bautizando y predicando la llegada del reino de Dios (Mt 3, 1-6; Mc 1, 4-5; Lc 3, 3-6). Era el año 15 del imperio de Tiberio, que se corresponde en los cálculos al año 27 de la era cristiana.
La predicación del Bautista levantó una gran expectación en el pueblo, según los evangelistas. Acudían a oírle y a bautizarse desde toda Judea, y especialmente de Jerusalén (Mt 3, 5; Mc 1, 5) (…)
El evangelista Juan, por su parte, da cuenta de una legación especial enviada desde el Templo de Jerusalén por los responsables, para interrogar a Juan acerca de su identidad (Jn 1, 19-25)
Diálogo con los sacerdotes y levitas
El diálogo fue el siguiente. Vinieron sacerdotes y levitas a él y le debían preguntar quién era: ¿quién eres tú? El declaró en seguida que él no era el Cristo, pues comprendía que era el pensamiento subyacente a la pregunta oficial. Se había planteado, y conviene notarlo, la cuestión de la mesianidad. Tras su negación, plantearon dos preguntas: ¿Eres Elías? ¿Eres el Profeta? En el pensamiento judío, la venida del Mesías era precedida de la venida de Elías (ver Malaquías 4, 5)
¿quién eres, pues? ¿qué dices de ti mismo? (Jn 1, 22) (…) “Soy la voz que calma en el desierto: preparad los caminos del Señor” (Mt 3, 3; Mc 1, 4; Lc 3, 4; Jn 1, 23). Y entonces desveló la misteriosa figura de uno que “venía detrás de él, del cual él no era digno ni de soltar las correas de sus sandalias” (…)
Hay algunas diferencias añadidas.
Mateo presenta al que viene detrás de Juan, como el que bautizará en Espíritu Santo y fuego, y será juez de su pueblo, salvando y condenando (3, 11-12).
Marcos reduce algo la proclamación, manteniendo que bautizará en Espíritu Santo (1, 8).
Lucas, como Mateo, presenta el doble aspecto de bautizador en Espíritu Santo y fuego, y de juez de su pueblo (3, 16-17).
Juan, como diremos a continuación, extiende aún más el testimonio y lo subraya con energía.
Pero ya en los tres sinópticos aparece, por lo dicho, como alguien que tiene poder de “bautizar en Espíritu Santo”. Es decir, tiene un poder trascendente, divino, y en Mateo y Lucas se añade su condición de Juez supremo, que es poder también divino.
“Yo bautizo en agua, pero en medio de vosotros está aquel a quien no conocéis” (Jn 1, 26). Y la relación de Jesús con el Espíritu Santo la explica así:
“Vi al Espíritu descender desde el cielo en figura de paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas el Espíritu que desciende y permanece sobre él, ése es el que bautiza en Espíritu Santo” (Jn 1, 32-33).
También en el evangelio de Juan se da el anuncio de que Jesús bautizará en Espíritu Santo, como en los sinópticos.
El evangelista ha puesto en boca del Bautista la forma que adquirió de hecho la manifestación divina del bautismo. Bajó el Espíritu Santo en forma de paloma sobre la cabeza de Jesús,
Otro punto importante del testimonio del Bautista (…) “El que va a venir detrás de mí, ha sido hecho o existe antes que yo”.
La propone al resumir en el prólogo del evangelio la misión y actuación del Bautista: “Juan ha dado testimonio de El (del Verbo encarnado). Y clama diciendo: Este es aquel de quien dije: El que viene detrás de mis, existe antes que yo”
La manifestación del Espíritu Santo
Venimos, finalmente, a la declaración concreta de divinidad de Jesús en el episodio del Bautista. Los tres sinópticos ofrecen el relato similar del bautismo de Jesús por Juan, y del extraordinario hecho registrado en él. Una paloma bajó del cielo sobre su cabeza, al recibir el agua sobre su persona de mano del Bautista. Era el Espíritu Santo. Y se oyó una voz solemne del cielo: “Este es mi Hijo, al amado, en el que me he complacido” (Mt 3, 16-17; Mc 1, 10-11; Lc 3, 22). Hay que advertir que Marcos, y con él Lucas, dirigen la palabra divina al mismo Jesús: “Tú eres mi Hijo, el amado”.
El testimonio del Bautista es de fuerza singular. Pues testimonia primero que él no es el Cristo, con lo cual, al decir que detrás de él viene otro más importante, testifica a favor de la misma mesianidad de Jesús, como si dijese: “El es el Cristo”. (…)
Y además testifica de El que es “el Hijo de Dios”, el mismo que “bautiza en Espíritu Santo”, sobre el cual el Espíritu ha descendido, como él lo ha visto. Y además ha oído, y por él es conocido el hecho, la voz celeste del Padre que decía: “Tú eres mi Hijo, el Amado”.
Es pues un claro testimonio de Juan Bautista sobre la mesianidad y la divinidad de Jesús, conforme a los cuatro evangelios.
Jesús dice de él un elogio grande: “No ha nacido ningún hombre de mujer mayor que Juan Bautista” (Mt 11, 11) Y dice de él que se le puede considerar el Elías anunciado por Malaquías como precursor del Mesías (…) En él termina la Ley y los Profetas, es decir, el Antiguo Testamento, y comienza el Nuevo (Mt 11, 13-14).
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