martes, 20 de noviembre de 2007

AULA: P. JUAN MANUEL IGARTUA S.J. - CURSO: “EL MESÍAS JESÚS DE NAZARET”

EL MESIAS DE ISRAEL EN LOS EVANGELIOS”

Los títulos mesiánicos en Jesús

El primer título implicado en el mismo nombre de Mesías o Cristo es el de Rey de Israel, Rey divino o enviado por Dios a Israel. Es evidente que uno de los temas predilectos de la predicación de Jesús fue el del Reino de Dios o Reino de los cielos, como lo llamó frecuentemente en sus parábolas.

El segundo título mesiánico que hemos presentado es el de “Hijo de David”. Jesús nunca se llamó a sí mismo el Hijo de David. Pero admitió que se le dirigiera este título por los que a él acudían. El caso más importante es el del ciego de Jericó. Marcos le ha dado el nombre de Bartimeo o hijo de Timeo. Al tener nombre personal y el lugar del suceso parece más claro que es un caso histórico. Tenemos el relato de Marcos, que coincide en lo principal con los otros. El ciego, que estaba mendigando al borde del camino que salía de Jericó, al oír que era Jesús el que pasaba, de quien ya había oído sin duda la fama de sus milagros, comenzó a clamar: “Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí” (Mc 10, 47; Mt 20, 30; Lc 18, 38). Jesús mandó llamarle, y al oír de sus labios que deseaba la curación de su ceguera, se la concedió. Si el ciego clamaba a Jesús con el título de “Hijo de David”, y fue atendido, se hace necesario pensar que Jesús aceptaba tal título mesiánico de labios del ciego.

En Mateo también la mujer cananea invoca a Jesús con el nombre de Hijo de David, y obtiene la curación de su hija (Mt 15, 22). Marcos sin embargo ha omitido en el relato esta invocación del título mesiánico (Mc 7, 24-30).

El tercer caso, común a los tres sinópticos, y el más relevante sin duda, es de la entrada gloriosa del día de los ramos en la ciudad de Jerusalén. (…) Llegó hasta el mismo templo, entrando en él como un rey triunfador acompañado por aquella multitud en el descenso del monte Olivote, y en la entras por la puerta de la ciudad y luego del templo. El clamor del pueblo, subyugado por los milagros realizado por Jesús era: “Bendito el que viene en nombre del Señor”, atestiguado por los tres evangelistas (Mt 21, 9; Mc 11, 10; Lc 19, 38).

Esta palabra pertenece al Salmo final del Hallel (117, 26), y es un Salmo que, según ha mostrado Jeremías, era el Salmo de la llegada del Mesías, cantado a coro por los de la ciudad y por los que llegaban, es un Salmo plenamente mesiánico de triunfo.

Mateo presenta el título mesiánico de “Hijo de David”, que es aclamado en Jesús (Mt 21, 9), título que parecen omitir Marcos y Lucas. Pero en realidad la han sustituido por un equivalente. Pues Marcos dice: “Bendito el que viene en nombre del Señor, bendito el Reino que viene de nuestro padre David” (Mc 11, 10); y Lucas hace también referencia a la entrada regia, diciendo: “Bendito el Rey que viene, en nombre del Señor” (Lc 19, 38). Todos convienen en que era aclamado como el rey de Israel enviado por el Señor, que era el Hijo de David. Jesús, además de haber provocado la manifestación, la aprueba expresamente frente a los fariseos que quieren apagarla. Les responde: “De la boca de los niños sacó Dios la alabanza” (Mt 21, 16), y “Si éstos se callasen hablarían las piedras” (Lc 19, 40). Tal voluntad aprobatoria de la alabanza en Jesús es una declaración expresa de ser adecuado el recibimiento y el título. El es el Hijo de David, él es el Rey de Israel, que viene en nombre del Señor, como enviado suyo. Es plena y total la confirmación.

Viene el tercer título mesiánico antes explicado, el de “Hijo del hombre”. Están conformes todos los intérpretes en notar que la utilización personal de este título es del mismo Jesús, que se designa con él misteriosamente de diversas maneras y en diversas ocasiones.

Nunca ha sido utilizado tal título por los propios evangelistas, ni siquiera por los escritos apostólicos. Siempre aparece en boca del mismo Jesús, y pueden numerarse hasta 82 citas de este tipo si incluimos los lugares paralelos. Si solo contamos los diversos quedan 51 textos, de ellos 38 en los sinópticos y 13 en Juan. Se hace necesario admitir que este título fue utilizado con mucha frecuencia por Jesús.

Utiliza el título para designarse a sí mismo en su vida cotidiana, como por ejemplo cuando afirma que no tiene lugar fijo para dormir (Mt 8, 20; Lc 9, 58), o se queja de ser acusado de comedor y bebedor injustamente (Mt 11, 19; Lc 7, 34)

De su muerte en cruz habla enigmáticamente como de una “exaltación, ser levantado en alto”, con el título de Hijo del hombre en Juan, expresión que provoca la respuesta del pueblo que le oía, el cual identifica el Hijo del hombre con el Cristo o Mesías, diciendo: “Sabemos por la Ley que el Cristo permanece eternamente. Pues ¿cómo dices tú: Es necesario que el Hijo del hombre sea alzado (en cruz)? ¿Quién es este Hijo del hombre? (Jn 12, 34). Precisamente Jesús había dicho de sí mismo: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre (…).” (Jn 12, 23-25.32)

También designa con el título misterioso la segunda venida para juzgar en numerosos textos. El Hijo del hombre será el juez de los hombres (…) La hora de esta venida es repentina, como el rayo, y desconocida para todos excepto para Dios (Mt 24, 27; Lc 17, 24; Mt 24, 44; Mc 13; 32; Lc 12, 40).

Para desvelar en profundidad el misterio del Hijo del hombre sería necesario aducir los textos más importantes, que se resuelven ya en implícita afirmación de divinidad; él perdona los pecados, él es dueño del sábado (Mt 9, 6; 12, 8). Dejaremos tales textos para los capítulos de afirmación de la divinidad en boca de Jesús. Pero otro texto muy importante del uso de la expresión “Hijo del hombre” por Jesús es el relativo a la eucaristía.

“¿Cómo puede este darnos a comer su carne?” (Jn 6, 52). Jesús les dijo: “En verdad en verdad (Amén, amén) os digo si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros” (6, 53). La solemne forma de juramento propia de Jesús, y la realidad del hecho del escándalo de discípulos suyos, entre los cuales estaba Judas, persuaden de la realidad histórica de estas referencias. Todavía frente a esta rebeldía dirá en seguida: “¿Esto os escandaliza? ¿Y si viereis al Hijo del hombre que sube a donde estaba antes?” (6, 62). Todo esto muestra que el valor dado a la expresión “Hijo del hombre” es totalmente trascendente, pues llega a referirlo a una existencia anterior.

Consta claramente aquí que en Juan este Hijo del hombre es el propio Jesús, pues dice repetidas veces en primera persona que él mismo es este pan de vida: “Yo soy el pan de vida”, y esto precisamente es lo que origina la murmuración creciente, y que han de comer y beber su propia carne y su propia sangre, declarando con mayora firmeza el punto de la dificultad, y ello a continuación de decir lo del Hijo del hombre (6, 54-56)

Un tercer relato de los de gran dramatismo en Juan, después de los dos ya señalados de la Samaritana y de Marta en la resurrección de Lázaro, se nos ofrece en relación con el título Hijo del hombre, y es el del ciego de nacimiento, uno de las más brillantes y logrados de Juan, bastando con mencionar que una vez curado el ciego, y de que éste ha declarado ante los sacerdotes del templo y autoridades terminando su declaración con el terrible sarcasmo que les exaspera: “¿También vosotros queréis haceros discípulos suyos?” (Jn 9, 27) (…) Jesús le dice: “Tú crees en el Hijo del hombre?” (9, 35). Hay dos variantes de este texto en los códices. Una dice Hijo de Dios, otra Hijo del hombre.

El ciego responde humilde a su bienhechor a quien no conoce, pero de quien ha oído muchas cosas. Dice: “¿Quién es, Señor, para que crea en él?”. Jesús hace la solemne declaración: “Le has visto ya, El que habla contigo ése es” (9, 37)


Testimonios mesiánicos: milagros y posesos

Cuando el Bautista envió dos discípulos a Jesús para preguntarle si era él aquel que Israel esperaba que había de venir, es decir, el Mesías, o si habían de esperar después de él a otro, del cual fuese el mismo Jesús precursor, Jesús realizó delante de los enviados asombrados diversos milagros, dice Lucas: “Curó delante de ellos a varios enfermos de llagas, de varias enfermedades, echó espíritus malos de otros, y devolvió a algunos ciegos la vista” (Lc 7, 21; Mt 11, 4)

Decid a Juan lo que habéis visto y oído. “Los ciegos, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados” (Mt 11, 4-5; Lc 7, 22).

Respecto a los testimonios que dieron de él los espíritus malos cuando salían de los posesos, aunque dejaremos el cuerpo principal de casos para el testimonio sobre la divinidad misma, aquí, acerca del título de Cristo o Mesías, debemos notar la actitud del propio Jesús en relación a tales manifestaciones.

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